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I
LEWIS HENRY MORGAN
El 2i de noviembre de 18 r 8 vino a este mundo Lewis Henry
Morgan. Nació en una casa de campo desde la que se veía el lago
Cayuga, situado entre Siracusa y Rochester, cerca y al sur de Aurora,
Estado de Nueva York. La familia Morgan cambió poco después
las orillas del lago por la ciudad de Aurora; los padres decidieron
educar al niño en la Cayuga A-Cadtmy. Más tarde estudió en el Union
College donde se graduó en r84o. De nuevo en Aurora, pasa el tiempo
dedicado al estudio de leyes, pues quiere dedicarse a la abogacía.
No obstante, la jurisprudencia no ocupa todo su tiempo ni atención
mental: un buen número de horas es absorbido por el estudio de la
antigüedad griega y romana en sus períodos clásicos. Al mismo
tiempo se inscribe en el The Gordian Knot, club de carácter literario
y social para jóvenes con inclinadón intelectual. Sus primeros con
tactos —e interés— por los indios americanos tienen lugar en estos
años. En 1844 se domicilia en Rochester (Nueva York) para tener
mayor oportunidad de practicar su profesión.
En 1851 Morgan publica su primera obra importante—The League
of the Ho-de-no-sau-nee, or Iroquois— y contrae matrimonio con su
prima Mary Elizabeth Steele. La nueva pareja se afinca en Rochester
y ocupa una casa de la South Fitzhugh Street. Durante siete años
se dedica exclusivamente al ejercicio de la abogacía y al incremento
de sus negocios. Por su profesión, cualidades y finanzas llega a ser
abogado y director de la Bay de Noquet and Marquette Railroad
Company; este cargo le lleva numerosas veces, en viajes de negocios,
a la parte alta de la península de Michigan. Aquí y en forma de minas,
LEWIS H. MORG-VJ*
ferrocarril y hornos de hierro dene invertido su capital. Mientras
tanto la familia Morgan aumenta: en 1855 nace un varón, Lemuel;
en 18557 i860 llegan dos hijas, Mary y Helen. Pero ni la vida familiar
ni de negocios le hacen olvidar su hobby antropológico; al contrario,
sus viajes a Michigan le ponen en numerosos, aunque esporádicos,
contactos con indios. Una vez coincide en el tren con una delega
ción de sioux; Morgan busca rápidamente un intérprete e intenta
obtener el sistema de parentesco de los mismos. Pero los siour
«parecían no tener mucha gana de dar información», comenta el
invesdgador resignado.
Durante todo este dempo su fortuna adquiere un volumen con
siderable. Deja la abogacía, se désendendc cada vez más de los
negocios y a pardr de finales de 1858 se consagra a la investigación
antropológica. Durante los meses de mayo y junio de 1859 caliza
su primer trabajo de campo, con varia fortuna, entre los kaws,
pottasvatamies, ottawas, sacs y foxes, peorías, shawnees, delatares,
iowas, etc., que ocupaban parte de Kansas y Nebraska. En mayo
y junio de i860 repite el viaje a los mismos Estados y con el mismo
propósito. Comprueba los datos obtenidos en el verano anterior y
recoge otros sobre los miarais, chippewas, omahas, piankesha-ws,
kaskaskias, etc. Sale de nuevo en julio y agosto de 1861, pero esta
ve2 modifica su campo de operaciones. Su meta es Pembina, el
Fort Garry y el Red River norteño (Minnesota). Esta expedición le
proporciona, entre otras cosas, los sistemas de parentesco de los
cree, assíniboines y blackfoot. De mayo a julio de 1862 se desplaza
hacia las montañas Rocky junto ai Missouri (Dakota y Montana).
