Table Of ContentTemblores y  
Terremotos de Lima
CRÓNICA HISTÓRICA
(Artículos recopilados por Álvaro Arditi)
Acta de fundación de la Ciudad de los Reyes (LIMA).
Ciudad de los Reyes, 18 de enero de 1535.
Archivo del Cabildo Municipal de Lima, vitrina.
En el diario “El Comercio” de Lima, con fecha de 18 de enero de 1935, publicó 
Carlos J. Bachmann el siguiente laborioso artículo, que resume y acota los movimientos 
sísmicos limeños, que nosotros reproducimos en sus partes más destacadas:
(NOTA: solo se mencionan en esta reseña los temblores y terremotos que 
afectaron directamente a la capital del Perú o se sintieron  allí con mayor 
intensidad).
SIGLO XVI
1513—De 1513 a 1515 dice un cronista: “Hubo por esos tiempos grandes 
terremotos y cayeron muchos cerros altos. De los indios de la Costa se supo a ese 
mismo tiempo, que la mar con sus crecientes y menguantes salía muchas veces de sus 
términos comunes. Viéronse en el Cuzco muchos cometas espantosos, y una noche 
vieron la luna con tres cercos: uno de color de sangre, el segundo negro y el tercero de 
color de humo.- (“Anales de la ciudad del Cuzco”).
1533-—El reputado historiógrafo, don Ismael Portal, en sus “Cosas Limeñas”, 
dice que el primer temblor que sintieron aquí los españoles, fue en 1533, en 
Pachacamac, cuando aún no se había fundado la ciudad de Lima y estaba allí con su 
gente Hernando Pizarro.
1552.—El 2 de julio, a los 5 y 30 de la madrugada, hubo un fuerte temblor que 
asoló a Arequipa y que hizo daños en Lima. El Quinistaquilla arrojó tantos cenizas que 
destruyó muchos viñedos y olivares y llegó a Lima. Se Oyeron los rugidos del volcán 
hasta 150 leguas. Con motivo de este temblor, y por consejo de San Pedro de Alcántara, 
confesor entonces de Carlos V, ordenó este, por una real cédula, que no excediesen los 
muros de los edificios de seis varas de altura, disposición que se observó en lo sucesivo 
en todos las construcciones. Según el autor se señala como fecha de éste terremoto el 
mismo 2 de julio, pero del año 1582, lo que indudablemente es un gran error, todo vez 
que Carlos y abdicó en 1555, retirándose desde entonces al monasterio de Yuste.
1553.—En este año hubo un temblor en Lima, el mayor desde su fundación. No 
hemos podido averiguar día ni mes.
1568.—El 4 de abril, en la tarde, fuerte temblor en Lima, poco después de lo 
llegado de los primeros Padres de la Compañía de Jesús al Perú. Los autores disienten 
en la fecha, y no fijan lo hora en que se verificó. Cobo y Anello Oliva dicen que era 
domingo de Lázaro, y que estaba entonces predicando en la iglesia de Sonto Domingo 
el P. Jerónimo Ruiz del Portilla. Se sintió en Ica y en otros puntos.
1578—En julio, temblor en Lima.
1578—Temblor en Lima el 17 de junio, que arruinó templos y casas y el palacio 
de los Virreyes.
1586.—El 9 de julio, a las 7 de la noche, fuerte temblor en Lima, que asoló gran 
parte de la ciudad e hizo caer la torre de la Catedral. Al temblor precedió un gran ruido, 
que alborotó a los vecinos y los hizo salir de sus casas. Murieron solo de 14 a 22. El 
temblor se extendió 170 leguas por la costa y 20 al interior, según parte que pasó a la 
Corona el Virrey Conde de Villordonpardo, que estaba en el Callao despachando la 
Armada Real. El mar, en este puerto, subió 14 brazas y avanzó como 300 pasos en la 
playa, destruyendo lo que encontró. Este temblor, según Carrasco del Saz, fue tan 
terrible, como el de 19 de octubre de 1609. La ciudad hizo voto de ayunar la vigilia y 
guardar el día de la Visitación haciendo una procesión el mismo día, como se hacía 
hasta 1680, “con majestad y grandeza”, como dice Meléndez en “Tesoros verdaderos de 
las Indias”.
