Table Of ContentDOMINIQUE MAINGUENEAU
INTRODUCCIÓN A LOS
MÉTODOS DE ANÁLISIS
DEL DISCURSO
PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS
HACHETTE
Versión castellana: Lucila Castro
Título original francés: Initiation aux méthodes de 1’ analyse du discours
© 1976 Hachette
© 1980 Librería Hachette S.A.
© 1989 Librería Hachette S.A.
Rivadavia 739 - Buenos Aires
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
ISBN: 950-506-186-2
IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINE
INTRODUCCION
Escribir una introducción a los problemas y métodos del análisis
del discurso de ninguna manera constituye una empresa de contornos
fáciles de trazar: hasta puede sostenerse que esta disciplina reciente
mente anexada a la problemática lingüística no ha superado todavía
el estadio de los prolegómenos y aún busca constituir su metodología
y su objeto. Pero hay algo quizás aún más grave: lo que aqueja al
análisis del discurso no es solamente una dificultad de articularse sobre
el campo de las ciencias humanas, sino también una dificultad para
constituir su unidad dentro de la teoría lingüística. En efecto, a menudo
aparece como una especie de parásito de esa teoría, tomando de ella
conceptos y métodos sin sujetarse a un rigor suficiente. Además, en
gran medida toma elementos de la enunciación y de la semántica, que
precisamente son los dominios más inestables en la reflexión lingüís
tica contemporánea. En todos los planos, pues, el análisis del discurso
aparece como una especie de pariente pobre, v muchos lingüistas
estarían tentados de dejar su constitución para las calendas griegas.
Es cierto que la lingüística está lejos de concebir de manera satis
factoria su articulación con las otras prácticas científicas, lejos tam
bién de presentar rigor v unidad en todo, pero el análisis del discurso
parece ser solamente un doble degradado de ella, un reflejo que
aumenta sus carencias.
En esas condiciones, es lícito preguntarse qué interés puede
presentar una introducción a una disciplina que todavía marcha a
tientas. Es posible esgrimir varios argumentos para justificar una em
presa semejante: este campo de investigación, siendo uno de los más
problemáticos de la lingüística, no deja de ser uno de los más activos.
Esta paradoja solo es aparente, pues el análisis del discurso tiene el
privilegio de situarse en el punto de contacto entre la reflexión lin
güística y las otras ciencias humanas, tanto que la mayoría de las
veces es a través del análisis del discurso que muchos estudiantes e
investigadores se enfrentan con la teoría lingüística. Esto tiene una
consecuencia inmediata: en la actualidad existe una especie de “de
manda” teórica muy grande de parte de las ciencias humanas, deman
da frente a la cual la “oferta” de la lingüística resulta ridiculamente
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO
insuficiente. Esta situación debe llevar a la lingüística a no refugiarse
en un cierto mito de una “lingüística pura”. En lugar de considerar
con burla o consternación la perversión de los conceptos lingüísticos,
más le vale intentar controlar en la medida de lo posible este fenó
meno inevitable y dar a los que tienen necesidad de ellos no tanto
los instrumentos necesarios para disponer de procedimientos más
rigurosos, como la posibilidad de captar los problemas teóricos que
su práctica les plantea.
Muchos no lingüistas desearían que el análisis del discurso les
proporcionara una técnica “científica” que les permitiera obtener re
sultados formalizados, directamente utilizables para sus interpretacio
nes extralingüísticas. Aun suponiendo que la lingüística llegue a al
canzar en este dominio un nivel de rigor más satisfactorio, exigirá
más que nunca una reflexión crítica de parte del que la utilice, si
este no quiere ser víctima de las mayores ingenuidades epistemoló
gicas.
Nuestro propósito es al fin de cuentas modesto: no es esta de
ningún modo una obra de investigación sino, como hemos dicho, una
exposición del “estado de la cuestión”, un panorama bastante des
pejado de las principales orientaciones de la investigación lingüís
tica en este campo.