Trabaja entre los punkas, minnetares, arickarees, mandas y otros
indios de las praderas. En la entrada de su diario correspondiente
al primero de julio nos da una nota de su persona: pesa 159 libras
y media; este peso, comenta, es algo inferior al normal en la época
de verano que alcanza 165 libras (75 kilos). Al volver a casa queda,
según escribe él mismo, «petrificado»: sus dos hijas habían muerto
de escarlatina durante su ausencia.
En una tarde de julio de 1854, Morgan y un grupo de amigos se
reúnen en su casa y fundan The Tundít Club. No hay duda ninguna
de que el cerebro del mismo hasta 1880 fue Morgan. Ante este
público presentó con frecuencia —dio treinta y dos conferencias— las
primicias de sus descubrimientos antropológicos; después pasaban
a publicaciones de carácter intelectual. Entre las actividades dentífico-
literarias del dub y el meticuloso y ponderado examen del material
recogido en sus expedidones pasaron varios años. Hada finales de
LA SOCIEDAD PRIMITIVA 11
1864 tabú terminado ya el manuscrito del libro que le hace figurar
necesariamente en los manuales de Antropología: Systems of Con
sanguinity and Affinity of the Human Family. Pensó entregarlo a la
Smithsonian para su publicación el primero de enero de rSój. Pero
no lo hizo. El 24 del mismo mes parte del edificio fue pasto del fuego.
It was a marvellous escape, comenta Morgan literalmente, «pues serú
prácticamente imposible el rehacerlo».
A principios de 1870 Morgan terminó la corrección de pruebas de
Systems, y en julio del mismo año se embarca con esposa c hijo en
Nueva York con destino a Europa. Visitan detenidamente Ingla
terra, Bélgica, Alemania, Suiza, Italia, Austria y por Praga y Berlín
regresan a Londres. De aquí van a París y desde Liverpool salen
para Nueva York donde desembarcan en agosto de 1871, exactamente
en el veinte aniversario de su boda, según hace notar Morgan en su
diario. Después de unos dús en Albany regresan a su casa de Ro
chester. Allí su mente hierve con nuevas ideas, en embrión ya hacía
cierto tiempo, y que el viaje a Europa aviva. Vierte sus pensamientos
en folios, el último de los cuales es terminado en 1875. El título de
la nueva obra, la que le tace mundialmente conocido, es: Aticient
Society, or Researches in the Fines of Human Progress from Savagery through
Barbarism to Civilisation; se publicó en 1877.
Contando ya sesenta años —1878— y no rezumando salud, se
dirige hada el Suroeste montado en un carromato, acompañado por
dos hijos de un sobrino y un par de estudiantes del Columbú College.
Alcanzan la parte suroeste de Colorado, que exploran arqueológica
mente. Siguen en su viaje hada el Sur, penetran en Nuevo Méjico
y Morgan estudia escrupulosamente las ruinas de Aztec y Taos.
Este fue su último trabajo de campo, pero no su último esfuerzo
den tífico. En Rochester sigue sentado a su mesa llenando cuartillas
hasta prácticamente el dú de su muerte, que ocurrió el 17 de didem-
bre de 1881. Fue enterrado en el cementerio Mount Hope de Ro
chester, en el sepulcro que él mandó construir en 1865, poco después
de la muerte de sus dos hijas. Legó dinero, biblioteca y manuscritos
a la Universidad de Rochester con la intendón de que se creara un
Colegio para ú educación de mujeres. En Rochester vive un reso
brino que guarda fotografías y otros objetos de Morgan. Su casa
fue demolida en 1954.
1818 y 1881 son, pues, ios límites temporales que enmarcan la
vida y actividades de una de las figuras más prominentes en la his
toria de la Antropologú. La lectura de su vida y obras da una pronta
impresión de que Morgan era un observador perspicaz, tenaz en
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LEWIS H. MORCAN
alto grado, dotado de poderosa mente analítica y comparativa, sin-
tetizador a la vez, imaginativo y con frecuentes ilapsos científicos
en los períodos de creación máxima. Pero ¿es esta primera imagen
morganiana objetiva? ¿Cómo era Morgan realmente? ¿Por qué con
sagra su vida a una oscura disciplina, una de cuyas ramas ¿1 crea de
la nada? Valiéndome de sus diarios voy a intentar dar una respuesta
con enfoque personal. Comienzo glosando lo que en su diario escri
bió el 19 de octubre de 1859.
