Table Of ContentNota del autor
Soy Tuesday Lobsang Rampa.* Éste es mi único nombre y,
ahora, mi nombre legal, y no respondo a ningún otro. Varias
cartas me llegan con una fantástica acumulación de nombres
añadida; van a parar directamente a la cesta de los papeles por
tirar, puesto que, como digo, mi solo nombre es: Tuesday
Lobsang Rampa.
Todos mis libros son veraces; todas mis pretensiones, funda-
das. Hace años la prensa de Inglaterra y Alemania inició una
campaña en contra de mi persona, en días en que no me podía
defender a mí mismo, a causa de estar postrado, casi mori-
bundo, víctima de una trombosis coronaria. Fui perseguido
sañuda y locamente.
Aun ahora unas pocas personas me quieren mal, y por eso co-
leccionan «evidencias»; aunque es significativo que ningún
«colector de evidencias» haya intentado verme personalmente.
Es inusitado el no conceder a una «persona acusada» una
oportunidad de puntualizar su propia historia. Todo el mundo
es inocente antes de que se pruebe lo contrario. Nunca se ha
probado mi culpabilidad; y jamás se me ha permitido probar
mi autenticidad.
La prensa inglesa y alemana no me ha concedido el menor
sitio en sus columnas; de manera que me he visto en la desa-
gradable posición de saberme inocente y veraz, sín poder ex-
plicar a nadie mi historia, vista desde mi lado. Una gran ca-
dena de televisión me ofreció una entrevista; pero insistiendo
en que yo tenía que decir lo que ellos pensaban que yo tenía
que contar — dicho de otro modo, un montón de embustes.
Yo, lo que necesito, es contar la verdad; visto lo cual, ellos
no me dejaron asomar a la pantalla.
«Tuesday», en inglés, significa «martes». Como sea que el
lama tibetano declara su nombre en inglés y no en su idioma
nativo, hemos respetado su manera de hacer. (Nota del T.)
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Déjeseme repetir que todo cuanto escribí es veraz. Mis pre-
tensiones son justificadas. Mi razón específica, cuando insisto, se
basa en que, en un futuro próximo, otras personas como yo
se presentarán, y no deseo que sufran todo lo que he tenido que
sufrir por culpa de la malicia y odio perverso de unos
cuantos.
Un gran número de personas han visto mis papeles, absoluta-
mente auténticos, probando que he sido un alto Lama del
Potala, en Lhasa, Tibet, y que poseo el título de doctor en
Medicina, graduado en la China. Aunque la gente haya visto
dichos documentos, lo «pone en olvido» cuando la prensa anda
embrollando alrededor del asunto.
Leed, pues, todos mis libros, bien seguros en vuestro fuero
interno de que todo lo que se escribe en ellos es verdad, y lo
que pretendo ser, es lo que realmente soy. Leed mis libros y lo
veréis.
T. Lobsang Rampa
Prólogo
El presente libro es un curso muy especializado de instruc-
ción destinado a cuantos estén sinceramente interesados en
conocer todas aquellas cosas que deben ser conocidas. Primeramente
se pensó en redactarlo bajo la forma de un curso por
correspondencia; pero se hizo la cuenta de que sería
necesaria una organización tal que implicaría que cada uno
de los estudiantes tendría que satisfacer una cuota de
treinta y cinco libras esterlinas por el curso entero. Por ello,
con la colaboración de mis editores, se optó por la publicación
en forma de libro.
Un pobre, infeliz escritor no puede sacar mucho de sus libros;
ya se sabe, lo que gana es muy poco, y aun, a menudo, el
autor recibe de todas las partes del mundo cartas cuyos autores
se «olvidan» de incluir en ellas la respuesta pagada. Dicho
autor puede hacer dos cosas: pagar él mismo, o bien ignorar
la carta.
En mi caso, muy atolondradamente, he cargado con el coste
del papel impreso, la mecanografía y los gastos de correo; pero
ello me ha resultado demasiado costoso. No me siento con
ánimos para responder las preguntas y cartas cualesquiera que
sean, a menos de que la gente recapacite sobre lo que digo.
Sin duda será interesante para el lector saber cosas como las
que siguen: me han llegado cartas comunicándome que mis
libros eran excesivamente caros y pidiéndome ejemplares gra-
tuitos. Otro señor me escribió que mis libros eran demasiado
caros y me rogaba que le mandase una copia autógrafa de cada
uno de ellos y, como de pasada, me pedía la copia de dos
libros que no eran míos, para que también se las mandase.
