Table Of ContentJÉRÓME BASCHET
La civilización feudal
EUROPA DEL AÑO MIL
A LA COLONIZACIÓN DE AMÉRICA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2009
Baschet, Jéróme
La civilización feuda). Europa del año mil a la colonización de América / Jéróme Baschet; pról. de
Jacques Le Goff ; trad. de Arturo Vázquez Barrón, Mariano Sánchez Ventura ; rev. de la trad. de José
Luis Herrerón, Jéróme Baschet — México : FCE, Embajada de Francia en México, 2009
637 p : ilus. ; 23 x 17 cm — (Colee. Historia)
Título original: La civilisation féodale. De l'an mil á la colonisation de l'Amérique
ISBN 978-607-16-0123-0
1. Civilización medieval 2. Historia — Edad Media L Le Goff, Jacques, pról. II. Váquez Barrón,
Arturo, tr. III. Sánchez Ventura, Mariano, tr. IV. Herrerón, José Luis, rev. V. Baschet, Jéróme, rev. VI.
Ser. VIL t.
LCCB351 Dewey 940.1 B135n
Traducción de Arturo Vázquez Barrón y Mariano Sánchez Ventura
Revisión de la traducción José Luis Herrerón y Jérome Baschet
Este libro fue publicado con el apoyo de la Embajada de Francia en México,
en el marco del Programa de Apoyo a la Publicación "Alfonso Reyes"
del Ministerio Francés de Relaciones Exteriores
Disinhin uní "•" ndial
Folo de portada: Capitel de Saint-Lazare de Autun, primer cuarto del siglo xn.
Título original: La civilisation féodale. De l'an mil a la cclomsaíinn de VA^icñau.
Flammarion, París, 2004
D. R. © 2009, Jéróme Baschet
D. R. © 2009, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho Ajusco 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001: 2000
Conteníanos: editorial^írmdodcculíuraecorinmicaxom
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Tel. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4694
ISBN 978-607-10-0123-0
Impreso en México • Prinled in México
SUMARIO
Prefacio, Jacques Le Goff 9
Agradecimientos 15
Introducción. ¿Por qué interesarse en la Europa medieval? 19
PRIMERA PARTE
Formación y auge de. la cristiandad feudal
I. Génesis de la sociedad cristiana 47
II. Orden señorial y crecimiento feudal 101
III. La Iglesia, institución dominante del feudalismo 176
IV. De la Europa medieval a la América colonial 264
SEGUNDA PARTE
Estructuras fundamentales de la sociedad medieval
Marcos temporales de la cristiandad 323
Estructuración espacial de la sociedad feudal 364
La lógica de la salvación 403
Cuerpos y almas 442
El parentesco 483
La expansión occidental de las imágenes 521
Conclusión.. El feudalismo o el singular destino de Occidente 567
Bibliografía^ 599
Créditos de las imágenes 621
Índice onomástico 623
Índice general 635
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PREFACIO
Jéróme Baschet tuvo la notable idea de "estudiar la Edad Media en tierras
americanas", lo que por una parte le permitió observar la Edad Media euro
pea con la doble distancia del tiempo y el espacio, y por la otra, esclarecer
la historia de México y de América Latina, mostrando una "herencia medie
val de México", según una expresión —sugerente aunque corregible— de
Luis Weckmann. Así, al querer proporcionar una historia larga a sus estu
diantes de Chiapas y al querer mostrarles cómo una de las principales men
tes de la historia de México es la historia medieval europea, escribió una
obra de gran originalidad y amplios alcances, que renueva la historia ame
ricana y la historia europea, la primera mediante el pasado, y la segunda
mediante el porvenir.
Por supuesto, me siento feliz de ver que Jéróme Baschet justifica, mejor
de lo que yo había podido sugerir, la concepción de una larga Edad Me
dia que salta, o mejor dicho borra, la falsa ruptura de un siglo xvi, de un
Renacimiento que sería su negación y que la remitiría a las tinieblas del
oscurantismo.