En 1842 el abogado Morgan contaba veinticuatro años. Joven y
con su carrera poco ha terminada, se encuentra en su casa de Aurora
deseando iniciarse en su profesión. Pero la depresión económica
general no le ofrece facilidades. Quiere aprovechar el tiempo libre
y decide asociarse ai club literario llamado The Gordian Knot (el nudo
gordiano), una extensión de la Cayuga Academy. Un día Morgan
y compañeros deciden romper el nudo gordiano y reorganizar' el
dub de una forma más original, con raíces en el pasado. La sociedad
india cayuga les sirve de modelo. Efectivamente, los cayugas habían
ocupado antiguamente el territorio alrededor de Aurora. Morgan y
otros socios se enamoran de su creadón y con entusiasmo de juventud
logran alistar en su sodedad a cuatrodentos jóvenes. Con este número
de asodados es factible reproducir la antigua segmentadón de los
indios: los jóvenes de Utica eran los onddas, los de Siracusa los onon-
dagas, los de Aurora, Auburn, Ithaca y Otvego los cayugas y los de
Waterloo, Canandaigua, Rochester y Lima eran los sénecas. El con
junto formó una fraternidad bajo el nombre de «La Orden de los
Iroqueses».
Entre los fines de la Orden sobresalían los caritativos y literarios;
de aquí a la protecdón de los iroqueses que todavía quedaban en el
Estado no había más que un paso que muy pronto dieron. Otra
circunstancia espoleó notablemente la acdón de la Orden: desde
1838 los sénecas y conawandas habían sido perseguidos y maltra
tados por la Ogden Land Company, que los despojaba de las tierras
que todavía les quedaban. Morgan, acompañado de otros, visitó
con ffecuenda a los onondagas y tonawandas, asistió a las reuniones
que tenían en Buffalo y comenzó a conocer de primera mano sus
condidones de vida y necesidades. Más importante aún, Morgan
comenzó a estudiar «con ardor» la estructura 7 prindpios de aquella
antigua Liga o Confederadón que por tantos años había mantenido
unidos a los indios. Bien conodda podría serdr de modelo de la
Orden; ésta reproduciría fielmente a aquélla. En su afán de copiar
incluso detalles, cada miembro de la Orden adoptó un nombre
LA SOCIEDAD PRIMITIVA 13
indio. El de Morgan era Skenandoah, tomado de un antiguo jefe
iroqués. Y no sólo esto; la variedad de material recogido le propor
cionó un excelente conocimiento de la cultura material y espiritual
de los iroqueses. En 1S47 publicó letters of the Iroquois by Skenandoah,
Addressed to Albert Gallatin, President of the New York Historical
Society. ¡Más tarde reorganizó el material, desarrolló algunos puntos
y publicó todo bajo el título luí liga de los Ho-de-no-sou-nee o Iraqueses
(1851). Tal fue el origen y proceso de este excelente libro.
Los dos últimos parágrafos merecen unas lineas de exégesis.
El joven Morgan se encuentra con abundancia de tiempo libre, sin
necesidad inmediata de trabajar y bajo los efectos generales de una
depresión económica. Todo esto es fortuito, casual; ni es de su hechura
ni está bajo su control. Decide —nota temperamental— aprovechar
el tiempo asociándose a un club literario (que otros han fundado)
según conviene a su condición (razón social). En unión con otros
miembros del club decide revestir a la sociedad de un carácter tra
dicional, revivir el pasado, entroncarse con los que precedieron en
aquellas tierras. Pienso que Morgan fue uno de los principales pro
motores de la idea —al menos fue el que con mayor fervor la recibió
y potenció—; en los dos casos puede detectarse un elemento per
sonal. Pero idea y/o reacción nada especiales; más bien son comuoes
a cualquier pequeña capital de provinia española en el ceio por glo
rificar su pasado. Se da la casualidad al mismo tiempo de que una
compañía trafica en terrenos, explota y maltrata a unos pobres indios.
