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Para que todas las almas puedan salir de su «alma-rio».
¡Ah!, y para la hermosa alma de Juan y sus besos «animados».
Fdo.: con trocitos de alma, desde la mía.
Almas de blues, de cartón, mediocres, oscuras, retorcidas, solidarias, frágiles, fuertes,
viajeras, egocéntricas, solas, luminosas, avejentadas, enfermizas, grandes, saludables,
sutiles, espirituales, materialistas, aniñadas, traviesas, divertidas, mustias, temerosas,
poéticas, sensibles, en pena, duras, acomplejadas, nostálgicas, frenéticas, escépticas, ocultas,
primitivas, evolucionadas, maquiavélicas, curativas, emotivas, reprimidas, mágicas,
simples, con burbujas, frías, cálidas, con cuchillos, tolerantes, simpáticas, anquilosadas,
curiosas, recónditas, represoras, sibilinas, escondidas o a flor de piel...
¡Ánimo, ánimas!
¡Triste época la nuestra!
Es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio.
(ALBERT EINSTEIN)
No encontrarás los confines del alma, ni aun recorriendo todos los caminos.
Tal es su profundidad.
(HERÁCLITO)
Capítulo
1
Un viaje hacia la fusta
Si hace menos de un mes, alguien me hubiera dicho que hoy iba a estar en un
tren camino de Oviedo, para ponerme en manos de un desconocido que encontré
en la sala de Amos y sumisas de uno de los cientos de chats que pululan por la red,
habría pensado que estaba drogado, que me estaba poniendo a prueba, que tenía
mucha imaginación o que su aburrida vida erótica le hacía inventar cosas tan
rocambolescas como ávidas de buscar, desesperadamente, la chispa que perdió su
cama tiempo atrás...
Pero lo cierto es que aquí estoy, sin querer o sin poder escapar de mi aventura,
mi perdición, mi secreto, mi curiosidad, mi gloria, mi lujuria o todo a la vez y,
sobre todo, sin poder escapar del juego y la seducción de ese desconocido de
Oviedo que se hace llamar AMOSAPIENS. Y conste que no digo Amosapiens,
AmoSapiens, o ni siquiera AMO-Sapiens, sino AMOSAPIENS, ¡con mayúsculas!
¡Muchas mayúsculas! ¡Todo en mayúsculas! Mayúsculas —según dice— de AMO,
mayúsculas de Dominante, y mayúsculas de Dueño y Señor de las riendas en
materia erótica.
Es inevitable, pero todo lo que hago últimamente, incluyendo sobre todo este
viaje, lo vivo con la extraña sensación de que mi aventura con AMOSAPIENS va a
borrar de un plumazo el camino de vuelta. ¿Estará contribuyendo el avance del
tren a esta sensación de vértigo? Sí, ya sé que es lógico que un tren avance, y por
muy enajenada que haya estado y siga estando, ¡hasta aquí llego! Entre otras cosas,
es normal que el tren avance, primero porque la razón de ser de cualquier tren es,
precisamente, avanzar, y segundo, porque de lo contrario se caerían en un abrir y
cerrar de raíles, Renfe, el Ministerio de Fomento y muchas instituciones y
organismos que, si soy sincera, ahora me importan nada y menos, y menos que
nada.
Quiero decir que cada metro que recorre este gusano de hierro es un metro que
me acerca a un AMO, experto en lo que para él es el arte del BDSM o, en palabras y
expresiones de andar por casa, dominantes y dominados, sádicos y masoquistas,
látigos, cuerdas, esposas, fustas y otros juguetitos con los que, dicho sea de paso,
no sólo no he jugado en mi vida sino que, para más ironía, no los he visto ni de
lejos salvo en algún especial de ese programa de televisión que presentaba una
tal..., ¿cómo se llamaba?, ¿seré idiota? ¡Pero si lo tengo en la punta de la lengua...!
¿Era...? ¿Cómo era? ¡Ni idea! En fin. ¡Vaya memoria la mía!
Soy incapaz de analizar la razón, pero hoy, último viernes de marzo, me he
atrevido a llegar hasta este Talgo que, según insinúa el billete, se propone llegar a
Oviedo entre la una y media y las dos de la tarde. ¿Será posible? Por mi cabeza
acaba de cruzar la idea de que hasta el tren es sádico, ¿o no es sádico elegir las
inhumanas e intempestivas ocho de la mañana, para salir de la estación de
Chamartín? ¿No es sádico el madrugón, el estrés por la ropa, la maleta, los atascos
y esa zozobra nocturna que apenas me ha dejado dormir? En fin, una mala noche
la tiene cualquiera, pero a este paso voy a empezar a preocuparme por el tema
sueño porque, entre chateos con Amos y sumisas, sádicos, masoquistas y
conversaciones con AMOSAPIENS, hace más de un mes que apenas descanso.
