Table Of ContentFrente a los numerosos alegatos escritos en nuestro país
—y fuera de él— en contra de la leyenda negra, el autor parte
de la no existencia de una crítica negativa sistemática, feroz,
y unánime contra España o los españoles. Distingue,
además, las opiniones negativas vertidas sobre España en
función de su labor en América y del carácter de gran
potencia durante el siglo XVI y parte del XVII, y las que
inciden específicamente en la valoración de la política, la
cultura o el carácter españoles. Se trata por tanto de abordar
dos cuestiones cruciales de nuestro pasado, con incidencia
directa en el presente y, probablemente, en el futuro.
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Ricardo García Cárcel
La leyenda negra
Historia y opinión
ePub r1.0
Titivillus 12.06.2019
EDICIÓN DIGITAL
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Ricardo García Cárcel, 1992
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Edición digital: epublibre (EPL), 2019
Conversión a pdf: FS, 2019
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A mi hermana Eva
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AGRADECIMIENTOS
La opinión es una mercancía relativa en su proyección.
Oscilante a lo largo del tiempo, tan libre como distinta en
función del espacio referencial o del medio sociocultural,
variable a caballo de los hipotéticos cambios posicionales…
Pero también es cierto que la opinión no suele ser
caprichosa, tiene en el fondo unos condicionamientos
lógicos, una racionalidad quizá extraña pero explicable, en
cualquier caso. Demostrar la relatividad de la opinión sobre
España desde el siglo XVI al XX, al mismo tiempo que
penetrar en las entrañas de la lógica o lógicas que explican
esa opinión en cada momento, constituye el objetivo de este
libro.
La lista de agradecimientos de las personas que me han
ayudado de múltiples maneras a escribir estas páginas sería
demasiado larga para exponerla aquí en toda su extensión.
Destacaré, sin embargo, a amigos como Carlos Martínez
Shaw, Ramón Serrera Contreras, Jaime Contreras, Antoni
Simón Tarrés y Roberto Fernández Díaz que me aportaron
muy válidas sugerencias y a Ángeles Gómez Regadera que
mecanografió el texto original con infinita paciencia.
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INTRODUCCIÓN
La «leyenda negra» es un término inventado por Julián
Juderías, un funcionario del Ministerio de Estado,
colaborador del Instituto de Reformas Sociales, más tarde
académico de la Historia, que en un concurso literario
celebrado en 1913 presentó un libro, que sería premiado, con
el título: La Leyenda negra y la verdad histórica. Un año más
tarde el libro se publicaría, con el título más restringido de
La Leyenda negra. Juderías definía así la Leyenda negra:
Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos
relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los
países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de
los españoles como individuos y como colectividad, la negación o por lo
menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las
diversas manifestaciones de la cultura y el arte, las acusaciones que en todo
tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos
exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad…
Se cumplen, pues, setenta y siete años de historia del
término: leyenda negra, un término que ha tenido
ciertamente una enorme fortuna. El libro que el lector tiene
en las manos no es, en ningún caso, un alegato en contra de
la «leyenda negra» como tantos han escrito —de Juderías a
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Maltby pasando por Carbia o Marías o Powell— ni, desde
luego, pretende legitimar los argumentos de la supuesta
leyenda negra. Quien espere una toma de posición
ideológica en defensa o en crítica de la tal «leyenda negra»
quedará ciertamente decepcionado. Aquí no están mis
juicios de valor al respecto porque, a priori, lo advertimos,
este libro parte de un principio: la idea de que no ha existido
la mítica leyenda negra en tanto no ha habido, a nuestro
juicio, esa crítica negativa sistemática, feroz, unánime,
intencionadamente destructiva hacia España o los españoles.
Ciertamente, pocos países como el nuestro han vivido,
históricamente, tan agobiados por descifrar el laberíntico
mundo de sus señas de identidad y por mirarse en el espejo
narcisista, cual madrastra de Blancanieves, para conocer la
opinión que de sí misma se tenía más allá de nuestras
fronteras. Sobre todo, en situaciones de crisis, en España se
ha tendido claramente al ensimismamiento y de ahí a un
extraño complejo de persecución, un síndrome de ansiedad
depresiva que incluso algunos psiquiatras han intentado
explicar psicopatológicamente (López Ibor)[1].
