Table Of ContentIGNACIO CARBAJOSA
Un escriba en la corte
del Rey
Leer el Antiguo Testamento desde Cristo
E3
ENCUENTRv
©2012
Ignacio Carbajosa
y
Ediciones Encuentro, S. A., Madrid
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ÍNDICE
Prólogo.......................................................................................... 7
Parte I - Desvelar el Antiguo Testamento
Capítulo 1. La progresiva condescendencia de la Palabra
de Dios en Israel . .. . .. .. .. .. . . . . .. . .. . . .. .. . . .. . 19
Capítulo 2. El Antiguo Testamento, realidad abierta..................... 57
Capítulo 3. La recuperación del Antiguo Testamento para la vida
de la Iglesia. Estudio de Dei Verbum 14 80
Parte 11 - La Sabiduría amante en Israel
Capítulo 4. El carácter femenino de la Sabiduría
en la experiencia de Israel....................................................... 105
Capítulo 5. El Cantar de los Cantares: lo divino en lo humano... 122
Capítulo 6. «Que me bese con los besos de su boca» (Ct 1,2):
una común interpretación judía y cristiana.............................. 133
Parte 111 - Job y el problema del sufrimiento inocente
Capítulo 7. Análisis diacrónico y lectura canónica del libro
de Job 159
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Parte IV - El discurso lógico de los profetas
y la testarudez de Israel
Capítulo 8. Fe bíblica y filosofía griega. A propósito del discurso
de Benedicto XVI en Ratisbona... .. .. .. . .. .. .. 209
Capítulo 9. Las imágenes sapienciales en el discurso profético... 222
Capítulo 10. La caracterización de la idolatría en Oseas.............. 243
Parte V - Apéndice
Capítulo 11. Jesucristo, cumplimiento de la historia de Israel,
en J. Ratzinger ,................................. 255
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PRÓLOGO
Una de esas veces en las que Jesús, hospedado en casa de Pedro, en
Cafamaúm, se acercaba a la orilla del lago para sentarse a conversar
con sus discípulos, se le acercó tanta gente que tuvo que subirse a una
barca, aprovechando una pequeña lengua de mar, y desde allí dirigir
una palabra que estuviera al alcance de todos ( cf. Mt 13, 1-52). Como en
otras ocasiones, habló con multitud de ejemplos o parábolas. Se trataba
de comunicar la buena nueva del reino de los cielos, «que se ha acerca
do». «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena
semilla en su campo ... ». «El reino de los cielos es semejante a un grano
de mostaza ... ». «El reino de los cielos se asemeja a la levadura que
toma una mujer». «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondi
do en el campo ... ». «El reino de los cielos es semejante a un mercader
que busca perlas finas ». «El reino de los cielos se asemeja a una red
que se echa en el mar ».
A la caída de la tarde, después de despedir a la gente, Jesús entró en
casa de Pedro para cenar, acompañado de algunos de sus discípulos. Y
comenzaron las preguntas. Aquellas que habían nacido al hilo de los
ejemplos de Jesús, mientras hablaba a las gentes. «¿Por qué les hablas
en parábolas?». Parábolas: sorprendente mezcla de relato sencillo, ase
quible, cargado de imágenes de la vida cotidiana, y a la vez de mensaje
«velado», que se ofrece a la libre interpretación del oyente, «desvelan
do» sus intenciones.
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Y Jesús, mien
tras rebañaba el plato les abría los tesoros del reino de los cielos, a ellos,
que ya habían dado un paso hacia su persona. «Éste sí que habla con
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Un escriba en la corte del Rey
autoridad, no como nuestros escribas»: Los escribas eran los grandes
expertos en la Ley, la Torah, las Escrituras de entonces. En realidad era
mejor no acercarse a ellos. Los discípulos de Jesús y la gente sencilla
tenían la sensación de que los escribas siempre podrían censurar algo de
lo que ellos, pobre gente, hacían, echando mano de un versículo u otro
de la Escritura. Sin embargo eran las Escrituras de Israel, aquellas en
las que se concentraba la espera plurisecular de un pueblo. Las mismas
que hablaban de Abrahán, de cuando ató a su hijo para el sacrificio, de
Moisés, cuando abrió las aguas, de David, cuando mató al gigante ...
