Table Of ContentViajes por el antiguo
Imperio romano
Jorge García Sánchez
Colección: Historia Incógnita
www.historiaincognita.com
Título: Viajes por el antiguo Imperio romano
Autor: © Jorge García Sánchez
Copyright de la presente edición: © 2016 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Revisión y adaptación literaria: Teresa Escarpenter
Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio
Imagen de portada: Composición a partir de las obras de:
Cresques, Abraham. Atlas catalán (1381). Biblioteca Nacional de Francia.
«San Nicolás rescata un barco». Ilustración que aparece en Las bellas horas del Duque de Berry (1399-1416).
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
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ISBN edición impresa: 978-84-9967-769-9
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ISBN edición digital: 978-84-9967-771-2
Fecha de edición: Enero 2016
Impreso en España
Imprime: Servicecom
Depósito legal: M-38346-2015
A mi abuela, por el viaje de una vida.
Índice
Introducción: El mundo heredado por Roma ................................ 13
Capítulo 1. La vuelta al mundo en LXXX días.
Los viajes por tierra ...................................................................... 31
Las vías romanas, monumentos de una civilización ................... 31
Cómo se construía una vía romana ......................................... 34
Las legiones, constructoras de las vías ...................................... 38
Todos los caminos conducen a Roma ...................................... 40
Los miliarios, las señales de tráfico romanas ............................. 46
Los medios de transporte ........................................................ 48
Excesos y normas de tráfico .................................................... 55
Los peligros de la carretera ...................................................... 58
Capítulo 2. Las estaciones de servicio
y los hoteles de la antigüedad:
hospitia, mansiones, stabula, mutationes y tabernae .......................... 65
El cursus publicus ................................................................... 65
Los diplomas y el problema del fraude en el cursus publicus ...... 68
Mutationes, stabula y mansiones ............................................... 69
Los bares y las hospederías de la ciudad romana ..................... 73
Las «luces de neón» de los locales .......................................... 79
Clientes y propietarios ......................................................... 84
La copa ............................................................................... 88
Capítulo 3. Los mapas de la Ecúmene ......................................... 95
De las tablillas cuneiformes a la cartografía helenística ........... 95
Características de la cartografía romana republicana ............... 100
Sabios griegos y oficiales romanos:
los mapas de Julio César y de Marco Agripa .......................... 104
Los itineraria adnotata: el Itinerario Antonino ........................ 109
Los Vasos de Vicarello y otras evidencias epigráficas ............... 111
Los itineraria picta y los mapas militares .............................. 114
La Tabula Peutingeriana ....................................................... 115
De papiros, pergaminos y mosaicos ..................................... 121
Capítulo 4. La navegación y los navegantes del mare nostrum ...... 127
Mare apertum, mare clausum ................................................ 127
Los portulanos de la Antigüedad .......................................... 130
Las rutas de navegación y los puertos de Roma ...................... 133
La flota annonaria de Egipto ................................................ 140
Los navíos romanos ............................................................ 143
Capitanes intrépidos, pasajeros y tripulantes ......................... 146
Supersticiones y religiosidad entre los hombres de mar ........... 151
«Todo el mundo es buen piloto
cuando la mar está en calma…» ........................................... 155
Los temibles burlones ......................................................... 158
Capítulo 5. Geógrafos, historiadores, soldados y periegetas:
los viajes administrativos, de conquista y de exploración .............. 165
Polibio y el descubrimiento griego de Occidente ................... 165
Los viajes de Estrabón, geógrafo,
historiador y filósofo estoico ................................................. 170
La periegesis de Pausanias ...................................................... 174
Conquistas y exploraciones dentro
y fuera de la ecúmene romana .............................................. 178
Petra y la expeditio Arabica de Elio Galo ................................ 180
El Periplo del mar Eritreo ...................................................... 186
10
Más allá de la tierra de los faraones: los romanos en Nubia ...... 189
Pioneros en las Montañas de la Luna:
el misterio de las fuentes del río Nilo ..................................... 195
Rinocerontes y nómadas en la sabana africana:
las expediciones militares y comerciales en el Sahara ............... 199
Crónicas diplomáticas: los delegados imperiales
y los gobernadores de provincia ............................................. 204
El Periplo del Ponto Euxino .................................................... 209
Capítulo 6. Tú a Egipto y yo a la Campania.
