Testigo y actor : una revisión de los antecedentes que nos han conducido a la situación actual de El Salvador

204 Pages·2013·62.953 MB·Spanish

by  Jaime Abdul Gutiérrez

TESTIGO
Y ACTOR
Jaime Abdul Gutiérrez
Una revisión de los antecedentes que nos han
conducido a la situación actual de El Salvador.
320.9
G983p Gutiérrez, Jaime Abdul
Testigo y actor / Jaime Abdul Gutiérrez. —1" ed. — San Salvador.
El Salvador : Universidad Tecnológica de El Salvador, 2013.
188 p.: il.:; 16 x 23 cm.
ISBN: 968-99961-48-04-0
1. Golpes de estado. 2. El Salvador-Historia. 3. Ciencias
Políticas.
BINA/Jmh
® Derechos Reservados.
Autor: Jaime Abdul Gutiérrez
Diseño de portada: Guillermo Contreras
Diagramación y diseño: Guillermo Contreras
TESTIGO Y ACTOR
Primera Edición
400 ejemplares
Agosto, 2013
Impreso en El Salvador
por Tecnoimpresos, S.A. de C.V.
19 Av. Norte, No. 125, San Salvador, El Salvador
Tel.: [phone]
Lo más atroz de las cosas malas
de la gente mala, es el silencio
de la gente buena’ ’
Mahatma Gandhi

