Table Of ContentHannah Arendt
Responsabilidad y juicio
Introducción y notas
de Jerome Kohn
PAIDÓS
Barcelona • Buenos Aires • México
Título de la edición inglesa: Responsability and Judgment
Publicado en inglés, en 2003, por Schocken Books, Nueva York
Traducción de Miguel Candel
El capítulo «El pensar y las reflexiones morales», traducido por Fina Birulés, ha sido
extraído de Hannah Arendt, De la historia a la acción, Barcelona, Paidós, 1995.
Cubierta de Mario Eskenazi
© 2003 by The Literary Trust of Hannah Arendt and Jerome Kohn
© 2007 de la traducción, Miguel Candel y Fina Birulés
© 2007 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós Ibérica, S. A.,
Av. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona
www.paidos.com
ISBN: 978-84-493-1993-8
Depósito legal: B. 16.059/2007
Impreso en Hurope, S. L.
Lima, 3 - 08030 Barcelona
Impreso en España - Printed in Spain
SUMARIO
Agradecimientos................................................................................... 9
Una nota sobre el texto....................................................................... 11
Introducción, Jerome Kohn................................................................. 17
Prólogo ................................................................................................... 37
Primera parte: Responsabilidad
Responsabilidad personal bajo una dictadura.............................. 49
Algunas cuestiones de filosofía moral ............................................ 75
Responsabilidad colectiva................................................................... 151
El pensar y las reflexiones morales ................................................ 161
Segunda parte: Juicio
Reflexiones sobre Little Rock............................................................ 187
El Vicario: ¿silencio culpable? .......................................................... 203
Auschwitz a juicio................................................................................. 213
A casa a dormir..................................................................................... 237
Notas....................................................................................................... 253
índice analítico y de nombres........................................................... 265
AGRADECIMIENTOS
Sería una auténtica locura intentar dar las gracias uno por uno a los
muchos estudiosos cuyos trabajos sobre Arendt me han influido y guia
do desde el principio. Lo hago colectivamente y me limitaré a nombrar
a unos pocos amigos, incluidos algunos estudiosos, que de diferentes
modos han apoyado el proyecto general de publicar los escritos inéditos
y dispersos de Arendt, de los que este volumen es sólo una parte. Son,
por orden alfabético: Dore Ashton, Bethania Assy, Jack Barth, Richard
J. Bemstein, John Black, Edna Brocke, Margaret Canovan, Keith David,
Bemard Flynn, Antonia Grunenberg, Rochelle Gurstein, Gerard R.
Hoolahan, George Kateb, Lotte Kohler, Mary y Robert Lazarus, Ursula
Ludz, Arien Mack, Matti Megged, Gail Persky, Jonathan Schell, Ray
Tsao, Dana Villa, Judith Walz, David Wigdor y Elisabeth Young-Bruehl.
Es un placer trabajar con Schocken Books, entre otras razones por
que Hannah Arendt trabajó como editora en Schocken Books de 1946 a
1948, publicando, entre otras obras, brillantes ediciones de Kafka. Doy
las gracias a Rahel Lemer por haber insertado la fotografía que ilustra
el ensayo sobre Little Rock. Mi gratitud para con Daniel Frank, no sólo
por su paciencia, sino también por su fino juicio editorial, no tiene lí
mites. Cualquiera que haya trabajado con Arendt sabe lo infrecuente
que es encontrar, sobre todo hoy día, un editor que conozca a fondo
o que se interese en serio por su pensamiento. Encontrar ambas cosas
en la misma persona, como yo en Dan Frank, es algo casi inaudito.
