Table Of ContentEspiritual Noelle
Leashed 2.5
Jet Mykles
Capítulo Uno
Pensaba en mi hermana Meg durante mi largo viaje en tren hacia Buffalo. No en su
implicación en las dos muertes ocurridas donde ella vive en California, ni en su posterior
exoneración de toda culpabilidad en dichas muertes por parte del tribunal de grandes líderes,
a pesar de que en ausencia de Meg durante las fiestas familiares en Albany, esos hechos
fueron el principal tema de discusión durante el fin de semana de Acción de Gracias, y yo había
estado muy interesada.
Yo estaba fascinada por su vida sexual. Mi hermana pequeña había atado a dos shifters.
Una hazaña rara de por sí, pero que sorprendía más porque esos hombres no sólo eran
magníficos, sino que habían sido amantes antes de que ella los atara. Había hablado con ella
por teléfono el día de Acción de Gracias antes de que la familia se sentara a la mesa. Aunque
mi hermana siempre había mantenido la boca cerrada cuando se trataba de su vida privada —
cuando tenía una— yo la conocía lo suficiente para saber que sí, que los hombres tenían una
relación previa, pero que ahora eran tres en la relación sexual. Dos hombres, mi hermana
pequeña tenía dos hombres. Si ella podía, ¿podría yo también? A pesar del fuerte impulso no
la llamé desde el tren, no estaba segura de que ella pudiese ayudarme en mi situación. Y no
estaba completamente segura de que yo tuviese una situación. Pero tenía que intentarlo.
Esperé hasta que el tren llegó a la estación de Depew antes de llamar a quienes había
venido a ver. La coordinación era la clave. Había trazado cuidadosamente mi ruta desde Albany
de forma que ningún tren saliese hacia el este después de mi llegada, calculando que ellos no
podrían rechazarme cuando venía de tan lejos. Estaba parada junto a la ventana de la estación,
mirando fijamente la nieve que caía ligeramente, con mis maletas a mis pies y mi abrigo
doblado en el brazo, preguntándome quien respondería al teléfono.
—¿Hola? —Una voz grave respondió, era Jake. Yo puse mi tono de voz mas alegre—.
Hola.
—Hola, Noelle —Mi corazón se calentó ante el genuino afecto de su voz—. ¿Cómo van
las cosas por el norte del estado?
—Están bien —Mi voz sonaba más tranquila de lo que yo me sentía, o eso esperaba—.
Pero estoy de nuevo en Buffalo. ¿Puedes recogerme?
—¿De nuevo en Buffalo?
—Estoy en la estación Depew.
—Pero…
—¿Puedes recogerme?
—Yo, bueno, claro, creo… —Hizo una pausa y yo cerré mis ojos, sabiendo lo que sucedía,
oí murmullos y una voz diferente apareció en el teléfono—. ¿Estás en Buffalo? —Yo tragué
fuertemente ante ese sonido. La calmante y grave voz de Jake era un calor bienvenido, pero la
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voz de tenor de Daniel era un cuchillo caliente que iba directamente a mi vientre y que hizo
estallar algo profundamente dentro de mí que luego rezumó caliente y mojado entre mis
piernas. Cerré los ojos y tome aire, poniendo freno a mis emociones.
—Sí.
—¿Por qué?
—Vine a verte.
—¿Por qué?
—Te necesito, os necesito a ambos. Estaba preocupada por ti.
—¿Preocupada?
Dibujé figuras con mi dedo en el polvo de la pequeña repisa que tenía ante mí.
—Todavía no tienes las cosas bajo control, Daniel. Eres mi responsabilidad hasta que lo
consigas.
—Dijimos que estaría bien hasta después de Año Nuevo.
—Lo sé.
—¡Maldita sea!
—Pero hay mucho tiempo entre Acción de Gracias y Navidad. Pensé que podía venir
antes.
—Pensé que tu familia tenía un millón de recepciones entre esas fechas.
—Y las tienen —¡Maldita sea, me esta lanzando mis propias palabras!—. Pero he
decidido irme.