Morgan había estudiado leyes; su hábiro mental e inclinación pro
fesional tuvieron que ponerse en movimiento ante la injusticia.
Tenía que enterarse en detalle; hace varios viajes, convive con ellos,
le extraña aquella gente y le fascina. Pero por el momento prevalece
la parte de abogado que hay en Morgan, pues escribe: «no sólo ha
sido violado por esta compañía todo principio de honradez, todo
dictado de humanidad y todo precepto cristiano en sus artificios para
despojar a los sénecas; más aún, los más negros fraudes, los más
bajos sobornos y las más execrables intrigas que la más desalmada
avaricia pudo sugerir, han sido perpetrados a plena luz en contra de
este indefenso pueblo». Consecuente con su manera de pensar y con
su profesión va a Washington para defender el caso de los indios
ante el mismo Congreso. La tribu séneca adopta a Morgan adscri
biéndolo al clan Hawk y otorgándole el nombre de Tayadaowuhkuh,
que significa algo así como puente que enlaza una brecha o separa
ción. Así queda ligado a los indios; no podía ya abandonarlos. Cir
cunstancias fortuitas, accidentes fuera de su control, profesión, entrón-
LEWIS H. MORGAN
que con el pasado, cortesía, avidez de conocimiento, curiosidad y
otras notas temperamentales se combinan en forma calidoscópica
para antropologizar a Morgan.
Morgan intuye su propensión, siente una llamada interna que le
incita a dedicarse al estudio de los indios. Pero por otra parte, ¿qué
profesión era esa? ¿A qué conducía? Las conferencias que sobre los
iroqueses pronunciaba en el club dejaban al auditorio perplejo y frío.
Su amigo el Dr. Dewey dice que «no podía ver nada en todo aquello
a no ser la total vileza y perversidad del pensamiento indio». Además,
tenía una familia y negocios que reclamaban gran parte de su aten
ción y tiempo. Por otra parte, precisamente él se había ya distinguido
entre sus compañeros en el estudio y defensa de los indios. La deci
sión más prudente era romper con todo aquello, «to free myself of
the subject», dice textualmente, dando una prueba más de su interés
por los indios repasando el material acumulado y ofreciéndolo en
forma de libro. Con la publicación de La Liga de los Iroqueses se desen
tiende de estos problemas y se dedica a su profesión y negocios por
varios años.
Pero su actividad intelectual no duerme. En 1856 se desplaza a
Albany —lugar de nacimiento de su esposa— para asistir a la reunión
de la Association for the Advancement of Science. Morgan es elegido
miembro de la Asociación. En esta ocasión escribe: «mi interés por
la Etnología resucita de tal manera que decidí reanudar el estudio
tan pronto como el estado de mis negocios lo permitiera». Además,
las páginas 85-87 de La Liga seguían excitando su curiosidad cien
tífica. El sistema de relaciones y consanguinidad iroqués era un
enigma. ¿Qué significaba todo aquello? Examinó cuidadosamente sus
notas a intervalos durante un año y en 1857 presentó en Montreal
ante la Asociación una ponencia titulada «Leyes de descendencia de
los iroqueses». Morgan seguía creyendo que el sistema era algo
peculiar y exclusivo de los iroquees. Un viaje de negocios en el
verano de 1858 le llevó a Marquette; allí aprovechó para recoger el
sistema de consanguinidad de los Ojibwas. Su sorpresa fue extraor
dinaria, y transcendental en su vida; el sistema era sustancialmente
idéntico al de los iroqueses. ¿Cómo era posible encontrar lo mismo
en dos pueblos con lengua diferente? ¿No se trataría de una institución
primaria? ¿No apuntará a un origen común ?A su regreso y hojeando
libros encuentra rasgos similares entre los dakotas y creeks.
