Table Of ContentLA CONCORDANCI/f  DE LOS TIEMPOS:
MITOS  PREHISPÁNICOS  E  HISTORIA CRISTIANA 
EN  NUEVA ESPAÑA (SIGLOS XVI-XVIII)
RELACIONES  71.  VERANO  19 97,  VOl.  XVIII
Pierre  Ragon
UNIVERSIDAD  DE  PARÍS  III
;;  a cristianización del Nuevo Mundo descalifica el saber
M
\  de los ancestros e impone una nueva lectura de la his-
u  toria del mundo, conforme a la enseñanza bíblica. Des-
lis
de entonces, una idea se abre paso, puesto que se ad- 
á   mite que los indios descienden de Noé y comparten 
con las poblaciones del Viejo Mundo una historia común muy antigua, 
no resulta imposible volver a encontrar algunos recuerdos de los prime
ros tiempos de la humanidad bíblica en lo mas profundo de sus tradi
ciones. De entrada, todo el tiempo vivido antes de la confusión de las 
lenguas y la separación de los hombres expulsados en las cuatro esqui
nas del mundo por haber querido levantar la torre de Babel hasta el tro
no de Dios, es susceptible de haber dejado algún vestigio en los relatos 
recabados ante los informantes indígenas. Entender las mitologías ame
rindias significa entonces volver a encontrar les huellas de la enseñan
za bíblica detrás de la neblina de las fábulas y de los disparates inspira
dos por el Maligno. Al retomar el relato de la creación recopilado por 
fray Andrés de Olmos, Gerónimo de Mendieta evoca un cielo habitado 
por una pareja divina, Citlaltonac y Citlalticue. En la caída en tierra del 
fruto de su unión -un cuchillo de obsidiana que la fecunda en Chico- 
moztoc- él ve un relato "en que parece querer atinar a la caída de los 
malos ángeles". En el mito de la creación de una nueva humanidad a 
partir de los huesos de los muertos fecundados por la sangre de los dio
ses, cree identificar un recuerdo "que parece querer atinar al diluvio, 
cuando perecieron los hombres, temiendo no haber quedado alguno".1
Desde los primeros días del mundo hasta el diluvio, la historia se 
encuentra seguramente compartida entre infieles y cristianos, según se 
cree, aun cuando unos y otros tengan de ello un conocimiento más o 
menos claro según el grado en que participen de la gracia divina. Pero 
existen más elementos y nadie descarta que los indios hayan podido be
neficiarse de un conocimiento más amplio de la historia cristiana. Se 
dice que Adán tuvo la revelación del destino de la humanidad en el mo
mento en que el arcángel lo expulsó del paraíso terrenal y grabó el rela
to de los tiempos por venir sobre dos columnas erigidas en las puertas
1 Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástico indiana, México, Porrúa, 1980, p. 78.
del paraíso perdido. En su muy popular Livrc des snints auges, Francesc 
Eiximenis evoca a Adán quien se complace con la alegría de la Encarna
ción y escucha con aburrimiento los relatos de la pasión, de los mártires 
cristianos y de la condenación de los pecadores. Muestra a Eva, a quien 
consuela la idea de la misión confiada a María.2 Bastaría esta razón para 
que fuera legítimo reencontrar en los mitos indígenas los lineamientos 
de la historia cristiana posterior al diluvio. De hecho, Mendieta cree asi
mismo ver perfilarse bajo el rostro de María los rasgos de la gran diosa 
de los totonacas: ¿No rechazaba los sacrificios humanos?, ¿no se diri
gían a ella "teniendo gran esperanza que por su intercesión les había de 
enviar el sol a su hijo para librarlos de aquella dura servidumbre que los 
otros dioses les pedían de sacrificarles hombres...?"3 Y para todos aque
llos que dudan de esta piadosa leyenda, cabe siempre la posibilidad de 
imaginar la llegada del apóstol santo Tomás a las Indias occidentales.