—¿Por qué?
—Para ayudarte.
—¿Por qué?
Hice una mueca al reflejo de mi cara en la ventana.
—Bueno, ¿vais a venir a buscarme? Es muy tarde para regresar —dije dramáticamente—
tendré que coger una habitación en la ciudad.
Se quedó en silencio durante unos agonizantes momentos y yo lo odié por eso. Daniel
bien podía enviarme de vuelta y yo no podía darle una razón mejor para estar aquí. Bueno,
excepto la verdad, pero aun no estaba lista para decírsela.
—Jake estará allí enseguida, puedes colgar.
—Gracias, Daniel.
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Él gruñó.
—Pasaos por un supermercado, parece que viene una tormenta.
Capítulo Dos
Pasó una hora antes de que el coche Jake llegara. Las luces nocturnas de la estación
habían adelantado su encendido en un intento de iluminar el gris crepúsculo. La nieve caía
sobre los grisáceos montones, formados en días anteriores a los lados de la calle. Cogí mi bolso
de mano y el asa de mi maleta de ruedas y me dirigí hacia las puertas.
Él me vio, aparco el coche y salió. Oh, se veía tan bien como yo recordaba. Vale, sí, sólo hacía
dos semanas desde la última vez que lo había visto, pero me habían parecido dos semanas
muy largas. Grande y fuerte, casi parecía un oso, su otra forma, excepto que no había un
gramo de grasa en él. Jake era puro músculo, con una altura de más de 1.81. Su alborotado
pelo castaño caía hasta la altura de su barbilla, donde prácticamente se mezclaba con su
oscura barba. Usaba pantalones vaqueros azules desteñidos y una camisa verde de franela que
asomaba bajo una chaqueta, también verde, del ejército.
Se apresuró a acercarse a mí y tomó el asa de mi maleta con una mano mientras me
envolvía en un abrazo de oso.
—Mmmm, nadie da abrazos de oso como un oso —le dije. Olía a cuero, a leña y a
almizcle, a hombre confortable. Sólo hacía tres meses que conocía a ese hombre y su olor
calentaba ya un pedazo de mi corazón que había estado vacío durante mucho tiempo. Había
llegado a la conclusión de que estaba en un apuro.
Las ráfagas de viento mordían, no hablamos hasta que estuvimos en el cálido interior del
todoterreno y puso el coche en marcha.
—No contábamos contigo hasta enero —La voz de Jake tenía un tacto que siempre me
hacía pensar en un oso gruñón.
—Lo sé, pero no había una razón real para que me quedase hasta Navidad.
—¿Estás aquí para una semana o dos?
Miré por la ventanilla, era más fácil dar un rodeo que decir la verdad.
—Algo así —Sinceramente yo no deseaba irme de nuevo, nunca, pero él no estaba
preparado para oírlo. Ni yo estaba segura de cual sería su reacción.
—¿Tu familia está de acuerdo con eso?
—Oh, seguro —Él no necesitaba saber que mi madre estaba decididamente en contra.
Me giré e hice una mueca—. Eh, ¿estamos yendo al supermercado?
—Sí, Daniel te lo dijo, necesitamos comprar, hay una tormenta sobre nosotros.
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—Bien, podemos comprar tallarines y filetes, así puedes hacer ese stroganoff tuyo,
¿vale?
Había descubierto que los osos, por lo menos éste, son cocineros maravillosos. Él sonrió
y me miró de reojo. Mi corazón se estremeció, aunque de forma más sutil que Daniel, Jake era
un hombre hermoso, tenía esos grandes y maravillosos ojos marrones, que aunque podían ser
maliciosos, eran los ojos más honestos que había visto nunca, rodeados por unas oscuras y
densas pestañas que eran para morirse.
—Claro, podemos comprar lo que quieras.
