Table Of ContentMARIISARDET
PENSAR
Cactus
OCCURSUS
Bardet, Marie. Pensar con mover: un encuentro entre danza y filosofía,
la ed. - Buenos Aires: Cactus, 2012.
256 p.; 21x14 cm. - (Occursus; 3)
ISBN 978-987-26219-7-1
1. Filosofía. 2. Danza. 3. Estética, I. Título
CDD 111.85
Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide a la Publication
Victoria Ocampo, bénéficie du soutien de llnstitut Frangais,
Esta obra, publicada en el marco del programa de Ayuda a la Publicación
Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del Instituí Fran^ais,
Título: Pensar con mover. Un encuentro entre danza y filosofía
Título original: Penser et mouvoir. Une rencontre entre danse et philosophie
Autor: Marie Bardet
© 2008 by Ed. L'Harmattan, París
Traducción: Pablo Ires
Diseño de interior y tapa: Manuel Adduci
Impresión: Gráfica MPS
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-26219-7-1
ira. edición - Buenos Aires, octubre de 2012
ira. reimpresión - Buenos Aires, octubre de 2013
2da. reimpresión - Buenos Aires, julio de 2014
3ra, reimpresión - Buenos Aires, noviembre de 2016
é: www.editorialcactus.com.ar
e: [email protected]
Marie Bardet
Pensar con mover
Un encuentro entre danza y filosofía
Editorial Cactus
IOCCURSUS
ÍNDICE
7 - Presentación
15-Pensarcon mover.
tJn encuentro entre danza y filosofía
17 ■ Ursa inquietud por lo concreto.
El problema de Sócrates danzando (17) - Un encuentro, un andar (21)
27 - Pe(n)sar
Nietzsche (31) - Badiou (35) - Valéry (42) -Nancy (49)
De la metáfora de la ligera a la experiencia de la gravedad (53)
63 - Caminar
¿El caminar en común? (65) - ¿Andares colectivos? (73) - ¿Un paso que escucha? (80)
89 - Rolar
¿Cierta vulnerabilidad? (95) - ¿Quién decide? (101) - ¿Eso rota? (104)
115 - Com-poner
¿Escribir? (118) - ¿Improvisar? (123) - ¿Inmediatez? (132)
137 - Presentar
Presente/¿presencia? (138) - Instante/momento (143) - Sintiente/moviente (147)
155-Atención
Tendencia (165) - Actitud (167)
171-Articulaciones
entre percepción y composición (173) - entre imágenes (178)
en medio (184)-de la piel (187)
195 ■ ¿Imprevisible novedad?
Lo posible y lo real (200) - Actualización (203)
Criterios inmanentes (211) - Deshacer lo imposible (217)
221 - Pistas conclusivas
En torno a la representación (222) - Un movimiento descentrado (224)
Inquietudes cruzadas (231) - En fin, un écart (240)
251 - Bibliografía
Presentación
Occursus
Hace 6 años tuvimos un encuentro, o al menos eso creimos, que se
trató de un encuentro, un encuentro singular de esos que no suceden
todos los días, ¡hasta lo escribimos en latín! Singular encuentro -y por
eso mismo merecía acentuarse el un, ponerse en bastardillas-, un en
cuentro de-generado, dispar, con un loco, o varios locos, nosotros que
de locos no teníamos nada1. Luego de lo cual pensamos, tal vez con
ingenuidad, que se abriría toda una serie... de encuentros, de libros,
de alegrías... Y sí, hubo libros, y alegrías, pero ya no en ese tipo de
encuentros, como aquel, es decir, encuentro con alguien vivo, literal
mente, que vive, con el que podés comerte un asado, hacerte amigo,
etc. No sucedió más. Y entonces nuestros vivos siguieron siendo los
muertos, los muertos vitales, esos que viven varias vidas. Hace 6 años
1 Cf. Carlos Bergliaffa y Sebastián Puente, Producción Bornoroni. Relato
degenerado del encuentro con un loco, Cactus, Bs. As-Córdoba, 2008.
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Occursus
tuvimos un encuentro, y como no quisimos forzar otro, la serie quedó en
uno, aunque siempre pensamos que era un singular que iría hacia otro.
Baile
Y cuando ya solo pensábamos en nuestra poblada soledad, entre
bosques y arañas, autistas y disidentes, una partícula extraña se aproxi
mó, lanzó sus corpúsculos... ¡y nos metió en un baile! Como todo
encuentro en el siglo XXI, los corpúsculos llegaron en un e-mail (¡a
dónde quedaron esos buenos viejos tiempos!), pero el origen del e-mail
era de lo más extraño, una bailarina francesa: Marie Bardet. Más allá
de su apellido, que a buen entendedor, no ofrecía buenos augurios,
algo nos llamó la atención, más bien varias cosas, algunos nombres-
señales-guiños ya en el índice que nos envió, junto a su curriculum
filosófico (¡por suerte!)... De todos modos, lo que más nos estre-meció
era la disparidad de los mundos, la completa lejanía. Una bailarina
francesa se aproxima a unos editores argentinos que a lo sumo se han
movido tras una pelotita, y que en la pista de baile, se los aseguro, no
damos pie con bola.
