Table Of ContentDesconstrucción del marxismo
Política. Ontología
Manuel Navarro
1
ÍNDICE
Índice……………………………………………………………………………..1
I. Historia………………………………………………………………..……….2
II. Figuras de la desconstrucción…………………….…………………….. 60
III. Método……………………………………………………………………..170
IV. De un cierto espíritu……………………………………………………...191
V. Una espectralidad generalizada…………………………………………226
VI. Respuestas……………………………………………………………….268
VII. Epílogo……………………………………………………………………300
VIII. Bibliografía………………..……………………………………………. 313
2
I. HISTORIA
―Y en relación con el archivo de Artaud, los
tratamientos que padeció, los electrochoques,
los efectos de la guerra…, toda la historia
político-médica tan específica de la época
debería ser estudiada, no de manera
extrínseca, como parte de la sociología o de la
historia de las ideas, sino intrínseca,
relacionándola con los textos y la obra gráfica
de Artaud. Es un trabajo aún por hacerse‖.
(Derrida. 2004)
Los escritos que publicamos bajo el título de Desconstrucción del
marxismo. Política. Ontología, tienen como antecedente una tesis de
doctorado cuyo esquema expositivo se ha preservado a la par que la
distribución de los capítulos. Se han introducido modificaciones,
particularmente de estilo, donde se imponía abandonar las rigideces de
los escritos académicos. Pero los análisis, el tratamiento de los textos de
Jacques Derrida y de aquellos escritos que confrontaron con los análisis
de Espectros de Marx, han sido mantenidos en su formulación inicial. Una
tentativa, en suma, de encontrar el pasaje de una forma institucionalizada
a otra que se esforzaría más bien en encontrar su ley. De modo
inevitable, en la forma inicial de estos escritos se hicieron obligatorias
ciertas exigencias cuyo imperiosidad no era meramente formal, sino, por
el contrario, proveniente de la índole de lo que se trataba. En el pasaje de
una forma a la otra, esos requisitos no han sufrido mengua alguna.
Una primera observación a propósito de tales exigencias a las
cuales, como decimos, deberían todavía plegarse estos escritos: dado
que se debaten en ellos los interrogantes surgidos de la lectura de lo que
llamaremos en estas páginas, desconstrucción del marxismo, será
prioritario desarrollar un análisis de esta expresión que nos permita
delimitar una significación determinada.
Sostendremos, al respecto, la hipótesis de que la expresión
desconstrucción del marxismo alberga distintos predicados analíticos no
simplemente convergentes. Habría, así, una significación conforme a la
3
cual la desconstrucción del marxismo heredaría las características de una
tarea sin edad, infinita, no programable, por tanto, sino más bien urgente,
intempestiva, al punto de restar sustraída a todo patrimonio. Pero también
la expresión obraría de manera significativa bajo el signo de que sería el
marxismo el que, por sí mismo, se desconstruiría, motivo por el cual se ha
podido decir, por ejemplo, que la desconstrucción aparece inscripta en el
acontecer mismo del pensamiento, o, más radicalmente, que el
pensamiento, o la obra, traen implícita la necesidad de su ruina. Sería
imposible, según esto, asimilar la desconstrucción del marxismo a las
figuras de la crítica, del análisis, del método o de la operación
hermenéutica, puesto que ellas se asientan, de una manera u otra, en el
supuesto de un sujeto que opera sobre un objeto, en la oposición entre
actividad y pasividad, en la idea de un sujeto de la conciencia, en el valor
del juicio determinante, en la indivisibilidad de los elementos últimos
obtenidos en el análisis, etc. Ante el derribo de tales determinaciones
ontológicas, sólo restaría la posibilidad, no de un saber de la
desconstrucción, que sería el estatuto que permitirían esas
determinaciones, sino de un pensamiento en desconstrucción. La
promesa, la deuda, el duelo, la ley, la herencia, el testimonio, la justicia
vienen a ser, así, las figuras en las que habrá de detenerse el
pensamiento, las que toman, pues, en un nuevo contexto, el relevo de las
figuras en desconstrucción de la ontología. Es así, entonces, que la
desconstrucción del marxismo no habrá admitido ser confundida con una
crítica, un análisis, una operación de hermenéutica o de método, y ello
porque ―es‖ acontecimiento, acontece desde el origen en el pensamiento,
―es‖ la ruina originaria sin la cual no habría pensamiento ni habría habido
pensamiento marxista.