Me paré al final del pasillo mirando fijamente la mezcla de rojo, blanco y verde de la
parafernalia de Navidad. “Here Comes Santa Claus” fue el último de una serie de pegadizos
villancicos que habían estado sonando desde que llegamos al supermercado. Los culpé por la
idea que apareció en mi cabeza. ¿Me atrevería a hacerlo? Sí.
—¿Jake?
Él se paró antes de girar por el siguiente pasillo.
—¿Sí?
—¿Tenéis un árbol?
—¿Árbol?
—Para Navidad.
Él frunció el ceño.
—No.
—¿Puedo?
—¿Qué?
—Comprar un árbol y los adornos —Giré el pasillo sin esperar por su respuesta—. Yo
invito.
—Noelle, no sé si es buena idea.
—Por supuesto que es buena idea.
Cogí dos cajas de luces decorativas y las puse dentro del carro antes de coger algunos
adornos más. Jake cogió una caja y la examinó dudoso.
—No creo que Daniel quiera un árbol.
—¿Por qué no? —Deposité en el carro algunas cajas de cintas decorativas doradas y
plateadas.
—Creo que es judío.
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Me detuve, mirando fijamente un adorno con forma de Papa Noel que tenía en mi
mano.
—Oh —Lo dejé de nuevo en el estante, me dirigí de nuevo a donde estaban las luces—.
Conseguiremos algunas luces azules.
—Noelle…
—No es la religión lo que verdaderamente cuenta, Jake —Con resolución intercambié
una caja de luces blancas por unas azules. El árbol de Navidad es una antigua tradición que
existía mucho antes de que un bebé naciese en Belén. Acabé lanzando una caja de luces
multicolores para agregar sabor. Es el pensamiento el que cuenta, el espíritu de las fiestas.
La palabra espíritu, por supuesto, tenía más de una connotación en nuestra conversación. Los
ojos de Jake estaban fijos en mí y yo le devolví la mirada. Finalmente suspiré—. Necesita
relajarse un poco; ya os lo he dicho a ambos. ¿Qué mejor que unas pequeñas vacaciones? Esto
no va acerca de ninguna religión o creencia. Va acerca de un alegre árbol y de buenos olores —
Me incliné sobre el extremo del carro—. Alegrará la casa y nos dará algo festivo que hacer, así
no pensaremos en su problema a cada momento.
Jake hizo una mueca y acercó la mano a su bolsillo.
—Le llamaremos y así estaremos seguros.
Rodeé el carro y cogí el brazo para frenarlo.
—Si llamamos dirá que no, pero si aparecemos con todo, ¿qué otra cosa puede hacer
sino aceptarlo y divertirse? —Vale, había otras muchas posibilidades, pero yo estaba decidida
a no pensar en ellas. Piensa en positivo era mi lema y estaba decidida a que saliese bien, solo
que no estaba muy segura de cómo conseguirlo—. Vamos, tú quieres verlo hacer algo tan
ridículo como decorar un árbol tanto como yo.
Eso me consiguió una sonrisa renuente. Me incliné sobre su fuerte brazo, presionando
mi mejilla sobre la tela fresca de la chaqueta, había sólido músculo allí.
—Por favor Jake. No puede hacer daño y será muy divertido.
Inclinó la cabeza y me miró de reojo. Yo fijé mis ojos en él. Rió.
—¿Siempre consigues lo que quieres?
Yo hice una mueca poniéndome de puntillas para plantar un rápido beso en su cálida
mejilla, adorando las cosquillas que su barba hizo en mis labios.
—No, a veces no.