Afuera
Luego de rumiar un poco entre nosotros, la recibimos. De entrada, y
para que no haya confusión, dejamos en claro nuestra no-relación con
el mundo de la danza. Pero también que justamente, de modo extraño,
era eso lo que nos interesaba del encuentro. Y es que desde hace tiempo,
lo más interesante que nos sucedía provenía de regiones -la pintura, o
más bien algo de la pintura, algo del cine, algo de la biología, algo de los
locos- que poco tenían que ver con nosotros, en tanto ese nosotros era
algo, supongamos con algo de historia, o con una procedencia. Y es que,
a su vez también, de un tiempo a esta parte se ahondaba la sospecha de
que la comunicación no funciona, o más bien que sólo funciona bajo
condiciones estrictas que no son las que suponíamos conocer -las de
una interioridad entre emisor-mensaje y receptor-, sino que se da más
bien por ecos, resonancias, y entre puras exterioridades. Todo esto nos
Presentación
impulsaba a dejar entrar un poco de afuera. Y costaba pensar que algo
estuviera más afuera que la experiencia-mundo de Marie, al menos en
su faceta danzante.
Mundos (Garrapatas I)
Ahora bien, si el de la danza no es nuestro mundo, ¿cuál es nuestro
mundo? Y bien, luego de huir espantados de varios mundos, anchos
y prometedores, nos quedamos con unas cuantas cosas que nos gusta
hacer, como quien dice, pasamos a un mundo más reducido... Y al
bies, un tal Jakob von Uexküll, biólogo de profesión, nos describe el
mundo específico de un bichito, la garrapata, mundo reducido si los
hay. A grandes rasgos nos dice que la garrapata (madura) se dedica a
chupar la sangre de los animales de sangre caliente, para ello se coloca
en una rama de cualquier arbusto con la altura suficiente para dejarse
caer sobre la bestia en el momento exacto en que pasa por debajo, para
luego prenderse a su cuerpo, en la zona menos peluda del animal, y
comenzar la succión. Privada de ojos, la garrapata halla el camino hacia
su torre de vigilancia con la ayuda de una sensibilidad de la piel a la luz.
La cercanía de la presa se manifiesta al sentido del olfato ... este olor actúa
sobre la garrapata como una señal que le hace abandonar su puesto de
guardia y caer... no tiene más que encontrar con su sentido táctil un lugar
lo menos provisto de pelos posible para hundirse en el tejido epidérmico
de su presa. Bombea entonces lentamente un raudal de sangre caliente...
Resonancias
¿Qué queremos decir con esto, que nos gusta chupar la sangre? Muy
lejos de ello. Solo constatamos, no sin cierta inquietud, algún eco en
tre el carácter reducido y específico de nuestro mundo y la pequeñez y
particularidad del mundo de la garrapata, la cual extrae, selecciona, en
una naturaleza bulliciosa, tres cosas. Nuestro mundo se ha reducido, sí.
Basta ver la cara de nuestros amigos y familiares, su gesto de desazón
que lo dice todo: “¿Qué les pasó?”, “¿Se les acabó la pasión?”, “¿Ya
nada los con-mueve?”. Y sí, y no, muchas cosas que en su momento
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Occursus
nos con-movían dejaron de hacerlo, ya no nos hacen -por así decir-
resonar. Y es que, por un lado, “no hay dos cuerpos que resuenen
igual”, como dice un bailarín amigo de Marie, para luego añadir que
“hay que estar preparado para resonar a distintos niveles”. Y entonces
por qué no al nivel de la pintura, del cine, de los cefalópodos, de los
arácnidos, de la danza...
Movimiento (Garrapatas II)
Entonces de pronto aparece otro bailarín, en el libro, que parece tener
modos garrapatales, o garrapáticos. Confiesa tener una “imaginación
muy pobre”, de lo cual resulta que su arsenal de imágenes-referencias
es escaso, casi nulo. Le cuesta imaginar un paisaje que lo inspire al
movimiento, o imaginar ser un animal. Y entonces, ante la pregunta
“¿Qué es lo que te hace mover?”, responde secamente: Lo concreto,
una línea en el espacio, la luz que cambia, el cuerpo que cae, hay muchos
desequilibrios, el hecho de estar descentrado, la sensación interior de una
articulación, la velocidad con la cual me acerco a alguien, o con la cual me
alejo... Ceguera de imágenes, o más bien otro tipo de imágenes, más
cercanas a aquellas a mitad de camino entre la cosa y la representación
de la intuición bergsoniana.
