Table Of ContentProducción artística
y mercado
Francesco Poli
Traducido por Jaume Forga
Editorial Gustavo Gilli, Barcelona, 1976
Título original:
Produzione artistica e mercato
Giulio Einaudi Editore, Turín, 1975
Los números entre corchetes corresponden
a la paginación de la edición impresa
[7]
Introducción
Sólo los aspectos concretos de la demanda de las
obras, de los grupos de artistas o aficionados al arte, las
necesidades y las formas, experimentan las relaciones en-
tre arte y sociedad... y son, en realidad, los análisis concre-
tos los que en mayor medida brillan por su ausencia.
André CHASTEL
El origen primordial de cada proceso social de cierta
importancia, debe buscarse en la constitución del ambien-
te social interno.
Emil DURKHEIM1
Este estudio sobre el mercado del arte figurativo contemporáneo,
a pesar de todas sus limitaciones, pretende ser un análisis sociológico
de los aspectos concretos que caracterizan la dinámica interna de un
sector particular de la cultura, nada despreciable por cierto.
¿Cuál es el significado y la función sociocultural y socioeconómica
del arte en la actualidad? ¿Cuál es la relación existente entre valor
estético y valor económico en una sociedad que tiende a racionalizar y
a mercantilizar la cultura en todos sus aspectos? ¿En qué medida el
sistema actual de comercialización condiciona las actividades de los
artistas y las modalidades de valoraciones por parte del público?
Una sociología del mercado del arte intenta dar una respuesta
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concreta a estas preguntas, analizando los circuitos de producción,
difusión y venta de las obras de arte y, en particular, las funciones
específicas que artistas, intermediarios, críticos y [8] coleccionistas
desarrollan en el interior del microambiente artístico.
Sin pretender, obviamente, aclarar en toda su complejidad el pa-
pel social del arte figurativo, nos parece que una labor en esta direc-
ción puede contribuir en mayor o menor grado al desarrollo de una
sociología del arte como tal.
La sociología del arte, en la actualidad, todavía intenta encontrar
una propia identidad concreta, con respecto a disciplinas «paralelas»,
como la historia del arte, la crítica estética, la psicología del arte, la
filosofía del arte, etc.
En esta introducción accederemos a los motivos que justifican las
necesidades de una sociología de los fenómenos artísticos, buscando la
definición, en particular, de las resistencias que detienen el desarrollo
autónomo de esta disciplina.
Después, tomando en consideración la ayuda específica de algu-
nos estudiosos, también se intentará precisar, aunque sea sumariamen-
te, lo que parece ser la aportación metodológica más válida desde el
punto de vista sociológico. Nosotros consideramos importante un
breve análisis de carácter general, aunque pueda parecer superfluo o
una adición pretenciosa en este terreno, porque brinda la posibilidad
de encuadrar, en un contexto más amplio, las exactas dimensiones y
los límites objetivos de una sociología del mercado artístico.
Conviene recordar a este respecto lo que escribieron Horkheimer
y Adorno: «El hecho de limitarse a objetos sacados de su propio con-
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texto y rígidamente aislados —lo que constituye lo mismo que la
aproximación de la búsqueda social a las ciencias de la naturaleza...—
hace que el tratamiento de la sociedad como un todo quede excluido,
no sólo temporalmente sino en una línea inicial. De aquí deriva el
carácter frecuente de relativa esterilidad del elemento periférico, o de
la información útil a los fines administrativos, con los que se presentan
los resultados de la búsqueda social empírica, siempre que no vengan a
insertarse desde un principio en una cuestión teóricamente relevante.»2
1. Las resistencias en las confrontaciones de la sociología del
arte
La sociología del arte puede definirse como el conjunto de todos
los estudios sobre el arte, en sus más diversas manifestaciones (música,
pintura, teatro, arquitectura, literatura, cine, etc.), que, interesándose
por el producto artístico, por sus creadores y por su público, buscan
por un lado analizar desde el punto de vista sociocultural, el proceso
creativo y la función específica (estética) del arte, y por otro lado
determinar la naturaleza y la intensidad de los condicionamientos
sociales (a todos los niveles) [9] con respecto a la cultura artística y su
dinámica de desarrollo.3
La exigencia de la investigación sociológica en este sector también
nace del hecho de que, en el presente siglo, el arte (y en particular el
figurativo) ha cambiado radicalmente su aspecto sociocultural y
socioeconómico, asumiendo cada vez más un carácter esotérico con
relación a la cultura en todo su conjunto.4
Durante demasiado tiempo el arte ha sido considerado por los es-
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tudiosos como un fenómeno con unas características por completo
especiales y absolutamente irreducible a una problemática que no es
con exactitud la criticoestética.