Lo más esclarecedor es haber superado la idea de que la conquista del
Nuevo Mundo surgió de un simple apetito de riqueza o de un deseo de con
versión de los indios, hecha posible gracias a las carabelas, y haber estable
cido que se debió al dinamismo propio del sistema feudal, que está lejos de
ser un sistema de estancamiento y es más bien un régimen construido para
el crecimiento y el desarrollo interno y externo, alrededor de un poder se
ñorial de dominación.
De igual manera, Jéróme Baschet muestra con claridad que el motor y
la institución dominante del feudalismo es la Iglesia. Por lo mismo, no re
sulta para nada sorprendente que en México y en América Latina volvamos
a encontrarla con su poderío absoluto. Pero esta Iglesia dinámica no es in
móvil, y evolucionó en el transcurso de la Edad Media europea. En el siglo
XIII adoptó formas y estilos nuevos, en particular con las órdenes mendi
cantes, órdenes urbanizadas que mantenían nuevas relaciones con los laicos
y que difundían los nuevos saberes de la escolástica. Se enfrentó a contesta
tarios, los herejes, así como al cuestionamiento de las "supersticiones" y de
9
10 PREFACIO
la cultura folclórica. Hizo que surgieran los marginados e instituyó una
"sociedad de persecución".
Jéróme Baschet otorgó especial atención a los dos últimos siglos de la
Edad Media tradicional: el xiv y el xv. En efecto, se trata de saber si ese feuda
lismo marcado por las calamidades del siglo xiv —hambruna, peste, guerras,
cismas, herejías— es un "triste otoño" o la continuación de un dinamismo
triunfante de pruebas económicas, sociales, políticas y religiosas. Para Jéró
me Baschet no hay duda. La dinámica medieval sigue su curso. Y la Iglesia
sigue estando a la cabeza.
En el momento de ver cómo la Europa medieval se establece en Amé
rica. Jéróme Baschet plantea preguntas fundamentales: ¿puede hablarse de
feudalismo en América Latina? ¿Cómo definir el feudalismo? ¿Se trata
de un feudalismo tardío y dependiente?
En el debate que ha hecho enfrentarse a los historiadores de América
Latina entre una América Latina ya capitalista —al menos sectorialmen-
te— o todavía feudal en el siglo xvi, Jéróme Baschet se ubica claramente
del lado de aquellos que, como el historiador inglés de inspiración marxista
Eric Hobsbawm, piensan que todos los rasgos de la historia europea que en
ese momento "tienen un sabor a revolución 'burguesa' e 'industrial' no son
más que el condimento de un platillo esencialmente medieval o feudal".
Jéróme Baschet estima que sean cuales fueren las diferencias entre la
Europa medieval y la América colonial del siglo xvi, lo esencial del feudalis
mo medieval vuelve a encontrarse en América: el papel dominante y estructu
rado!- de la Iglesia; el equilibrio de la tensión entre monarquía y aristocracia,
que se modifica sin que por ello se rompa con la lógica feudal; las actividades
cada vez más importantes de los hombres de negocios quienes, aunque com
prometidos con el comercio atlántico o con la explotación de los recursos
mineros y agrícolas del mundo colonial, permanecen dentro de los marcos
corporativos y monopólicos tradicionales, y estos hombres siguen orientan
do sus ganancias hacia la propiedad de la tierra y la adquisición de la no
bleza. Pero Baschet aceptaría sin reparos la expresión de "feudalismo tardío
y dependiente", dado que mantiene, aun admitiendo ciertas especificidades
del feudalismo colonial americano, lo esencial de la referencia al feudalis
mo, y dado que se trata de un mundo cuya lógica es por completo ajena a la
nuestra. Jéróme Baschet muestra una vez más en este libro que es un autén
tico historiador, que sabe reconocer y definir al "otro". Lo cercano en cuanto
a lo humano puede resultar lejano en cuanto a la historia.
Así, luego de haber mostrado de manera clara, lúcida y matizada la evo-
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lución del feudalismo medieval europeo y la forma en que surge de él el feu
dalismo colonial americano, que lo prolonga, Jéróme Baschet estudia en una
sesunda parte "las estructuras fundamentales de la sociedad medieval".