Lo esencial de los materiales se encuentra disperso en diversas
revistas y algunos libros, pero no siempre es fácil extraer de ellos una
visión de conjunto, dado que estos trabajos proceden en gran medida
a tientas o toman objetos de análisis muy específicos. En razón del
propósito que la anima, una “introducción” como esta deberá muchas
veces contentarse con esquematizar, simplificar realidades que, debido
a su complejidad y a las deficiencias de la investigación lingüística,
se encuentran todavía en un estado de nebulosa. Como veremos, en
este campo el rigor de los enfoques a menudo es, desgraciadamente,
proporcional a su carácter reductor. Con esta obra esperamos sobre
todo provocar una toma de conciencia de la necesidad de una elabo
ración teórica antes de cualquier práctica; por lo demás, repetimos, en
esta área las cosas no están tan adelantadas como para eximir de tal
elaboración, y cada tipo de corpus exige un considerable trabajo de
adaptación de los métodos para encararlo. Es posible que algunos
lectores experimenten una decepción ante el carácter trivial y elemen
tal de los procedimientos que presentaremos; ciertamente, frente a la
tarea por cumplir, la metodología es a veces muy poco refinada, pero
hay que comprender también que la mayor parte del tiempo nos
veremos obligados a separar esos trabajos del contexto epistemológico
en el que adquieren su significación plena.
Algunas palabras sobre el plan de este libro: la preocupación
pedagógica que ha guiado su redacción se refleja en su organización.
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INTRODUCCIÓN
En primer término, intentaremos situar brevemente la problemática
del análisis del discurso en la historia de la lingüística estructural;
después, nos ocuparemos de aclarar la polisemia del concepto de
discurso, difícil de dominar a causa de su uso significativamente
pletórico.
La segunda parte apunta a brindar al lector una información
sobre los aparatos metodológicos que proporciona la lingüística. Los
hemos agrupado alrededor de tres enfoques principales: lexicológico,
sintáctico y “enunciativo”. Añadiremos una cuarta parte, sobre orien
taciones que todavía no están muv desarrolladas pero que en el futuro
pueden ofrecer grandes posibilidades al análisis del discurso.
SITUACIÓN DEL ANALISIS DEL DISCURSO
Frecuentemente se define discurso como un término que rempla
zaría al de habla (Saussure) y se opondría, en consecuencia, a lengua;
si así fuera, el análisis del discurso no tendría ningún fundamento.
En efecto, si bien es necesario remontarse al Curso de lingüística gene
ral de Ferdinand de Saussure, lo es precisamente para construir el
concepto de discurso sobre un cuestionamiento del de habla, y no para
volver a este. Ya que la célebre dicotomía fundadora lengua/habla
ha dispuesto de la suerte de la lingüística estructural durante muchas
décadas, veamos cómo concibe el Curso esa oposición.
La lengua es una realidad social, y el habla, una realidad indi
vidual.
“Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: l9,
lo que es social de lo que es individual; 29, lo que es esencial de lo que es acce
sorio y más o menos accidental.” 1
Además, “la lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto
que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación [...]. El habla
es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia”.2
En otras palabras, la lengua corresponde a la memoria, y la ima
gen del diccionario, del tesoro de los signos, surge como consecuencia
lógica:
“La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones
depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares,
idénticos, fueran repartidos entre los individuos.” 3
1. F. de Saussure, Curso de lingüística general, traducción española, Bue
nos Aires, Losada, 1945, p. 57.
2. Ibídem.
3. Ibíd., p. 65.
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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO
Dadas las características que permiten oponer lengua y habla,
se comprende que la oración no corresponde a la lengua sino al habla,
lugar de la actividad y de la inteligencia.
A partir de las fuentes manuscritas del Curso se podrían mostrar
las vacilaciones de Saussure a este respecto, pero lo importante es que
la oposición lengua/habla ha terminado por convertirse en la oposi
ción entre un código homogéneo, un sistema de reglas universales, y
una libertad y espontaneidad que escapan a toda regla. Evidentemente
esta oposición se había hecho aun más neta desde el momento que
la lengua no incluía la oración. En efecto, la oposición lengua/habla
corre el riesgo de oponer lo sistemático (la lengua) a lo individual,
a lo contingente (el habla), a Ia~autonomía de un sujeto hablante,
sujeto sicológico sometido a pasiones, necesidades, etc. En esta pers
pectiva no hay lugar para el “discurso”, concepto que apunta a des-
pojar al sujeto hablante de su papel central para integrarlo al funcio
namiento de enunciados, de textos cuyas condiciones de posibilidad
se articulan sistemáticamente sobre formaciones ideológicas.