Finalmente, jóvenes reflexivos de diferentes países han empezado
a darse cuenta de que tener por hogar este mundo exige volver a pen
sar el pasado y recuperar sus tesoros y sus desastres como sus tesoros
y sus desastres. Reconocen que «pensar sin barandilla», como decía
Arendt, es la condición para que la voluntad de actuar siga teniendo
sentido para ellos. Esos jóvenes, que vuelven su mirada a «Hannah»
(como ellos la llaman) como un guía digno de confianza, no encon
trarán en ningún otro sitio una confirmación más definitiva de la di
ficultad y la urgencia de lo que se abre ante ellos que en estos escri
tos sobre responsabilidad y juicio. Este volumen está, pues, dedicado
a los «recién llegados», como Arendt los llamaba, de los que depende,
de haberlo, el futuro de la humanidad.
UNA NOTA SOBRE EL TEXTO
Todos los textos —lecciones, conferencias y ensayos— recogidos
en Responsabilidad y juicio fueron escritos por Hannah Arendt en in
glés, idioma que la autora aprendió cuando ya tenía 35 años y llegó a
Estados Unidos como refugiada huyendo del dominio nazi en Euro
pa. Al cabo de un año, en 1942, ya escribía en su recién adquirida
lengua, pero mientras vivió sometió siempre sus obras en inglés a un
proceso de «anglificación» antes de publicarlas, proceso que también
se ha seguido aquí. Arendt tenía naturaleza de escritora; cuando te
nía algo pensado, dijo una vez, se sentaba y mecanografiaba a la ma
yor velocidad que le permitían sus dedos. El resultado era brillante
cuando escribía en alemán, su lengua materna, pero cualquiera que
haya ojeado sus manuscritos ingleses sabe que la rapidez de su escri
tura le acarreaba problemas. Poseía un enorme vocabulario, enrique
cido por su conocimiento del griego clásico y del latín, pero en inglés
la inmediatez de su voz, que era su cualidad inconfundible, se tradu
cía en oraciones excesivamente largas cuyo estilo y puntuación a me
nudo se apartaban de los usos aceptados. Otro problema lo constitu
ye el hecho de que el manuscrito contenga montones de cortes e
inserciones (se escribió en una época en que no había ordenadores),
así como añadidos escritos a mano cuya legibilidad y colocación pre
cisa distan con frecuencia de estar claras. El editor tiene el encargo
de dar coherencia a los escritos en inglés de Arendt sin alterar el sen
tido de lo que quería decir ni la forma en que quería decirlo: eso exi
ge modificar su sintaxis cuando sea necesario pero preservando su
estilo, que refleja la sinuosidad de su mente.
El texto del «Prólogo» es un discurso que pronunció Arendt en Co
penhague el año 1975, al recibir el premio Sonning del gobierno danés
por su contribución a la civilización europea. Arendt fue la primera
ciudadana norteamericana y la primera mujer que obtuvo el premio:
entre los ganadores anteriores figuraban Niels Bohr, Winston Churchill,
Bertrand Russell y Albert Schweitzer. En su discurso de aceptación
formuló la inusual pregunta de por qué ella, «que no es una figura pú
blica ni tiene el deseo de llegar a serlo», ha de ser galardonada con un
«honor público», pues los pensadores «viven apartados», en la medida
de lo posible, de la luz de la publicidad. No era modestia, que es dife
rente de la humildad y resulta siempre falsa: veinte años antes había
escrito a su marido que aparecer ante «el ojo público» era una «des
gracia». Le hacía «sentir como si hubiera estado yendo de aquí para
allá en busca del propio medro».1 En el discurso, Arendt realizó en pú
blico el raro y difícil acto de autojuzgarse, indicando con ello que la ca
pacidad de juzgar esto como correcto y aquello como incorrecto de
pende ante todo y sobre todo del conocimiento de sí mismo que posea
el juez. Arendt se juzgó a sí misma y, al hacerlo, llevó a la práctica el
antiguo precepto «Conócete a ti mismo» como condición de todo jui
cio. Utilizó el nombre latino persona, derivado del verbo per-sonare,
que se refería originalmente al sonido de la voz a través de la máscara
del actor teatral. No la usaba como los romanos, para referirse metafó
ricamente a la persona jurídica como distinta del simple «miembro de
la especie humana», sino en el sentido metafórico, propio de ella, de al
guien que resulta «identificable» sin ser «definible», una esteidad irre
petible que perdura dentro de las máscaras intercambiables que el ac
tor se pone para interpretar su papel «en el gran drama del mundo»,
como la máscara que ella llevaba mientras hablaba. Cuesta imaginar
una manera más transparente de sugerir por su parte que el juez no
puede separarse del actor desinteresado, cuya unicidad aparece sólo a
los demás como su lado interno, invisible pero audible.
