Table Of ContentJean Allouch
El psicoanálisis,
una erotología de pasaje
Seminario de los días
25, 26 y 27 DE octubre de 1997
Córdoba
Traducción de SILVIO MaTTONI
Intervenciones de
Raúl Giordano, Graciela Graham
sobre La etificación delpsicoanálisis
Transcripción y montaje de las discusiones
Marta Olivera de Mattoni
Litoral
Responsable de la publicación:
Marta Olivera de Mattoni
Colaboración y notas de las discusiones:
Liliana Ferro, Graciela López y
María del Carmen Melegatti
ISBN: 987-99567-9-6
Cuadernos de Litoral y la revista Litoral son editadas
por Ediciones de la école lacanienne depsychanalyse.
© 1998. Edelp. Tucumán 1841.
5001 Córdoba, Argentina
Impreso en Argentina
Envío
“El psicoanálisis: una erotología para el olvido”, éste había sido el
título anunciado en primer término para un seminario dado los días
25, 26 y 27 de octubre de 1997 en Córdoba (Argentina). Se hallará
aquí una transcripción doblemente infiel. En efecto, revisada a poste-
riori, contiene asimismo algunos análisis que, sobre todo en interés de
dar lugar al debate, no pudieron ser presentados oralmente.
Al no haber sido íntegramente realizado el programa, particular
mente en verdad, es decir, con respecto a que la verdad debía ser pre
sentada como fálicamente erigida contra el olvido (su nombre de alét-
heia expresa bien que ésta priva de lethé, de olvido), se había vuelto
oportuno encontrar otro título para la publicación. Elp sicoanálisis,
una erotología de pasaje pareció un buen título de apertura, porque
no escamotea esa “opacidad sexual” a propósito de la cual Lacan de
claraba, cuando alcanzaba además el fin de su camino, el 13 de ene
ro de 1976, que a partir de ella todo debía ser retomado desde el prin
cipio. Proferir los dos nombres de “hombre” y de “mujer”, hablar de
“la diferencia sexual”, tener en cuenta una “bisexualidad” es ya en
efecto resolver, ilusoriamente, el problema que pretendemos tratar.
Lacan (Les non-dupes errent, sesión del 15 de enero de 1973):
[...] el hombre no es la mujer. ¡Ni Aristóteles se atrevió a re
chistar contra eso! ¿Cómo lo habría hecho, en primer lugar, eh?
¿Diciendo “Ningún hombre es mujer”? ¡Eso, eso habría sido te
rriblemente caradura entonces, sobre todo en su época! Entonces
no lo hizo... Si hubiera dicho “Todo hombre no es mujer”, ¿eh?
Y bien, vean el sentido que adquiere: el de una excepción. Hay al
gunos que no lo son. Es en tanto que todo que no es mujer. V,
allí, la A del cuantor, x, un punto, e y, barrada: Vx.y. Lo único
molesto es que no es del todo cierto y que eso salta a la vista.
El psicoanálisis freudiano es una erotología- Ese estatuto lo
separa de la ética dentro de la cual hoy se intenta, desde diversos
ángulos, verterlo. En La etificación del psicoanálisis, creo haber
mostrado —por el absurdo— que ese psicoanálisis no es una éti
ca. Así el presente opúsculo, suplemento del precedente, indica
ría esta vez positivamente lo que es.
Sobre la erotología analítica, Freud una vez más es quien la inau
gura. Leemos, en plena mitad del seminario La ética del psicoaná
lisis de Lacan, esto:
Tenemos que explorar lo que con el correr del tiempo el ser hu
mano fue capaz de elaborar que transgrede esa Ley [la que nos ha
ce desmesuradamente pecadores, dice el contexto], la coloca en una
relación con el deseo que franquea ese lazo de interdicción e in
troduce, por encima de la moral, una erótica. [...] Sin duda, ha
blando de erótica, debemos hablar de lo que se fomentó con el co
rrer del tiempo, de las reglas del amor.