La desconstrucción, por tanto, se resiste a toda tentativa que
ponga en riesgo su condición de acontecimiento, ella no parece ser sino
esa resistencia, resultando así poco menos que inevitable la exigencia de
encontrar sólo en ella, en sus producciones y en su historia, allí donde la
desconstrucción se ha pensado a sí misma, las respuestas acerca de
4
nuestros interrogantes, uno de los cuales parece imponerse: ¿cómo
hablar de la singularidad de la relación que se entabla entre ella y el
pensamiento del filósofo de Tréveris? La formulación de la pregunta
parece dar por cierto que la desconstrucción del marxismo supone una
relación, lo cual podría significar que al acontecimiento del marxismo le
sucede el acontecimiento de la desconstrucción, y de esa posibilidad,
incluso de la historicidad que ella supone, habría más de un testimonio en
Espectros de Marx. No obstante, habrá que haber dado también por cierto
que el acontecimiento de la desconstrucción estaba obrando ya en el
acontecimiento de constitución del marxismo. Como luego veremos en
análisis extensos, el acontecimiento que toda desconstrucción supone da
lugar a una metamorfosis mediante la cual la desconstrucción interviene
acrecentando al límite las transformaciones anunciadas por dicho
acontecimiento, aunque a condición, de nuevo, de que ese
acontecimiento, que siempre habrá estado supuesto, no sea otro que un
acontecimiento ya en desconstrucción.
De conformidad con los motivos del interrogante que hemos
formulado, cabría emprender a continuación una explicación con la
desconstrucción del marxismo según sus metamorfosis, sirviéndonos
para ello de aquellas referencias brindadas, como decíamos, por la
misma desconstrucción. De entre ellas es posible elegir, por ejemplo, las
que aluden a las reglas que organizan su estrategia:
―Estas reglas ordenan respetar lo otro, la especificidad del idioma,
la singularidad de la obra, y deben dar lugar a una reinvención en
el análisis de cada obra.‖ (Derrida. 1986)
Se deja percibir con facilidad que estas reglas se enuncian a
redropelo de lo que se podría esperar de unas reglas de método que, por
definición y tradición, generalmente procuran apropiarse del texto al que
se aplican sirviéndose de marcos que pueden provenir de la historia, de la
psicología, de la filosofía, de la sociología, etc. Estas distintas matrices de
5
lectura se enfrentan, con distinta suerte, con las resistencias de la
alteridad de los textos, sin las cuales no habría ejercicio de lectura, a la
vez que con la dimensión de lo idiomático; en suma, con lo que es
decisivo desde el punto de vista de la desconstrucción, esto es, la
singularidad de la obra. Es preciso observar, desde ya, como luego habrá
que recordarlo, que no se trata de una singularidad en el mero sentido de
lo único, lo irremplazable, sino más bien, esencialmente, de una
singularidad no indivisa, no individual, sino disyunta.
Tenemos así unas reglas que se formulan en nombre de la
desconstrucción bajo el gesto de ir a contrapelo de lo que, por otra parte,
sería el valor del método, de su reconocimiento como expresión de lo
natural del sentido o del sentido de lo natural; pero habría que decir,
además, que la desconstrucción no sólo troncha la naturalidad de ese
sentido del método, no se conforma con invertir y abatir con sus reglas el
sentido de lo natural, sino que deja abierta la cuestión del método,
reconociéndole una dimensión desproporcionada, excesiva. Se trataría,
como luego lo consideraremos en forma extensa, de arribar a un
pensamiento desconstructivo del método, habilitando así, por ejemplo,
enunciados como los siguientes:
―En general, la desconstrucción se practica con arreglo a dos
estilos injertados uno en el otro por aquélla. Uno tiene el aire
demostrativo y aparentemente no-histórico de las paradojas lógico-
formales. El otro, más histórico o anamnésico, parece proceder
mediante lecturas de textos, interpretaciones minuciosas y
genealogías.‖ (Derrida. 2002 : 49; las itálicas son nuestras)
Las breves consideraciones que anteceden habían tomando como
guía las referencias acerca de las reglas, encontrándonos ahora ante la
tarea de considerar lo que se anuncia como la ―práctica general de la
desconstrucción‖. No siendo el fragmento citado la formulación de una
regla, está destinado, en todo caso, a señalar los dos estilos que la
desconstrucción pone en juego, dejando oscilar entre un plus de
6
historicidad y una no-historicidad1 el trabajo de la pareja heterogénea de
hilos con la que la desconstrucción teje su trama. La complicación que
esto último acarrea —la representación resulta impotente ante la mezcla
de lo que se afirma en la distancia— merecería ser atribuida a la doble
entrada a la que ella apela para describir su ―práctica‖, a la condición
dúplice de sus movimientos que, sin embargo, no dejan de injerirse y de
afirmar su inherencia. El elemento anamnésico y el elemento
demostrativo —por la heterogeneidad que los constituye— no darían
muestras de dejarse penetrar el uno por el otro y, sin embargo, no habría
lugar para el trabajo de uno sino contando con la injerencia del otro. La
figura del injerto remite a la inserción sin rechazo de un estilo en el otro, a
una fecundación entre ambos
.