En la “Monarquía Indiana”, de Torquemada.— Sevilla, 1615, t. 2º, I, XIV, cap. 35, 
pág. 646, hallamos la siguiente relación del tremendo terremoto de 1586:
“Luego el año de ochenta y seis a nueve de julio fue el de la Ciudad de los Reyes, 
que según escrivió el Virrey que entonces governaba, avía corrido en largo por la costa 
ciento y sesenta leguas. y ancho la sierra adentro cincuenta. En este temblor fue grande 
la misericordia del Señor prevenir la gente con ruido que sintieron poco antes del 
temblor, y como están allí advertidos por la costumbre, luego se pusieron en cobro, 
saliéndose a las calles, plazas y huerta, que son partes descubiertos; y así aunque 
arruynó mucho aquella ciudad y los principales edificios della los derrivó o maltrató 
mucho, pero de las gentes sólo refieren ayer muerto hasta catorce o veinte personas. 
Hizo también entonces la mar el mismo movimiento que había hecho en Chile que fue 
después de pasado el temblor de tierra salir ella muy brava de sus playas y entrar la 
tierra adentro casi dos leguas, porque subió más de catorce brazas y el agua (que dixe) 
las higas y madera que allí havía. Después en el año siguiente uvo otro temblar 
semejante en reyno y ciudad de Quito, que parece an ydo sucediendo por su orden en 
aquella costa todos estos terremotos notables; y en efecto es sujeta a este trabajo, por 
que ya que no tiene en los llanos de Pirú la persecución del cielo de truenos y rayos no 
les falte de la tierra que temer”.
De uno obra inédita de la Compañía de Jesús en el Perú, citada por don José 
Toribio Polo tomamos la versión que sigue del mismo terremoto de 1586:
“Temblor grande en la ciudad de Lima y peste de viruela.
Entre los muchos temblores que ha padecido la ciudad de Lima se alzó éste con el 
nombre de grande, o porque asta entonces no se avía sentido otro mayor, o porque 
realmente lo fué entre cuantos asta hoy an aflixido a esta ciudad, como es plaga en los 
llanos y costas del Sur, Sucede el año de 1586. Miércoles a las siete de la noche 9 de 
julio, día octavo después de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Ysabel, porque se 
votó esta fiesta como de Patrona y se hace solemne en la Cathedral a la Sma. Virgen y 
su dichosa Prima con processión a la tarde en contorno de la playa. Governaba entonces 
el Perú el Conde del Villar Exemplarissimo Cavallero, y el Arzobispado el Venerable y
Santo Don Toribio Alfonso Mogrovexo, y nuestra provincia el P. Juan de Atienzo, 
aunque estos dos Prelados ausentes en su visita y el Virrey en el Callao despachando la 
Armada. Fué el temblor de los más violentos, y dilatados, que se refieren y ponderan en 
historias, la hora y el tiempo que era de vela salvó a los más las vidas, muriendo solo 
veinte personas fuera de muchos heridos y lastimados. A Nuestro Colegio se le cayeron 
los altos y la techumbre de la Yglesia. y todo el quedó amenazando ruina. Luego que 
cessó el primer susto, y riesgo, ordenó el P. Juan Sebastián, Rector que era entonces de 
S. Pablo saliessen todos los Padres de el Colegio por la Ciudad de dos en dos, con 
sendas linternas, por ser la noche muy oscura y aunque no lo fuese por ser estilo 
prudentemente introducido de los que salen de noche a administrar sacramento o que 
administrasen el de la confesión a los que hallasen necesitados de él.