Freud dice en algún lado que hubiera podido hablar de su doc
trina como de una erótica, pero dice, no lo hice, pues esto hubie
ra sido ceder sobre las palabras y quien cede sobre las palabras ce
de sobre las cosas - hablé de teoría de la sexualidad. Es verdad,
Freud colocó en un primer plano de la interrogación ética la sim
ple relación del hombre y la mujer. Cosa muy singular, las cosas
se limitaron a quedar en el mismo punto.
Sesión del 23 de diciembre de 1959, Paidós, p. 104.
Curioso cruce entre Lacan y Freud, puesto que Lacan, ese año
y también los siguientes, reivindica explícitamente para el psicoa
nálisis de Freud el nombre de erótica con respecto al cual Freud (se
gún Lacan) pensaba que el de “teoría de la sexualidad” era más con
veniente ya que cedía menos sobre la cosa sexual.
Lo contrario, aún hoy, es verdad. Incluso en el reconocimiento
de que esa “verdad” es también un asunto erótico.
TEXTO ANUNCIO DEL SEMINARIO
El psicoanálisis: una erotología para el olvido
En Occidente, existe una especie de moderna desorien
tación con respecto a eros. Prueba de ello, esta coincidencia:
el momento en que Bataille lanza contra eros el último gri
to de la soberanía vencida (1957), en que Klossowski publi
ca Las leyes de la hospitalidad (1965), será también aquel en
que un Stoller intenta enmarcar el sexo como género (1968),
en que Lacan formula que no hay relación sexual (1969), en
que Foucault propone su historia de la sexualidad (1976) y
que a partir de esto se emprenden una serie de estudios his
tóricos decisivos (cf. Bibliografía). Es también el momento
en que con la ayuda de los psicoanalistas se intenta inventar
otro sexo, el bi, y en que, última noticia del verano de 1997,
son proclamados los derechos sexuales, en que la sexualidad
se hace así... “patrimonio”. ¿Se ha encontrado ya una pala
bra más inconveniente para el sexo?
Freud destaca que la erótica juega sus vueltas. Lo que no im
pide que la teoría del coger, a pesar de los esfuerzos de Ferenc
zi y de Reich, quede ampliamente descuidada, hasta que La
can propone en 1962-63 algo así como una escritura de la
relación sexual. Explícitamente, hacía así del psicoanálisis una
erotología. Ella venía detrás de muchas otras. Citemos entre las
mejor caracterizadas de esas erotologías: los cultos fálicos (tan
poco, tan mal estudiados), el tantrismo, la homofilia griega, la
cortesía, el libertinaje, el dandysmo, el romanticismo.
El gesto de Lacan contaba con el hecho de que una eroto
logía puede producir otra, puede mutar en otra. Rushdie {Los
hijos de medianoche, p. 620): “[...] la historia que terminamos
tal vez no sea nunca la que habíamos comenzado”. El psicoa
nálisis es una erotología mutante, una erotología mediadora:
eros que transforma a eros.
¿Qué es entonces esa articulación estrafalaria, subrayada
por Foucault, del falo (el fascinus) y la verdad? Se pondrá de
relieve que el falo es la verdad de la verdad. Sucede que la ver
dad, a-létheia, es lo que mejor funciona a manera de contra
olvido. Ahora bien, el olvido (lethé) sucede cuando eso cae.
La verdad es esa mentira, esa creencia o esa ilusión de que
eso no cae(rá)... en el olvido. Se levanta contra esa caída que
lo sexual, por su ausencia de huella, hace presente de entra
da. La verdad de la verdad es por lo tanto falo, lo que Freud
transcribiría haciendo del orgasmo la summa voluptas (en la
tín porque ya los latinos advertían ese hecho), lo que Lacan
metonímica y púdicamente indicaba haciendo decir a la ver
dad: “Yo, la verdad, hablo”, dicho de otro modo: “Parlotean
do, me levanto contra el olvido”. Aunque nada se levante
verdaderamente contra el olvido.