«En el inmenso campo de las ciencias sociales, hasta ahora la im-
portancia del arte ha sido objeto de muy poca atención. Los historiado-
res del arte han manifestado, con respecto a la sociología, tanta igno-
rancia como desprecio: los sociólogos se han encontrado ante un orden
que escapaba a su comprensión porque se actuaba mediante un
sistema de signos que exigen un aprendizaje.»5
La mayor parte de los estudios sobre el arte, con pretensiones so-
ciológicas, aun siendo a pesar de todo interesantes, no son otra cosa
que un manojo de elementos y esbozos de carácter psicológico, socio-
lógico, antropológico, filosófico, político, crítico, estético, epistemoló-
gico, etc. En estos casos no se puede hablar en realidad de verdadera
sociología del arte, porque en lugar de analizar las relaciones concretas
entre arte y sociedad, todavía se tiene en cuenta la definición de
normas y valores artísticos y, con frecuencia, también se pretende
desvelar la propia esencia del arte.
La dificultad, que parece insuperable, en el planteamiento socio-
lógico adoptado por muchos estudiosos nace de la pretensión de poder
analizar el fenómeno artístico paralelamente al punto de vista cualita-
tivo (es decir, el de la crítica del arte) y al cuantitativo, intentando
salvaguardar a todos los niveles su especificidad. Una «prueba del
fuego» de este tipo parece objetivamente mixtificador o, al menos,
demasiado vago en cuanto no ofrece la posibilidad de definir algún
aspecto concreto del problema.6
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Si los historiadores y los críticos de arte raramente aciertan en sus
contribuciones a la sociología del arte, a causa de su planteamiento
humanístico, por su parte tampoco los sociólogos, la verdad sea dicha,
han aportado demasiado en este sentido, porque por parte de estos
últimos casi siempre, el arte está considerado como una actividad
secundaria en la vida de la sociedad, hasta el punto de no intentar
siquiera comprender su valor específico.
La actitud negativa de los estudiosos, en el aspecto de una posi-
ción prospectiva sociológica del arte, es el resultado de la situación
general en la que se encuentra la cultura.
La principal resistencia que se halla siempre en el cuerpo social
consiste en rodear el arte con un aura casi religiosa, mística, que se
manifiesta, ya sea de un modo idealista propio «de la [10] vieja escue-
la» (el arte como trascendencia, contemplación, actividad solitaria del
genio, expresión del infinito, etc.), ya sea de un modo más moderno (el
arte como «moneda del absoluto», como «experimento utópico acerca
del futuro», etc.).
Esta visión mixtificada niega, radicalmente, la posibilidad de
aceptar el arte en sus interconexiones con la estructura social; un
esfuerzo en este sentido sólo puede ser considerado un «sacrilegio».
Hay que añadir que este tipo de ideología, incluso en su aspecto
menos llamativo, también está presente en todas aquellas concesiones
que consideran el arte casi exclusivamente como una esfera autónoma,
que funciona según unas leyes y unos códigos internos.
El motivo de esta recusación se explica si se tiene presente que
una toma de conciencia desmixtificadora es, objetivamente, una
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amenaza al orden y al equilibrio social.
«El espíritu burgués sugiere una independencia total de la cultura
y del arte, con relación a las formas sociales, una visión marginada de
la historia, de la política y de lo social. Según el espíritu burgués el arte
se desarrolla como una historia específica que deja de ocupar un
contexto en la historia social.»7
Se puede aludir, finalmente, al hecho de que también existe en los
artistas una fuerte resistencia a enfrentarse con una desmitificación del
arte. Uno de los motivos de este rechazo es que la producción artística,
en cierto sentido, tiene la ventaja de estar rodeada por un halo de
misterio.