“Fué muy oportuna esto acción porque encontraron muchos mal heridos de las 
ruinas de el terremoto, y muchos más bien heridos de los estímulos de sus conciencias, 
y assi tan deseosos de confessarse, que en las mesmas calles pedían de rodillas ser oídos 
y absueltos. Mucho se edificó la ciudad de ver el fervoroso zelo de los PP. ya 
confesando a unos, ya consolando a otros para que se entrasen con intrepidez santo por 
las rocosas arruinadas y paredes caídas, con no poco riesgo de sus vidas por dar la del 
alma con lo gracia del sacramento a no pocos, que peligraban por lo mortal de los 
golpes o heridas habían recibido.
“Salió a aquello noche del Convento de Predicadores una processión a la Yglesia 
mayor cantando devotamente las letanías, a que se agrego numeroso pueblo pidiendo 
misericordia. Llegaron todos a la Catedral, cuya capilla mayor avía dado en tierra sobre 
el mismo tavernáculo del SS. Sacramento, y poniendo luego toda diligencia en 
desenterrarlo, se halló (cosa maravillosa) que entre las ruinas de maderas, y adobes, 
estaba entero e ileso el Sagrario. Assí sabe y puede Dios mirar por si quando quiere, 
porque nosotros aprendamos a tenerle el debido respeto, aún entre los mejores ahogos y 
aflicciones. Llevaron a Su Magestad con gran reverencia y devoción a la Yglesia de 
Santo Domingo, en que por algún tiempo estuvo depositado.
“El miedo a los temblores duró algunos días, como continuaron ellos; pasando la 
noche todos a Cielo descubierto asta el mesmo Virrey, que se vino a aquella hora del 
Callao, temiendo el mar que salió de sus límites e inundó mucho del pueblo. Los Naos 
que estaban surtos arrancaron las anclas y los que las guardaban dándoles vela se 
hicieron a la mar adentro, por no encallar y hacerse pedazos. Cogió Dios de este golpe, 
y fracasó el fruto que suele de otros y pretende en primer lugar, la justificación de 
muchas almas que necesitaban de empellones como lo es un temblor para salar del 
atolladero de sus vicios.
“Trabaxaron incesantemente los nuestros, doblando unos de las oraciones y 
penitencias así públicas como secretas, otros acudiendo a las confessiones que fueron 
como de Semana Santa de toda la ciudad, y muy de veras como quienes vían levantado 
el brazo de Dios contra él. Al quarto día después de este temblor se hizo uno processión 
general de rogatiba, porque aplacase N. Señor su ira y enojo, que arrepetir otro temblor 
como el pasado tenían por cierta no quedaría piedra sobre piedra en la Ciudad. Vino esta 
processión a nuestra Yglesia; acompañaronla Virrey y Tribunales, Religiones, Nobleza y 
Bulgo como tan interesados todos; predicó el Venerable P. Juan Sebastián con el espíritu
apostólico que solía. Cassos tuvo en el mesmo suceso de que echar mano para la 
ponderación; como el de tres que jugaban a los naypes, y no levantándose los dos tan 
presto embelesados en el juego, fueron sepultados de uno pared, que los cojió debajo, 
huiendo antes el tercero, que salvó la vida, porque salvase el alma, que quizá exercicio 
tan ocasionado a pecar gravemente perdieron los dos.
“Otros inocentes escaparon como de milagro, especialmente niños antes de llegar 
al uso de la razón, a quienes parece traen en brazos sus Angeles guarda: ne forte 
offendat, ad lapidem pedem suum: porque ni en a piedra tropiesen. Que más pudo ser 
que estar a la mesa tres chicuelos cenando con su padre, huir este desatinado sin cuidar 
de los hijos, y ellos sin más acuerdo meterse debajo de la mesa, y cayendo la sala, y el 
techo encima de la mesa, no quebrantarla, porque los niños quedarse sin lesión alguna, 
como al descubrir los ruinas fueran hallados. Otra madre tenía consigo seis hijos, 
inocentes también, no le dió el temblor lugar a ella ni a ellos, quiso Dios que 
arrancándose de su cimiento la pared principal, se quedó todo en pié, tres palmos 
distantes de su primer sitio, que se tuvo a milagro, y providencia especial de Dios por 
guardar aquellas criaturas. Así mira su Magestad por los suyos quando es servido 
resguardarlos para que logren con más méritos el fin para que los crió.