Muestra en primer lugar la construcción de las estructuras espaciales y
temporales, marco fundamental de toda sociedad y toda civilización. El es
pacio del feudalismo se articula alrededor de la tierra y los muertos, y la
red de parroquias, poblados y cementerios hace que a partir del siglo xi
la sociedad quede atada al suelo, mientras que las redes de peregrinaciones
(v de manera secundaria de rutas comerciales) le permiten desplazarse y
volver concreta la definición del cristiano como homo viator.
En la primera parte, Jéróme Baschet había insistido en los trastornos
acarreados por el auge urbano. Las ciudades confieren al espacio medieval
centros más o menos vigorosos (las órdenes mendicantes lo notaron, así
que ligaron la cantidad de sus conventos a la jerarquía demográfica de las
ciudades). La Iglesia es la articulación de lo local y de lo universal. La es
tructuración del tiempo resulta aún más compleja. El tiempo medieval deja
subsistir la diversidad del tiempo vivido y de los tiempos sociales, en los cua
les, a diferencia de las campanas rurales, las campanas urbanas desapare
cen en el siglo xiv ante los relojes mecánicos. El calendario cristiano, que se
trasmina entre las estructuras del calendario juliano antiguo, acompasán
dolo mediante la liturgia construida en la memoria y la repetición de la vida
terrestre de Jesús y mediante las fiestas de los santos, no logra que un tiem
po lineal, a partir de la nueva fecha original de la Encarnación, se desprenda
del tiempo circular de estaciones recuperadas por la liturgia, ni que se uni
fique la multiplicidad de los tiempos naturales y sociales.
El tiempo medieval sufre de este modo un trastorno profundo debido a
la manera en que el cristianismo transforma profundamente la sensibilidad
hacia el pasado, el presente y el porvenir. Aunque la Encamación le da al
desarrollo del tiempo un sentido, empezando por el pasado, los clérigos de
la Edad Media no lograron construir una historia (la historia no se enseña
en las escuelas ni en las universidades medievales) con un carácter racio
nal: se encuentra sometida a los caminos impenetrables de la Providencia y
a una ideología de la regresión y de la decadencia, que combate los logros
del trabajo rehabilitado y del crecimiento a falta de progreso. El presente se
promueve mediante la transformación de la eucaristía desde el doble punto
de vista de la teología y de la práctica: la promulgación en los siglos xi y xn de
la doctrina de la transustanciación, que impone la creencia en la presencia
real de Jesucristo en la eucaristía, remplaza un sacrificio de memoria ("ha-
PREFACIO
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rán esto en conmemoración mía") con un sacramento de presencia, de pre
sente. Por último, la Iglesia medieval, que lucha desde san Agustín contra el
milenarismo —creencia en un futuro mesiánico de connotaciones heréti
cas—, lo logra en mayor o en menor medida (los miedos del año mil son una
leyenda en un contexto de pasiones milenaristas) y legitima una concepción
del futuro, que es la de un porvenir: el Juicio Final que da al tiempo de la
humanidad un final escatológico.
Los hombres y las mujeres de la Edad Media viven el cristianismo esen
cialmente como una religión de salvación. Marcada por otra parte por el ca
rácter guerrero de su sociedad, viven su existencia terrestre en una lógica de
salvación que es una lógica de combate: lucha entre virtudes y vicios, comba
te contra Satanás, enemigo del género humano que recurre a todas las tenta
ciones internas y externas. San Antonio es un modelo simbólico del hombre.
Jéróme Baschet, autor de una extraordinaria obra sobre Las justicias
del más allá., muestra sin problema que las luchas humanas tienen lugar en
un doble campo de batalla que se refleja como espejo: la vida terrena y el
más allá. La Iglesia orquesta una dualidad que se consolida en la Edad Me
dia mediante un refinamiento de las relaciones entre los vivos y los muer
tos, y una elaboración más sofisticada de la localización del más allá; entre
el infierno y el paraíso se desliza el purgatorio, y aparece un sistema de cinco
lugares. Los tres principales —dos eternos y uno intermedio— quedan com
pletados por los dos limbos: el limbo vacío de los patriarcas y el limbo de
los niños no bautizados, privados de la visión beatífica de Dios.