Naturalmente, respondí la carta en cuestión.
Digo a mis lectores, encarecidamente, que si leen este libro
les seguirá un gran provecho. Si lo estudian, el beneficio será
aún mayor. Para ayudarlos, hallarán incluidas las Instrucciones
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que estaban destinadas primitivamente al curso por corres-
pondencia.
Sigue al presente libro otro volumen que contiene en forma
monográfica artículos sobre varios temas de interés ocultístico y
cotidiano; está redactado en forma de diccionario, un dic-
cionario glosado. Después de haber buscado por varios países
del mundo un glosario semejante, he acabado por decidirme a
escribirlo yo mismo. Considero este segundo volumen esencial
para completar las nociones del primero, y hacer más útil y
provechoso su estudio.
T. Lobsang Rampa
Instrucciones
Nosotros — vosotros y yo — nos disponemos a trabajar juntos
para que vuestro desarrollo psíquico pueda proceder sin len-
titudes. Algunas de estas lecciones serán posiblemente más
largas y más difíciles que las otras; pero ninguna de ellas ha
sido «rellenada» con artificios. Todas ellas contienen, hasta
tanto como está bajo nuestro poder, real «alimento», sin ali-
ños de fantasía.
Escoged una velada concreta, todas las semanas, para estudiar
estas lecciones de trabajo. Adquirid la costumbre de estu-
diar un tiempo fijo, en un lugar determinado v en el mismo
día de la semana. Aquí se trata de algo más que leer palabras;
hay que asimilar ideas que os puedan ser muy extrañas; ade-
más, la disciplina mental os será de un gran auxilio.
Elegid un sitio — alguna habitación apartada — donde os en-
contréis cómodos. Aprenderéis más estando cómodos. Poneos
acostados, si Os gusta más así; pero, sea como quiera, adoptad
una actitud en la que no tengáis que mantener la musculatura
tensa; en la que os podáis relajar del todo, de manera que
la atención entera pueda concentrarse en la letra impresa y
en los pensamientos que están detrás de ella. Si os sentís
tenso, os es preciso dedicar gran parte de la atención a percibir
la sensación de la tensión muscular. Es indispensable que, por
el espacio de una hora, o dos, o las que necesitéis para leer
la lección, nadie venga a romper el hilo de vuestros pensa-
mientos.
Cerrad con llave vuestro cuarto de estudio. Es preferible así; y
cerrad los postigos (o cortinas) para que las fluctuaciones de
la claridad no distraigan vuestra atención. Que haya una sola
luz en la habitación; por ejemplo, una lámpara de pie,
situada ligeramente detrás de vuestra cabeza. asta propor-
cionará una iluminación adecuada, dejando el resto de la habi-
tación dentro de una discreta penumbra.
Manteneos tendidos, o en la posición que os resulte más cómoda
y de mayor reposo. Practicad unos breves instantes de rela-
jamiento; tal vez, añadid a eso tres respiraciones profundas,
la una detrás de la otra; retened el aire por tres o cuatro
segundos, y expulsadlo en tres o cuatro segundos más. Per-
maneced inmóvil un período de unos pocos segundos más y
entonces empezad la lectura de la lección que corresponda.
Leed primero con tranquilidad, como quien lee un diario.
Cuando hayáis terminado la lectura, haced una pausa de unos
cuantos momentos para permitir que lo que acabáis de leer
caiga dentro del subconsciente. Entonces, empezad de nuevo.
Caminad a través del texto de la lección meticulosamente,
párrafo por párrafo. Si hay algo que se os haga difícil de
comprender, redactad una nota; escribidla en algún bloch
de notas situado al efecto, que esté a mano. No intentéis me-
morizar nunca; no hace el menor provecho el hacerse esclavo
de la letra impresa; el objeto de la lección es únicamente
caer dentro de vuestro subconsciente. Un esfuerzo consciente
dirigido a meterse en la memoria los textos a menudo bloquea u
obscurece el pleno sentido de las palabras. No os preparáis
para unos exámenes, donde se requiere repetir al pie de la
letra — como un lorito — ciertas frases del texto. Vosotros
lo que debéis hacer es ir almacenando conocimientos que os
permitan libraros de las cadenas de la carne y os hagan ver
claro qué cosa es el cuerpo humano y qué sentido tiene la
Vida sobre la Tierra.