No sé nada. Bueno, sería más correcto decir casi nada porque al menos sé que
esta brillante frase es de Sócrates. Y no, no es que quiera copiar al maestro, es,
sencillamente, que no puedo saber quién es esta mujer que debe poner sus
posaderas en el vagón 25, asiento 74 con ventana, del Talgo Madrid-Oviedo, al
tiempo que en una especie de arrebato literario sonríe pensando que, aunque de
lejos y sólo en el sentido más abstracto del término, se parece algo a la protagonista
de Las edades de Lulú.
Posaderas... ¿Seré necia? ¿Cómo es posible que mis neuronas decidan aterrizar
en las posaderas precisamente ahora? ¿Cómo no recordar que en este mes, además
de otros regalitos eróticos relacionados con mi trasero, me han dado cientos y
cientos de golpes, latigazos y fustazos virtuales en esa parte de mi anatomía?
¡Bufff! Lo cierto es que me pongo mal con la idea de los azotes, la fusta y las
habituales nalgadas cibernéticas; sobre todo si recuerdo cómo AMOSAPIENS me
habló del BDSM o esas siglas que no conocía y que, solícito, pronto se empeñó en
traducir: B, de Bondage o ataduras. D, de Disciplina o Dominación. S, de Sadismo.
M, de Masoquismo. ¡BDSM! ARTE del BDSM, lo llamaba él. No práctica del BDSM.
No afición por el BDSM. No técnica del BDSM. Ni siquiera arte del BDSM, sino
filosofía de vida y ARTE, ¡con las mismas mayúsculas que su condición de AMO!
Ahora sé que, consciente o inconscientemente, la aparición de AMOSAPIENS
marcó un antes y un después en mis curioseos cibernéticos. Me refiero a una
especie de barrera en el tiempo que observo en pequeños detalles como, por
ejemplo, el hecho de haber cambiado de nick cientos de veces, pero convertirme en
Marta, y no dejar de ser Marta, justo desde que me encontré con ÉL...
Recuerdo que, al poco de dar con AMOSAPIENS en la red, me comentó que en
el mundo BDSM, los símbolos, la estética y, sobre todo, los detalles eran muy
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importantes. Me fascinó. Reconozco que me fascinó ese universo nuevo, prohibido
para tantos, oscuro para otros, y repleto de símbolos que se abría ante mí. Claro
que también fue inevitable sentir ese vértigo cuando me percataba de que, además
de ilustrarme, quería ponerme a prueba, captarme como si su filosofía de vida
fuese una especie de secta, e intentar arrastrarme, poco a poco, al deseo de
practicar su ARTE. ¿Será ésta la razón por la que nuestras luchas erótico-virtuales
no nos han dado ni una pequeña tregua? ¿Por eso nuestras batallas cibernéticas
han sido siempre tan excitantes y divertidas? Tanto los mensajes privados que
brotaban desde la sala de Amos y sumisas, como después el Messenger y su curiosa
manera de estructurar y mostrar los diálogos, fueron fieles testigos de ello:
Marta: Bueno, reconozco que me parece muy atractiva la cuestión estética. En ésta
y en otras cosas.
AMOSAPIENS: Bien, vas por buen camino.
Marta: ¡No seas iluso! ¿De verdad crees que has ganado un tanto en esta lucha
sin cuartel?
AMOSAPIENS: Por supuesto: el AMO siempre gana.
Marta: Te equivocas. La estética me ha parecido importante siempre y no sólo
ahora. Por ejemplo: un regalo cualquiera no hace la misma ilusión si el papel que lo
envuelve es de una manera u otra.
AMOSAPIENS: ¡Estupendo! ¿Ves como serás una detallista e irresistible sumisa?
Marta: ¡Y una mierda! Antes que sumisa, creo que sería una fantástica
AMA-zona o AMA-pola o AMA-rilla... ¡Con lo mona que me veo yo con un corsé
negro de cuero, el tanga a juego, las medias de rejilla y los tacones de aguja!
AMOSAPIENS: ¡Hummm! Esa indumentaria es perfecta para una sumisa que se
pone a cuatro patas o de rodillas frente a la polla de su AMO...
Marta: Se te olvida un detalle: cuando hice la comunión llevaba un librito y,
desde entonces, estoy acostumbrada a tener siempre algo entre las manos. Por eso
no dejo de fumar, así que si tengo que ser Barbie BDSM, al modelito del corsé y el
tanga, deberías añadirle una fusta, un latiguito o cualquier otro juguetito de los
tuyos...
