Table Of ContentMiércoles, 03 de Abril de 2013 Antología Denis Sulmont
______________________________________________________________VII Parte: Enfoques
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EL ENFOQUE ESTRUCTURAL
Denis Sulmont 1989
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En este texto, trataremos de recoger y discutir los aportes del enfoque
estructural. Este enfoque abarca una amplia gama de interpretaciones
teóricas, políticas e históricas que tienen en común el insistir en la desigualdad
de las relaciones económicas y sociales existentes, y enfocarlas como
resultantes de un ordenamiento global de la sociedad.
A diferencia del enfoque liberal, el enfoque estructural no se sustenta en
el comportamiento independiente de los individuos y de las instituciones, sino
en las determinaciones derivadas de una matriz de relaciones entre las
partes constitutivas de un todo articulado2. El objeto del análisis es la
“estructura social”, entendida como combinación de determinados elementos
y niveles interrelacionados que definen la situación de los sujetos sociales.
Esta perspectiva, como veremos, no excluye necesariamente la lógica de los
actores sociales, pero su punto de partida es fundamentalmente el aspecto
estático del ordenamiento de la realidad social.
El enfoque estructural guarda relación con las corrientes políticas
desarrollistas, reformistas y radicales involucradas en el proceso de
industrialización posterior a la crisis de los años 30 y a la Segunda Guerra
Mundial. Su principal fuente de inspiración se encuentra en los planteamientos
de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas
(CEPAL), y en los modelos de interpretación derivados de ellos, tales como el
esquema centro-periferia, el “dualismo estructural” y la “teoría de la
dependencia”.
Con la finalidad de realizar un balance de los aportes y limitaciones de
dichos modelos, abordaremos los siguientes puntos:
En primer lugar, señalaremos el contexto social y político en el cual se
ubica el pensamiento de la CEPAL en el Perú, y su relación con las corrientes
1 Texto inédito elaborado como parte una reflexión crítica a los diferentes enfoques de análisis de la
problemática laboral en el Perú. Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, 1989.
2 Sobre el concepto de estructura en la ciencia social, ver la discusión que ofrece Sergio Bagu en su libro
“Tiempo, realidad social y conocimiento” (1970). El autor define la estructura como “un todo cuyas
partes se encuentran interrelacionadas y cumplen funciones que sólo podrían cumplir dentro de este
todo”; este autor cuestiona la oposición entre estructura e historia y plantea la necesidad de relacionar
el análisis sincrónico y diacrónico, recogiendo el concepto de dinámica estructural presente en Marx, y
la de estructura estructurante presente en Piaget. Para Bagu la estructura no se sobrepone a los
hombres sino que esta construida en base a la realidad relacional humana.
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desarrollistas y reformistas. En segundo lugar, confrontaremos los elementos
de este enfoque presente en la tradición aprista y sus variantes actuales. En
tercer lugar, revisaremos el modelo de análisis propio del “dualismo
estructural” y de la “heterogeneidad tecnológica”. A continuación discutiremos
los conceptos de “marginalidad”, “economía campesina” y “sector informal
urbano”. Finalmente, intentaremos articular los aportes del análisis
estructuralista con la lógica de los actores sociales.
1. MATRIZ DE INTERPRETACIÓN
1.1. El pensamiento de la CEPAL en el Perú.
El pensamiento de la CEPAL corresponde a la iniciativa de las elites
industrializantes latinoamericanas respecto a la implementación de políticas y
de un marco institucional que permita el desarrollo de las economías
nacionales de la región. (Raúl Prebish, Oswaldo Sunkel).