1593.—En este año sufrió capital, Lima, una lluvia nunca vista por su abundancia 
e igualdad durante hora y cuarto.
SIGLO XVII
1606.—El 25 de octubre, a las 8 a.m. temblor en Lima. Mendiburu lo pone a las 
11 a.m.
1609.—El 19 de octubre, a las 3 de la noche, hubo en Lima un furioso temblor 
con destrucción de edificios, no inferior al de 9 de julio de 1586 y fue la ruina parcial 
más notable ocurrida en el Perú, después de la de Arequipa, el 2 de julio de 1582. La 
Catedral, de cinco naves, emulo de la de Sevilla, quedó tan maltratada, que hubo que 
demoler sus bóvedas de ladrillo y labrar otras de curcería algunas varas más bajas. 
Carrasco del Saz, testigo presencial del suceso, dice, que hubo antes nueve temblores 
menos fuertes, y refiere: que se descubrió el Santísimo; que se puso los edificios esta 
leyenda: “Cristo sed con nosotros”; “Santo Dios, Santo fuerte, santo inmortal, ten 
misericordia de nosotros”; y que esto se hizo por consejo de P. Iuan Sebastián de la 
Parra sacerdote venerable de la Compañía de Jesús, que predicó al pueblo en la plaza. El 
célebre poeta chileno Pedro de Oca cantó en octavo los estragos del temblor, 
publicándose ese mismo año aquí su poema que se ha hecho muy raro.
1618.—En este año se experimentó en el Perú un terremoto.
1619.—El 14 de febrero, fuerte temblor en Lima, que arruinó Piura, Trujillo y 
Santa.
En la época de la dominación de España en el Perú, se preocuparon los Virreyes 
de amortiguar los efectos terribles de los grandes sacudimientos terrestres. Creyeron, 
como los griegos y romanos, que los lugares donde existían catacumbas o pozos 
profundos, contribuían éstos a amortiguar la destrucción que producen las ondas 
sísmicas; y teniendo tal presunción como muy eficaz, dictaron ordenanzas para que se 
cavaran pozas en todos los edificios. Así, al menos, lo pone de manifiesto la siguiente 
acta que en los archivos de la Municipalidad se encontró:
“Cabildo del 23 de febrero de 1619. Sobre que se hagan pozos en las caso desta 
ciudad paro la seguridad della por los temblores—En este cabildo, llegó don Nicolás de 
Ribera propuso y dixo como ya hera notoria a este cabildo la ruyna que abía tenido La 
ciudad de Truxilio y villa de santa de un terremoto y temblar grande que abío abido a 
Los catorce días deste presente mes que también se sintió en esta ciudad que por la mi-
sericordia de dios nuestro no hiso daño ninguno en ella y que para asegurarla de 
semejantes riesgos Le parece ser muy buen remedio hacerse muchos pozos por donde 
pueda ober rrespiración El bien de que an procedido y proceden Los dos temblores se a 
experimentado y que ansi Lo propone y pide se de borden y mande que se hagan pozos 
en todas las casas desta ciudad y abiéndose tratado sobre ella se acordó y mandó que se 
comunique con el Excmo. señor virrey destos reynos y se de cuenta de Lo contenido en 
esta propusión para que su Exa. probea y hordene Lo que mas combenga y sea serbido 
para queste Cabildo Ejecute su voluntad y  para ello se nombraron por comisarios a los 
dos alcalde don diego de carbajai y alguacil mayor don albaro de torres”.