Dio un resoplido pero no dijo nada más. Me separé y empecé a apilar ridículos adornos
de Navidad —y alguno de Hanuka— sobre los comestibles que medio llenaban el carro. Él
incluso cogió algunos, riendo conmigo ante un muñeco de Rudolf que cantaba y se le
iluminaba su roja nariz de payaso. Estaba muy oscuro cuando salimos del supermercado y
debido al mal tiempo decidimos conseguir el árbol en un sitio no demasiado lejano. Jake
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rechazó dar su opinión y simplemente se encogió de hombros cuando finalmente me decidí
por un abeto Douglas de unos dos metros de altura. Esperamos a que el vendedor terminase
de atender a otro cliente para que viniese a cobrarnos. Metí mis manos en los bolsillos de mi
ligera cazadora azul, Jake no parecía sentir el frío. Estaba quieto con sus pulgares metidos en
los bolsillos traseros mientras miraba al oscuro cielo. Lo envidié, tanto si era por ser un oso o
por haber crecido en este clima, Jake no era susceptible al frío, su chaqueta ni siquiera estaba
abotonada. Moví mis botas sobre la capa de nieve medio derretida que había en el suelo. Era
el momento de conseguir de Jake toda la información que pudiera antes de que nos
encontrásemos con Daniel.
—Jake, ¿es el problema de Daniel con la magia la única razón para que abandonaseis el
ejército?
Jake me miró sorprendido. Yo levanté la cabeza para mirarlo. Aparté mi pelo rubio de los
ojos aunque el viento pronto volvió a ponerlo en el mismo sitio.
—Daniel me dijo que esa fue la razón, pero yo creo que no —Me encogí de hombros. El
frío mordió mi mano descubierta y abandoné mi pelo a favor del calor de mi bolsillo—. Quería
preguntártelo antes de irme pero no encontré la oportunidad.
Él evitó contestar.
—Si Daniel te dijo…
—Por favor, Jake, es importante. ¿Cómo voy a ayudar a Daniel si él no me da la
verdadera información? Necesito saber porque no quiere pensar en nada de eso.
Él reflexionó. Yo había aprendido que para algunas cosas se tomaba su tiempo, le
conocía y sabía que se le podía empujar a hacer algo que no quisiera. Lo atribuí a su parte de
oso. Podías sugerir, persuadir o amenazar, pero él haría las cosas a su propia manera.
Afortunadamente poseía una mente abierta y Daniel era su mejor amigo y su brujo. Tendría
que trabajar en esto conmigo. El vendedor vino antes de que Jake pudiera contestar, le pagué
y Jake cogió el abeto, demostrando su impresionante fuerza. Lo llevó hasta el coche y lo sujetó
a la baca. Se giró y con su mirada me detuvo antes de que rodease el coche hacia el asiento del
pasajero.
—Pensaron que éramos homosexuales —murmuró y luego abrió la puerta del coche.
¡Sí! Me apresuré y subí a mi asiento.
—¿Pensaron que erais gays y eso molestó a Daniel?
—La gente normal no sabe nada sobre hechizos que atan. Y no había otros brujos o
shifters a nuestro alrededor. Ni siquiera entre los oficiales al cargo —Continuó mientras giraba
la llave. Esperó a que un Toyota azul pasase antes de sacar el coche del aparcamiento—. Le
molestó mucho. Comenzaron a hacer comentarios de que estábamos siempre juntos y de que
teníamos habitaciones juntas y que salíamos siempre juntos. No pudimos decirles que era a
causa de la magia —Jake se encogió de hombros—. No me preocupó, pensé que todo sería
más fácil si pensaban que éramos gays. Que harían menos preguntas. Yo no dije nada, pero
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Daniel no podía dejarlo así y cuanto más intentaba negarlo, más lo creían ellos. Supongo que
cuando yo no estaba, se metían más con él.
Ah, bien, eso tenía sentido. Jake estaba atado mediante lazos mágicos a Daniel. Un
enlace mágico que obligaba a Jake a proteger a Daniel. Mucho antes de conocerme, Daniel
había lanzado un hechizo para atraer a Jake y después otro para atarlos como shifter y brujo.