La mayor dificultad de este volumen la presentaba «Algunas cues
tiones de filosofía moral». En 1965 y 1966, Arendt dios dos cursos, el
primero en la New School for Social Research, bajo el mencionado
título, y el segundo en la Universidad de Chicago, con el título «Basic
Moral Propositions». El curso de la New School constó de cuatro lar
gas lecturas y el de Chicago, de diecisiete sesiones que utilizaron en
su mayor parte el material de las mismas lecciones. Las lecciones
editadas constituyen el cuerpo del texto que aquí presentamos, mien
tras que las variantes más importantes de su pensamiento que apare
cen en «Basic Moral Propositions» se han incorporado como notas al
final del texto. En este texto, el lector tiene la oportunidad de escu
char a Arendt en su papel de profesora y, tal vez, de imaginarla ejer
ciéndolo. Quiero agradecer a Elizabeth M. Meade su ayuda en la pre
paración de las sucesivas pruebas de «Algunas cuestiones de filosofía
moral». Ni que decir tiene que los posibles errores que pueda haber
en la versión definitiva son responsabilidad mía.
1. Within Four Walls: The Correspondence between Hannah Arendt and Heinrich
Bluecher 1936-1968, Lotte Kohler (comp.), Nueva York, Harcourt, 2000, pág. 236.
«Responsabilidad personal bajo una dictadura», «Responsabilidad
colectiva», «El pensar y las reflexiones morales» y «A casa a dormir»
fueron también preparados originalmente por Arendt como textos
para el curso, bien como lecciones, bien como conferencias. Dado
que el «Prólogo» y «A casa a dormir» se dictaron durante el último
año de la vida de Arendt, esta selección de textos empieza y acaba
con sus dos últimas apariciones en público. «Responsabilidad perso
nal bajo una dictadura» es conocido por algunos de los lectores de
Arendt en una versión mucho más breve radiada en Inglaterra y en
Estados Unidos y publicada en 1964 en The Listener. Ésta es la pri
mera vez que se publica el texto completo. «Responsabilidad colecti
va» no es un título original de Arendt, sino el lema de un simposio ce
lebrado el 27 de diciembre de 1968 con ocasión de una reunión de la
American Philosophical Society. En respuesta a una ponencia presen
tada en esa ocasión, nuestra autora trató de distinguir entre responsa
bilidad política y responsabilidad personal y señalar los diferentes ma
tices semánticos con que se usa la palabra «responsabilidad». Excepto
en tres ocasiones, mencionadas en las notas al final del texto, las re
ferencias a la ponencia objeto de réplica se han suprimido. La otra
opción era incluir dicho texto, cosa que no se consideró aconsejable.
