Table Of ContentFrédéric Gros
y Carlos Lévy (dir.)
F oucault
Y LA FILOSOFÍA ANTIGUA
Actas del coloquio internacional
llevado a cabo el 21 y 22 de junio de 2001,
organizado por la Universidad de París-XII <E.A. 431),
la Sociedad Internacional de Estudios sobre Michel
Foucault y la Escuela Normal Superior.
Obra publicada con el apoyo
del Centro Michel Foucault
Ediciones Nueva Visión
Buenos Aires
Gros, Frédéric
Foucault y la filosofía antigua / Frédéric Gros y Carlos Lévy -
1- ed. - Buenos Aires: Nueva Visión, 2004
176 p.; 19x12 cm. - (Claves)
Traducción de Elena Marengo
ISBN 950-602-489-8
1. Filosofía • I. Lévy, Carlos - II. Titulo
CDD 100
Título del original en francés
Foucault et laphilosophie antigüe
© Éditions Kimé, París, 2003
Traducción de Elena Marengo
Revisión técnica del griego: Edgardo Castro
© 2004 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tucumán 3748, (1189)
Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que
marca la ley 11.723. Impreso en la Argentina/Printed in Argentina
INTRODUCCIÓN
La relación de Foucault con la filosofía antigua es problemá
tica, entraña a la vez fascinación y rechazo, proximidad y
extrañamiento. A partir de 1981 hasta la fecha de su muer
te, todos los cursos dictados por Foucault en el Collége de
France descansaron sobre el pensamiento griego y romano.
Así y todo, vano es esperar que la edición de esas clases nos
aporte algo que no supiéramos de antemano, al menos des
de que Gallimard publicara en 1984, año de la muerte de
Foucault, sus dos últimos libros, L’usage des plaisirs y Le
souci de soi. Se abordaba allí la manera griega y latina de
construir la relación con los placeres del cuerpo, partiendo
siempre de una misma idea: la de señalar una ruptura con
la manera cristiana de hacerlo, y disociar la atención puesta
en los placeres del examen escrupuloso de los deseos. Para
sorpresa general, los cursos desarrollados en el Collége de
France superan en mucho a los libros publicados: su pers
pectiva es más amplia, su audacia especulativa tiene funda
mento más sólido y el marco teórico es más ambicioso.
Así, la publicación deL’herméneutique du sujet, curso dic
tado en 1982, permitió descubrir a un Foucault nuevo e in
édito. Ese curso pronunciado hace más de veinte años que
llegaba a nosotros con una frescura singular, parecía respon
der a nuestros interrogantes contemporáneos con matices de
futuro, y adelantarse a la vez a la bibliografía crítica de la
filosofía antigua. De ahí que surgiera la idea de organizar
en el Collége de France dos jornadas en torno a la lectura de
ese curso rico e inaudito. El objetivo era confrontar a los es
pecialistas en filosofía antigua con estas conferencias
foucaultianas sobre Platón, Epicuro y los estoicos, pero no
para separar la paja del trigo y decir: en esto Foucault se
equivocó; en aquello puede tener razón. Por el contrario, la
idea era, más bien, producir al comienzo un efecto de sorpre
sa que permitiera luego una actitud reflexiva. Pues siempre
el tema es cómo se ha de usar la filosofía: ¿qué uso se puede
hacer hoy del platonismo, del estoicismo, del epicureismo?
Puesto que Foucault no escribió una historia de la filosofía
antigua, así como no había hecho en la Histoire de la folie
una historia de la ciencia psiquiátrica, ni una historia de
la institución penitenciaria enSurveilleret punir. No se tra
taba, entonces, de aplicar a las tesis de Foucault el metro de
una verdad doctrinaria pretendidamente constituida sino
de contemplar el destino del pensamiento contemporáneo a
la luz de los antiguos. La apuesta fue aceptada, y los espe
cialistas no intentaron hacer el papel de censores. Con la
misma humildad de Foucault en su curso, los participantes
del coloquio se dedicaron a reflexionar sobre lo que se revela
de nosotros mismos en nuestra manera de leer a Platón, a
Séneca o a Epicteto. A esta altura, se impuso al proyecto un
ordenamiento pedagógico.