AMOSAPIENS: ¡Jajajajajajajaja! Crees que fumas para tener algo entre las manos,
pero lo haces para tener algo en la boca. No te preocupes: yo te ayudaré a calmar la
ansiedad, y te daré algo sabroso para que calmes tu vacío bucal...
El juego de palabras sobre AMA-zonas, AMA-polas o AMA-rillas siempre ha sido,
además de provocador, totalmente incompatible con su condición erótica de AMO,
pero Sapiens, paciente y dicharachero desde el origen de esas charlas que más que
diálogos parecían estratagemas eróticas, nunca bajó la guardia ni de su chulería, ni
de su afán por enseñarme el mundo del BDSM:
AMOSAPIENS: ¿AMA-zona? Bueno, si te portas bien te dejaré que cabalgues un
poquito, pero sólo si te portas bien.
Marta: De sobra sabes que eso es imposible. Si yo fuera AMA-zona y tú un
AMO, lo nuestro sería como lo de todas las parejas: una vulgar lucha por el
mando.
AMOSAPIENS: Jajajajajajaja... ¡Pero qué graciosa es esta sumisa mía!
Marta: No soy de nadie, ¿eh, chulo?, de nadie...
AMOSAPIENS: No te preocupes, eso tiene arreglo: Pronto serás MÍA.
Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no hace mucho me habría
escandalizado todo esto, ¡y hasta creo que me habría causado repugnancia la
situación! Pero hoy no. No entiendo la razón, pero hoy no... ¿Será éste mi equipaje?
¿Será éste el verdadero camino que debo recorrer con la excusa de un viaje de tren?
Intuyo que una buena parte de mí ha decidido acudir a esta cita para averiguar
aspectos desconocidos de mí misma, a costa de buscar cosas tanto de
AMOSAPIENS como de esta nueva realidad que, con una insolencia insultante, ha
abierto un cajón prohibido de mi, hasta ahora, cómoda vida. En fin, ¡sólo espero que
no quiera hacerme salir de algún armario que no conozco ni yo!
No sé si receptiva o desesperada por poner en su sitio a ese gusanillo extraño
que lleva días alterado dentro de mí, al mismo tiempo que atravieso vagones en
busca de mi asiento, también busco señales hasta debajo de las piedras: anécdotas,
hechos, recuerdos o situaciones que me ayuden a entender todo esto o, mejor
dicho, a entenderme.
Parecerá una tontería, pero la revista Paisajes, que nada más subir al tren he
cogido de ese montón que, medio descuidado, se encontraba apilado en un rincón
de la barra de la cafetería, en vez de ayudarme al relax, ha contribuido a que me
altere más. Conste que no lo digo por las maravillosas fotos que he tenido
oportunidad de ver en esas ojeadas compulsivas que han durado décimas de
segundo, o por esos reportajes sobre lugares hermosos que, como es natural, no he
podido leer por una evidente falta de concentración y de tiempo, entre otras cosas
porque hace escasos minutos que estoy aquí, pegada a un asiento que podría hacer
el favor de parar mi loca cabeza y adormecerme con su nana de cha-ca-cha-ca-cha,
hasta llegar a donde no sé si debo, o no debo, llegar.
No, aún no he tenido tiempo de leer, porque esas rutinarias tareas que llevamos
a cabo todos los viajeros con más o menos gracia me han mantenido muy ocupada:
recorrer el tren en busca de mi vagón, atravesar la cafetería y, de paso, coger o
robar la revista Paisajes, caminar entre las tripas del tren intentando localizar mi
asiento, hacer el esfuerzo de elevar la maleta en el portaequipajes sin aniquilar la
cabeza de nadie, quitarme el abrigo, sentarme, descorrer la cortina azul añil
salpicada de minúsculos logotipos de Renfe estampados en amarillo ocre, ver con
mirada absorta, si es que esto existe, cómo el tren va cogiendo poco a poco
velocidad a medida que atraviesa y se va alejando de las horribles afueras de
Madrid, y cómo mi mente navega entre somnolientos y variopintos pensamientos
que parecen ir moviéndose y mutando al compás del movimiento del tren.
Lo mejor, sin duda, ha sido comprobar que, de momento al menos, nadie me va
a impedir dormir, pensar, moverme, levantarme, leer o poner el codo y estirar las
piernas como me venga en gana porque, ¡y pienso cruzar los dedos!, no tengo
ningún compañero en el asiento de la derecha. Es más: creo que seré mala a
propósito y crearé una especie de extorsión visual gracias al bolso, el abrigo y
varias revistas que pienso esparcir en el sillón vacío, para frenar a cualquier plasta
que haga ademán de sentarse en él. Total, quedan un montón de sitios libres...