El 21 de diciembre de 1968 escribió a Mary McCarthy: «Tu carta llegó
justo cuando estaba yo tratando de pensar qué podría decir en la ré
plica a una ponencia sobre responsabilidad colectiva que se leerá la
semana próxima en Washington, en la Philosophical Society, sin per
der la compostura y resultar ofensivamente descortés. Las fruslerías
de la academia van más allá de lo que una puede creer y esperar».2
Los capítulos restantes que forman Responsabilidad y juicio son en
sayos. «Reflexiones sobre Little Rock» se incluye como ejemplo desta
cado de la capacidad de juicio de Arendt. Es el único texto anterior a
Eichmann en la serie y, como tal, merece alguna explicación. Tras mu
chas dilaciones, Arendt retiró estas «Reflexiones» de la revista Com-
mentary, que se lo había encargado, y lo publicó en Dissent, acompaña
do de la siguiente nota editorial: «Publicamos [este ensayo] no porque
estemos de acuerdo con él —¡todo lo contrario!—, sino porque cree
mos en la libertad de expresión incluso para las opiniones que nos
parecen totalmente equivocadas». El vitriolo de las reacciones a «Re
2. Between Friends: the Correspondence of Hannah Arendt and Mary McCarthy
1949-1975, Carol Brightman (comp.), Nueva York, Harcourt Brace, 1995, pág. 228
(trad. cast.: Entre amigas: correspondencia entre Hannah Arendt y Mary McCarthy, Bar
celona, Lumen, 1998).
flexiones», que anticipaban la controversia que estalló cuatro años
más tarde a propósito de Eichmann, se debía al hecho de haber toca
do un nervio liberal en carne viva, cosa que sigue haciendo hoy día.
Arendt no era una liberal ni una conservadora, pero ponía en entre
dicho la tendencia de los liberales a meter la cuestión específica de la
educación de los niños negros en el saco de la norma política general
de la «igualdad». Se oponía a cualquier forma de legislación racial,
especialmente a las leyes contra el mestizaje, pero también a la deci
sión del Tribunal Supremo de convertir en ley de obligado cumpli
miento una política escolar antisegregacionista. Esto, para ella, su
primía el derecho privado de los padres a elegir la escuela de sus
hijos y se burlaba del carácter preeminentemente discriminatorio del
ámbito social. La fotografía que reproducimos en el capítulo corres
pondiente tenía, a juicio de Arendt, carácter paradigmático, igual que
la capacidad de ver a través de sus propios ojos el posible punto de
vista de una madre negra era fundamental para ella a la hora de for
mular un juicio que tratara de ser imparcial.
El texto que figura como «Introducción» a las «Reflexiones» de
Arendt se publicó originalmente como una «Respuesta» a dos de sus
críticos. Para ninguno de los dos dio ella, de hecho, una respuesta: el
uno, en una descarada combinación de ignorancia y prejuicio, se colo
có al margen de la comunidad de los jueces; el otro malinterpretó tan
groseramente a Arendt que ésta, en lugar de responderle, escribió lo
que en realidad es una introducción al ensayo, una recapitulación de
sus argumentos en que se hace hincapié en los principios de los que ella
parte. Más tarde, en 1965, Arendt respondió efectivamente en una carta
a Ralph Ellison, admitiendo que había pasado por alto el «ideal de sa
crificio» de los padres negros al introducir a sus hijos en las realidades
de la experiencia racial. Es ése un elemento que reclama con toda justi
cia su sitio en la búsqueda que llevamos a cabo con el juicio, no persi
guiendo una certeza apodíctica, sino un consenso alcanzado mediante
el acuerdo entre opiniones diversas. Ello, empero, apenas altera el ar
gumento capital básico de Arendt contra las medidas legales antisegre-
gacionistas en la educación, del mismo modo que tampoco da cuenta
de la ausencia del padre de la estudiante negra en la fotografía. Las me
didas antisegregacionistas en la escuela no han logrado los fines que
perseguían y todo el asunto queda pendiente de un juicio definitivo.3
3. Una comprensiva exposición del juicio de Arendt en «Reflexiones sobre Little Rock»