La erotología es por lo tanto eros puesto al servicio del ol
vido (la histérica en efecto sufre de recordar: el inconciente
—Freud también lo advertía— vuelve casi inolvidable cual
quier cosa que la represión inscriba ahí).
Si no obstante nada prevalece sobre el olvido, la palabra
final del fin de la erótica partida analítica será la que Lacan
expusiera en primer término, justo después de haber inven
tado el objeto pequeño a (en enero de 1963): ni “travesía
del fantasma”, ni “caída” o “pérdida” de ese objeto erótico
si lo es, sino un acto pasivo con respecto a él, un “dejar
caer”. Lacan (L’angoisse): “La cosa freudiana es lo que Freud
ha dejado caer”.
BIBLIOGRAFÍA DEL SEMINARIO
SANDOR FERENCZI, Thalassa, una teoría de la genitalidad, Buenos
Aires, Ed. Letra Viva, 1997.
WlLHEM REICH, La función del orgasmo, México, Ed. Paidós, 1994.
GEORGES BATAILLE, El erotismo, Barcelona, Ed. Tusquets, 1988.
Jacques Lacan, L’angoisse, seminario inédito (1962-63).
PlERRE KLOSSOWSKI, Les lois de l’kospitalité, París, Gallimard, 1965
(hay traducciones en español de Roberte esta noche y de La re
vocación del edicto de Nantes. Biblioteca Era, México, 1976 y
1975).
MARCEL DETIENNE, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Ed.
Taurus.
PASCAL Quignard, L’étre du balbutiement, París, Mercure de Fran-
ce, 1969.
MlCHEL Foucault, Historia de la sexualidad, La voluntad de saber,
México, Ed. Siglo XXI, 3a ed., 1978.
K. J. DOVER, Homosexualitégrecque, París, La pensée sauvage, 1982,
Io ed. inglesa 1978).
FÉLIX BUFFlERE, Éros adolescent, la pédérastie dans la Grece antique,
París, Les Belles Lettres, 1980.
PAUL VEYNE, La elegía erótica romana, México, Fondo de Cultura Eco
nómica.
MlCHEL Foucault, Historia de la sexualidad, El uso de los placeres,
México, Ed. Siglo XXI, 1986.
MlCHEL Foucault, Historia de la sexualidad, La inquietud de sí,
México, Ed. Siglo XXI, 1987.
JEAN Allouch, “Un sexo o el otro”, en Littoralen español n° 11-12,
Córdoba, EPEL, junio de 1991.
BERNARD SERGENT, Homosexualité et initiation chez lespeuples in-
do-européens, París, Payot, 1996 (Ia ed. 1984).
Thomas Laqueur, La construcción del sexo, Madrid, Cátedra, 1994.
Jean Allouch, “Sinceridades libertinas”, en Artefacto n° 4, Méxi
co, 1993.
PETER BROWN, Le renoncement a la chair, París, Gallimard, 1996.
PASCAL QUIGNARD, Le sexe et l’effroi, París, Gallimard, 1994.
JEAN-LUC HENNIG, Bi, París, Gallimard, col. L’Infini, 1996.
CLAUDE Calame, L’Éros dans la Gréce antique, París, Belin, 1996.
Jean-Claude MlLNER, Le triple duplaisir, París, Verdier, 1997.
Francois JACOB, La souris, la mouche et l’homme, París, Ed. O. Ja
cob, 1997.
Primera sesión, sábado a la mañana
La tesis que durante estas tres jornadas de seminario deseo po
ner a consideración de ustedes, discutir con ustedes, al menos cuya
posibilidad me propongo hacerles entender, e incluso hacer que la
“admitan en su creencia”, como decía felizmente Descartes, para ex
traer de ella, dentro de la relación de ustedes con el psicoanálisis, al
menos algunas de sus consecuencias decisivas, esa tesis es simple de
formular. Expresa el estatuto del psicoanálisis en el campo, si no de
la ciencia, en todo caso en el de la racionalidad; es pues una tesis ca
pital. El psicoanálisis, digo, es una erotología. Agreguémosle de in
mediato dos palabras, lo que da esta otra tesis cercana: el psicoaná
lisis es una erotología hecha medio. O incluso: de pasaje.