Se decide a comprobar la hipótesis, deja definitivamente su vida
de negocios y comienza la elaboración de un cuestionario para con
seguir más sistemas de consanguinidad; lo imprime en enero de 1859
LA SOCIEDAD PRIMITÍVA 15
y lo despacha requiriendo a misioneros y agentes de los indios que lo
cumplimenten. Él cuestionario llega también a las islas de Micro
nesia, al japón y a la India. La primera respuesta que le llegó des
arrollaba el sistema de los dakotas de Minnesota. ¡Éra casi idéntico
al iroqués! «Simplemente no puedo describir el placer que me dio»,
escribe Morgan.
Su amigo el Rvdo. J. H. Mcllvaine nos describe este período de
la vida de Morgan: «vivía y trabajaba en un estado de gran excita
ción mental... a veces era tan fuerte la impresión al recibir respuestas
que lo abrumaban excesivamente. Recuerdo que en una ocasión
vino a mi estudio diciendo: lo encontraré, lo [el mismo sistema]
encontraré entre los tamil y tribus dravídicas del Sur de Asia. Yo no
lo creía y le dije: amigo, usted tiene ya bastante con el análisis del
material de las tribus americanas, deje tranquilo al viejo mundo.
Contestó: no puedo, no puedo; tengo que seguir adelante porque
estoy seguro que lo encontraré allí. Unos meses más tarde volvió,
su cara encendida de excitación, con la respuesta tamil en sus manos,
siendo tal como él lo había augurado, y arrojándola sobre mi mesa
exclamó: ¡ahí estál ¿No se lo dije yo? Yo me quedé maravillado y
confundido y todavía más cuando le llegaban los resultados que él
esperaba, proviniendo de gran número de fuentes independientes.»
El mismo Morgan describe la llegada del sistema tamil: «mi asom-
bramiento fue mayor del que yo puedo expresar», «fue el suceso
más interesante y extraordinario de la historia de esta investigación».
El hervor intelectual de su cerebro alcanza el climax ante la belleza
casi matemática de su hallazgo.
El sistema era universal. El descubrimiento, perfecto; la Huma
nidad constituía una gran familia cuyas migraciones, procedencia
y emparentamiento podían ser enormemente esclarecidos a través
del sistema de consanguinidad. Morgan entreveía incluso que la
evolución de la Humanidad, el desarrollo de estados y períodos
podría en adelante asentarse sobre 6rmes bases. Si los tamil de la
India y los indios americanos se rigen por un sistema de consangui
nidad virtualmente idéntico —arguye Morgan— tenemos a la mano
pruebas objetivas del origen asiático de los indios americanos. El resul
tado monumental de toda esta investigación —uno de los más rotundos
y fértiles en la historia de la disciplina— fue la creación de la ciencia
del parentesco con la publicación de Systems of Consanguinity and
Affinity of the Human family (1870) por una parte, y por otra la ger
minación en la mente de Morgan de una teoría de evolución socio-
cultural que cristalizó en su obra Ancient Society (1877) ya citada.
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Pero volvamos a Morgan, esta ve2 con menos dosis de exaltación,
oara captar otro aspecto de su personalidad. Tanto en Aurora como
sn Rochester es el centro de la vida científico-social. Su personalidad,
actuación y conferencias dominan los clubs The Gordian Knot,
La Orden de los Iroqueses y el Pundit Club. Estos le proporcionan
la primera palestra para sus ambiciones científicas. Sus conferencias
locales pasan después a artículos en reconocidas revistas y publi
caciones: American Review, Olden Time, North American Review,
Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences,
Smithsonian Miscellaneous Collections, etc. Pronto su nombre es
conocido; los Regentes de la Universidad del Estado de Nueva York
le comisionan para que recoja lo que crea conveniente de la cultura
material iroquesa con destino al Museo de Albany. Está en contacto
con el Peabody Museum, con el National Museum y con el Bureau
of American Ethnology. El Archeological Institute of America le
encarga la preparación de un programa de investigación. Es invitado
a tomar parte en reuniones y Congresos a los que presenta ponencias.