Era un arreglo sobre todo unilateral, a favor del brujo o bruja, pero la mayoría de las relaciones
que he conocido entre atados terminan por convertirse en relaciones amistosas con ambas
partes convertidas en buenos amigos, si no en más. Jake y Daniel tenían una de esas buenas
relaciones. La amistad se había fortalecido durante su tiempo en el ejército hasta el punto de
casi hacer las correas innecesarias. No podía imaginar que Jake dejase voluntariamente a
Daniel, sin embargo Daniel no había roto el hechizo. Las correas les daban conocimiento
metafísico del otro que era útil a menudo. Detecté que en su caso había algo más, pero eso
requería una cuidadosa investigación. Pero yo sabía por mi experiencia con los seres normales
(seres humanos que no son ni shifters ni brujos) que no podían entender la proximidad del
enlace y éste era frecuentemente interpretado como una relación sexual. Las palabras de Jake
confirmaron lo que había descubierto cuando había llamado a su antiguo teniente y había
preguntado acerca de él. Solo había preguntado ahora porque quería escucharlo de la propia
boca de Jake.
—Todo eso unido al tratamiento especial que teníais debido a las habilidades especiales
de Daniel, de las cuales no podíais hablar con nadie —Asentí y me recosté hacia atrás en mi
asiento y miré la nieve que empezaba a cubrir el camino—. Puedo entender que eso les
provocase celos.
—Por no mencionar el hecho de que él es guapo —Estudié su perfil, pero lo que Jake
acababa de decir era un hecho. Lo era, pero yo no podía decir como eso le había afectado a
él—. Sí lo es.
Yo lo medité. Mi corazón fue hacia Daniel. Sí, era un hombre fuerte en el apogeo de su
vida, pero era delgado por naturaleza, y como Jake decía, guapo. Podía imaginar como los
militares habían hecho su vida miserable. La sonrisa de Jake estaba llena de orgullo mientras
mantenía sus ojos fijos en la carretera. Sus manos en el volante.
—Le llamé bonito como una chica la primera vez que nos vimos. Me gané un ojo morado
por aquello.
Me reí entre dientes mientras hacía girar mis ojos. Como la mayoría de las mujeres no
podía entender la diversión que encontraban los hombres en las peleas. Condujimos durante
un tiempo en silencio mientras digería lo que Jake me había contado. La zona urbana empezó
a mezclarse con el paisaje rural mientras nos dirigíamos al área de denso bosque donde vivían.
El viento lanzaba nieve contra el coche.
—¿Y a ti no te incomodaba que pensaran que erais gays?
Jake se encogió de hombros.
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—No, no era verdad, nosotros lo sabíamos, ¿a quién le importa lo que otros piensen?
Claro que nos metimos en algunas peleas, pero no importaba, ellos no iban a licenciarnos, no
con las habilidades de Daniel.
Yo asentí. La necesidad de mantener la existencia de la magia alejada de las masas hace
imposible que el dotado esté totalmente libre entre la gente normal. Yo solo podía imaginar
que pasaría en el ejército cuando los jefazos quisieran utilizar las habilidades especiales de un
brujo. Él había mencionado el momento en que se conocieron. Fruncí el ceño. Mi corta
conversación con el teniente no me había permitido entrar en mucho detalle. Y Daniel nunca
había sido muy comunicativo.
—¿Cuando te ató Daniel?
La sonrisa de Jake fue débil.
—Le hicieron lanzar el hechizo después de que lo reclutaron.
—¿Lo reclutaron?
Jake asintió.
—Le encontraron cuando todavía estaba en el instituto, no le dijeron que le estaban
reclutando. No está bien lo que le hicieron —La cólera se podía oír en su voz—. Pero estaba
impaciente por salir de su casa, te habló de eso.
Asentí. Daniel me había contado bastante sobre su infancia. No había sido abusiva, pero
tampoco lo que se dice feliz. Según él, su padre, un hombre de la Marina, estaba pocas veces
en su casa, y su madre japonesa estaba más interesada en vivir su propia vida en los Estados
Unidos que en preocuparse por su único hijo.
—Bueno, después de que lo reclutaran decidieron que era demasiado joven y bonito y
que necesitaba protección.
—¿Tú ya estabas alistado?
Por lo que me había contado la casa que Daniel y él ocupaban en el sur de Buffalo fue
donde Jake había pasado parte de su infancia con sus ancianos abuelos.