Pedro Paz resume los aspectos centrales del enfoque cepalino del
siguiente modo:
“Existe, en un plano más general, un conjunto de ideas
originarias, presente en dicho pensamiento a lo largo de sus diferentes
fases, que refieren al proceso de cambio a largo plazo de las economías
de la región. Esta concepción general es precisamente la que más
interesa desde el punto de vista del a teoría del desarrollo. De acuerdo
a ella, y en forma resumida, se concibe que la estructura económica de
la periferia es dual y especializada, y que la del centro es integrada y
diversificada; esta diferenciación estructural está a la base del carácter
de las relaciones comerciales entre centro y periferia, caracterizadas por
el intercambio de manufacturas por productos primarios. Junto a eso, se
concibe también que el proceso técnico y el aumento de la
productividad son más acelerados en el centro, generándose una
tendencia al crecimiento dispar de los ingresos; o dicho con otras
palabras, a la concentración de los frutos del progreso técnico. El
deterioro de los términos de intercambio constituye el mecanismo a
través del cual está tendencia se materializa. Finalmente, se concibe que
los diferentes ritmos de incremento de la productividad y del ingreso
refuerzan dinámicamente la desigualdad estructural entre centro y
periferia. (…) La más general y directamente ligada a dichas ideas,
plantea la necesidad de sustituir el “laisser faire” por una política
deliberada e integral de desarrollo, cuyo eje central gire en torno a la
industrialización y cuya coherencia quede asegurada por la planificación.
De postulaciones relativas a distintos campos de la política económica.
Así se postula la necesidad de ciertas medidas proteccionistas, de la
defensa de los precios de los bienes primarios de exportación, de la
cooperación internacional en los campos financiero y tecnológico, de la
integración de ciertas características específicas en lo relativo a las
políticas industrial y agrícola, la necesidad de introducir cambios de
estructura, etc.”. (Paz. 1972:3)
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En el Perú, no obstante el persistente predominio del “liberalismo criollo”
de las clases dominantes, las tesis desarrollistas de la CEPAL tuvieron un
importante impacto sobre empresariado y los sectores medios técnico-
profesionales ligados al proceso de diversificación y modernización económica
de los años 50-60; formaron parte de los planteamientos de los nuevos partidos
políticos reformistas organizados al final de la dictadura de Odría (Acción
Popular, Democracia Cristiana y Movimiento Social Progresista), y alimentaron
las corrientes nacionalistas presentes en diferentes instituciones , en especial
la Fuerza Armada, incorporándose a la estrategia de “seguridad nacional”3
también influyeron sobre algunos sectores del APRA y de la izquierda marxista.
Las recomendaciones de la CEPAL derivadas de en un importante
estudio sobre la industrialización en el Perú en 1956, fueron acogidas
favorablemente por los líderes de los sectores modernizantes de la burguesía y
de la tecnocracia, como el que se organizó en torno al movimiento “Acción
para el Desarrollo” 4.
1.2. La dependencia
La teoría de la dependencia constituye una versión radicalizada del
enfoque estructural de la CEPAL; su principal expresión en el Perú se
encuentra en los trabajos de Anibal Quijano5.
El concepto de la dependencia busca explicar el desarrollo y
subdesarrollo en base a las relaciones de subordinación de la estructura
interna de producción y del capital a los centros de acumulación y de poder a
nivel internacional. En su versión más radical, reintroduce en el análisis la
categoría del imperialismo, así como el de los “modos de producción”. También
intenta sistematizar un análisis de clases sociales en el contexto de una
estructura social dependiente.
En un importante ensayo llamado “Naturaleza, situación y tendencia de
la sociedad peruana”, Anibal Quijano (1967) centra su análisis en las sucesivas
modificaciones de las relaciones de dependencia como factor explicativo de
los cambios que registra la estructura de clases en el país. Habla de una nueva
dependencia, es decir el desplazamiento del eje de dominación de los
tradicionales enclaves primarios exportadores bajo el control directo del capital
extranjero hacia la producción urbano-industrial, como consecuencia de la
reorientación y diversificación de los intereses capitalistas centrales. Sobre
esta base, explica la evolución de la estructura productiva y ocupacional,
subrayando el fortalecimiento de la clase obrera urbano-industrial, junto con el
desarrollo de las relaciones mercantiles en el campo.
El análisis de Quijano recoge el planteamiento cepalino de las relaciones
desiguales entre centro y periferia, traduciéndolas en términos de
subordinación imperialista y mostrando cómo estas, a su vez, se reproducen
3 El pensamiento de la CEPAL tuvo una influencia decisiva en el Centro de Altos Estudios Militares
(CAEM), donde se han formado los oficiales que diseñaron e implementaron las reformas
estructurales de la Junta Militar presidida por el General Velasco, entre 1968 y 1975.