Turismo aristocrático y veraneo
hasta la caída del Imperio romano ................................................ 213
Roma, «mundi faece repletam» ............................................. 213
En torno a la sociología del turismo ....................................... 217
Cocodrilos, mascotas sagradas, caníbales, sabios
y jeroglíficos: el embrujo del país del Nilo .............................. 219
Las atracciones de Egipto I: Alejandría .................................. 224
Las atracciones de Egipto II:
Menfis, Cocodrilópolis y Guiza ............................................. 228
Las atracciones de Egipto III: estatuas parlantes
y criptas sigilosas en la ruta de Homero ................................. 231
Vacaciones en el mar: las villas romanas de la Campania ......... 236
Locus amoenus ..................................................................... 242
Entre Sodoma y Gomorra, la antigua Bayas ........................... 245
Capítulo 7. Sabios, estudiantes y peregrinos ................................ 249
Atenas: auge y decadencia de una ciudad estudiantil ............... 249
Sofistas, filósofos y showmen itinerantes ................................. 256
El mundo maravilloso de Apolonio de Tiana .......................... 260
En tierra de dioses: el Oráculo de Delfos ................................ 262
Juegos, fiestas y procesiones .................................................. 268
El sueño reparador de Asclepio ............................................. 274
Peregrinos cristianos en Tierra Santa ..................................... 280
Ascetas, xenodochia y ampullae .............................................. 283
Bibliografía .............................................................................. 291
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Introducción
El mundo heredado por Roma
Un geógrafo griego universal, Estrabón de Amasia, que vivió el amanecer
de la era marcada por el advenimiento del emperador Augusto, escribió
una vez que, dondequiera que el hombre había descubierto los confines de
la tierra, se encontraba el mar. Una introducción a un libro de viajes, inde-
pendientemente del período de la Antigüedad abarcado, no puede eludir
esta realidad. Si hablamos de comunicaciones, el siglo xix consagró al altar
del progreso el ferrocarril. El siglo xx trajo consigo la industria aeronáutica.
Pero volviendo la vista atrás, el conocimiento del mundo, la percepción de
los pobladores de hasta sus esquinas más recónditas, la guerra, el comercio,
la circulación de ideas y de creencias se han llevado a cabo por los caminos
del mar, y si nuestra referencia es la civilización clásica, esa vereda fue traza-
da por el Mediterráneo.
Las páginas de este volumen discuten, entre una miscelánea de argu-
mentos, de qué manera y qué motivos incitaban a los romanos a arriesgar
la piel alejándose de su patria; qué infraestructuras hoteleras existían enton-
ces; los transportes al uso y las arterias terrestres y marítimas que tenían a su
disposición, así como qué clase de mapas y de Periplos les informaban de las
rutas a tomar. Pero para que los romanos reunieran las piezas fundamenta-
les del rompecabezas geográfico de la ecúmene tuvieron que sucederse siglos
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Jorge García Sánchez
de experimentación, en los que otros pueblos de emprendedores, apoyados
en su curiosidad, en su codicia o en su potencia militar dibujaron con pa-
ciencia los contornos del orbe. La maestra de la noción latina del universo,
al mismo tiempo que su antecesora histórica inmediata, fue desde luego la
cultura griega, aunque a sus espaldas sedimentaban las experiencias de otras
gentes pioneras. El motor que alimentaba sus expediciones lo constituía
normalmente la obtención de materias primas. Cretenses –y después micé-
nicos–, chipriotas y cananeos copaban el negocio del cobre y de las sustan-
cias aromáticas en el Mediterráneo oriental de la Edad del Bronce, y Egipto