Cuando hayáis terminado la primera lectura global del libro, y
procedáis a repasar sus lecciones, consultad vuestras notas y
estudiad de nuevo los puntos sobre los cuales habíais quedado
en duda y no veíais claros. Sería demasiado fácil escribirnos a
nosotros y recibir la respuesta; entonces la respuesta no
caería dentro del subconsciente. Es más agradable y provechoso
para vosotros que logréis pensar la respuesta con vuestro
esfuerzo.
Debéis aportar vuestro esfuerzo. Nada que valga la pena puede
lograrse sin esfuerzo. Todo aquello que se entrega gratis,
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casi siempre es porque no merece la menor consideración.
Tenéis que abrir vuestra mente; querer asimilar los nuevos
conocimientos; tenéis que imaginaron que el saber penetra,
fluyendo dentro de vosotros mismos. Recordadlo bien: «Como
piensa, así es el hombre».
Lección primera
Antes de cualquier intento dirigido a entender la naturaleza
del Super-yo, o de tratar de alguna materia de estudio «ocul-
ta», hemos de estar seguros de que comprendemos la natura-
leza del hombre. Entendiendo por «hombre» el varón y la
mujer. Digamos desde ahora, y de una manera definitiva, que la
mujer es igual, si más no, que el hombre en todo lo referente
a las cosas ocultas y las percepciones extrasensoriales. La
mujer, de hecho, muchas veces posee una mayor brillantez en
su aura y una mayor capacidad de apreciación en varias
facetas de lo metafísico.
¿Qué es la vida?
En verdad, todo lo que existe es «vida». Incluso aquellas
criaturas que normalmente llamamos «sin vida», son vivientes.
La forma normal de su existir puede haber cesado, y en
este caso, nosotros las llamamos «muertas», sin vida; pero
con el cese de esta vida, una nueva forma de existencia
aparece. El proceso de disolución, crea vida por sí mismo.
Todo aquello que es, vibra. Todo objeto existente consiste
en moléculas moviéndose continuamente. Usaremos el vocablo
«moléculas» y no los de átomos, neutrones, protones, etc., por
la razón de que aquí se trata de un curso de metafísica y
no de química ni de física. Intentamos pintar un «cuadro
general», y no un detallado examen microscópico que resul-
taría impertinente por causa de las materias tratadas.
Tal vez nos veamos obligados a decir unas pocas palabras
sobre moléculas y átomos, ante todo para calmar a los puristas
que, si no, escribirían y nos explicarían cosas que ya sabemos.
Las moléculas son pequeñas, muy pequeñas; pero pueden ser
percibidas por el microscopio electrónico y por aquellos que
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están instruidos en las artes metafísicas. El diccionario define
la molécula como la porción más pequeña de una substancia,
capaz de existir de una manera independiente, y conservando
las propiedades de aquélla. Pese a su pequeñez, las moléculas
se componen de partículas aún más diminutas, conocidas por
el nombre de «átomos».
Un átomo es parecido a un sistema solar en miniatura. El
núcleo representa el sol en nuestro sistema solar. Alrededor
de este «sol», giran los electrones, muy por el estilo que, en
nuestro sistema, giran los planetas alrededor del nuestro
centro solar. Como en el sistema planetario, cada átomo se
compone de espacio casi vacío. Aquí (fig. 1), se dibuja el
átomo de carbono — el «ladrillo» de nuestro Universo —; se
ve enormemente magnificado. La fig. 2 reproduce la dispo-
sición del Universo planetario nuestro. Cada substancia posee
un número distinto de electrones alrededor de su «sol»
— el núcleo. El uranio, por ejemplo, tiene noventa y dos
electrones, al paso que el carbono sólo consta de seis. Dos de
ellos muy próximos al núcleo y los cuatro restantes girando
a mayor distancia de éste.
Pero ahora, vamos a olvidar todo eso de los átomos y ceñirnos
a las moléculas.
El hombre es una masa de moléculas girando rápidamente. En
su apariencia, es sólido; no es fácil hacer pasar un dedo a
través de su carne y sus huesos. Con todo, esa solidez es una
ilusión que se nos impone debido a que pertenecemos — con
exceso — a la Humanidad. Consideremos una criatura infini-
tamente pequeña que pueda estar a una cierta distancia de un
cuerpo humano y mirarlo. Esta criatura vería soles en rota-
ción, espirales de nebulosas y corrientes de astros semejantes
a la Vía Láctea. En las partes blandas del cuerpo — la carne —
las moléculas estarían ampliamente dispersas. En las substan-
cias más duras — los huesos — las moléculas ofrecerían más
densidad, apretadas juntas como un gran enjambre de estre-
llas.
Imaginamos a uno de vosotros mismos situado en la cumbre
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