En 1856 fue elegido miembro de la American Association for the
Advancement of Science dentro de la cual funda la sección antro
pológica. En 1879 era Presidente de esta Asociación y en 1875 fue
elegido miembro de la National Academy of Science. Estos dos
últimos son, según White, los honores más distinguidos otorgados
a antropólogos americanos.
Morgan estaba en contacto directo con el núcleo principal de
científicos americanos: Adams (historiador), Norton (arqueólogo).
Gray (botánico), Wyman (zoólogo), los antropólogos Powell, Putnam,
Hale, Mason y Bandelier, por citar unos pocos. Sin duda ninguna
que para un europeo los nombres siguientes con los que mantenía
contacto o visitó, son más impresionantes. El 16 de septiembre
de 1870 —sigo su diario europeo—, estando en Oxford, visitó a
Max Müller. Hablan de la necesidad de estudiar las lenguas aborí
genes americanas a lo que siguen interesantes comentarios sobre la
religión de los primitivos por Müller, Morgan quedó bien impre
sionado de la visita. En Munich visita al conocido teólogo y poco
después Rector de la Universidad Joseph Ignaz Dóllinger con el
que dialoga sobre las leyes civiles y canónicas, tema que preocupaba
a Morgan. El 9 de junio de 1871 fue a casa de Charles Darwin.
Este había leído el libro de Morgan The American Beaver [castor]
and His Works (1868), lo alaba en la conversación con su autor y
además lo cita en el capítulo III de su The Desceñí of Man según
White. A continuación Darwin pondera la originalidad y validez
LA SOCIEDAD PRIMITIVA 17
intemporal de su otra obra Sistemas de consanguinidad. A la mesa con
Darwin hablan de Lubbock y McLennan (antropólogos). Al Anal
envió a Morgan en su coche a la estación. La visita, escribe Morgan,
fue most delightful.
A finales de junio expresa en el diario su deseo de visitar a Herbert
Spencer, Maine y Tylor que estaban entonces en Londres. Sin em
bargo no debió hacerlo porque no hay referencias en su diario.
El 5 de julio se entrevista con McLennan quien le recibe cordialmente.
Deciden juntarse al día siguiente para visitar a Herbert Spencer y a
Lubbock si McLennan puede anunciarles la visita anteriormente. Pero
no lo consigue. Morgan escibe encomiásticamente de McLennan:
«es el hombre más original de Inglaterra en lo referente a condiciones
primitivas de la humanidad». McLennan le dice que Lubbock le
enseñó en febrero una copia de Sistemas de consanguinidad. Días más
tarde Morgan invita a comer a McLennan. Pero la amistad se quebró
pronto. Sir John Lubbock, más tarde Lord Avebury le invitó a un
garden party en su casa de High Elms. En la estación le esperaba un
coche que le llevó a la residencia en la que había doscientas personas
en atmósfera festiva, amenizada por una banda militar. También
visitó a T. H. Huxley, amigo de Darwin, y a Sir Henry James Sumner
Maine, autor de Ancient Lau>. Los dos conocían ya algunos escritos
de Morgan,
A su casa de Rochester llegaban cartas de Spencer, J. J. Bachofen
—el autor de Das Mutterrecht (1861)—, Maine, y Darwin. Este envió
a uno de sus hijos a casa de Morgan. A través de cartas ejerce una
intensa tutoría intelectual en lugares tan apartados como Australia.