La sociedad, de hecho, ya ensalce al artista o lo rechace, siempre
lo considera con un cierto respeto y contempla sus obras de un modo
distinto a los otros productos, en una medida en la que no se arriesga a
comprender la génesis y el significado profundo.
2. Finalidades y limitaciones de la sociología del arte figurativo
Intentar definir, concretamente, los principales problemas teóri-
cos y metodológicos de la sociología del arte (para concretar sus
objetivos y sus limitaciones) no resulta nada sencillo.8
Después de este breve «excursus» sobre algunos de los principales
autores que se han interesado por los problemas de la cultura y, en
particular, del arte desde el punto de vista sociológico, sólo nos queda
la pretensión de puntualizar con cierta claridad algunos problemas de
fondo.
7
A pesar de que los sociólogos más relevantes casi nunca se han
interesado específicamente por el arte, su contribución al terreno
teórico y metodológico es sin duda fundamental. [11]
Para muchos estudiosos (por ejemplo, Mannheim, Adorno,
Friedländer) la sociología del arte forma parte integral de la sociología
del conocimiento; para otros (Gurvitch) consiste en uno de los proble-
mas de la sociología del espíritu; para unos terceros constituye un
sector específico de la sociología de la cultura.9
Renunciando a analizar los estudios de antropología cultural, sin
duda importantes, nos limitaremos a considerar brevemente la contri-
bución de los sociólogos a este terreno.10
Ya en la lección sesenta de su curso de filosofía positiva, Comte
resaltaba la importancia de la investigación sociológica referida a los
hechos artísticos: «... las artes se apoyan, evidentemente, en el adveni-
miento definitivo del régimen positivo, que las inserta dignamente en
la economía social a la que hasta el presente han permanecido esen-
cialmente extrañas.»11
La tentativa más famosa y (justamente) más criticada de analizar
el arte en una clase positivista es la de Hipólito A. Taine.12 Siguiendo el
método de considerar determinantes y suficientes tres causas: la raza,
el ambiente y el momento histórico, Taine pretendía fundar una
ciencia positivista y determinista del arte.
Naturalmente, no tiene mucho sentido criticar los evidentes erro-
res de este autor; lo que sí resulta grave es que este planteamiento
pseudocientífico ha sido utilizado posteriormente, aunque sea en su
aspecto menos burdo, por muchos estudiosos (sociologismo o mar-
8
xismo vulgar).
En el ámbito del positivismo también podemos referirnos (aun-
que sólo sea por su valor histórico) a los escritos de Proudhon y de
Guyau.13 Para el primero, el artista debe actuar obedeciendo a una
ideología precisa, aunque ésta no debe ser elaborada por el artista,
tomándola prestada de los filósofos: la facultad estética, por consi-
guiente, será de «segundo orden», es decir, estará subordinada a la
razón, al derecho y a la moral.
Guyau, al intentar poner de manifiesto el carácter social de la
«emoción estética» da un paso al frente con respecto a Taine el cual
considerando lo artístico como categoría universal, no se había pre-
ocupado en absoluto de las variables relativas a la división en clases de
la sociedad.
A diferencia de la norma positivista, cuya principal limitación ra-
dica sobre todo en la incapacidad de aceptar los fenómenos culturales
en su aspecto dinámico y social, el planteamiento marxista funda su
validez en la posibilidad de definir dialécticamente la relación entre
estructura y superestructura.
«Marx no es un sociólogo —escribe Henri Lefebvre— aunque en
el marxismo existe una sociología.»14 Esto significa que el pensamiento
marxista, con toda su complejidad, no es ni historia ni sociología ni
psicología ni filosofía ni economía, aunque abarca todos estos puntos
de vista, estos niveles. En este sentido, también en el terreno de la
sociología del arte un planteamiento de fondo [12] marxista puede
resultar sin duda alentador, a pesar de que no sirva sólo de justifica-
ción a unas interpretaciones burdas y vulgares.
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