En primer lugar, la relación con el estoicismo, tan pode
rosa en Foucault. ¿Cómo podía suceder que ese verdadero
azote de los procedimientos disciplinarios que fue Foucault
se dejara seducir ahora por los maestros de la disciplina y el
orden interior? ¿Cuál es la relación existente entre el estoi
cismo de Foucault y el de Deleuze?
En segundo lugar, el vínculo más general con la filosofía
helenística: ¿cómo construye Foucault su relación con el epi
cureismo? ¿Por qué finge ignorar a los filósofos escépticos?
En tercer lugar, las prácticas del alma. Puesto que
Foucault entiende cierta filosofía antigua como una estética
de la existencia, arte de sí mismo, era preciso volver a pen
sar esa tecnología de sí en sus prolongaciones cristianas y
más recientes aún. ¿Cuál es la filosofía del sujeto que supo
ne la tematización de las prácticas de sí?
* * *
Los textos que se publican en este volumen intentan, en
el fondo, descifrar un enigma. Foucault murió en junio de
1984. Hoy, el sentido de sus primeras obras se ha compren
dido cabalmente: la idea de que, en la época de triunfo de la
ciencia, la locura quedó prisionera del discurso médico, en
cerrada dentro de un dispositivo psiquiátrico, cuando tenía
otra cosa que decirnos, algo relativo a nuestra fundamental
relación con el lenguaje y el tiempo; después, la idea de que
la prisión no sirve para reducir la delincuencia sino que la
fabrica, la produce; y la idea de que no hay que denunciar al
poder sólo por su capacidad de reprimir, censurar y sujetar
sino también por su capacidad de incitar, do difundir normas
de conducta.
Cuando llegó el momento, todo fue consignado, debatido
con fiereza, defendido con pasión o combatido con rigor. Pero
el enigma está en otra parte, aun cuando todavía haya mu
cho que aprender de Foucault sobre la arqueología de los sa
beres y la genealogía de los poderes. El enigma estriba en el
sentido que ha de atribuirse a sus últimas obras, a lo que
Foucault construyó con paciencia, tesón y fervor en esos
años de la década de 1980 que fueron los últimos de su vida.
1980 a 1984: cuatro años de clases en el Collége de France,
cuatro años de investigaciones, dudas superadas, ilumina
ciones, avances bruscos e inacabados. Cuatro años que, para
nosotros, constituyen un inmenso legado espiritual en sus
penso, cuatro años durante los cuales Foucault prestó oídos
a los primeros padres cristianos, y luego a la filosofía anti
gua, para abrir nuevas sendas de pensamiento. En este te
rreno, hay una pregunta que nos puede servir de guía, una
pregunta que Foucault, precisamente, no querría entender
como el más antiguo de los interrogantes, como un cuestio-
namiento ancestral, sino como algo bastante nuevo -fecha-
ble históricamente al menos- cuyo nacimiento querría ubi
car en los primeros siglos de nuestra era. La pregunta es
ésta: «¿quiénes somos?». Es decir, interrogante sobre la iden
tidad del sujeto, sobre su constitución profunda, su verdad
íntima, su índole secreta. Problema, entonces, que tiene que
ver con el conocimiento de sí, las distintas modalidades en
que se alcanza el saber de sí, con la ciencia que será posible
constituir sobre uno mismo como sujeto verdadero, como in
dividuo objetivo, como personalidad psicológica. «¿Quiénes
somos?» Cuestión difícil, evidentemente, pero, sobre todo,
extraña para Foucault. Interrogante complejo sin duda,
pero, más que nada, relativamente nuevo. Pregunta vasta
si las hay y que, según Foucault, más allá de su profundidad
y amplitud nos remite a nuestros límites culturales: nues
tra incapacidad de hacer de nosotros otra cosa que sujetos
de conocimiento, nuestra incapacidad de pensar nuestra re
lación con nosotros mismos de una manera que no reitere la
búsqueda de una identidad, una naturaleza, el secreto de
nuestra verdad interior. Pero esa pregunta no abre para
Foucault un abismo de perplejidad insondable. La halla, in
cluso, algo estúpida y poco interesante en el fondo. No es que
él la haya respondido; pero poco importa que alguien le dé
respuesta.