constituía uno de sus ancladeros permanentes. En torno al año 1000 a. C.,
navegantes procedentes del Egeo y del Levante que perpetuaban las rutas
abiertas por los marinos micénicos ya frecuentaban puertos del suroeste de
la península ibérica, como el de Huelva. Después le llegaría el turno a las
ciudades fenicias –Tiro, Biblos, Sidón…– de volcarse en el mercado inter-
nacional mediterráneo, dado que, rodeadas de los grandes imperios de Asi-
ria y de Egipto, el mar conformaba su única alternativa, su salida natural. A
partir del siglo x a. C., los mercaderes de las ciudades-estado fenicias, con
un envidiable don de la ubicuidad, captaron recursos de regiones tan aleja-
das como Arabia y el Reino de Saba –inciensos, perfumes, piedras y meta-
les preciosos, manufacturas exóticas– y las costas de nuestra Península. Me-
diante una red de colonias y de factorías, los nautas fenicios delimitaron a
lo largo de un par de siglos sus áreas de influencia comercial en ambas ori-
llas del Mediterráneo: Mozia en Sicilia, Cartago y Útica en Túnez, Nora
y Tharros en Cerdeña, desde el 800 a. C. Málaga, Almuñécar, Toscanos,
Adra, etc. en el litoral meridional de España (Cádiz supuestamente se habría
fundado a finales del siglo xii a. C., pero la arqueología lo desmiente), Lixus
y Mogador en el Atlántico marroquí, atravesadas las Columnas de Hércules
(el estrecho de Gibraltar), entonces de su paralelo tirio, Melkart. En la men-
talidad de los griegos, con Homero a la cabeza, los fenicios pasaban por una
turba de piratas sin honra y de secuestradores de muchachas, pero si se en-
rolaba a un hombre de mar competente había que buscarlo en un barco fe-
nicio. Necao II (610-595 a. C.), faraón que tenía en mente grandes proyec-
tos económicos con África y con la India –ordenó excavar un canal entre el
Nilo y el mar Rojo para llevarlo adelante, aunque quedó inconcluso–, con-
tó con una tripulación fenicia, en lugar de egipcia, a la hora de plantear la
circunnavegación del continente negro. Los exploradores surcaron las aguas
del mar Rojo, bordearon la costa africana, accedieron al Mediterráneo por
las Columnas de Hércules y atracaron en Egipto, después de una travesía de
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Viajes por el antiguo Imperio romano
tres años. El dato de que los marineros habían observado la posición del sol
a su derecha, ya que navegaban por el hemisferio sur, otorga veracidad al re-
lato, si bien a Heródoto, narrador de la aventura, le pareció un apunte fan-
tástico que le restaba credibilidad.
A estas alturas habían hecho su aparición los auténticos colonizadores
del Mediterráneo en la Antigüedad, los griegos, cuya expansión territorial
abarcaba desde el mar Negro, Asia Menor y el país del Nilo hasta el nores-
te de España, donde en el 575 a. C. los focenses de otra colonia, Massa-
lia (Marsella), instauraron el enclave de Emporion. La escasez de campos
cultivables, las presiones, sean demográficas que político-sociales de las po-
lis, el imperialismo persa y las oportunidades mercantiles impulsaron a las
pentecónteras griegas a recorrer las pistas abiertas por los fenicios. En el si-
glo v a. C. los focos de población helena se percibían tan numerosos que
Platón, en Fedón, ponía en boca de Sócrates la expresión de que los griegos
habitaban alrededor de su mar, el Mediterráneo, de manera similar a hor-
migas y ranas en torno a un estanque. Los ciudadanos de las polis reflexio-
narían acerca de la naturaleza del hombre, las leyes filosóficas y los funda-
mentos del saber, pero al desembarcar en playas potencialmente hostiles
actuaron como grupos de conquistadores mortíferos que no vacilaron en
emplear las armas con el fin de expulsar a los pobladores nativos y apode-
rarse de sus tierras fértiles. Así sucedió en la Magna Grecia, en el estableci-
miento de Cumas (740 a. C.) sobre un villorrio itálico del golfo de Nápo-
les, en Reggio (730 a. C.) y en Locri (finales del s. viii a. C.), al combatir a
los sículos que cientos de años atrás no habían emigrado a Sicilia, o en Ta-