4 Acción para el Desarrollo, fundada en 1963, reunió a importantes figuras empresariales u tecnócratas
(entre ellas Manuel Ulloa), con perspectivas políticas globalizantes.
5 Entre los autores más representativos de esta vertiente, señalemos a Gunder Frank y Ceso Furtado.
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en la estructura social dependiente, mediante mecanismos de “colonialismo
interno”. A diferencia del esquema desarrollista de la CEPAL, y también el
desarrollo y modernización del capital en el país con un proceso de creciente
dependencia externa; por ello descarta la tesis de la “burguesía nacional”;
sostiene la inviabilidad de un proyecto nacionalista basado en dicha clase y la
necesidad de asumirlo desde una perspectiva socialista. En este sentido, las
conclusiones de Quijano coinciden con la crítica que hacía Mariátegui a los
planteamientos de Haya de la Torre.
Quijano, al igual que Julio Cotler; cuestionó el proyecto reformista
velasquista a través de la Revista Sociedad y Política (por lo cual fueron
deportados en 1974). Para Quijano, dicho proyecto constituía una mayor
subordinación de la economía nacional al imperialismo, en el marco de una
nueva dependencia.
Ciertamente los trabajos de Quijano han contribuido a profundizar la
interpretación estructural de la sociedad peruana. Su mayor mérito ha sido de
combinar el análisis de las clases sociales con el de las relaciones de
dependencia a nivel externo e interno. Además, enriqueció este análisis,
incorporándole una dimensión cultural, con el tema de la “Cholificación”.
(Quijano, 1965). Las limitaciones del análisis de Quijano en dos aspectos
principales que se retroalimentan: en primer lugar, el carácter determinista de
la dependencia externa como factor explicativo de los cambios sociales; y en
segundo lugar, el propio sesgo estructuralista que da al tratamiento de las
clases. No obstante, la rigurosa delimitación de las fracciones de clases, de su
modo de articulación y de las sucesivas etapas que modifican su composición,
estas clases aparece como situaciones sobre-determinadas, donde la práctica
social y política de los actores no tiene espacio. La dinámica de los
movimientos sociales y las sujeciones políticas nacionales resulta encerrada
en la lógica estructural de dominación. Los cambios en las estructuras de
dominación no son atribuidos a una movilización de los protagonistas
implicados, sino a la variación de los intereses del capital imperialista. Por ello,
el enfoque de Quijano tiende a sustentar una concepción maximalista del anti-
imperialismo socialista.
1.3. El estructuralismo marxista
El modelo de interpretación de Quijano se inscribe en el esfuerzo de
incorporar el análisis marxista de clases en el esquema de la CEPAL
(reformulado en los términos de la teoría de la dependencia), este esfuerzo ha
sido continuado con el intento de formalización estructuralista del marxismo
desarrollado por la escuela de Althusser, que ejerció una importante influencia
sobre numerosos investigadores sociales latinoamericanos durante los años
70. El tema central de este enfoque estructural marxista es el de la
“articulación de los modos de producción”6.
6 Encontramos una crítica del marxismo althuseriamo en el comentario de F.E. Cardoso a una ponencia
de Nicos Poulantzas en el seminario sobre ”Las Clases Sociales en América Latina”, realizado en 1971
(publicado en Benitez, Coord., 1973)
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El estudio más sistemático en esta dirección fue el de Rodrigo Montoya,
publicado en 1970, bajo el título revelador de “A propósito del carácter
predominantemente capitalista de la economía peruana”.
Montoya parte del concepto de “formación social”, definido del siguiente
modo:
“Toda formación social (el término es de Lenin) está constituida
por varios modos de producción de bienes materiales, uno de los cuales
es necesariamente dominante, por una estructura jurídico-política y
varias ideologías, de las cuales una es también necesariamente
dominante. Estas tres estructuras existen dentro de una unidad de
combinación general y de forma diversas de articulación entre los modos
de producción con la estructura política y las diversas ideologías”.
(Montoya, 1976).
