Table Of ContentHeleno Saña
LA FILOSOFÍA
DE HEGEL
BHF 96 GR.EDOS
BIBLIOTECA HISPÁNICA DE FILOSOFÍA
Diuqida ron Angel GONZÁLEZ ÀLVAREZ
HELENO SAÑA
LA FILOSOFÍA DE HEGEL
£
EDITORIAL GREDOS
O HELENO SAÑA, 1983.
EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España.
Depósito Legal: M. 9881-1983.
ISBN 84-249-0886-4.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1983. — 5462.
Capítulo I
LOS MAESTROS DE HEGEL
Hegel constituye la síntesis de una serie de tendencias y co
rrientes filosóficas en parte afines y en parte opuestas entre sí.
Su contribución básica a la historia del pensamiento universal
consistió precisamente en fundir en un todo cohesivo la herencia
ideativa dejada por sus predecesores en forma dispersa. Hegel
no es sólo un innovador; es también un heredero, el último
gran clásico de la filosofía. Como ha dicho Richard Kroner:
En él madura la cosecha de la semilla plantada por Kant, por
Jacobi y los kantianos, por Fichte, Schleiermacher y Schelling *.
Los orígenes del sistema de Hegel se remontan a la filosofía
griega clásica. El pensamiento hegeliano está profundamente
vinculado a la concepción dialéctica de Heráclito, al idealismo
de Platón y al edificio conceptual de Aristóteles. Heidegger no
exagera al afirmar:
La ontología griega, en su versión escolástica, pasa, en lo esen
cial, a través de las Disputationes metaphysicae de Suárez, a la
Metafísica y a la filosofía trascendental moderna y determina to
davía los fundamentos y los objetivos de la Lógica de Hegel2.
1 Richard Kroner, Ven Kant bis Hegel, tomo II, Tübingen, 1921, p. 261.
2 Martin Heidegger, Sein und Zeit, Tübingen, 1967, p. 22.
8 La filosofía de Hegel
Los primeros impulsos para una concepción dialéctica del
conocimiento los recibe Hegel de Heráclito el Oscuro. En el
filósofo jónico se da ya una clara prioridad del devenir sobre
el ser, de lo abstracto-futuro sobre lo concreto-presente, ex
presada en la fórmula «panta rhei», «todo fluye». Heráclito ve
la esencia última de las cosas no en su constancia e inmutabi
lidad —como la escuela eleática—, sino en su mutación ince
sante. Ésa es también la posición hegeliana. Sólo los predica
dos cambian: en Heráclito, el principio de transformación está
encamado en el fuego; en Hegel, en el espíritu. Arnold Ruge
podrá, pues, afirmar, no sin razón, que «Hegel es el Heráclito
del siglo xix»3.
No menos decisiva fue la influencia ejercida por Platón
sobre Hegel. Hermann Glöckner ha señalado al respecto:
Su sistema se adiestra en Platón: en la medida en que asimila
la dialéctica de Platón, comprende por primera vez lo decisivo;
como platónico se ñja la primera meta; como platónico empieza
a ser lo que verdaderamente es: filósofo4.
De origen claramente platónico es la tendencia hegeliana a
trazar una crasa línea divisoria entre el conocimiento puro y
el conocimiento vulgar; asimismo, la tendencia a explicar lo
concreto como una manifestación de determinaciones y cate
gorías abstractas. Platón veía ya en la dimensión intelectual
del alma —«logistikón»— lo más noble y elevado del hombre;
idéntica sobrevaloración de lo intelectual hallamos en Hegel,
como demuestra especialmente su Ciencia de la Lógica. Como
ha dicho Lasson:
El sistema de categorías de pensamiento que Hegel desarrolla
aquí tiene gran semejanza con el reino platónico de las ideas, que
son lo verdaderamente existente y el fundamento de todo el mundo
fenoménico 5.
3 Arnold Ruge, Briefwechsel und Tagebuchblätter, tomo II, Berlin,
1886, p. 326.
4 Hermann Glöckner, Beiträge zum Verständnis und zur Kritik Hegels,
Bonn, 1965, p. 232.
5 Hegel, Wissenschaft der Logik, introd. del editor Georg Lasson, Leip
zig, 1923, p. XLVI.
