Table Of ContentG. A. Cohén
¿Por qué no el socialismo?
Traducido por Verónica Sardón
discusiones
© Katz Editores 
Sinclair 2949, 5^ B 
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Calle del Barco NQ 40, 3^ D 
28004-Madrid 
www.katzeditores.com
Título de la edición original: Why not socialism? 
© 2009 by Princeton University Press 
Princeton, New Jersey
ISBN Argentina: 978-987-1566-54-9 
ISBN España: 978-84-92946-13-6
1. Socialismo» L Sardón, Verónica, trad. II. Título 
GDD 320.531
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índice
7  Advertencia 
9  i. El campamento 
15  11. Los principios que se concretan 
en el campamento 
39  iii. ¿Es deseable este ideal?
45  iv. ¿Es factible este ideal? Los obstáculos 
en su camino, ¿son cuestión de egoísmo 
humano o de una tecnología social pobre? 
63  v. Coda 
65  Agradecimiento
Advertencia
La pregunta que da título a este breve libro no se plan
tea con una intención retórica. Comienzo presentan
do lo que creo que es un caso preliminar convincente 
en favor del socialismo, y luego me pregunto por qué 
es posible que ese caso se considere meramente preli
minar -esto es, por qué es posible que finalmente sea 
desechado-: trato de ver cómo resiste el caso prelimi
nar ante una mayor reflexión.
Para resumir más detalladamente: en el capítulo i 
describo un contexto, llamado “el campamento”, en 
el que la mayoría de las personas, creo, claramen
te preferiría un modelo de vida socialista entre las 
alternativas factibles. El capítulo n especifica dos 
principios, uno de igualdad y otro de comunidad, 
que se aplican en el campamento y cuya aplicación 
explica, o así lo creo, por qué el modelo de organi
zación del campamento resulta atractivo. En el capí
tulo ni pregunto si esos principios también hacen
deseable el socialismo (para toda la sociedad). Pero 
en el capítulo iv también pregunto si el socialismo es 
factible si se consideran las dificultades que enfrenta 
el proyecto de promover sus principios 110 en una 
escala pequeña, en el marco de tiempo y espacio limi
tados de un campamento, sino para la sociedad en 
su conjunto y de manera permanente. El capítulo v 
es una breve coda.
El campamento
Usted y yo y muchas otras personas nos vamos de 
campamento. No hay jerarquías entre nosotros; 
nuestro objetivo común es que cada uno lo pase 
bien, haciendo, en la medida de lo posible, las cosas 
que más nos gusta hacer (algunas de las cuales hare
mos juntos, otras por separado). Tenemos elemen
tos con los que llevar a cabo nuestro proyecto: por 
ejemplo, tenemos ollas y sartenes, aceite, café, cañas 
de pescar, canoas, un balón de fútbol, naipes y otras 
cosas por el estilo. Y como es habitual en los campa
mentos, aprovechamos esos elementos de manera 
colectiva: aunque son de propiedad privada, esos 
objetos están bajo control colectivo en el transcurso 
de toda la excursión, y nos hemos puesto de acuerdo 
respecto de quién los va a usar y cuándo, en qué 
circunstancias y por qué. Alguno pesca, otro prepara 
la comida y otro cocina. La persona que odia coci
nar pero que disfruta lavando los platos puede lavar
los platos, y así sucesivamente. Entre nosotros hay 
muchas diferencias, pero nuestros acuerdos mutuos 
y el espíritu de la empresa garantizan que no haya 
desigualdades respecto de las cuales alguien pueda 
plantear una objeción de principios.
Habitualmente es cierto que en los campamentos, 
y en muchos otros contextos más pequeños, las per
sonas cooperan en el marco de una preocupación 
común para que, en la medida de lo posible, todos 
tengan la misma oportunidad de prosperar y de reía- 
jarse, con la condición de que contribuyan según 
su capacidad a que otros prosperen y se relajen. En 
estos contextos, la mayoría de las personas, incluso 
la mayoría de los partidarios del anriigualitarismo, 
aceptan normas de igualdad y reciprocidad, y de 
hecho las dan por sentadas y de una manera tan 
taxativa que en excursiones de ese tipo nadie las 
cuestiona: cuestionarlas sería contradictorio con el 
espíritu de la excursión.