Este enfoque de las tradiciones prehispánicas tiene por cierto mu
chas ambigüedades y un cierto número de cronistas se rehúsa a identifi
car remembranzas bíblicas en los relatos indígenas; prefieren ver en 
ellos parodias demoniacas. Así, en L'Histoyre du Méchicjue, texto cuyo 
original se atribuye a fray Andrés de Olmos, los mitos del sol de agua y 
de la re-creación de la humanidad a partir de las osamentas de los aho
gados concluye secamente con una moraleja inapelable: en c¡uoy se voyt 
bien que le diable leur disoyt une vérité pour leur faire á croire mille mensonges 
(donde bien se ve que el diablo les dice una verdad para hacerles creer 
mil mentiras).4
En realidad al no disponer de conceptos antropológicos que les per
mitan analizar las diferencias culturales, los cronistas cristianos se ven 
naturalmente llevados a empeñarse en un trabajo de reescritura del pa
sado y de las creencias prehispánicas, obra en la cual participan con
2 Francesc Eiximenis, Le livre des saints anges, Paris, M. Lenoir, 1518, V-5 a V-8, s.n.
1 Gerónimo de Mendieta, op. cit., p. 89.
4  "L'Histoyre du Méchique", manuscrito francés núm. 19031 de la Biblioteca Nacional 
de París, publicado en Journal de la Société des Américanistes, Paris, Société des América- 
nistes, 1905, p. 25. Esta actitud es también la del comentarista del Codex Rios: véase Ragon, 
Pierre, "Pedro de los Ríos: el Evangelio entre el predicador y el neófito (México, siglo 
xvi)", en: los Cahiers des Amériques latines, núm. 16, París, Editions de l'IHEAL, 1993, p. 21.
gusto las élites indígenas cuando no toman la iniciativa de las primeras 
manipulaciones.5 Estas pueden de esta manera revalorar un pasado por 
cierto totalmente desfigurado y valerse de una antigua participación en 
la cristiandad. En una sociedad donde la oposición entre cristianos vie
jos y cristianos nuevos es fundamental, la operación les permite encon
trar un mejor estatuto social. Muy temprano, los toltecas suelen ser pre
sentados por los informantes indígenas como el pueblo emigrado desde 
el país de Sinear. A principios del siglo xvn Juan de Torquemada recoge 
esta tradición sin creer demasiado en ella: "dicen -subraya- que los tol
tecas tuvieron noticia de la creación del mundo y como fue destruida la 
gente de él por el diluvio y otras muchas cosas que ellos tenían en pin
tura y historia; y dicen también que tuvieron noticia de como otra vez 
se ha de acabar el mundo por consumación de fuego..."h
Un mestizaje cultural inacabado  
El trabajo de reescritura
Sin embargo, lograr hacer coincidir las dos historias no es asunto fácil. 
Implica muchas manipulaciones, algunas mentiras y la valoración de 
un cierto número de "pruebas". Las confirmaciones son de dos tipos: 
pueden provenir de descubrimientos materiales o de la identificación 
de hechos precisos, comunes a las historias bíblicas e indígenas. Desde 
este punto de vista, el reconocimiento de las huellas del diluvio, aconte
cimiento considerado universal, juega un papel fundamental y motor: 
con ellas, los hombres del siglo xvi se ponen a buscar también los restos 
de los gigantes y los recuerdos de Babel.
De hecho el descubrimiento de dientes de gigantes o de huellas mo
numentales que testimonian el conocimiento por parte de los indios de 
fórmulas arquitectónicas características del más antiguo pasado hebrai
5  Austin López, Tamoanchan y Tlalocan, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 
p. 48 sq. y Codex Telleriano-Rcmensis, f° 5r°.
A Juan de Torquemada, Monarquía indiana, México, Porrúa, 1975, vol. 1, p. 36.
co, son soluciones frecuentes. De entrada, un pasaje de la creación que 
había sido probablemente objeto de una alteración llama la atención de 
los misioneros en cuanto a los gigantes americanos. El autor desconoci
do de la Historia de los mexicanos por sus pinturas había ya señalado la 
creación de gigantes al mismo tiempo que del sol destinado a desa
parecer con el derrumbe del cielo reventado por las aguas del diluvio, 
detalle que acerca este relato al texto del Génesis.7
La búsqueda de los dientes y de los huesos de los gigantes, que no 
había esperado a que se pusiera de moda el gusto por las colecciones en 
el Renacimiento, pasa inmediatamente de Europa a América, y es en las 
inmediaciones de Tlaxcala donde los descubrimientos son más numero
sos.8 Los anfitriones tlaxcaltecas de Cortés llaman su atención sobre este 
punto desde sus primeras entrevistas. El asunto parece tener suficiente 
importancia como para hacer agregar osamentas al botín dirigido al rey 
de España.9 Cerca de Amecameca en 1566, durante las obras ligadas a la 
apertura del camino que debía unir a México con Veracruz, los trabaja
dores exhuman un molar de más de tres libras y es ofrecido al virrey 
Luis de Velasco.10 Diego Muñoz Camargo evoca numerosos hallazgos y 
ve una prueba suplementaria del sumergimiento de América bajo las 
aguas del Diluvio en la profundidad de sus valles encajonados y en el 
aspecto accidentado de su relieve montañoso.11 En 1586, de nuevo, José 
de Acosta señala la presencia de un diente gigantesco a cuatro leguas de 
México. Participan de esta recolección cristianos de España y recién con
vertidos: Juan de Torquemada recuerda de qué manera el erudito mes
tizo de Tlaxcala Diego Muñoz Camargo y el dominico Jerónimo de
7 ]. García Icazbalceta, Nueva coleción de documentos para la historia de México, México, 
Francisco Díaz de Léon, 1891, vol. 3, p. 231.