1630-—El 27 de noviembre, de 10 a 11 de la mañana, estamos en la Plaza Mayor
en el encierre de toros, hubo en Lima un temblor recio que arruinó muchas edificios.
Nuestro querido y recordado amigo don Ismael Portal, relata de la manera 
siguiente lo ocurrido con este temblor:
“Todos sabemos que en aquello fecha no existía la Plaza de Acho, construida más 
tarde por el Virrey don Manuel de Amat (1766). Pero se daban corridas de toros en la de 
Armas, cerrando las esquinas y alzando tabladillos.
“Eran las once de la maña del citado 27 de noviembre de 1630 cuando se hallaban 
encerrando el ganado que debía lidiarse aquella tarde en la Plaza de Armas, para lo que 
se encontraba convenientemente dispuesto.
En esos precisos momentos comienza la tierra a temblar, y, desde luego, los 
encerradores a correr. Quedáronse, pues, los veinte soberbios toros que entonces 
constituían una corrida, en completo libertad para tomar, como tomaron, las im-
provisados revuelcos a su regalado gusto.
Los edificios se desplomaron y los bichos, espantados, hacían su agosto por todos 
partes.
El señor Virrey Conde de Chinchón, lo mismo que el Reverendísimo Arzobispo 
Arias de Ugarte, salieran de sus respectivos palacios, y como éstos se hallaban, y se 
hallan en la mismo plazo, diéronse tales señorones con el espectáculo taurino en lo más 
culminante. El conde huyó azorado, pero el Arzobispo, digno hijo de don Hernando 
Arias Torero, quedó airoso en la demanda haciéndose respetar de los furiosos ejecutados 
con arte y sereno valor”.
Otra versión del mismo temblor y milagro:
“El año de 1630, a 27 de noviembre antes de mediodía, estando una gran parte de 
los habitantes de Lima estregada al regocijo de un encierre de toros en la Plaza Mayor, 
aconteció un terrible sacudimiento de tierra, que repentinamente conturbó los ánimos, 
causando muertos  y  graves contusiones, aparte de la ruina de algunos edificios y 
maltrato de otros muchos. Este calamitoso suceso dió origen a la ferviente y nunca 
entibada devoción a lo imagen titulada del Milagro. Refiérese que a impulsos del 
temblor, salió del lugar que ocupaba dando frente a su lado derecho, y que al tiempo que 
los religiosos de San Francisco entonaban un himno, volvió por sí sola a ocupar su 
anterior posición. Dando fe ellos mismos de un hecho tan extraordinario, repetían las 
tradiciones de otros portentos que se contaban de esa margen de la Concepción. Los 
primeros frailes de esa orden que hubo en el Perú, lo trajeron de España y lo llevaron al 
Cuzco, donde dijeron que había aplacado y extinguido el voraz incendio que amenazó 
consumir la ciudad cuando los españoles estuvieron allí asediados por los indios. De 
regreso en Lima los citados religiosos, la colocaron en su convento sobre la puerta que 
se denominó de la Concepción, donde permaneció mucho tiempo al descubierto.
“Contemplando atónito el prodigio advertido el 27 de noviembre y prestándole 
entero crédito el vecindario de Lima, se apresuró a dar culto a la Virgen del Milagro, 
que fue venerado con edificante religiosidad. Muchas personas pudientes hicieron largas 
erogaciones para fabricar la capilla que se consagró a la imagen; toda la población 
concurrió con sus limosnas, y pronto se vió acabada una obra en la cual no se emitió 
gasto ni costoso adorno que sirviera de esplendor al pequeño templo. En él quedó la 
Virgen del Milagro, ocupando el mismo punto en que estuvo el arco antiguo o portada 
de la Concepción; instituyéndose la fiesta anual que le está dedicada el 27  de
noviembre. El año de 1641 se siguió, por el notario apóstolico Fray Diego de Córdoba. 