Así, la dicotomía lengua/habla puede llevar a considerar que por
un lado está lo que es sistemático y racional, un objeto homogéneo
y autárquico, la lengua, y por otro, lo que corresponde al uso contin
gente del sistema, a lo retórico, lo político, etc. Habría, por una parte,
un conjunto de palabras dotadas de un sentido fijo y trasparente, y
por otra, su uso. En realidad se trata de saber si el vínculo entre el
sentido de las oraciones de un texto y sus condiciones sociohistóricas
es algo secundario o es constitutivo de ese sentido mismo, indepen
dientemente de la ilusión que puede tener el hablante de que la
significación de su discurso coincide con lo que él “quiere decir”. No
es cuestión, obviamente, de dirigir inútiles reproches a Saussure: la
ocultación de lo que seguidamente se definirá como discurso responde
a una especie de necesidad, considerando el contexto en que se definió
la lingüística estructural.
No es de extrañar que una superación de la oposición lengua/
habla se haya cumplido en ese campo privilegiado que son las obras
“literarias”. Al colocar, desde una perspectiva posteriormente califi
cada de “estructuralista”, el principio de inmanencia en el centro de
su estudio de los textos, es decir, al intentar estudiar la estructura del
texto en sí mismo y por sí mismo, rechazando toda consideración
exterior a él, los trabajos de los formalistas rusos 4 permitieron extraer
una lógica de los encadenamientos trasoracionales, particularmente en el
4. Nombre que se da al grupo de jóvenes lingüistas rusos que entre 1910 y
1920 sentaron las bases y emprendieron los primeros trabajos concretos en el campo
del análisis estructural de las formas literarias. Entre ellos puede mencionarse a
V. Propp, R. Jakobson, J. Tinianov y B. V. Tomashevski. Consultar la antología
de T. Todorov, Théoríe de la littérature, Senil, 1965.
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INTRODUCCIÓN
dominio del cuento folclórico. Las investigaciones de V. Propp5 son
actualmente bien conocidas en Francia, y han permitido construir los
primeros esbozos de sintaxis narrativa, de lógica del relato.6 Es cierto
que este tipo de corpus parece un dominio demasiado específico para
tener una incidencia directa en el estudio de las lenguas naturales o
de enunciados aparentemente menos estructurados, pero se comprende
fácilmente que al aplicar los principios fundamentales de la lingüís
tica estructural a cuentos populares, “nouvelles”, etc., la escuela de
los formalistas rusos preparaba la toma en consideración por parte
3e la lingüística de lo que después se llamaría el discurso. Lo esencial
era aplicar el concepto de ^sistema” a enunciados muy largos, pues
la extensión de este tipo de enfoques a objetos cada vez menos privi
legiados solo era una cuestión de coyuntura epistemológica. De más
está decir que el análisis del discurso no podía, por definición, que
darse en una perspectiva de análisis inmanente de los textos. Los
formalistas rusos lograron producir una ruptura con respecto al enfo
que impresionista y filológico de las obras literarias, pero no llegaron
a concebir la relación de estas con sus condiciones sociohistóricas.
Es en la década del 50 cuando se producen acciones mucho más
decisivas para la constitución del análisis del discurso. Nos encon
tramos entonces ante dos aportes en cierto sentido simétricos: la
extensión de los procedimientos de la lingüística distribucional nor
teamericana, a enunciados que superan los límites de la oración (deno
minados discursos), por parte de Zellig S. Harris en 1952, y los
trabajos dfí_JRoman Jakobson v Émile Benveniste sobre la enunciación;
como veremos, se trata, por un lado, de una problemática lingüística
muy norteamericana, y por otro, muv europea.
Más adelante consideraremos la concepción de Harris; por ahora
basta decir que es el primer lingüista que extendió directamente los
procedimientos utilizados para el análisis de las unidades de la lengua
a enunciados que van más allá del marco de la oración. Una de las
grandes paradojas de este análisis del discurso es el hecho de que su
iniciador directo haya trabajado con exclusión de cualquier referencia
a la significación. Paradoja que quizá solo sea tal debido a que tene
mos la tendencia a asimilar apresuradamente el estructuralismo euro
peo postsaussureano y el distribucionalismo norteamericano, de los
cuales el contexto ideológico, los postulados y los métodos son en
5. Especialista en cuento folclórico. Su obra fundamental, Morfología del
cuento (Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972), demostró que era posible construir
un modelo elemental del cual se derivaban una infinidad de cuentos folclóricos
superficialmente muy diferentes.
6. Cf. en Francia, por ejemplo, los trabajos de T. Todorov, Grammaire du
Décaméron, Mouton, 1969; C. Brémond, Logique du récit, Seuil, 1973, y A. J.
Greimas Sémantique structurale, Larousse, 1966 (trad. esp.: La semántica estruc
tural, Madrid, Gredos, 1971), y Du sens, Seuil 1970 (trad. esp.: En torno al sentido,
Madrid, Fragua, 1973).