En la crisis del siglo XVII, en plena decadencia de la
monarquía de los Austrias, fue Quevedo el que reflejó mejor
esta angustia. Un siglo después serán Cadalso, Forner y
otros ilustrados los que se lanzarán a la defensa de unos
valores que ellos creían cuestionados desde otros países. La
España de la Restauración encontrará en D. Marcelino
Menéndez Pelayo el defensor de la causa de España
presuntamente objeto de críticas por la historiografía
extranjera. La generación del 98 se planteará
angustiosamente el tan traído y llevado «problema de
España». La guerra civil del 36 y la penosa postguerra
reabrirán de nuevo el debate. Significativamente, J. M. de
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Areilza, prologa en 1954 una edición de la citada obra de
Juderías con estas palabras:
Del libro de Juderías se desprende una tremenda lección que no podemos
dejar desaprendida: la de que la rehabilitación del buen nombre de España en
el mundo es algo que todavía hoy representa una batalla cotidiana que es
preciso reñir sin desmayo. Y cosa singular, esa batalla se lleva a cabo en
nuestros días, contra fuerzas y poderes, cuya conjura universal tiene —mutatis
mutandis— orígenes parecidísimos… Este es el más importante de los frutos
que de la lectura del libro de Juderías pueden sacar los jóvenes españoles de
hoy: saber que el enemigo acecha y que nadie le da tantas armas como los
españoles mismos, aun a veces inconscientemente.
Así pues, muchos han sido los españoles convencidos de
la realidad de una presunta «leyenda negra» contra España.
Como ha escrito Chaunu: «La leyenda negra es el reflejo de
un reflejo, una imagen doblemente deformada, la imagen
exterior de España, tal y como España la ve. La especificidad
de la leyenda negra radica no en la supuesta especial
intensidad negativa de las críticas, sino que la imagen
exterior ha afectado a España más que su imagen exterior ha
afectado a cualquier otro país». Pero esa convicción
histórica de muchos españoles no es argumento legítimo
suficiente para sostener la realidad de una animadversión
permanente y descalificadora hacia España.
El tema, a nuestro juicio, no puede plantearse con la
simplicidad que tantas veces se ha hecho. Por lo tanto, el
contenido de la llamada leyenda negra, debe matizarse,
separando el conjunto de opiniones negativas vertidas sobre
España en función de la labor española en América de las
que inciden específicamente en la valoración de la política,
la cultura o el carácter españoles. En el primer caso, «la
leyenda negra americana», lo que se plantea es el debate en
torno a la valoración del régimen colonial español, sus
presuntas especificidades en comparación con otros
colonialismos; en el segundo caso, el trasfondo de la
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cuestión no es otro que el problema de la inserción de
España en Europa, su papel, sus posibles aportaciones.
Por otra parte, no sólo existe crítica negativa hacia
España, también la hay apologética, que merecería,
obviamente, el nombre de leyenda rosa. Ambas (leyenda
negra y leyenda rosa) se insertan en las guerras de opinión
que se establecen entre los distintos protagonistas de la
escena histórica mundial.
La caracterización peyorativa de lo ajeno es tan antigua
como el hombre. Efectivamente, el hombre desde la más
remota antigüedad ha tendido a diferenciar los integrantes
de su propia comunidad respecto a «los otros», los
diferentes, los distintos, que casi siempre han suscitado
juicios adversos —bárbaros, salvajes, primitivos— juicios que
han intensificado su agresividad cuando de simplemente
diferentes, por conflictos de intereses, han pasado a ser
contrarios. El francés Montaigne en el siglo XVI se
avergonzaba de sus compatriotas por su «manía de
escandalizarse» ante lo foráneo «paréceles estar fuera de su
elemento cuando están fuera de su pueblo, pues vayan
donde vayan, se aferran a sus maneras y abominan de los
extranjeros[2]». Como testimonio de la xenofobia de los
países, conviene recordar el droit de l’auboine, un derecho
feudal francés por el que cuando un extranjero muere, el rey
o el señor feudal heredan buena parte de sus bienes o la ley
vigente en Inglaterra hasta 1870 por la que un extranjero no
puede adquirir ni heredar casa.
Contenciosos históricos o rivalidades coyunturales han
agriado la imagen de tal o cual país por parte de sus vecinos.
Las críticas negativas sobre España, unas veces cargadas
ciertamente de malevolencia despectiva, otras, expresión de
banales y estúpidos tópicos, son la derivación de muchos
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