rento (706 a. C.), colonia espartana que tampoco se anduvo por las ramas
al apartar a los yapigios asentados en el sitio donde surgiría la ciudad. En el
siglo v a. C., tarentinos y yapigios proseguían sus enfrentamientos. Como
había escrito Platón, demasiadas ranas se agolpaban al borde de la charca
mediterránea, así que los conflictos no tardaron en explotar entre los colo-
nos griegos y los vecinos que albergaban idénticas aspiraciones expansionis-
tas a las suyas. A principios del siglo vi Tiro fue apresada por los babilonios
y en el 538 a. C. cayó ante la pujanza persa. Su antigua colonia, Cartago,
se convirtió de pronto en la heredera de los protectorados púnicos de Oc-
cidente y reclamó su papel de potencia emergente. Sólo un año después, en
el 537, se alió con los etruscos contra el enemigo común, los focenses, que
asimismo arrojados por los persas de su patria, se instalaban ahora en masa
en sus colonias del oeste, entre ellas Alalia (Córcega). Este súbito incremen-
to de pobladores griegos amenazaba directamente los intereses etruscos y
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Jorge García Sánchez
cartagineses en Córcega, Cerdeña y Sicilia, lo que desencadenó la contien-
da de las flotas en la batalla de Alalia. Su resultado, incierto para ambas ar-
madas, frenó sin embargo la libertad de comercio de la que habían disfruta-
do hasta entonces los griegos, dando paso a un largo período de hegemonía
cartaginesa en este margen del mundo.
Las proezas de colonos y exploradores aceleraron el crepúsculo de la
época en que los dioses y los héroes poseían la prerrogativa de adentrarse
en los espacios geográficos ignotos. Sólo un Jasón, capitaneando una em-
barcación tallada con el auxilio de la propia Atenea, podría cumplir con la
misión de desvalijar a un rey de la piel mágica de un carnero en la Cólqui-
de (hoy Georgia), una región casi legendaria a orillas del mar Negro. Quién
sino un semidiós como Heracles/Hércules sería capaz de franquearle al Me-
diterráneo un desagüe hacia el océano, separando la cordillera que fusiona-
ba África con Europa, hazaña acentuada por el héroe mediante la erección
de una pareja de columnas, una en la cima del monte de Abyla y la otra so-
bre el monte Calpe. Ningún marino, salvo Ulises, sobreviviría a cíclopes,
lestrigones y sirenas, al amor de deidades y ninfas ardientes, a la cólera de
Poseidón, y aún le quedarían fuerzas para asesinar a decenas de pretendien-
tes ansiosos por usurpar tanto su trono como su lecho matrimonial. Y sin
embargo, por mucho que el poeta Hesíodo advirtiese del tormento de pe-
recer asaltado en medio del oleaje, los griegos dotaron de corporeidad a la
geografía mítica acometiendo la colonización del Ponto Euxino (el mar Ne-
gro), afrontando tormentas, corrientes engañosas, bestias desconocidas –las
ballenas son un ejemplo– e indígenas belicosos armándose con el coraje de
Ulises, y atravesando las Columnas de Hércules: primero de manera casual,
como nos informa Heródoto al relatar el incidente del navegante Colaio de
Samos, al que los vientos desviaron hasta el fabuloso reino de Tartessos y sus
riquezas de plata; luego de manera intencionada, atreviéndose con la singla-
dura atlántica.
Así, la colonización y las iniciativas comerciales fenicias y helenas, uni-
das al imperialismo persa y cartaginés, aportaron una primitiva definición
del esquema de los tres continentes contemplados por los antiguos, de los
ríos que desembocaban en el mar interior y, en algunos casos, de las gentes
que vivían en las riberas de esos cursos fluviales, vías interesantes para la pe-
netración mercantil. La dinastía aqueménida aportó su granito de arena a
las exploraciones que desvelaban los misterios de la esfera terrestre, aunque
sólo fuera en su vano intento de dominar el orbe. Bajo el reinado de Darío I,
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Description:de arqueros, de escaramuzadores y mercenarios, pero asimismo de cientí- ficos de múltiples disciplinas con dotes de observación de su entorno. Un.