M Jacqueline Duvemay-Bolens, Les géants patagons.  Voyage aux origines de l'homme, 
Paris, Michalon, 1995, p. 81.
" Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, México, Porrúa, 
1983, pp. 135 y 386.
1,1 Códice Ríos, f° 4 v°.
11 Diego Muñoz Camargo, "Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala", en:
Relaciones geográficas del siglo xvi: Tlaxcala (vol. I), René Acuña éd., México, UNAM, 1984, 
pp. 114-115.
Zárate, sondearon juntos el campo alrededor de la ciudad para juntar 
esos valiosos vestigios.12
A kilómetros de allí identificaron asimismo una torre de Babel. An
tes de mediar el siglo xvi Motolinía reconoce en el teocalli de Cholula 
una nueva Babel. Es cierto que la identificación todavía poco explícita 
está por entonces más inspirada sin duda por la exégesis tipológica que 
por una lectura lineal de la historia cristiana.13 Algunas décadas más tar
de, sin embargo, los organizadores del Códice Ríos colocan en plena pá
gina un dibujo del templo de Cholula al final de una sección que imita 
las enseñanzas fundamentales del Génesis y de los Evangelios. El signi
ficado dado al edificio deja entonces de ser ambiguo: su presencia en el 
suelo de Nueva España establece un vínculo de continuidad entre la 
historia bíblica y la de los pueblos de América y la volvemos a encon
trar identificada como un segundo edificio bíblico aun bajo la pluma del 
sabio Humboldt.14
Esta comprobación cronológica entre dos historias permite enlazar
las puntualmente: no ofrece la posibilidad de releer toda la historia 
prehispánica a la luz de la enseñanza cristiana. La identificación de un 
relato que parece remitir al diluvio en el seno de las tradiciones prehis- 
pánicas nos autoriza a fechar el fin del sol de agua, pero no aclara para 
nada el significado de los otros ciclos indígenas. En resumen, los indi
cios de duración que dan los mitos entran a menudo en contradicción 
con la cronología bíblica.15 Para algunos, estas dificultades parecen in
superables. Es la razón por la cual Chimalpahin renuncia a confrontar
12 Juan de Torquemada, op. cit., vol. 1, p. 36.
13 Toribio de Motolinia, Historia de los Indios de la Nueva España, Madrid, Atlas, 1970, 
p. 229.
14 Código Ríos, f° 10 v° y Alexandre de Humboldt, Sites des cordillères et monuments des 
peuples indigènes de l'Amérique, Paris, Jean Michel Place, 1989, pp. 116-117.
15 En las cronologías cristianas, la creación del mundo suele ser situada en el año 5199 
antes de Cristo, conforme al Chronicon de Eusebio de Cesarea, y el diluvio occurre 2242 
años mas tarde. La fecha de la creación implícitamente incluida en el cómputo de la Le
yenda de los soles es de 955 antes de Cristo: Leyenda de los soles en Codex Chimalpopoca, Mé
xico, unam, 1975, pp. 119-128; La fecha es la de 1609 antes de Cristo en la Historia de los 
Mexicanos por sus pinturas. Véase Nueva Colección de documentos para la historia de México, 
vol. 3, J. García Icazbalceta ed., México, F. Díaz de León, 1891, pp. 31 y ss.
