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Cuenta la leyenda que las estrellas vieron a Elizabeth rebelarse contra el
destino que habían escrito por ella, y que los mares observaron cómo Killian
dejaba atrás lo poco que tenía. Se dice que la búsqueda del mayor tesoro mágico
de Ydhelia, el Orbe Estelar, era lo que necesitaban para encontrar lo que más
anhelaban: su libertad. Comentan que surcaron los tres océanos bajo la bandera
negra, enfrentándose a las dificultades del camino y afrontando sus propios
sentimientos. Pero solo uniéndote a su tripulación conocerás la verdad de esta
historia. «Que Wiz guíe tu destino y los protectores te acompañen»
Copyright
EDICIONES KIWI, 2021
[email protected]
www.edicioneskiwi.com
Editado por Ediciones Kiwi S.L.
Primera edición, abril 2021
© 2021 Adriana Criado
© de la cubierta: Borja Puig
© de la fotografía de cubierta: shutterstock
© Ediciones Kiwi S.L.
Corrección: Paola C. Álvarez
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sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.
Nota del Editor
Tienes en tus manos una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares
y acontecimientos recogidos son producto de la imaginación del autor y ficticios.
Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, negocios, eventos o
locales es mera coincidencia.
Índice
Copyright
Nota del Editor
Astrología de Ydhelia
Meses del Año
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Epílogo
Agradecimientos
Para Yaiza, la estrella que me ha guiado a través del cielo oscuro que yo
misma creaba a mi alrededor.
Gracias por iluminar mis historias.
«Y del trueno al son del viento,
y del viento al rebramar,
yo me duermo sosegado,
arrullado por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar».
Canción del pirata
José de Espronceda
Astrología de Ydhelia
El sistema solar está compuesto por ocho planetas. Estos les dan nombre a
los ocho meses del año del planeta Ydhelia. Cada año tiene trescientos treinta y
ocho días.
Cada mes contiene dos signos zodiacales: un animal, una personificación.
Estos son los protectores, que ocupan cada uno una mitad del mes.
Meses del Año
Cuarenta y cinco días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 22 (invierno): Duma (el guepardo).
—Días del 23 al 45 (invierno): Kankara (Guerrera del Hielo).
Cuarenta y cuatro días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 21 (invierno): Deera (el ciervo).
—Días del 22 al 44 (primavera): Kuhani (Sacerdote de las Flores).
Cuarenta días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 20 (primavera): Iwin (el dragón hada).
—Días del 21 al 40 (primavera): Ehlane (Arquera del Desierto).
Cuarenta y cinco días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 22 (primavera): Akrep (el escorpión).
—Días del 23 al 45 (verano): Ina (Guerrero del Sol).
Cuarenta y cinco días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 22 (verano): Sirene (la sirena).
—Días del 23 al 45 (verano): Zee (Emperador del Mar).
Treinta y nueve días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 19 (verano): Yeeyi (el lobo).
—Días del 20 al 39 (otoño): Wata (Sacerdotisa de la Luna).
Cuarenta y seis días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 23 (otoño): Kabawi (el halcón).
—Días del 24 al 46 (otoño): Yzar (Emperatriz de las Estrellas).
Treinta y cuatro días de duración.
Protectores:
—Días del 1 al 17 (otoño): Kuda (el unicornio).
—Días del 18 al 34 (invierno): Sihir (Hechicero de Wiz).
Capítulo 1
Kharod, reino de Leuxvieth, año 601
Killian
—¿Cuántas veces voy a tener que pedirte una maldita cerveza para que me
la traigas, chico? —me grita el señor Terrill, cerrando sus mugrientos dedos
alrededor de mi muñeca con demasiada fuerza. Me hace daño, por lo que hago
una mueca antes de bajar la vista, avergonzado.
—Lo siento, señor —mascullo—. La traigo enseguida.
—Procura darte prisa, mocoso. —Dicho eso me suelta con brusquedad,
provocando que tropiece con mis propios pies y caiga al suelo. Los hombres de
la mesa estallan en carcajadas y muchos otros de la taberna se unen a ellos. Noto
mis mejillas ardiendo cuando me levanto con los puños apretados y me dirijo a
paso rápido hacia la barra.
Me escondo tras ella con rapidez, respirando muy hondo varias veces para
contener el llanto. Estoy cansado de que se rían siempre de mí, de que nos griten
a papá y a mí una y otra vez. Y el señor Terrill es el peor de todos, me da mucho
asco.
—¿Killian? —me pregunta mi padre, entrando en la barra con varias jarras
vacías. Parpadeo varias veces antes de mirarlo—. ¿Qué ha pasado, hijo?
Niego y me encojo de hombros, no quiero darle demasiada importancia,
pero las estruendosas carcajadas del señor Terrill y su grupo siguen resonando.
Un vistazo le basta para comprender. Mi padre suspira y se inclina hacia mí todo
lo que su rodilla le permite.
—No dejes que esos abusones puedan contigo —dice con firmeza—. Ellos
no se van a detener, así que te toca a ti plantarles cara. —Ante mi negación, él
sonríe con ligereza—. Sé que no es fácil, pero tienes al menos que intentar que
no te pasen por encima, ¿entiendes, hijo?
Al final, asiento a pesar de que no tengo valor para defenderme, me da
miedo. Son mucho mayores que yo, enfrentarme a ellos no es algo que me
apetezca. Pero tampoco quiero que me sigan tratando como un juguete. No lo
soy.
Papá me da un beso en la coronilla antes de dejar las jarras sucias y
empezar a llenar varias limpias. Me tiende una con una sonrisa y señala con la
cabeza la mesa de mis pesadillas.
—Anda, llévasela. Por la mañana te prometo que navegaremos un rato.
Esbozo una sonrisa ante su promesa, pues lo que más me gusta hacer es
coger el pequeño barco pesquero de papá y salir a navegar. Fue marinero hace
años, por lo que siempre me enseña algo nuevo. A veces hasta pescamos. Por
eso decido aguantar un poco más, porque, trabajando igual de duro que él,
podremos disfrutar juntos al amanecer.