A título mimético, sin dejar de recordar lo que comporta la
―práctica‖ de la desconstrucción, obraremos como si fuese posible una
distribución de los enunciados que Derrida se permitió explicitar acerca de
la desconstrucción según aquello que distingue lo histórico de un lado, de
lo lógico o lo formal, del otro, procediendo a analizar por separado ambos
registros de enunciados. Dicho proceder —que lo encontramos apenas
sugerido en el último fragmento citado, dado que lo dicho allí no autoriza
lo que intentamos tomar en préstamo de él— ha tenido que pasar por un
proceso de adaptación conforme a nuestros propósitos, puesto que según
ellos no se trata tanto de lo lógico-formal de las paradojas o aporías,
como de la lógica metodológica que, de todos modos, como es sabido, no
permanece indemne frente al asedio de lo paradójico, según ha insistido
Derrida.
Esa distribución esquemática no tiene otra finalidad que la de hacer
posible de una manera independiente la realización del análisis, a
condición de que las observaciones de Fuerza de ley no sean objeto
olvido y que, de modo particular, incluya un análisis del efecto de injerto
1 La no-historicidad y el plus de historicidad caerían del lado de lo que se parece, hasta
confundirse, no obstante lo cual el punto de contacto, la tangencia por la cual se aproximan no
puede impedir que los estilos persistan en su heterogeneidad, la que tampoco parece dar lugar a
jerarquía alguna entre ellos.
7
del que habla Derrida en dicho fragmento. Expuestas las salvedades
precedentes, se trataría en adelante de señalar cuáles serán aquellos
enunciados formulados por Derrida que, primeramente, agrupándolos
bajo el rubro de lo histórico, nos deberían facilitar un análisis que, más
allá de su especificidad, incluya también el intento de una lectura de lo
político tanto como de lo ideológico. Posteriormente, en el próximo
capítulo y según el mismo proceder, agruparíamos esas otras frases de
Derrida en las que ha discutido la problemática de los vínculos entre la
idea de desconstrucción y la idea de método, sin dejar de advertir que en
esa discusión la resistencia, que siempre ha significado la
desconstrucción ante todo intento de reapropiación ontológica por parte
del método, nunca ha visto disminuidas sus fuerzas. Según el orden en
que han quedado delimitadas las tareas, procederemos a considerar
aquellos enunciados de Derrida en torno a la historia de la
desconstrucción.
En el capítulo uno de Espectros de Marx podemos encontrar
enunciados que por sus connotaciones históricas y biográficas, serían
significativos para caracterizar el ‗elemento‘ en el seno del cual habría
encontrado la desconstrucción del marxismo el medio propicio para
anunciarse2 —se trataría del contexto que sobrevino luego de la caída
del muro de Berlín, es decir, del acontecimiento que Derrida denomina
―un cierto fin del comunismo marxista‖, pero a condición de comprender
que dicho acontecimiento del ―fin‖ estaba prefigurado o anticipado por
esos otros acontecimientos que tuvieron lugar desde los procesos de
Moscú (1936, 1937, 1938) hasta la represión de la revolución de Hungría
(1956), entre otros—; cabría pensar entonces ese ―cierto‖ final del
comunismo de hecho, como lo nombra Derrida, a la manera de un
recomienzo de lo que había empezado entre cuatro o cinco décadas
2 Habiendo esbozado con anterioridad la manera en que habría que pensar el acontecer de la
desconstrucción como desconstrucción del marxismo, cabe agregar todavía que la lectura que ella
realiza habría tenido como pretensión, entre otras, la de dejarlo sujeto al pensamiento de Marx no
sólo de otros hilos diferentes de los que se sirvió la tradición marxista, sino incluso de los que el
autor de El capital consideró que eran los suyos.
8
antes (1938), o como prefiere decirlo Derrida, según el estilo del injerto,
―re-in-surreccional‖:
―Hace más de treinta años, ya Blanchot escribía, pues, El fin de la
filosofía. Por esas fechas —en 1959—, una nota funeraria
resonaba ya crepuscular, espectral, —y, por tanto, resurreccional—
. Reinsurreccional‖. (Derrida. 1995 : 49)
Parece ineludible detenerse en la mención de Maurice Blanchot.