No decayó el culto por la pérdida del capital de más de cien mil pesos que reconocía el 
Tribunal del Consulado y que desapareció con otros muchos en la revolución de 1821.
Dos siglos habían pasado, cuando el 13 de enero de 1835, la capilla del Milagro 
fué presa de las llamas que a destruyeron (salvándose la virgen) y entonces el 
inextinguible celo devoto de la ciudad de Lima, la levantó de nuevo y con no menor 
magnificencia, invirtiéndose en la obra cerca de cincuenta mil pesos; tiene dicho iglesia 
35 varas de longitud y nueve y medio de ancho”.
1649.—El 1º de marzo, entre 10 y 11 de la noche, acaeció en Lima un temblor de 
tierra vehemente, y a poco rato repitieron otras con la misma fuerza.
1650.—El 31 de marzo, a las 2 de la tarde, experimentó la ciudad del Cuzco un 
terremoto que duró un cuarto de hora y lo arruinó. Se sintió también en Lima, a la 
misma hora, este terremoto, que igualmente lo arruinó, repitiéndose de día o de noche, 
por varias días, ligeros temblores, y las gentes todas hicieron sus últimos disposiciones 
convencidas de que no iba a quedar un solo mortal en la comarca. Pero como se dijo 
luego que eran voces que lanzaban los escribanos para cobrar testamentos, la calma 
volvió pronto.
1655.—El 13 de noviembre, a las 2 y 45 de la tarde, hubo en Lima un gran 
temblor de mucho ruido y sacudida, que derribó no pocos edificios y arruinó el del 
Seminario Conciliar de Santo Toribio. Sintióse la conmoción por 100 leguas de costa de 
N. a S. y por 50 de E. a O., abriéndose dos profundas grietas en la Plaza Mayor de la 
Ciudad y en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, de lo orden franciscano, y 
quedó en escombros la iglesia de la Compañía de Jesús del Callao, que era de cal y 
canto.
1678.—El 17 de junio, a las 7.45 de la noche, fuerte temblor en Lima. El Virrey, 
pasado éste, recorrió toda la población, y el Arzobispo Liñán predicó inmediatamente al 
pueblo en la Plaza Mayor.
Don Baltazar de la Cueva, al dar cuenta de este terremoto, dice “A las siete y tres 
cuartos de la noche, viernes, después de lo Octavo de Corpus, hubo en esta ciudad un 
terremoto   o   temblor   de   tierra,   tan   grande,   espantoso   y   horrible,   cual   todos 
experimentamos con harto pavor y susto, de que en su duración y fortaleza de reme-
zones parecía quería Nuestro Señor, por nuestros pecados, arruinarla y acabar con la 
vida de sus habitantes; pero al paso con una mano amenazó el castigo de su divina 
justicia, irritada por nuestros graves culpas, reconocimos que con la otra de misericordia 
detenía la ejecución, dando tiempo para lo enmienda y penitencia”.
El excelentísimo de la Cueva dispuso en seguida que los alarifes indicaran a 
cuánto ascendería el valor de las reparaciones y reconstrucciones de los edificios 
públicos, conventos y casas particulares de la ciudad, y aquellos informaron que “a más 
de tres millones de pesos”.
A poco de eso veíanse por todas partes, dice Cueva, “muchos perniquebrados y 
heridos, dándose a los difuntos de Lima, por ser muy pobres, sepultura de mi orden”. Y 
se sacó en procesión el cuerpo de Santa Rosa de Lima, diez años antes canonizada, en 
urna de cristal y otro sobre andas bien adornadas y que cargaron el Virrey, el Arzobispo, 
los Ministros, Alcaldes y Regidores, desde Santo Domingo hasta la iglesia de la
Soledad, en la que se hizo solemne novenario.
1687.—El 30 de enero, temblor en Lima.
Del 31 de marzo al 1º de abril, a las 12 de la noche, fuerte temblor en Lima.