Abrazo
Pero nos desviamos un poco de nuestro encuentro con Marie. Y
allí ni siquiera necesitábamos poner mucho de nosotros (nosotros,
que casi nada llevamos encima) ya que era ella misma su encuentro,
encuentro entre danza y filosofía, teoría-práctica de los relevos en
los que no hay uno que teorice y otro que practique, uno que piense
y otro que mueva, sino un flujo continuo y multidireccional entre
ambos. Heterogeneidad de dos series inconmensurables, no-relación,
y sin embargo... encuentro. ¿Qué hace que dos series independientes
se hagan capturas, se parasiten? Es como una batalla, o un abrazo, un
abrazo de luchadores.
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Presentación
Descentramiento
¿Cómo sucede que dos series con-formadas de manera distinta,
es decir no siendo la misma forma, entren en relación? ¿Qué tipo de
relación distinta a la con-formidad es pensable, aquí entre la danza y
la filosofía? ¿Quizá la de dos afueras? Y va de suyo que puede haber
relaciones con-formistas entre ellas. Como ejemplo, Marie nos muestra
aquella entre la danza como práctica virtuosa del vuelo de la bailarina-
musa, ideal de pureza aérea, que ofrece a una filosofía espiritualizada
una metáfora de su propia elevación incorpórea, no terrenal. Y podría
haber coloquios sobre esto, al que asistirían los centros de la danza y los
centros de la filosofía. Encuentro paradójico, encuentro sin encuentro.
¿Qué ocurre para que haya uno verdadero? Quizá para esto haga falta
que los términos que se encuentran estén des-encontrados de ellos mis
mos. ¿Y cómo des-encontrarse de uno mismo? Quizá des-centrándose
en un tercer elemento, esta vez informal, que se-encuentre en otra
dimensión, ya no la de las formas, sino la de \ss fuerzas.
Sujeto larvado (Garrapatas III)
Todo el libro de Marie habla de fuerzas. Ahora bien, ella prefiere mu
cho más hablar de dinamismos espacio-temporales, de intensificaciones,
de diferencias. Es que sólo la diferencia es rítmica. ¿Ella danza? Ahora
bien, el hecho de que se trate de fuerzas no implica la desaparición
completa del sujeto. ¡Tranquilos! Hay un sujeto de los dinamismos
espacio-temporales: es la larva. El sujeto larvado. Según Deleuze, hay
movimientos que solo una larva, o un embrión podrían soportar. Un adulto
compuesto y cualificado perecería ante ellos. ¿Queremos decir que Marie
es una larva, que nosotros somos larvas? No, no hay aquí personas
de por medio, excepto en un extremo al que tal vez no sea -no haya
sido- tan interesante llegar. Lo que es larvado es aquello que produce
el encuentro, ya no términos -cosas, personas, representaciones-,
sino algo vuelto imperceptible en el elemento informal, envuelto en
la calma en una crisálida, o en medio de un intenso torbellino, pero
justamente allí una voluntad.
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Occursus
El paciente influjo
Estos dinamismos, quizá los únicos que pueden soportar-sostener un
encuentro, en su resonancia interna y en su amplitud de movimiento,
son más pacientes que agentes. ¿Quiere decir esto que la pasividad es
preferible a la actividad? No, ya que este dualismo, pobre, fue des
tronado por la visión, cuyos ecos difractados Marie hará jugar para la
danza, de una duración continua y múltiple en la que solo existe, entre
percepción y acción, una diferencia de grado y ya no de naturaleza.
Toda percepción es ya acción, y aún más, es ya composición. Ideal
para quienes gusta(mos) de realizar movimientos mínimos. A la espera,
a la escucha, tal vez de nosotros mismos. ¿Pasividad activa? Ante las
certezas del movimiento que se con-firma en una circularidad cerrada,
lo moviente como espiral que solo avanza difiriendo. Y entonces, frente
al acti-ped-ismo militante, el que siempre interpela, es interpelado
y llevado a hablar, el que siempre se expresa, parlanchín, quizá un
paciente influjo podría tener más que ver con los modos en los que la
vida trama su urdimbre.
El tiempo espeso
Un paciente influjo, como un embrujo entre las cosas, que toma
tiempo. Ni en el instante, ni en lo eterno, sino en un tiempo que dura,
un presente que se espesa, que se abrecha. Y donde lo único que cabe
es prestar atención, porque de lo contrario, nada pasa, para nosotros,
porque siempre-eso-pasa. Una atención, como se dice en el libro, al
borde de no hacer nada, porque no hay nada que hacer. Un no-querer
estratégico. Antes que una intención, o una dispersión absoluta, un
presente atento a los criterios inmanentes. Antes que una libertad en
tendida como libre albedrío o una falta-de-libertad entendida como
determinismo, la libertad como anclaje. Anclaje en el tiempo, o más
bien en su apertura. Hay que pasar por la gravedad. ¿Cómo que hay
que pasar? ¿Puede ser que el dato más inmediato requiera un esfuerzo?
¡¿Y dónde estás, último de los hombres, si no estás en la gravedad?! Las
cosas se embrujan por insinuación, por inmediación, en una inmediatez
no instantánea, en un tiempo espeso. La espesura del bosque. Puede
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