la enseñanza de sus ancestros y la de la Biblia. Al comparar diferentes 
fuentes sobre el origen de los Nonohualcas, uno de los primeros pue
blos conocidos de la cuenca de Amecameca, concluye que ese grupo 
había tenido que cambiar de idioma sin lugar a duda a lo largo de su 
migración. Espontáneamente establece la relación con el episodio de 
Babel, pero la descarta inmediatamente dado que "hace muchísimas 
unidades a cuatro cientos años que aparece descrito en el libro sagrado 
de los cristianos el cambio de las lenguas, y allí no aparece que el cam
bio de lenguas haya sido hecho varias veces sino a única vez".lh De he
cho, Chimalpahin sitúa la migración Nonohualca en el siglo xm de la era 
cristiana, mientras que la tradición bíblica sitúa el episodio de Babel ¡al 
principio del tercer milenio antes de Cristo! En última instancia, al bus
car puntos de referencia cronológicos, el historiador del país chalca pre
fiere sencillamente sumarse a las conclusiones de los cristianos de las 
que se impregnó al leer la Historia scholastica de Petrus Comestor (siglo 
xn). Así, bajo la pluma del donado franciscano resurge naturalmente la 
cultura medieval que ofreció un nuevo marco a la historia de los indí
genas.17 Al olvidar la antigua mitología o al negarse a prestarle algún 
valor cronológico, Chimalpahin prefiere ajustar la historia de las migra
ciones chalcas y chichimecas de México a la escala de los tiempos bíbli
cos. Consecuentemente considera la fecha de 5199 como la de la crea
ción del mundo, reconoce la del diluvio y acepta la de la torre de Babel. 
Adopta incluso la posición de Petrus Comestor cuando recuerda el 
momento de la creación de Adán; sin vacilación ni explicación alguna la 
sitúa en el mes de marzo, conforme a la tradición eclesiástica de la cual 
su maestro se había hecho eco.,K
u’ Chimalpahin, Séptima relación, en: Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Francisco de 
San Antón Múñón, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, México, Fondo de Cultu
ra Económica, 1965, p. 166.
17 Ibiá., p. 168; texto de Petrus Comestor en: Patrologiae cursus completus, París, J.-P. 
Migne, vol. 198, col. 1045-1722.
IS  En varias ocasiones, Chimalpahin integra la cronología bíblica a sus planteamien
tos, sin lograr nunca atenerse a ella sin errores, por el hecho de que esos cómputos, de
masiado largos, le parecen poco familiares. Véase Chimalpahin, Primera relación, BNP, 
ms. orientales: ms. mexicano núm. 74, f09v°; Chimalpahin, op. cit., pp. 61,63,125,127,169
Algunos años más tarde Ixtlilxóchitl no manifiesta la misma pru
dencia. Sin ligar precisamente las cinco edades de los mitos prehispáni- 
cos a tantos períodos bíblicos, presenta de ellos una forma claramente 
cristianizada. Su relato de la creación empieza por la evocación, nueva, 
de un Dios creador, "el dios universal de todas las cosas, creador de 
ellas y a cuya voluntad viven todas las criaturas, señor del cielo y de la 
tierra, etcétera", cuyo perfil remite casi directamente al incipit del Pater 
noster. En el otro extremo de la cronología de Ixtlilxóchitl, el quinto sol 
es un sol de fuego. La manipulación es tanto más notable que si los re
latos indígenas de los cinco soles vacilan en cuanto al orden de sucesión 
entre ellos, ninguno hasta ahora había colocado al sol de fuego en ese 
lugar.
El orden de las cuatro eras (soles) cumplidas 
según cuatro documentos del siglo xvi
(1) (2) (3) (4)
Hist, du Hist, de los Ley de los Anales de
Méchique Mexicanos soles Cuauhtitlán
Agua Tierra Tierra Agua
Fuego Viento Viento Tigre = Tierra
Tierra Fuego Fuego Fuego
Viento Agua Agua Viento
Referencias: véanse las notas 4 y 15. Los anales de Cuauhtitlán forman la primera 
parte del Codex Chimalpopoca.
(Segunda, Tercera, Cuarta y Séptima Relación) y Chimalpahin, Memorial breve acerca de la 
fundación de la ciudad de Culhuacán, México, unam, 1991, pp. 264-265. Evoca el momento 
de la creación de Adán en la Primera Relación, f114r°(traducción del texto náhuatl, en: de 
Jacqueline Durand Forest, Troisième relation de Chimalpahin, Paris, L'Harmattan, 1987, vol.
2, pp. 264-265 (anexo).
Entre estos dos límites de la historia terrestre la adecuación entre las 
tradiciones indígenas y la enseñanza bíblica resulta ser, ciertamente, 
menos perfecta. Ixtlilxóchitl enumera un sol de agua, período que se 
acaba con un diluvio; un sol de tierra que termina con un terremoto que 
se traga a unos gigantes; y un sol de viento que devasta los bosques y 
los edificios; el cuarto sol termina con un tiempo de guerras y de ham
brunas. Ixtlilxóchitl casi no evoca fechas con excepción de las que limi
tan el fin de la tercera y de la cuarta edad.