En primer lugar, por la especial valoración ético-política que de su figura
Derrida realiza en un texto leído en la ceremonia de cremación de sus
restos, del cual transcribimos un fragmento que nos remite de nuevo a la
consideración de las referencias históricas:
―Acabo de señalar la fecha de un primer encuentro, en mayo de
1968. Sin pretender volver a recordar la causa o la ocasión de este
encuentro personal, que para nosotros concernía ante todo a un
problema de naturaleza ética o política, quiero hacer notar
solamente que en aquel momento, en mayo de 1968, Blanchot
estaba con todo su ser, cuerpo y alma, en la calle, totalmente
comprometido, como lo estuvo siempre, con lo que se anunciaba
como una revolución. Porque de todos sus grandes compromisos,
sin olvidar los de antes de la guerra, y los de la ocupación, los de la
guerra de Argelia y del ―Manifiesto de los 121‖, todos ellos
inolvidables también, y los de Mayo del 68, de todas estas
experiencias políticas nadie supo mejor que él, con más rigor,
lucidez y responsabilidad, extraer todas sus enseñanzas. Nadie
supo mejor que él, ni tan pronto, asumir las interpretaciones y las
reinterpretaciones, incluso las reconversiones más difíciles.‖
(Derrida. 2003)
Por otra parte, porque habría sido también Blanchot quien en el
análisis de ―todas las experiencias políticas‖ que Derrida señala, se habría
destacado por poseer las mejores claves de lectura para ese análisis. En
tercer lugar, y por lo que concierne al autor de El capital, en razón de que
el capítulo diez de La risa de los dioses, titulado Los tres lenguajes de
Marx fue el que proporcionó algunas de las señales esenciales para
9
caracterizar no sólo los gestos de la ontología marxista, sino para
desprender, al mismo tiempo, cierta economía por la cual habría de
conducirse la desconstrucción del marxismo. En cuarto lugar, habría que
agregar todavía la presunción de que fueron los textos de Blanchot,
aunque sin duda no solamente el capítulo por nosotros mencionado, los
que generaron una apertura de los textos de Marx con la cual pudo contar
la desconstrucción en vista no, naturalmente, de una clausura sino de
acrecentar dicha apertura. Esto último no dejará de remitirnos
nuevamente, a algunos de los interrogantes que habíamos introducido al
comienzo acerca de la singularidad con que la desconstrucción acontece
o se práctica3 en esos textos. Hacíamos mención entonces de la
singularidad en nombre de las ―reglas‖ que organizan el respeto al que se
debe la desconstrucción para con todo aquello que, cada vez, viene del
otro (lo idiomático, lo intrínseco, lo secreto del respeto/el respeto de lo
secreto) Tanto se trate del texto como de la relación con el texto, la
singularidad con la que se obliga la desconstrucción no significa
indivisibilidad.
Así, si bien se trata de un texto en el se discute la cuestión del
―quién‖, y, por tanto, de un entorno alejado aparentemente de nuestro
interés por pensar de otro modo la singularidad no sólo en general sino
respecto de las relaciones entre el discurso de la desconstrucción y el
discurso de Marx, la precisión de Derrida que extraemos de allí, mutatis
mutandis, no puede sino tener alcances respecto a estas otras
singularidades:
―La singularidad del «quién» no consiste en la individualidad de una
cosa idéntica a sí misma, no es un átomo. Ella se disloca o se
divide […].‖ (Derrida. 2005 : 155)
3 Por lo que respecta a la desconstrucción que acontece o a la que se practica, podemos decir que
no nos encontramos ante la necesidad de trazar entre ellas simplemente una diferencia, una
distancia. Sería esta otra ocasión para pensar que la diferencia entre la que acontece y la que se
práctica, por indefectible que ella sea, no se opone, todo lo contrario, a que entre ambas haya lugar
para el movimiento de la différance. No habría lugar para suponer una condición noble, no
encentada para la primera y una condición plebeya, corroída o cariada para la segunda; incluso
cuando la desconstrucción se practica ella no lo hace sino adviniendo como acontecimiento.
10
Description:mantiene unidos designa una pluralidad de exigencias a la cual, desde Marx, cada uno, al hablar, al escribir, no deja de sentirse sometido so pena sigue siendo un cuerpo artefactual, una especie de autómata, una figurante, una muñeca mecánica y rígida cuya danza obedece a la rigidez técnica