—No. Me reclutaron también. Daniel se siente culpable por eso. Pero a mi no me
importó.
—¿Tus abuelos…?
—Ya habían muerto. Estaba solo de todos modos —Se encogió de hombros—. No
estuvo mal para mí.
—Pero él aún se siente culpable.
Jake asintió. Sus ojos se veían solemnes en la débil luz del interior del coche.
—Eso creo.
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Me recosté pensando. Ahora tenía algunas respuestas a las preguntas que me
preocupaban. Conocía la fuente de la culpabilidad y del miedo de Daniel. Él sentía que se había
impuesto en la vida de Jake y la había arruinado con los rumores acerca de que eran
homosexuales. Pero Jake no parecía afectado. En cambio parecía contento de tener a Daniel
para proteger. De tener algo en que concentrar su vida. Ahora que tenía algunas respuestas,
¿qué iba a hacer con ellas?
Capítulo tres
Hablamos de cosas sin importancia durante el resto de nuestro camino hacia el sur. El
viento seguía soplando. La noche oscura nos rodeó, la nieve parecía polvo fino a la luz que
emitían los faros del coche, haciendo que recordase la nave de Star Trek cuando entra en la
velocidad de la luz.
Cuando nos acercábamos a la casa empecé a supervisar silenciosamente nuestros
alrededores para controlar la actividad espiritual. Eso era lo que me había traído al lado de
Daniel, ayudarlo. Era un brujo espiritual, igual que yo, pero mucho más instintivo. Antes de la
reunión conmigo, él prácticamente no había tenido ningún entrenamiento en nuestro peculiar
tipo de magia, la cual era lo suficientemente diferente como para requerir un brujo espiritual
como profesor. Pero aún sin entrenamiento, podía atraer más magia espiritual que yo, y yo era
una de las más poderosas en nuestra especialidad. Era incluso más asombroso por el hecho de
ser tan joven. Yo estaba cerca de cumplir treinta y dos y no había adquirido por completo mis
poderes hasta finales de los veinte. Daniel sin embargo tenía veintitrés y podía manejar más
magia espiritual que yo, pero sus poderes aún no estaban maduros. La fuerza del don de
Daniel era tanto una bendición como una maldición. Era tan fuerte que atraer y manejar magia
espiritual había sido fácil para él durante sus años de formación. Sus oficiales superiores no
pensaron que necesitase cualquier otro entrenamiento. El problema era que sus poderes
habían crecido hasta el punto en que simplemente no podía contener la gran cantidad de
energía espiritual que había a su alrededor. Su control instintivo ya no era suficiente. Era
peligroso tanto para él como para los que estaban en su cercanía. Los espíritus no son
fantasmas. No son almas que quedan después de la vida, no tienen verdadera consciencia. Los
espíritus nunca estuvieron vivos y nunca lo estarán. Son manifestaciones metafísicas de la
naturaleza que llenan todo alrededor de nosotros, son pensamientos y sentimientos repetidos
una y otra vez por docenas o centenares de personas. Los espíritus están siempre allí, incluso
en los lugares considerados “muertos”. En lugares que la gente siente que hay algo “vivo” es
probable que estén sintiendo una gran concentración de energía espiritual. Los espíritus
malévolos a veces son llamados poltergeist cuando habitan casas viejas. Las casas antiguas
suelen tener energía espiritual benévola proveniente de la familia que la ha habitado durante
generaciones. Los brujos espirituales pueden servirse de esa masa de energía espiritual,
disiparla o “hablar” con ella. Los brujos espirituales cogen su fuerza de esa manera. La masa
espiritual que ha habitado un lugar durante mucho tiempo conoce la historia entera de ese
lugar. Una vez visité el Partenón de Atenas y pasé días escuchando y aprendiendo de la
asombrosa cantidad de energía espiritual que allí había. No es siempre coherente y raramente
lineal pero (a mí por lo menos) siempre me ha fascinado. En el caso de Daniel la energía
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