Es posible imaginar un campamento en el que 
todos afirmen sus derechos sobre los objetos del 
equipamiento y sobre las habilidades que aportan, 
y en el que tenga lugar una negociación con respec
to a quién va a pagar, cuánto y a quién, para que, 
por ejemplo, se le permita utilizar un cuchillo para 
pelar las patatas, y cuánto les va a cobrar a otros
por esas patatas ya peladas que él compró sin pelar 
a otro campista, y así de seguido. Un campamento 
podría basarse en los principios del intercambio de 
mercado y en la propiedad estrictamente privada 
de los elementos necesarios.
Ahora bien, la mayoría de las personas hallarían 
odiosa esa situación. La mayor parte se sentiría más 
atraída por el primer modelo de campamento, fun
damentalmente por razones de camaradería, pero 
también, hay que señalarlo, por razones de eficien
cia. (Estoy pensando en los exorbitantes costes de 
transacción que habría en un campamento estilo 
mercado. Se pasaría demasiado tiempo negociando 
y al acecho de posibilidades más lucrativas.) Y esto 
significa que la mayoría de las personas se sienten 
atraídas por el ideal socialista, al menos en ciertos 
contextos restringidos.
Para reforzar este punto, he aquí algunas con
jeturas sobre cómo reaccionarían la mayoría de 
las personas en varios escenarios de campamento 
imaginables:
a)  A Harry le encanta pescar y es muy bueno 
pescando. Por lo tanto, pesca, y aporta, más peces 
que otros pescadores. Harry dice: “La forma en que 
estamos organizando las cosas es injusta. Cuando 
cenamos debería tocarme el mejor pescado. Sólo
debería tocarme perca, no la mezcla de perca y bagre 
que todos hemos estado comiendo”. Pero sus com
pañeros campistas le responden: “Por el amor de 
Dios, Harry, no seas tan imbécil. No sudas ni te 
esfuerzas más que el resto de nosotros. Es cierto que 
eres muy bueno pescando. No te negamos ese don 
especial, que de hecho es una fuente de satisfacción 
para ti, pero, ¿por qué deberíamos recompensarte 
por tu buena fortuna?”.
b) Después de un recreo de tres horas dedicado a 
la exploración personal, una excitada Sylvia vuelve 
al camping y anuncia: “He encontrado un manzano 
enorme, lleno de manzanas perfectas”. “Genial -ex
claman los otros-, ¡ahora todos podremos comer 
compota de manzana, tarta de manzana y strudel 
de manzana!”, “Claro, siempre y cuando -responde 
Sylvia- reduzcáis mi carga de trabajo, y/o me deis 
más espacio en la carpa, y/o más tocino en el desayu
no.” A los otros les resulta indignante su pretensión 
de (algo así como) la propiedad del árbol.
c) Los participantes en la excursión pasean por un 
sendero en el que descubren un montón de frutos 
secos abandonados por alguna ardilla. Sólo Leslie, 
dotada desde siempre con muchas aptitudes y capa
cidades, sabe cómo abrirlos, pero quiere cobrar por 
compartir esa información. Los campistas no ven
ninguna diferencia importante entre su exigencia 
y la de Sylvia.
d)  Morgan reconoce el camping. “Ey, aquí acam
pó mi padre hace treinta años. Aquí es donde cavó 
un pequeño estanque especial, del otro lado de esa 
colina, y lo llenó de un pescado especialmente bue
no. Papá supuso que yo podría venir aquí de cam
pamento algún día, e hizo todo eso para que yo 
comiera mejor mientras estoy aquí. Genial Ahora 
puedo comer mejor comida que la que tenéis voso
tros”. El resto frunce el ceño, o sonríe, ante la codi
cia de Morgan.
Por supuesto, no a todo el mundo le gusta ir de 
campamento. Yo mismo no lo disfruto demasiado, 
porque no soy muy aficionado al aire libre, o por lo 
menos no soy muy aficionado al aire libre en el sen
tido de pasar la noche fuera y sin colchón. La afición 
al aire libre que cabe esperar de algunos académicos 
tiene un límite: prefiero disfrutar de mi socialismo 
al calor del All Souls College de Oxford que en la 
humedad de las montañas Catskill del estado de 
Nueva York, y adoro la fontanería moderna. Pero 
la pregunta que estoy planteando no es: ¿te gusta
ría ir de campamento?, sino: ¿no es éste, el modelo 
socialista, con propiedad colectiva y cooperación 
mutua planificada, muy obviamente el mejor para