Las cartas de Lorrimer Fison y A. W. Howitt lo prueban. Las frases
siguientes las tomo de cartas que Howitt enviaba a Rochester:
«intentaré seguir con gran placer cualquier línea de investigación
que usted me sugiera»; «voy a leer con mucho cuidado su libro»;
«nuestra obra... sin la magnífica suya no se hubiera escrito»; «he
seguido sus huellas, el sendero que usted abrió». Fison se expresa
en las suyas de idéntica forma: «estoy recopilando material en la
forma en que usted sugiere en su carta»; «me place mantener corres
pondencia con Tylor, pero quiero decir al terminar esta carta que
ni él ni ninguna otra persona puede ser para mí lo que usted ha
sido, es y será. Usted fue el primero que me introdujo en este campo
y guió mis primeros esfuerzos. Su amable apreciación de mi trabajo
me ha dado duradero placer; con orgullo he mirado hacia usted como
mi maestro y usted me ha hecho un hombre feliz al llamarme su
amigo». Powell en su artículo del Popular Science Monthly escribía
2
18 LEWIS H. MORCAN
refiriéndose a Fison y Howitt: «no es desde luego uno de los menores
éxitos conseguidos por el Sr. Morgan el haber reunido en torno a
sí amantes discípulos —loving disciples — que están cosechando frutos
en campos plantados por él mismo».
Todo esto quiere decir que Morgan estaba inmerso, pertenecía
y era respetado por la crema del mundo científico, tanto en América
como en Europa, dentro y fuera de su disciplina. El Union College
en el que había estudiado le otorgó un grado honorífico en 1873.
Andrew D. White, presidente de la Cornell University le ofreció
una cátedra que Morgan declinó. Nunca aceptó puesto en Univer
sidad alguna. ¿No resulta a primera vista paradójico? Una persona
con recia inclinación intelectual, produciendo en y para un exclusivo
círculo intelectual, rehuye metódicamente la entrada en la Univer
sidad, su locus normal. En sus conversaciones londinenses con
McLennan se da cuenta de que el etnólogo escocés tiene que dedicar
una buena parte de su tiempo a las leyes y que desearía que le conce
dieran una cátedra en Cambridge para dedicarse plenamente a la
Etnología. Inmediatamente escribe Morgan a White, presidente de
la Universidad de Cornell, rogándole ofrezca un puesto a McLennan.
En su encuentro con Sir Henry S. Maine le urge a que él, juntamente
con Lubbock, consiga una cátedra en Cambridge para McLennan
«con el fin de que libre de trabas pueda dedicarse a su trabajo etno
lógico», escribe en su diario. Lo que quiere decir que Morgan ve
la cátedra universitaria como el medio más adecuado para obtener
un medio de vida que permita dedicarse a la investigación. Por lo
tanto, la Universidad es un medio para conseguir un fin. Ahora bien,
él personalmente disponía de rentas que le colocaban en la mejor
de las situaciones: podía entregarse a la investigación sin necesidad
de dedicar parte de su tiempo a la enseñanza. Todo el tiempo lo
tenía a su disposición. La investigación llevada a cabo para escribir
Sistemas de consanguinidad le costó 25.000 dólares además «de ocho
años de trabajo duro» —hard labor— escribe en su diario europeo.
Morgan prefiere comprar tiempo con su dinero, dedicarse tenaz
mente, exclusivamente a una línea de investigación, sin desviaciones,
sin distracciones docentes. Gracias a esta decisión y entrega total
morganiana poseemos hoy un estudio en profundidad sobre el
parentesco como nadie lo había hecho hasta entonces y como muy
pocos lo han hecho hasta ahora. Y también una teoría de evolución
cultural todavía no superada en alguno de sus puntos básicos.
Otro aspecto de su personalidad. A todo lector de sus diarios,
europeo o indio, le parece obvio que Morgan estuvo enamorado de