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Dedico esta obra, con toda la fuerza de mi afecto:
a mi esposa Alby, compañera leal y madre ejemplar; a mis
hijos y nietos, que iluminan mi vida y me han dado tantas
alegrías y satisfacciones;
a la heroica Fuerza Armada de El Salvador, garante de la
dignidad y la libertad de nuestra Patria;
a los esforzados maestros y alumnos del Instituto Nacional
de Sonsonate que lleva mi nombre;
y a los compañeros, amigos y familiares que apoyaron e im­
pulsaron la idea de exhibir la verdad histórica en este libro.
Jcfime Abdul Gutiér/ez
General de Divisió:
San Salvador, 7 de mayo (Día del Soldado) de 2012
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Testigo y Actor
PRÓLOGO
Entre los años 1944 y 1961 se produjo una media docena de golpes de
estado en nuestro país y quienes tomaron el poder invariablemente prome­
tieron elecciones libres y no cumplieron. Así se llegó a los famosos fraudes
electorales de 1972 y 1977. Como producto de este último tomó posesión
de la presidencia de la república el general Carlos Humberto Romero y
durante su administración El Salvador vivió una situación caótica originada
fundamentalmente en la reiterada conculcación de la libertad electoral y la
burla a la voluntad ciudadana expresada en las urnas, como característica de
un régimen diseñado para mantener injusticias estructurales y favorecer a
minorías. Militares conscientes de ello sabían que lo que ocurría no era cau­
sa sino efecto y que debían de hacer algo trascendental para salvar al país y
reivindicar el buen nombre de la institución armada, tal como se consigna
en parte de la Proclama del 15 de octubre de 1979, donde se declara entre
otros propósitos:
“II. GARANTIZAR LA VIGENCIA DE LOS DERECHOS HU­
MANOS.
A. ) Creando el ambiente propicio para lograr elecciones verdadera­
mente libres dentro de un plazo razonable.
B. ) Permitiendo la constitución de partidos de todas las ideologías,
de manera que se fortalezca el sistema democrativo.
C. ) Concediendo amnistía general a todos los presos políticos.
D. ) Reconociendo y respetando el Derecho de Sindicalización de
todos los sectores laborales.
E. ) Estimulando la libre expresión del pensamiento, de acuerdo a
nonnas éticas...”
A mediados de 1979 la violencia afloraba en la forma de secuestros,
extorsiones, asesinatos, huelgas, provocaciones y respuestas represivas, en
una escalada de terror que paralizaba la vida y la producción en El Salvador.
La ayuda exterior al gobierno del general Romero había sido suspendida,
las annas del ejército enmohecían sin poder ser renovadas o sustituidas, la
insurgencia se estructuraba en forma operativa con un apoyo exterior de
gran magnitud y los temores se multiplicaban dentro y fuera del país. Era
como la espera de un tsunami anunciado.
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En la vecina Nicaragua los sandinistas originales habían tomado el po­
der después de arrollar a las fuerzas del general Anastasio Somoza hijo, e
instauraban un régimen calcado del cubano en la palabra y la obra. Su paso
siguiente era lógico y natural desde su óptica y desde la de Fidel Castro: la
toma del poder en El Salvador a corto plazo, bajo el supuesto de que aquí
se repetiría la historia nicaragüense. Para lograrlo la guerrilla y sus aliados
internacionales esperaban que el gobierno del general Romero siguiera de­
bilitándose hasta perder su capacidad de control y que las ideas revolucio­
narias permearan totalmente en nuestra población.
Es en este punto cuando sus planes tropezaron con la acción del 15
de octubre, de cuyos detalles se ocupa ampliamente el autor en este libro,
quien asegura que el golpe no era simplemente una acción de contrainsur-
gencia, aunque también produjera efectos en tal sentido.
Detrás de dicha acción militar había un sustrato ideológico que la hacía
diferente de otras asonadas: era el propósito de dar vigencia a la justicia
social en el campo y en los núcleos urbanos, como antídoto de los extremis­
mos, y rescatar la soberanía del pueblo como autor de su destino y verdade­
ro elector de sus gobernantes. Este objetivo se cumplió y marcó una nueva
etapa en la historia de El Salvador.
Como todas las obras de carácter histórico contemporáneo, este libro
está llamado a ser polémico y a provocar discusiones sobre un pasado re­
ciente, que sobrevive en la letra y el espíritu de la Constitución de 1983 que
nos rige y que debe ser cumplida absolutamente, sin que prive sobre ella
ningún tipo de interés sectario.
El general Gutiérrez fue un hombre disciplinado, estudioso y de eleva­
das intenciones. Cuando me reveló su propósito de escribir este libro, tam­
bién comentó: “Aquí cualquiera que diga la verdad alborota un avispero.
Asumiré el riesgo, como cuando dimos el golpe y como cuando desde el
gobierno realizamos las reformas prometidas.”
Ávido e incansable lector, en la recta final de su existencia don Jaime se
aplicó al estudio de la doctrina social de la Iglesia y los documentos pontifi­
cios relacionados, viéndoles como una luz para alumbrar nuestros caminos.
Descanse en paz el general Gutiérrez y que su memoria sea siempre
respetada como lo merece, porque decidió actuar conforme a sus principios
y ser actor y no simplemente espectador del drama histórico de su tiempo”.
Sigfrido Munés
San Salvador, julio de 2013.
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Testigo y Actor
INTRODUCCIÓN
Tuve la suerte de nacer en un modesto hogar de provincia, lo que me
permitió crecer dentro de un mirador de 360 grados, percibiendo lo que es
y le toca vivir a la mayoría de los salvadoreños, que son los menos afortu­
nados y los más usados. Como me dijo un asesor norteamericano durante la
guerra, en 1980: “¿Por qué los soldados que defienden a su país son puros
campesinos y no los hijos de los ricos, cuyos intereses son los más ame­
nazados?” “No es justo -agregó- que mientras los campesinos y sus hijos
pelean y derraman su sangre, bien sea como soldados o como guerrilleros,
los niños bien y las élites se diviertan en la Zona Rosa o en las playas de
Miami”. Y después de la guerra, digo yo, las desigualdades no sólo persis­
ten sino que se han acentuado.
Es normal que cada quien presente la verdad desde su propio punto de
vista, pero es totalmente inaceptable que sectores interesados de cualquier
signo inviertan los hechos o su significado, de manera deliberada.
En El Salvador, generalmente por apatía o por miedo, no se levantan
voces para denunciar las mentiras sistemáticas de las extremas que atentan
contra el derecho ciudadano de conocer la verdad. Las extremas procuran,
ante todo, hacerse de las tribunas o cátedras que les permiten ocultar la ver­
dad y obstruir la memoria histórica. Las extremas han construido costosos
aparatos de distorsión y desinformación.
Las circunstancias y mi conciencia me llevaron a ser protagonista de he­
chos históricos y testigo próximo de la realidad salvadoreña, con todas sus
fatigas, dolores y afanes. Por lo tanto, me siento obligado a exponer y reve­
lar la verdad que me consta y que deberían conocer y estudiar las generacio­
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