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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO
realidad diferentes. En Harris, “no existe la elección entre dos objetos,
ni dos lingüísticas: la de la lengua y la del habla. La descripción
formal de los datos —gramática o si se quiere estructura— es un
concepto operatorio que permite el estudio del fenómeno lingüístico”.7
En cambio, Benveniste o Jakobson buscan desentrañar cómo se
inscribe el sujeto hablante en los enunciados que emite, es decir, se
tiende a sustituir una lengua concebida como un repertorio de signos
combinados sistemáticamente por la idea de que “el hablante se
apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición de
hablante por medio de índices específicos”, según Benveniste;8 el
hablante establece asimismo un cierto tipo de relación con su propio
enunciado y con el mundo. Este punto de vista nuevo tiene una gran
incidencia en la constitución de una teoría del discurso. (No hay que
engañarse, sin embargo, en este punto: por la vía de la enunciación no
es que se vuelva al habla saussureana, sino que se trata de un con
junto de reglas basadas en un aparato formal; de otro modo, la teoría
de la enunciación estaría en contradicción con los presupuestos del
análisis del discurso, que se basa en la irreductibilidad de las inten
ciones del sujeto hablante a los mecanismos específicos de los enun
ciados que produce en una situación determinada.)
Hasta aquí nos hemos referido solamente a aportes situados
dentro del campo mismo de la lingüística, pero esta perspectiva es
demasiado restrictiva, en la medida que las problemáticas elaboradas
en un dominio determinado de las ciencias humanas participan de
otras disciplinas (y esto es tanto más inevitable en el caso del análisis
del discurso). Nos parece que el desarrollo del análisis del discurso
puede ser abordado desde dos puntos de vista diferentes: como una
tentativa de subsanar las deficiencias del tradicional análisis de con
tenido,9 pero también como síntoma y consecuencia de ese contexto
teórico a menudo muy difuso que es el “estructuralismo”.
De una manera esquemática, puede decirse que el análisis de contenido se
desarrolló en el espacio que el estructuralismo lingüístico había dejado vacío, pero
del cual las ciencias humanas, sobre todo la sociología, no podían prescindir.
El análisis de contenido pretende ser un método de tratamiento controlado
de la información contenida en textos, por medio de una “grilla” de lectura obje
7. D. Leeman, Langages 29, p. 26.
8. Langages 17, p. 14.
9. El análisis de contenido se desarrolló en los Estados Unidos, particular
mente después de la Segunda Guerra Mundial, entre los sociólogos e historiadores.
Mencionemos dos clásicos del género: Bernard Berelson, Contení Analysis in Com-
munication Research, Glencoe, The Free Press, 1952, y Harold J. Lasswell et alii,
Language of Politics, New York, G. Stewart, 1949. Para una presentación y una
crítica, ver R. Robin, Histoire et linguistique, capítulo 3; para una defensa del
análisis de contenido y una crítica al enfoque lingüístico, consultar la introducción
de Tracts en mai 1968, Armand Colin, 1974.
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INTRODUCCIÓN
tiva, cuyos resultados han de ser interpretados. En términos generales, hay que
disponer en el punto de partida de un repertorio estructurado de “categorías” que
sirvan para normalizar la diversidad superficial de los textos de modo.de hacerlos
comparables; una vez homogeneizadas las “cualidades”, generalmente es posible
cuantificar. Todo el problema reside precisamente en la construcción de esas
categorías: ni siquiera recurriendo a una estadística léxica o a una sintaxis ele
mental, resuelve el análisis de contenido la cuestión de la estructuración del texto.
Sería presuntuoso pensar que la lingüística, a través del anális^del discurso, estará
inmediatamente en condiciones de remplazar, pura y simplemente, al análisis de
contenido: las miras de este último son evidentemente más “empíricas” que las de
la lingüística, pues sólo apunta a “caracterizar el corpus [. . .] por medio de una
disposición particular de conceptos extraídos de la metalengua, de manera de
marcar lo que su contenido tiene de específico o de singular en relación con otros
corpus o con otras partes del mismo corpus desde el punto de vista de la socio
logía o de la sicosociología”;10 así, no es verdaderamente el funcionamiento
de un discurso lo que se toma como objetivo.
Trabajar sobre textos no constituye sin embargo una práctica obvia e ino
cente, cualesquiera que sean los resultados, a menudo interesantes, a los que se
llega a través del análisis de contenido. ¿Es posible estudiar el contenido de un
discurso sin una teoría del discurso?