Lo que de verdad me ha causado tensión pese a haber estado tan ocupada, ha
sido ese horóscopo que, plantado en la última página, sí he leído. No distingo si lo
he hecho por distracción, por la brevedad casi tipo telegrama del texto con la que
está redactado cada signo del zodiaco, o con ánimo de encontrar esas señales que
ando buscando; claro que también es posible que simplemente lo haya hecho
porque, aunque muchas veces tengamos la desfachatez de negarlo hasta delante de
la máquina de la verdad, a las mujeres nos suelen gustar estos cotilleos astrológicos
que, irónicamente, rara vez son lógicos.
Enseguida me ha hecho gracia que cada uno de los doce signos estuviese
redactado con alusiones al mundo del ferrocarril, aunque también me han
empachado esas reincidencias chirriantes, surgidas de la utilización abusiva de
sustantivos como maleta, vía, billete, revisor, viaje, estación o equipaje. A ver, a
ver... ¿Por dónde anda el mío? Aquí está: ¡Virgo! ¿Virgo? ¿Cómo que Virgo?
¡Socorro! Como por arte de magia me asalta la risa nerviosa, esa risilla que explota
en momentos de descontrol y en situaciones inoportunas, tipo tanatorio, por
ejemplo... ¿Pero cómo se me ocurre emprender esta aventura sexual siendo Virgo?,
me digo intentando parar un carrusel de no sé qué.
Pronto me tranquilizo pensando que, pese a no ser una experta en las cosillas de
un erotismo normal, e incluso a pesar de no tener ni idea de eso que llaman
relaciones sadomaso, de virgo, lo que se dice virgo, por suerte sólo me queda el
horóscopo... ¡Y menos mal!, porque con treinta y dos años sería algo más que
preocupante si ciertas cosas siguieran siendo virgo, aunque ahora que no me oye
nadie podría decir, respecto a alguna de esas cosas, que hace años me dolió tanto
cuando intenté hacer uso de ellas, que opté por no volverlas a usar. O sea: casi
virgo por culpa de este rollo, ¿cómo llamarlo?... ¿neuro-anal, quizás? Sí, neuro-anal
me parece una buena y hasta tragicómica expresión...
Cuando logro dejar atrás esas bromas baratas que no engañan a nadie porque
sólo son el camuflaje de una desbordante inquietud interior, decido leer por fin mi
horóscopo: VIRGO: No dejes pasar de largo ningún tren. Hoy corres el riesgo de perder el
rumbo si das marcha atrás.
¿Perder el rumbo? ¿Pero no lo tengo perdido de antemano con esta aventura
que pretendo vivir? ¿Marcha atrás?... ¿Marcha atrás? ¡Prefiero no pensar! ¡Prefiero
no pensar! ¡Prefiero no pensar! Inevitable. Tren... Tren... Tren... ¡Bufff! ¿Tren?
¿Último o primer tren? ¿Tren que pasa? ¿Tren que no vuelve? ¿Tren que se pierde?
¿Tren que se coge? ¿Tren que se escapa? ¿Tren que no se debe dejar escapar?
¡Socorro otra vez!... De repente, además de un sudor frío me han entrado unas
ganas tremendas de mandar a la mierda las recomendaciones del horóscopo y
bajarme del tren, pero el muy canalla ya le ha cogido el ritmillo a la ruta. No sé por
qué, pero este maldito armatoste me parece un caballo percherón que tarda en
aunar fuerzas y empezar a trotar, aunque cuando se calienta, ¡zas!, se pone a
galopar como el que más. ¡Bufff! No es por nada, pero parece que el caballo de
hierro ya ha pasado del trote al galope y ahora va a toda velocidad.
¡Próxima parada!, por favor, la próxima parada... ¿Cómo era eso de...? ¡Sí! Yo me
bajo en la próxima, ¿y usted? ¡Estás a tiempo! ¡Bájate, bájate en la próxima!, me grita
esa voz insolente desde no sé dónde. Esa voz que se hace más y más potente
cuando recuerdo que el AMO desconocido que me espera en Oviedo, entre las
primeras conversaciones y el posterior envío de fotos, ya conoce mi cara y mi
cuerpo con pelos y señales.
¿Pelos y señales? ¡Joder! ¿Qué le pasa a mi cabeza que a todo le ve relación con...
con...? Luego les decimos a los hombres: Que si vosotros no pensáis en otra cosa, que si
tenéis dos cabezas pero las neuronas están en la de abajo, que si siempre estáis con lo
único... Pero ¿y yo? ¿Quién soy yo, además de una cínica, si se me ocurre negar
que, últimamente, y pese a no ser bicéfala, me está pasando algo parecido? ¿En qué
no dejo de pensar yo?
¡Pelos y señales! ¡Pelos y señales! ¡Pelos y señales! Ya está otra vez esta
endemoniada cabeza... ¡Menos mal que al final de la retahíla me da por pensar que
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