Table Of ContentNos	 encontramos	 ante	 una	 obra	 excepcional.	 En
primer	 lugar,	 porque	 se	 trata	 de	 un	 análisis
intencionado	y	profundo	de	una	época	de	la	historia	y
de	la	vida	española	cuyo	sentido	ha	sido	a	menudo
desvirtuado.	 Algunos	 historiadores	 han	 trazado	 un
panegírico	 del	 imperio	 español,	 desenfocado	 por	 lo
desmedido.	Otros,	llevados	de	exceso	pesimismo,	han
visto	 una	 panorámica	 tan	 negra	 que	 les	 imposibilita
para	 distinguir	 las	 siluetas	 reales	 de	 los	 hechos
históricos.	 Elliot	 mantiene,	 en	 este	 aspecto,	 el	 justo
equilibrio.
En	segundo	lugar,	nos	sorprende	y	nos	conmueve	el
esfuerzo	 del	 autor,	 joven	 historiador	 inglés,	 para
acercarse	 a	 una	 mentalidad	 y	 a	 un	 modo	 de	 ser
estructuras	en	las	que	descansa	el	quehacer	histórico
tan	distintos	de	los	que	él	está	habituado	a	trabajar.
Editorial	Vicens-Vives	no	duda	de	que	los	estudiosos	y
amantes	de	la	Historia	de	España	sabrán	apreciar	la
aportación	que	en	el	campo	histórico	representa	La	Es‐
paña	Imperial.
John	H.	Elliott
La	España	imperial	1469-
1716
ePub	r1.0
Titivillus	27.12.17
EDICIÓN DIGITAL
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Título	original:	Imperial	Spain	1469-1716
John	H.	Elliott,	1963
Traducción:	J.	Marfany
Editor	digital:	Titivillus
ePub	base	r1.2
Edición	digital:	epublibre	(EPL),	2017
Conversión	a	pdf:	FS,	2018
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Advertencia
El	 original	 mecanografiado	 de	 este	 libro	 fue	 leído	 por	 el
Profesor	G.	Koenisberger,	de	la	Universidad	de	Nottingham,	y
por	el	Profesor	A.	A.	Parker,	de	la	Universidad	de	Londres.	Sus
numerosas	 observaciones	 resultaron	 de	 un	 valor	 inestimable
para	la	preparación	del	libro	para	la	imprenta	y	tuve	muy	en
cuenta	sus	convincentes	críticas	a	la	hora	de	revisar	el	texto.	Sin
que	ellos	se	hiciesen	responsables	del	producto	final,	éste	ganó
muchísimo	 con	 sus	 sugerencias	 por	 lo	 que	 les	 estoy
profundamente	agradecido.	Al	plantear	sus	comentarios	desde
el	punto	de	vista	de	un	especialista	en	literatura,	el	Profesor
Parker	proporcionó	un	servicio	adicional,	en	una	época	en	la
que,	 desgraciadamente,	 los	 contactos	 entre	 historiadores	 y
especialistas	en	literatura	son	a	menudo	muy	escasos.	Tengo
una	deuda	especial	para	con	él	por	haberme	enseñado	cuán
fructíferos	 pueden	 ser	 dichos	 contactos	 y	 cuánto,	 para	 su
desgracia,	 los	 menosprecian	 los	 historiadores.	 Como
compensación	a	sus	trabajos,	espero	que	este	libro	resulte	más
interesante	para	aquellos	que	se	interesan	principalmente	por	la
literatura,	de	lo	que	hubiera	podido	serlo	de	otro	modo.
Mi	esposa	compiló	el	índice	y	cooperó	en	la	preparación	de
los	gráficos	y	los	mapas,	que	fueron	dibujados	por	Miss	Joan
Emerson	 y	 el	 Dr.	 R.	 Robson,	 del	 Trinity	 College,	 dedicó
nuevamente	 su	 tiempo,	 de	 modo	 muy	 generoso,	 a	 leer	 las
pruebas	de	su	colega.
27	de	marzo	de	1963.
Trinity	College,Cambridge.
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Advertencia	a	los	lectores	de	habla
castellana
Este	libro	fue	escrito	originariamente	para	el	público	inglés,
menos	informado	de	la	historia	de	España	de	lo	que	pueda
estarlo	 el	 público	 de	 habla	 castellana.	 Por	 este	 motivo	 los
lectores	conocerán	ya	la	materia	de	que	trata	la	obra.	Por	otra
parte,	son	muy	escasos	los	trabajos	de	los	estudiosos	españoles	o
extranjeros	sobre	la	historia	de	España	de	los	siglos	XVI	y	XVII,
fundamentados	en	una	labor	de	investigación	en	los	archivos
españoles.	Creo	que	esta	rápida	visión	demostrará	la	necesidad
de	los	mismos.	A	los	lectores	de	habla	castellana	interesará	ver
cómo	un	historiador	extranjero,	cuya	formación	y	trabajo	se
han	verificado	en	campos	muy	distintos,	se	aproxima	al	pasado
español.	No	ha	sido	mi	intención	enjuiciar	este	pasado,	sino
contribuir	a	su	explicación.	En	este	intento,	la	visión	de	un
extranjero	 —aunque	 inevitablemente	 incompleta	 en	 muchos
aspectos—	puede	a	veces	abrir	nuevas	perspectivas,	aun	para
quienes	 conocen	 bien	 la	 historia	 de	 su	 país.	 Espero	 que	 los
lectores	españoles,	aunque	critiquen	algunos	detalles	del	libro	o
su	enfoque	general,	serán	benevolentes	al	juzgar	sus	deficiencias
y	apreciarán	el	esfuerzo	que	ha	hecho	el	autor	para	comprender
el	país	al	que	tanto	admira	y	quiere.