En este mundo de oposiciones y de combates singulares, que una ima
gen renegrida y devaluada de la Edad Media deformó y exageró, un dualis
mo y un conflicto parecen tener una importancia particular, el de los cuer
pos y las almas, proyección de la persona humana (ya definida por Boecio a
principios del siglo vi) en la sociedad cristiana.
Pero Jéróme Baschet, quien publicó un notable estudio acerca de las
relaciones del cuerpo y el alma en el cristianismo, en paralelo con esas rela
ciones en las religiones amerindias precolombinas, subraya que el hombre
medieval es una unión del alma y del cuerpo. No hay alma por completo
desprovista de carne; incluso el alma del muerto que escapa de su cuerpo
elevándose hacia el cielo tiene una envoltura corporal, y en las residencias
eternas, el paraíso y los infiernos, tanto los elegidos como los condenados
volverán a encontrar un cuerpo, cuerpo de gloria en la claridad de la visión
beatífica, cuerpo de sufrimiento en las torturas infernales. La Iglesia, modelo
social, presenta la articulación de lo camal con lo espiritual. Siempre sensi-
PREFACIO 13
ble a la larga duración, Jéróme Baschet subraya con razón que la Edad
Media central habrá sido quizás el periodo menos dualista en la historia del
cristianismo, mientras que el dualismo encontrará una forma radical en el si
glo XVII con Descartes.
La tendencia de la cristiandad medieval a la totalización y el estableci
miento de relaciones simbólicas entre la naturaleza y la sociedad llevaron
de igual manera al sistema feudal a otorgar un lugar central al parentesco.
Pero también en este caso se trata de una doble red. Al parentesco carnal
que la Iglesia controla mediante el matrimonio y las reglas de incompatibili
dad del matrimonio entre parientes cercanos, se añaden los parentescos es
pirituales (o "artificiales"), creados por el padrinazgo y el madrinazgo, y las
diversas formas de confraternidad que unen, con la bendición de la Iglesia,
a los individuos de uno y otro sexos en una vasta red que hace de la huma
nidad una amplia parentela. Esta tendencia hacia un parentesco universal
se encuentra incluso en la elaboración de un parentesco divino que se articu
la en las relaciones padre-hijo, virgen madre e hijo divino, y que se prolonga
en la tierra mediante la maternidad de la Virgen-Iglesia.
No ha de sorprender que Jéróme Baschet, quien es ante todo un gran
historiador de las imágenes medievales, haya caracterizado, por último, el
dinamismo medieval con una expansión de las imágenes que establece la
diferencia entre la civilización occidental y las civilizaciones anicónicas del
judaismo y del islam. Durante la Edad Media se instaura en Occidente una
"cultura de la imago" —cultura que va a heredarse a América con la con
quista y la colonización— en la que las representaciones humanas y terres
tres, y en primer lugar el hombre mismo, fueron creados a imagen y semejan
za de Dios y del mundo divino.
Usando de manera juiciosa y profunda las ideas de los historiadores
Immanuel Wallerstein y Fernand Braudel en lo referente a los imperios, y
las de Marc Auge para los paganismos, Jéróme Baschet muestra que el sis
tema feudal se opone a la lógica imperial (la Roma antigua, la China medie
val y la moderna son contrapuntos del Occidente medieval y de la América
colonial) y que el sistema eciesial se opone a la lógica del paganismo.
La excelencia de esta exposición corría el riesgo de conducir a dos peli
gros mayores que Jéróme Baschet logró evitar de manera notable.
El primero era hacer que los turiferarios de la Edad Media cobraran
importancia mediante el elogio de una edad de fe y orden. Pero mostró muy
bien la parte sombría del sistema feudal medieval, que engendra al mismo
tiempo caritas y persecución.