A decir verdad, estas deficiencias solo aparecieron como tales
en razón de la penetración progresiva (por no decir invasión) del
“estructuralismo”, que se basa esencialmente en los aportes de la
lingüística estructural, calificada de “ciencia piloto”. La lingüística
misma ha sufrido los efectos de este fenómeno, al verse enfrentada
a objetos nuevos y a la exigencia de producir nuevos conceptos para
responder a una notable demanda. Así, se ha vuelto imperativo consi
derar a los mitos, sueños, novelas, filmes, cuadros, etc., como conjuntos
significativos cuyas leyes de significación se busca establecer con la
ayuda de conceptos tomados de la lingüística, ciencia de ese sistema
de significación por excelencia que es una lengua natural. En estas
condiciones, la posición de una lingüística cuyo campo de aplicación
se limitaba a la oración se hacía absolutamente insostenible.
En términos más generales, la aparición del análisis del discurso
no es más que el síntoma de un cambio en el estatus acordado a los
textos. La práctica de los textos, hasta el momento de la penetración
de los análisis estructurales, estaba dominada por el punto de vista
"filológico”. Ya fuera en literatura, en historia, en etnología, en
filosofía, etc., se trataba de devolver los textos a la vida que se
consideraba que los había producido. í Se buscaban fuentes, influen
cias, alusiones al contexto de la época, se quería descifrar, reconstituir
(si era preciso) el texto original, señalar eventualmente las falsifica
ciones, evaluar su interés, etc. Se llegaba así a rodear el texto de un
10. Des tracts en mai 1968, introducción.
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MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO
aparato de notas, de críticas que debían permitir su lectura, es decir,
de hecho, permitir encontrar directamente el pasado del que ema
naba: la superficie del lenguaje era atravesada, una vez eliminada la
opacidad, y se alcanzaba su sentido, el de la época o del autor que
él ponía de manifiesto. Por el enfoque estructural, todo texto se ha
vuelto ahora, de “documento” que era, “monumento”, según la feliz
expresión de Michel Foucault. Ya no se atraviesa el lenguaje para
atrapar su sentido, despojándolo de los accidentes históricos, que lo
han vuelto opaco, sino que se busca despejar sus condiciones de posi
bilidad para explicar su funcionamiento, con la ayuda de teorías de
la lengua, del inconsciente, de los discursos, de la ideología, etc., siste
máticamente articuladas. Se despliega un sistema de correlaciones que
escapan a un contacto inmediato con lo vivido. El análisis del discurso
es el nombre dado a un conjunto de respuestas de la lingüística, muv
elementales por el momento, a esta enorme presión. A la vez, veremos,
se plantea una grave cuestión: ¿qué es de incumbencia de la lingüís
tica en un discurso y qué no lo es? Y lo que no ¿a qué disciplina o
disciplinas corresponde?
Entretanto, el distribucionalismo norteamericano había integrado
la oración en la “lengua”; esta ampliación será aun más marcada después,
en la teoría generativa de Chomsky, que establece como punto de
partida a O, es decir, la oración. Así es como Chomsky afirma que,
según Saussure,
“la formación de la oración no es estrictamente un problema de lengua sino más
bien un problema de lo que él llama el habla; ella se encuentra, pues, fuera del
campo de la lingüística propiamente dicha. Es un proceso de creación libre, sin
restricción por parte de reglas lingüísticas salvo aquellas que gobiernan la forma
de las palabras y la disposición de los sonidos. Desde este punto de vista, la
sintaxis es un problema secundario y, efectivamente, hay pocas obras de sintaxis
durante el período de la lingüística estructurar .11
De hecho, Chomsky se separaba rigurosamente de Saussure al
afirmar el carácter dominante de la sintaxis y remplazar la concepción
de una lengua-depósito de signos por la de una “creatividad” del
sujeto hablante concebida como sistema de reglas. Al contrario de
Harris, que distinguía claramente entre oración y discurso, Chomsky
mantiene una cierta ambigüedad sobre este punto, pareciendo admitir
implícitamente que los sujetos hablantes producen oraciones. En ver
dad, la teoría chomskiana no se construye contra una problemática
del discurso sino que la ignora casi totalmente. La competencia, con
cebida como el sistema abstracto de reglas que sirven de base a las
oraciones producidas por el sujeto hablante, deja en la oscuridad las
11. Le langage et la pemée, Payot, 1970, p. 37.
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