Los maestros de Hegel 9
En realidad, la Lógica hegeliana no es más que la restaura
ción de Platón partiendo de las síntesis a priori de Kant. El
propósito de Hegel era, en efecto, el de concretizar la dialéc
tica platónica con el subjetivismo de la filosofía trascendental.
Así, refiriéndose a la idea platónica, Hegel escribe:
Nosotros tenemos que concebirla de una manera más profunda
y concreta, pues el vacío de que adolece la idea de Platón no sa
tisface ya las exigencias filosóficas del espíritu de nuestro tiempo,
que es más rico6.
Si el impulso idealista lo recibe Hegel de Platón, es de
Aristóteles de quien toma prestado el edificio formal y la en
vergadura sistemática. Es decir, Hegel utilizó a Platón corri
giéndolo a través de Aristóteles. Mientras Platón no pudo libe
rarse del dualismo entre el mundo de las ideas y el mundo
de los sentidos, Aristóteles fue el primero en establecer de una
manera sistemática la unidad entre el ser y el pensar, entre
realidad e intelecto, actitud que Hegel asumiría enteramente
y que es visible en toda su obra. Hegel superó a Aristóteles
—con ayuda de Kant— en la medida en que concibió el mundo
de las categorías lógicas no como algo separado del sujeto, exis
tiendo por sí mismo, sino como un proceso dialéctico que el
sujeto va constituyendo genéticamente.
Platón siguió influyendo en Hegel a través de Plotino, Pro-
clo y el neoplatonismo en general. «Hegel —dirá Feuerbach—
no es el Aristóteles alemán o cristiano, sino el Proclo alemán.
La filosofía absoluta es la filosofía alejandrina resucitada»7.
Hegel se expresa efectivamente en términos muy elogiosos
sobre Proclo en una carta dirigida a Creuzer en mayo de 18218.
Pero, dentro de la filosofía neoplatónica, no fue Proclo el que
más influyó en Hegel, sino Plotino. Esta influencia ha sido
subrayada por Gurvitch:
6 Hegel, Werke, tomo XIII, Edición Suhrkamp, Frankfurt, 1970, p. 39.
7 Ludwig Feuerbach, Philosophische Kritiken und Grundsätze, Leipzig,
1969, p. 242.
8 Hegel, Briefef tomo II, p. 266.
10 La filosofía de Hegel
Bajo la dialéctica hegeliana se vuelve a encontrar siempre a
Plotino, es decir, una danza realizada siempre sobre el mismo lu
gar, cuidadosamente disimulada, pero de la que siempre es posible
descubrir el engaño9.
Lo mismo que en Plotino, el conocimiento tiene en Hegel
una estructura escalonada, ascendente. Cada fase de este pro
ceso posee un significado provisional, que sirve de trampolín
para el acceso a la fase siguiente. Cada fase del conocimiento
tiene que ser superada a través de la mediación y la negación.
Por medio de este proceso dialéctico, la conciencia se va ele
vando a las regiones superiores del conocimiento, hasta alcan
zar las cimas de lo absoluto y universal. El «espíritu absoluto»
de Hegel no es más que una reiteración casi literal del «absoluto-
simple» de Plotino, de su «Uno».
Inspirándose en el neoplatonismo, Hegel reasume la ten
dencia apologética del conocimiento «puro», entendido como
una liberación progresiva del yo empírico y camal y su trans
formación en un yo trascendental. Lo único que diferencia a
Hegel de los neoplatónicos es la estructura metodológica. El
yo puro o trascendental de Hegel no surge de una emanación
de Dios, sino que se crea a sí mismo a través de un largo pro
ceso dialéctico de autodiferenciación y autopurificación.
Como ya en Plotino, el conocimiento absoluto significa para
Hegel la fusión con Dios. El concepto de lo divino es en ambos,
de todos modos, diametralmente opuesto. El encuentro con Dios
es interpretado por Plotino como una huida frente a la realidad
sensorial y concreta; en Hegel, al contrario, la identificación
con lo absoluto constituye la revelación y despliegue (Offen-
barung) de toda la realidad histórica. El Dios de Plotino es la
nada, el éxtasis místico, el nirvana oriental del no-ser, de la
pura indeterminación. El Dios de Hegel es la totalidad de la
historia humana, es praxis, civilización, creación.
Entre las influencias recibidas por Hegel figura la de Des
cartes, a quien llamará, en una de sus cartas, «el punto de
9 Georges Gurvitch, Dialéctica y sociología, Madrid, 1969, p. 116.