Cuando se trata de nuestro interés por nosotros mismos,
de reconstruirnos para nosotros mismos, no tenemos a nues
tra disposición para hacerlo más que las técnicas del conoci
miento. No alcanzamos la condición de sujetos si no es para
la psicología y mediante ella. Pero, ¿realmente no cabe ha
cer otra cosa que transformarnos en un objeto de saber?
Para escapar de ese interrogante, Foucault vislumbra, sin
embargo, otro recurso: mostrar que la pregunta no tiene
nada de remoto, que no fue planteada desde tiempos inme
moriales, que no fue formulada en todas las épocas ni en to
das las culturas, en ñn, que hay otras técnicas de sí que no
son las técnicas del conocimiento.
Llegado a ese punto, Foucault aborda la filosofía griega
para buscar allí lo que le permitirá dar un rodeo, evitar los
procedimientos del conocimiento de sí y transitar otras prác
ticas subjetivas. Empresa tanto más abrumadora cuanto,
desde siempre, los manuales y las historias oficiales comien
zan por decir que la filosofía griega inauguró el pensamien
to con las palabras de Sócrates «conócete a ti mismo». Así y
todo, Foucault no pierde el pie: relee, argumenta, demues
tra. Decididamente, para él, las técnicas de sí que propusie
ron los antiguos no son técnicas del conocimiento de sí. Sin
duda, comprenden procedimientos para el conocimiento de
sí, pero estrictamente subordinados a un objetivo que los
excede. Releyendo a Aristóteles y Platón, Foucault descubri
rá que lo que se elabora allí es un sujeto del dominio de sí
[maitrise de soi], el dominio sobre sí mismo y sobre los otros,
pero nunca un sujeto del conocimiento de sí. Releyendo a
Marco Aurelio, Epicteto y Séneca, Foucault muestra que en
esos autores tampoco se inventa un sujeto del conocimiento
de sí, sino un sujeto del cuidado de sí, de la concentración
atlética sobre sí. En efecto, cuidar de sí no es inclinarse so
bre sí mismo para conocerse ni abandonarse a una intros
pección fascinada e hipocondríaca; no es hacer de sí mismo
un objeto de saber. Cuidar de sí es constituirse como sujeto
de acción, capaz de responder con rectitud y firmeza ante los
sucesos del mundo. Cuidar de sí no es desentenderse de
los otros para ocuparse exclusivamente de sí: es dar una for
ma definida a la acción que uno emprende, al cometido que
uno acepta, al rol social que uno cree desempeñar. Para
Epicteto, por ejemplo, cuidar de sí es preguntarse al traspo
ner la puerta de la casa: ¿cuáles son mis deberes como padre
de familia? Y cuando se trata del ámbito público, pregun
tarse: ¿cuáles son ahora mis deberes en mi calidad de ciu
dadano de tal o cual ciudad? Es, también, descubrir que
uno pertenece a la comunidad humana entera. Cuidar de
sí es darse reglas para el compromiso político. Las inda
gaciones éticas de Foucault jamás son otra cosa que una
manera de pensar la política.
Pero, ¿qué había entonces en esas técnicas del conoci
miento de sí que incitaban fuertemente a Foucault a poner
las en evidencia en su historicidad y fragilidad, a someter
las al pensamiento, no ya como antiquísimos mandatos de
la humanidad pensante, sino como una invención moderna
del Occidente cristiano? En el último curso que dictó en el
Collége de France en 1980, Foucault sostuvo: lo que descu
brí en los primeros padres del cristianismo, lo que supongo
en el psicoanálisis, lo que he descubierto estudiando el mo
mento en que las técnicas de sí se reducen a técnicas de in
trospección, de conocimiento de sí, de búsqueda de la natu
raleza verídica y la identidad secreta del sujeto como objeto
de saber, todo eso no tiene otro sentido ni finalidad ni objeti
vo que reconocerse como sujeto obediente, sumiso y ordena
do. Así, todo parece más claro. Las últimas investigaciones
de Foucault sobre Casiano y Tertuliano, Séneca y Epicuro,
no son meros estudios históricos sobre el pensamiento occi
dental y plantean la cuestión de nuestra actualidad. Basta
con prestar oídos a lo que dicen nuestros contemporáneos
más cercanos.