El 16 de abril, a las 11.45 p.m., temblor en Lima.
El 20 de octubre, a las 4.30 de la mañana, y luego a las 6.30, dos fuertes temblores 
que ocasionaron la pérdida de algunos vidas y que derribaron los templos y la mayor 
porte de las casas En Lima, el fuerte terremoto de este día, entre 4.15 y 4.30 de la 
mañana, duró tanto, que algunos de los novicios jesuitas rezaron juntos a grito pausado, 
lo mayor porte de la letanía lauretana. Perecieron en la ciudad con este terremoto y otro 
que hubo a las 6.30 de la mañana, cerca  de 100 personas. En el puerto y presidio del 
Callao y en otros lugares a donde alcanzó la conmoción, pasaron de 500 las víctimas. El 
cronista agustino Teodoro Vásquez y el P. Buendía las hacen subir a 600. Se sintieron 
los estragos en Chancay, Cañete y Pisco, siendo este puerto destruido por el mar, que 
salió de sus límites y lo inundó, lo mismo que el Callao, En Lima cayeron por tierra los 
más templos y el Palacio de Gobierna. Estuvo en riesgo inminente de perecer en el 
Callao el Virrey Arzobispo Liñán y Cisneros Los temblores se repitieron hasta el 2 de 
diciembre, en que sobrevino un copioso aguacero que derrumbó algunos edificios ya 
muy maltratados.
En Trujillo se sintió este temblor, que esterilizó el valle de Chicama para la 
producción del trigo, del que se recogían allí antes hasta 18,000 fanegas, según consigna 
Alcedo en su “Diccionario Geográfico de América”. El trigo encareció hasta venderse a 
25 y 30 pesos la fanega, y dejó de producirse en la Costa del Perú, reduciéndose los 
granos a un polvillo del color del tabaco. Se esterilizaron también los terrenos para la 
cosecha de ese cereal en la provincia de Lima, en uno extensión como de 200 leguas.
Se aseguro que este temblor fue anunciado por los Padres Casas y Galindo, de 
eminente virtud; y se refiere el prodigio del sudor y lágrimas de un pequeño busto de la 
Virgen de la Calendario en Lima, desde el 2 de julio de ese año, llamada por esto, 
“Nuestro Señora del Aviso
El Virrey don Melchor de Navarra y Rocafull nos refiere las muchas desgracias 
ocurridas en su gobierno; y agrego: "Faltaba que la tierra se declarase también por 
instrumento de la ira divina, y en 20 de octubre de 1687 hizo tan espantosos 
movimientos que nos arrojó a todos de las casas y quedó esta ciudad arruinada. De todo 
nos pudo, pues, tener avisados y prevenidos el misterioso sudor y llanto de una devota 
imagen de la Madre de Dios, que desde el mismo día 4 de julio del mismo año del 687 
se repitió por 32 veces en diferentes ocasiones, pero nuestra tibieza defendida de la 
religiosa tardanza en el reflexivo examen para calificar un milagro fue deteniéndose en 
la creencia del sudor y las lágrimas, y aunque se repetía a vista de testigos de mayor 
excepción, porque la continuación de esta maravilla los hacia acudir para observarla, no 
quiso Dios que se calificase el milagro hasta que lo calificó la misericordia de su Madre 
Santísima, que con sus lágrimas detuvo el poderoso brazo de la justicia divina en la 
misma ejecución, pues ninguno de los que podemos contar el espantoso suceso del 20 
de octubre, podrá dejar de observar en su persona y familia el milagro de haber quedado 
con vida; y todos reconocieron en las lágrimas y sudor de esta santa imagen la 
clemencia y congoja con que venció a su Hijo Santísimo, porque no acabase con esta 
ciudad”.
Una de las víctimas de este terremoto fué el Arzobispo don Melchor de Liñán y 
Cisneros, quien se hallaba convaleciendo de grave enfermedad en el Callao. El techo de