Así, el fin de la era del viento estuvo marcada por la llegada a Amé
rica de nuevas poblaciones, los olmecas y los xilancas que llegaron su
puestamente del Oriente en barcos, desembarcaron en un lugar nom
brado Potonchan y eliminaron a los últimos gigantes. Su más grande 
príncipe habría sido Quetzalcóatl quien, como la mayoría de las veces, 
evoca por su conducta y su enseñanza la figura de un apóstol. Para dar 
mayor credibilidad a esta identificación, Ixtlilxóchitl precisa que su rei
no se sitúa poco después de la Encarnación, hecho que concuerda con el 
relato del terremoto precedente. Según la tradición cristiana este fenó
meno debía marcar la muerte de Cristo sobre la cruz. Al término de la 
tercera edad la tempestad destruye una torre, la de Cholula "que era 
como otra segunda torre de Babel": la imagen de Babel viene a incor
porarse entonces a la de un rey y dos pueblos que evocan a la vez la des
cendencia de Noé (que navega en el mar), de Moisés (que trae la sabi
duría) y el paso de los apóstoles. Las imágenes bíblicas chocan entre sí 
para bosquejar el retrato de un antiguo fragmento de la cristiandad que 
se pierde con el fin de los tiempos evangélicos por haber despreciado al 
mensajero que supuestamente los habría castigado mandándoles malos 
vientos: Quetzalcóatl, considerado de la misma manera dios de los vien
tos. De un golpe esta segunda torre de Babel, a semejanza de la primera, 
sería igualmente un signo monstruoso del pecado de los hombres que 
la edifican aquí "casi con los mismos designos".19
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la nación chichimeca, Madrid, Historia 16, 
1985, pp. 49-52.
El encuentro de dos tradiciones
En realidad, Ixtlilxóchitl resulta ser uno de los mejores representantes 
de ese movimiento que deja tan escéptico a Torquemada. Sin embargo, 
la desconfianza del cronista franciscano no tiene nada que ver con la 
defensa de una supuesta ortodoxia europea y sería un error querer opo
nerla a los sincretismos indígenas. Efectivamente, el razonamiento de 
Ixtlilxóchitl es la perfecta réplica de las maneras de pensar procedentes 
de Europa, ya que al atribuir a sus ancestros la posibilidad de conocer 
el pasado bíblico más remoto, los cronistas indígenas no se apartan de 
la más fundada exégesis bíblica. Así Chimalpahin, al recordar que Ovi
dio tenía algún conocimiento del episodio que había tenido lugar en Ba
bel, no hace sino desarollar una demostración admitida por El Tostado.20 
Al explicar la existencia de gigantes antediluvianos mediante la unión 
de hombres y de mujeres con seres diabólicos, este último recuerda que 
Ovidio había identificado a esos demonios íncubos bajo el nombre de 
faunos de acuerdo a una tradición que remonta a los análisis de san 
Agustín.21
De manera más sistemática, la historiografía del Viejo Mundo no se 
había rehusado a integrar las historias profanas de Europa a la historia 
bíblica. En el siglo xm la General Estoriaf esa vasta crónica universal em
prendida en el reinado de Alfonso x, inconclusa y parcialmente perdida, 
es un buen ejemplo de esto. El relato se presenta como una larga reela
boración del Pentateuco antes de integrarle, luego de extraer de las me
jores fuentes de la historiografía clásica, la historia de los pueblos de la 
Antigüedad. Según el proyecto inicial el fresco debía proseguir la evo
cación hasta el reinado mismo de Alfonso x.22 El procedimiento que ates
tigua la historia oficial del reino de Castilla se vuelve a encontrar a me
nudo, a otra escala, en las crónicas locales destinadas a exaltar los pa
20 Chimalpahin, op. cit., p. 168.
21 Alonso de Tostado Ribera, Opera omnia, vol. 1 (In Genesim), Venecia, J.B. y J.B. Sessa, 
1596, f° 35 r° y 55 r° así como san Agustín, La Cité de Dieu (Livre XV-23), vol. 2, París, 
Seuil, 1994, pp. 236-237.
22 Véase Alfonso el Sabio, General Estoria, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 
1930,3 vol.
Description:neficiarse de un conocimiento más amplio de la historia cristiana. Se dice que Adán .. 2K Flavius Josèphe, Les antiquités juives,vol. 1, Paris  valentía de su propuesta: en sus grandes líneas acepta la de Ixtlilxóchitl de más de .. ñanza de los misterios de la Encarnación y de la Santísi