Escuchémoslos, pues. Los sujetos no consumen ya lo su
ficiente: se abaten. Los sujetos ya no votan: han perdido la
confianza. Los sujetos destruyen y saquean: ha fracasado
la autoridad del padre. Todos los problemas de la sociedad
se recodifican hoy en términos de una psicología del sujeto.
Por duro que sea un problema, su solución deberá hallarse
en un conocimiento adecuado de ese mismo sujeto de la psi
cología. Además, toda buena psicología entraña así de inme
diato una psicología del buen consumidor, el buen trabaja
dor y el buen ciudadano. A los individuos afligidos por sí
mismos y por los otros, a los sujetos vaciados y despavori
dos, nuestra sociedad y nuestra cultura sólo pueden repetir
les el mismo mandato: para estar mejor, conócete mejor a ti
mismo. Los especialistas en el conocimiento de sí nos repi
ten la lección de que hay que trabajar, comprar y votar.
¿Y si -como lo sugiere Foucault en su último curso de
1980- intentar conocerse no hubiera significado nunca otra
cosa que intentar constituirse como se nos exige ser? ¿Si la
empresa de conocernos mejor, de constituimos como objetos
de conocimiento, de devenir sujetos de la verdad de nosotros
mismos implicara empobrecernos, limitamos y sometemos?
Usando palabras del mismo Foucault, en el fondo y en últi
ma instancia, no hay resistencia posible al poder si no es
reinventando la relación consigo mismo.
La pregunta «¿quiénes somos?» tiene raigambre cristia
na. La pregunta de los griegos que Foucault ros revela es
otra. No ya «quiénes somos», sino «¿qué debemos hacer de
nosotros mismos?» Como si Foucault, guiñándonos el ojo y
con una risotada, nos dijera: he releído a los griegos; la revo
lución será ética.
Frédéric Gros
Université París - XII
FOUCAULT, ESTOICO?
DOS USOS DEL ESTOICISMO:
DELEUZE Y FOUCAULT
Thomas Bénatóuil
Université Paris - XII
Me propongo exponer aquí el enfoque de la filosofía helenís
tica y romana que adoptó Foucault en el curso de 1981-82 y,
en particular, su visión del estoicismo. En la introducción a
L’herméneutique du sujet,1 Frédéric Gros muestra con clari
dad que ese curso señala un último rumbo en los trabajos de
Foucault, rumbo velado por la publicación tardía -con res
pecto a la fecha de su elaboración- del segundo y el tercer
volumen de Histoire de la sexualité? En esos tres últimos
años de clases en el Collége de France, Foucault no se inte
resa por la moral sexual de la Antigüedad sino por la dimen
sión ética y política de la filosofía griega y romana, que consi
dera como elemento problematizador de las relaciones entre
sujeto, poder y verdad. Voy a referirme aquí a la manera en
que Foucault aborda, lee e interpreta la filosofía antigua
en ese curso. La manera, es decir, el método más que los re
sultados, los objetivos más que las interpretaciones.
Me ha parecido conveniente proceder de manera compa
rativa. Me propongo, por lo tanto, analizar el enfoque del
estoicismo que Deleuze propuso en 1969 en Logique du
sens,3 y servirme de él como referencia para evaluar la espe
1 Michel Foucault, L’herméneutique du sujet, Cours au Collége de
France, 1981-82, edición establecida bajo la dirección de F Ewald y A.
Fontana por F. Gros, París, Gallimard-Seuil, 2001. De aquí en adelante,
HS. Hay traducción al castellano: La hermenéutica del sujeto, México,
Fondo de Cultura Económica, 2002.
t L’usage des plaisirs y Le souci de soi (París, Gallimard, 1984). Estos
dos libros, que forman parte de La historia de la sexualidad, han sido tra
ducidos al castellano como El uso de ¡os placeres y La inquietud de sí. Si
glo xxi, México, 1987.
5 Gilíes Deleuze, Logique du sens, París, Minuit, 1969. De aqui en