¡Qué diferente era cuando hablaba Jesús! Las Escrituras se abrían,
todo resultaba nuevo, cercano, contemporáneo. Y, sobre todo, lleno de
sentido. Había como un «hilo conductor» que misteripsamente tenía
que ver con aquel hombre, con Jesús. Terminada la cena les preguntó:
«¿Habéis entendido todas estas cosas?». «Sí», respondieron ellos, más
con la certeza del que está delante de uno que explica la vida que con la
seguridad del que ha aprendido por fin la lección. Y Jesús, con el ges
to del que concluye una larga conversación, sentenció: «ya veis, todo
escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es
semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas
viejas» (Mt 13,52). Escriba, reino de los cielos, tesoro, cosas nuevas
y viejas ... volvían las mismas palabras que había usado durante todo
el día, aunque esta vez ordenadas es una especie de conclusión. Pero
ya no quedaba tiempo para preguntar. Tocaba rumiarlas junto con los
. - '
primeros suenos.
¿Un escriba que se hace discípulo del reino de los cielos? ¡Con cuán-
ta frecuencia hablaba Jesús del reino de los cielos! ¡Pero un reino exige
un rey! «El reino de los cielos se parece a un rey que dio un banquete de
bodas para su hijo ... ». No cabía duda, el rey del reino de los cielos era
el mismo Dios, a quien Jesús llamaba «Padre». ¿Entonces el «hijo» de
tantas parábolas era el mismo Jesús? Si era así, ¡Jesús estaba hablando
de un escriba en su propia corte, en la corte del rey! Un escriba que
maneja las Escrituras mirando a Jesús, aprendiendo de Jesús. ¿Acaso
insinuaba Jesús que ellos mismos, los discípulos, podían llegar a ser
escribas?
Y mientras abrigaba a sus hijos, ya dormidos, uno de los discípulos
repetía para sí las últimas palabras de Jesús, «se parece al dueño de casa
que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas». Esto era precisamen
te lo que hacía Jesús cuando explicaba las Escrituras con la autoridad de
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Prólogo
padre. Hablaba de cosas viejas, escritas hace mucho tiempo, ¡y cuidado
que son viejas nuestras Escrituras! Y a la vez, todo era nuevo, como
escuchado por vez primera. «¿De dónde saca esa autoridad?», había
preguntado mucha gente escuchando sus palabras nuevas, en las que
él mismo se ponía como el intérprete de la Escritura. ¡ Qué tesoro el de
Jesús! ¡Parecía un pozo sin fondo!
¿Podrían realmente ellos, iletrados pescadores, llegar a ser escribas
con la sabiduría de Jesús?
* * *
El estudioso cristiano delAntiguo Testamento (AT) se asemeja a ese
escriba que, al igual que el dueño de la casa, saca cosas nuevas y viejas
de su tesoro. Y, en este caso, el tesoro no es otra cosa que la presencia
en la corte del rey, la vida de la Iglesia, cuerpo de Cristo, ciudad del
gran rey.
Leer el AT desde su cumplimiento en Cristo no es «violentarlo»,
como algunos sugerirían. Es alcanzar su verdadera inteligencia, su ver
dadera comprensión. Si el escriba, especialista de la Escritura, quiere
sacar algo más que cosas viejas de su estudio, es necesario que se haga
discípulo del reino de los cielos, discípulo del rey y del hijo del rey.
Debe parecerse a ese otro gran escriba de las Escrituras de Israel, Pablo
de Tarso, que reconocía tener un velo en la lectura de Moisés. «Sólo en
Cristo» desaparece ese velo (cf. 2 Cor 3,14-16).
Como San Pablo, el escriba que se ha hecho discípulo del reino de
los cielos debe convivir con el rey en su corte, que es la Iglesia, donde
su Espíritu hace nuevas todas las cosas y recrea su Presencia viva y
eficaz, de modo que suceden las mismas maravillas que los discípulos
vieron en su día. Es necesario que recorra aquel camino de Emaús, que
es la liturgia, en compañía de Jesús, que sigue explicando las Escrituras
y partiendo para nosotros el pan. Eficazmente, hasta el punto de abrir
nos el entendimiento a la Escritura.
San Agustín describe de forma certera esta dinámica, de la que él
mismo es testigo asombrado: In manibus nostris sunt codices, in oculis
nostris facta' («en nuestras manos están los códices [de la Escritura], en
nuestros ojos los hechos»), En nuestras manos tenemos los libros que
1 Sermo sacti Agustini cum pagani ingrederentur.
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Un escriba en la corte del Rey
nos narran las maravillas de los orígenes, desde la llamada de Abrahán
hasta las aventuras de los apóstoles de Jesús. Pero no son cosas del
pasado. Sorprendentemente tenemos delante de los ojos los hechos que
nacen de aquella tierra fecunda. En la corte del rey siguen sucediendo
las mismas maravillas. Que nos permiten entender los relatos originales
y no reducirlos. Que nos permiten volver a entender, como aquellos que
veían moverse a Jesús, hacia dónde tienden las primeras Escrituras de
Israel.