Agradezco	al	Sr.	Juan	Marfany	de	Barcelona	la	traducción
al	español	y	al	Sr.	Jan	Bazant	de	Méjico	por	ayudarme	a	revisar
esta	traducción	para	que	se	ajustara	lo	más	posible	al	sentido	del
original.
J.	H.	E.
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Prólogo
U
na	tierra	seca,	estéril	y	pobre:	el	10	por	ciento	de	su	suelo
no	es	más	que	un	páramo	rocoso;	un	35	por	ciento,
pobre	e	improductivo;	un	45	por	ciento,	medianamente	fértil;
sólo	el	10	por	ciento	francamente	rico.	Una	península	separada
del	 continente	 europeo	 por	 la	 barrera	 montañosa	 de	 los
Pirineos,	 aislada	 y	 remota.	 Un	 país	 dividido	 en	 su	 interior
mismo,	partido	por	una	elevada	meseta	central	que	se	extiende
desde	 los	 Pirineos	 hasta	 la	 costa	 meridional.	 Ningún	 centro
natural,	ninguna	ruta	fácil.	Dividida,	diversa,	un	complejo	de
razas,	lenguas	y	civilizaciones	distintas:	eso	era,	y	es,	España.
La	carencia	de	recursos	naturales	resulta	abrumadora.	Sin
embargo,	en	los	últimos	años	del	siglo	XV	y	en	los	primeros	del
XVI,	pareció	como	si	hubiera	sido	superada,	de	modo	repentino
y	 casi	 milagroso.	 España,	 mera	 denominación	 geográfica
durante	tanto	tiempo,	se	había	convertido	de	algún	modo	en
una	 realidad	 histórica.	 Los	 observadores	 contemporáneos	 se
habían	dado	cuenta	del	cambio.	«Tenemos	en	la	actualidad»,
escribía	Maquiavelo,	«a	Fernando,	rey	de	Aragón,	el	actual	rey
de	España,	que	merece	ser	considerado	muy	justamente	como
un	nuevo	príncipe,	pues	de	un	pequeño	y	débil	rey	ha	pasado	a
ser	el	mayor	monarca	de	la	Cristiandad.»	Los	embajadores	de
Fernando	 eran	 respetados	 y	 sus	 ejércitos	 temidos.	 Y	 en	 el
Nuevo	Mundo	los	conquistadores	estaban	edificando	por	su
propia	cuenta	un	imperio	que	no	podía	por	menos	que	alterar
grandemente	 el	 equilibrio	 del	 poder	 en	 el	 viejo	 continente.
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Durante	unas	pocas	décadas	fabulosas	España	llegaría	a	ser	el
mayor	poder	sobre	la	tierra.	Durante	estas	décadas	sería	nada
menos	que	la	dueña	de	Europa,	colonizaría	enormes	territorios
ultramarinos,	idearía	un	sistema	de	gobierno	para	administrar
el	mayor	—y	más	disperso—	imperio	conocido	hasta	entonces
en	el	mundo,	y	produciría	un	nuevo	tipo	de	civilización	que
habría	de	constituir	una	aportación	única	a	la	tradición	cultural
europea.
¿Cómo	pudo	ocurrir	todo	esto,	y	en	tan	corto	espacio	de
tiempo?	He	aquí	un	problema	con	el	que	se	han	enfrentado
varias	generaciones	de	historiadores,	ya	que	plantea	en	forma
muy	 viva	 una	 de	 las	 más	 complejas	 y	 difíciles	 cuestiones
históricas:	¿qué	es	lo	que	dinamiza	de	repente	a	una	sociedad,
despierta	sus	energías	y	la	lanza	a	la	vida?	Esto	sugiere	a	su	vez
un	 corolario,	 no	 menos	 importante	 en	 el	 caso	 de	 España:
¿cómo	 pudo	 esa	 misma	 sociedad	 perder	 su	 ímpetu	 y	 su
dinamismo	creador,	a	veces	en	un	período	de	tiempo	tan	corto
como	el	que	necesitó	para	adquirirlos?	¿Se	perdió	realmente
algo	vital	o	la	misma	realización	inicial	no	fue	sino	un	engaño,
como	empezaron	a	pensar	los	españoles	del	siglo	XVII?
Hay	en	este	fenómeno	paradojas	que	ya	confundían	a	los
contemporáneos	 y	 que	 han	 seguido	 confundiendo	 a	 todo	 el
mundo	desde	entonces.	Ninguna	historia	de	la	España	de	los
siglos	XVI	y	XVII	—y	menos	una	tan	breve	como	es	ésta—	puede
aspirar	a	resolverlas.	Tampoco	es	este	un	momento	demasiado
favorable	para	semejante	empresa.	Con	la	excepción	de	uno	o
dos	 campos	 relativamente	 especializados,	 el	 estudio	 de	 la
historia	española	lleva	un	retraso	de	varias	décadas	respecto	al
de	 países	 como	 Francia	 o	 Inglaterra,	 y	 las	 monografías
detalladas	que	deberían	situar	al	historiador	de	la	España	de	los
Habsburgo	sobre	una	base	realmente	sólida	no	han	sido	aún
escritas.	 Quiere	 esto	 decir	 que	 cualquier	 historiador	 de	 este
período	se	enfrenta	con	la	alternativa	de	escribir	una	simple
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