puede verse en Kirstie M. McClure, «The Odor of Judgment: Exemplarity, Propriety, and
Politics in the Company of Hannah Arendt», en Hannah Arendt and the Meaning of Politics,
«El Vicario: ¿silencio culpable?» y «Auschwitz a juicio» son dos
ejemplos del juicio de Arendt, el primero sobre la «culpa» de Pío XII,
lo que en su lectura de la obra teatral de Rolf Hochhuth correspondía
a algo que no se había hecho, a un pecado de omisión. El Papa no ha
bía denunciado el exterminio por Hitler de los judíos europeos y, si lo
hubiera hecho, las consecuencias de su acción eran imposibles de co
nocer, tanto para él como para cualquier otro. Su juicio acerca del
Papa planteaba a continuación la pregunta de por qué eludimos
nuestra responsabilidad de juzgar la omisión de un hombre determi
nado que afirmaba ser el Vicario de Jesucristo en la Tierra; y por qué,
en lugar de ejercer nuestra facultad de juzgar, preferimos echar por
la borda dos mil años de cristianismo y abandonamos la idea misma
de humanidad. El segundo texto representaba su juicio acerca de un
mundo puesto patas arriba, un mundo artificial que había perdido
toda semejanza con algo real, en el que cualquier horror imaginario
era posible, aun cuando no estuviera oficialmente permitido. En el
ensayo sobre Auschwitz, Arendt hacía gala de algo aparentemente
imposible, a saber, hacer justicia a la única persona decente de todo
el juicio, el médico Franz Lucas, quien, a diferencia de Eichmann,
parece que pensó sobre lo que había hecho y quedó anonadado al
darse cuenta de todas las consecuencias de haber sido «ciudadano»
de un Estado abiertamente criminal.
C. Calhoun y J. McGowan (comps.), Minneapolis, University of Minnesota Press, 1997,
págs. 53-84. Véanse también las Leamed Hands Holmes Lectures de la Facultad de Dere
cho de Harvard para su oposición a la sentencia Brown v. Board of Education.
«A preguntas concretas hay que dar respuestas concretas; y si la
serie de crisis en que hemos vivido desde comienzo de siglo puede
enseñarnos algo, ello es, en mi opinión, el simple hecho de que no
hay pautas generales para determinar nuestros juicios de manera in
falible, reglas generales en las que subsumir los casos particulares
con un mínimo grado de certeza.» Con estas palabras, Hannah Arendt
(1906-1975) sintetizaba lo que durante toda su vida vio como la natu
raleza problemática de la relación de la filosofía con la política o de
la teoría con la práctica o, de manera más simple y precisa, del pen
samiento con la acción. En aquella ocasión se dirigía a una amplia
audiencia procedente de toda la nación que se había reunido en la
iglesia Riverside de Manhattan para asistir a un coloquio sobre «La
crisis inherente a la sociedad moderna».1 Era el año 1966 y una deter
minada crisis política, la escalada de la guerra en Vietnam, estaba
presente por encima de cualquier otra cosa en la mente de los ciuda
danos que se habían reunido para manifestar su preocupación por la
política de Estados Unidos en el Sudeste de Asia y deliberar acerca
de qué podían ellos hacer, individual y colectivamente, para cambiar
dicha política. Convencidos de que la devastación, provocada por su
país, de una antigua cultura y un pueblo que no constituían ninguna
amenaza para él era moralmente censurable, se dirigían a Arendt y a
los demás oradores, cuya experiencia de crisis anteriores arrojaría,
según esperaban, luz sobre la crisis del momento.
Al menos por lo que respecta a Arendt, se sintieron algo decepcio
nados. A pesar de que el totalitarismo y otras crisis del siglo xx ha
bían estado en el centro de su pensamiento durante muchos años, no
les ofrecía «ningún criterio general» con el que medir el mal que se
había hecho, ni mucho menos unas «reglas generales» que aplicar al
mal que se estaba haciendo en aquel momento. No dijo nada en lo
que apoyar las convicciones que ellos ya poseían ni con lo que hacer
1. Las breves observaciones de Arendt fueron publicadas posteriormente en Chris-
tianity and Crisis: a Christian Journal of Opinión, vol. 26, n° 9 (30 de mayo de 1966),
págs. 112-114.