Los artículos que componen este libro, escritos ( salvo un caso) en
los últimos cinco años, tienen una característica en común: todos ellos
se refieren a ese corpus que llamamos Antiguo Testamento y todos ellos
están marcados por una lectura que nace de la convivencia en la «corte
del rey», en la Iglesia, como discípulo de Cristo. Por lo tanto nacen de
una lectura del AT en la inteligencia de la fe. Una «inteligencia de la fe»
que, como diría Benedicto XVI, debe convertirse en «inteligencia de
la realidad» si quiere realmente ser incisiva en la vida de los hombres2
•
Esta lectura de los textos del AT desde la inteligencia de la fe en Cristo
está llamada a mostrar su pertinencia, a desvelarse como una verdadera '
inteligencia de esa realidad que es la literatura veterotestamentaria. El
lector se convertirá en juez de esa pertinencia, como lo hicieron aque
llos discípulos de Emaús ante la lectura que Jesús hacía de Moisés y los
profetas. «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el ca
mino y nos abría las Escrituras?» (Le 24,32). Este juicio de correspon
dencia con la razón (corazón en su sentido hebreo) es al que se somete
toda lectura del AT (sea del tipo que sea, pues no hay lectura «neutral»:
necesariamente parte de una hipótesis).
Me ha parecido oportuno recoger estos artículos en un mismo libro
porque se hallaban dispersos aquí y allá en revistas o libros en cola
boración de muy difícil acceso para los no iniciados en la materia. Y,
sin embargo, se trata de textos que no son para especialistas. O mejor
dicho, que están abiertos para todo aquel que tenga un mínimo interés
por la Historia de la Salvación testimoniada en la Escritura.
La primera parte del libro, Desvelar el Antiguo Testamento, recoge
tres artículos que miran al AT en su conjunto. El primero, «La pro
gresiva condescendencia de la Palabra de Dios en Israel», es una lec-
Cf. Discurso de Benedicto XVI a la Asamblea Plenaria delPontificium Consilium
2
Pro Laicis, 21 de mayo de 201 O.
10
Prólogo
tura sintética de toda la Antigua Alianza a partir de un criterio que la
Encamación de Jesucristo, Palabra definitiva del Padre, ha iluminado
potentemente: la progresiva explicitación de la revelación de Dios a
los hombres a través de Israel. En cierto modo podemos decir que este
artículo va del Nuevo Testamento (NT) al AT o, por lo menos, que está
escrito desde la perspectiva del cumplimiento que atestigua el NT.
El segundo artículo, «El Antiguo Testamento, realidad abierta», sir
ve de «contraprueba»: muestra cómo el AT está hecho de diferentes
aperturas que reclaman un cumplimiento. Una lectura leal del AT nos
muestra que no estamos ante un corpus cerrado. Este artículo está es
crito en diálogo con el crítico estadounidense judío Harold Bloom, que
afirma que las Escrituras judías conforman una unidad cerrada que el
Nuevo Testamento violenta. En este caso iríamos del AT al NT, lo que
no quiere decir que hacemos caso omiso del cumplimiento. Un «ave
zado» recensor de este artículo ha dicho que mi lectura del AT es «in
credibly Christian» (increíblemente cristiana)", casi como acusándome
de falta de imparcialidad. Lleva razón: la estancia en la corte del rey,
que cumple una larga espera, hace más sencillo desvelar las aperturas
contenidas en la promesa. Como la presencia de la amada permite que
salga a la luz sin censuras la necesidad que el amado tiene de ella.
El tercer artículo de esta primera parte, «La recuperación del Anti
guo Testamento para la vida de la Iglesia. Estudio de Dei Verbum 14»,
afronta una página importante de la historia del cristianismo: los vaive
nes que, dentro de la Iglesia, ha sufrido la lectura del AT. Desde la crisis
marcionita a la teología de los Padres (nacida de la lectura del AT),
pasando por la peculiar visión de Joaquín de Fiore. Desde el principio
Sola Scriptura de Lutero ( con la prevención respecto a la lectura de la
Escritura que provocó en la Iglesia Católica), hasta la recuperación del
AT con el Concilio Vaticano II, pasando por la hermenéutica bíblica de
la Ilustración.
La segunda parte de este libro, La Sabiduría amante en Israel, dirige
una mirada a esa parte del corpus bíblico que es la literatura sapiencial.
Más concretamente, se fija en la caracterización de la sabiduría como
amante del sabio israelita. En primer artículo de esta segunda parte,
3 Cf. D.A. Creech, «Review of Carbajosa, Ignacio and Sánchez Navarro, Luis
( eds.), Entrar en lo Antiguo: Acerca dela relación entre Antiguo y Nuevo Testamento»,
Review of Biblical Literature 11 (2008): http://www.bookreviews.org/pdf/6331_6812.
pdf.
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