Los protagonistas
Al escuchar la primera formulación de esta tesis, sin duda ha
brán oído el “digo”, que por cierto no pretendo erradicar, separar
de la tesis como un elemento sin importancia, una especie de rui
do que sólo podría ser nocivo para el enunciado en todo rigor de
la tesis, para su estudio, para su validación. Muy por el contrario:
si la tesis lo es verdaderamente y si es verdaderamente ésta, singu
lar, entonces algo como este “digo” es exigible. En efecto, no vemos
cómo una erotología podría ser dicha, y por lo tanto convocar a
eros, de manera “acéfala”, fuera de la presencia del cuerpo, empe
zando por la de la voz que pronuncia la convocatoria.
Que sea esencial no implica sin embargo que ese “digo” sea un
representante exactamente apropiado para esta tesis, la cual no es
solamente una tesis sobre eros sino que es en sí misma de un te-
ñor erótico, forma parte de una determinada maniobra de eros.
De hecho, ese “digo” no es exactamente adecuado, antes que na
da porque no fui el primero que dijo esta tesis. El primero fue La
can; primero después de Freud por supuesto (cf., aquí mismo, el
envío). Lacan en 1962-63, mientras estudiaba la angustia, cuan
do inventaba, en un momento señalable casi en segundos, el ob
jeto pequeño a ‘, en el mismo momento en que sucedían en Fran
cia un determinado número de acontecimientos no desatendibles
para nuestro propósito. Así es exigible otro enunciado de la tesis,
,1. £e trata del paso más importante dado por Lacan desde la invención del ter
nario S I R en 1953- El 9 de abril de 1974, Lacan declaraba (seminario Les
non-dupeserreni): “¿Qué es entonces lo que yo inventé? [...] Responderé de
esta manera para poner las cosas en marcha: el objeto “pequeño a”. Leída a
posteriori, esa invención se revela como producida sobre un terreno prepa
rado de bastante larga data y podemos, como lo hizo Guy Le Gaufey en un
seminario (no publicado) en 1994, señalar paso a paso algunos acontecimien
tos capitales a ese respecto; ocurrieron contra un Fondo de ambigüedad en el
punto de partida (desde la construcción del “grafo del deseo”), donde “pe
queño a” designa un pequeño otro a la vez imagen y objeto: el 5 de enero de
1958, aparición del objeto metonímico, en seguida llamado falo, el 20 de
mayo de 1959 el objeto es situado “como corte y como intervalo”, el Io de
febrero de 1961, introducción del agalma. La invención del objeto pequeño
a sobreviene en un momento en que la distinción “Otro”/“otro” terminaba
constituyendo un problema como tal insoslayable, desembocando en una
crisis. Ahora bien, a partir del 9 de enero de 1963... terminado. Pequeño a,
como objeto, ya no tendrá nada que ver con el pequeño otro. Ese paso deci
sivo se da en una frase muy simple, de consecuencias inmediatas, numero
sas, explícitas, capitales. Digámoslo en una palabra.
La construcción misma de Lacan vive un momento de perturbación, de
vacilación. Es en efecto difícil, con respecto al esquema óptico, continuar lla
mando “pequeño otro” 1/ el jarrón en el Otro y 2/el ramo de flores que es
tá en el cuello del jarrón, el objeto cuya presencia en el Heim provoca la an
gustia. Tanto más difícil cuanto que Lacan justamente ha señalado, via
Ábraham, desde el seminario Le transferí..., que ese objeto es precisamente
un resto que escapa del juego de la libido reversible entre i(a) e i’(a). Excep
to en la confusión más grande, la letra “a” no puede designar a la vez al otro
y lo que escapa del otro. Segundo punto de perturbación del álgebra lacania-
na, esta vez legible en el grafo. No podemos plegar uno sobre otro dos estra-