A su vez, el modo de producción de bienes materiales7 es definido como
un conjunto de relaciones sociales de producción determinadas por la
propiedad o no propiedad de los medios de producción y por un determinado
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
El análisis de Montoya se sitúa en una polémica con los sectores de
izquierda (particularmente los partidos maoístas) que tipifican la sociedad
como “feudal” o “semi-feudal”, y sustentan, por lo tanto, la necesidad de pasar
por una revolución “democrático-popular”; su objetivo es defender una
concepción de la revolución “simple y llanamente socialista”, demostrando la
predominancia del capitalismo y su articulación con modos de producción no
capitalistas en el país.
Montoya crítica la tesis de la semi-feudalidad en estos términos:
“Suponemos que “semi-feudal” significa un poco de feudalismo y
otro poco de otra cosa, que sería lo capitalista. Si no se dice semi-
capitalista, sino semi-feudal es porque se está asignando,
conscientemente o no, a la parte feudal un predominio en el país, lo que
es falso como veremos en este trabajo. Quienes sostienen la
“feudalidad” de Ayacucho o Puno, perciben la apariencia de un árbol y
esta apariencia hace que pierdan de vista la realidad que está en el
bosque”. (Montoya, 1976).
Para el autor, el objeto real que el concepto de “semi-feudalidad”
designa se encuentra en determinados modos de producción no capitalista,
subordinados todos al modo de producción capitalista, esos serían
básicamente cuatro: 1. el servil, 2. el de aparcería (incluyendo el yanaconaje),
3. El parcelario (mini-fundistas y pequeños propietarios independientes y
7 El autor distingue el modo de producción de bienes materiales entendido como categoría descriptiva,
del Modo de producción en general, como totalidad social que comprende la articulación de las
estructuras económicas, jurídico‐política e ideológica de un sistema social considerado en términos
puros (capitalismo o feudalismo por ejemplo) (op.cit.:16); señala como referencia conceptual a las obras
de Althusser, y al libro deMartha Harnecker “Los conceptos elementales del materialismo histórico
(1968) de amplia difusión en los círculos marxistas latino‐americanos a principios de los años 70.
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comuneros), 4. Los rezagos de modos de producción primitivo (comunal y
tribal).
Al analizar cada uno de los modos de producción, Montoya intenta
evaluar su peso relativo, a partir de la información disponible en el censo de
1961 y otras fuentes estadísticas. El resultado de esta indagación es que las
relaciones de producción “estrictamente capitalistas” absorben el 49% de la
PEA total y 31% de la PEA agraria, contribuyendo al 80% de la producción del
país. Las relaciones no capitalistas de producción se concentran sobre todo
en la “pequeña producción campesina” que comprende el 42% de la PEA
agrícola; el modo de producción “servil” y de “aparcería” suma menos del 9%
de los trabajadores del campo. Se supone que dicho porcentaje se reduce aún
más después de la Reforma Agraria.
Una de las conclusiones centrales de Montoya es la siguiente.
“El conjunto de relaciones de producción capitalista (…) subsisten
en el país como soporte para la penetración capitalista y desaparecen
luego de la consolidación del capitalismo. De este modo, la existencia o
no existencia de las relaciones pre-capitalistas no depende,
fundamentalmente, de su propio desarrollo autónomo, sino del desarrollo
capitalista. Se combinan, por lo tanto, distintos desarrollos y si puede
hablarse de un desarrollo global del Perú, este es desigual y
combinado”. (Montoya, 1976).
No obstante su esquematismo – que el mismo autor reconoció en sus
investigaciones posteriores8-, el libro comentado representa una importante
precisión del enfoque estructuralista marxista. Su aporte se circunscribe ante
todo a la realidad campesina. Pero al igual que Quijano, queda atado a las
categorías formales y deja de lado la dinámica de la lucha social. Por otra parte
el análisis no llega a especificar lo que llama “desigual y combinado”, por lo
cual no queda claro cómo el “predominio capitalista” se va imponiendo y sobre
todo cuáles son los límites del desarrollo capitalista. Cada modo de producción
es tratado en forma separada9, de manera más o menos estática. La crítica al
concepto de feudalidad no recoge la riqueza del análisis que sobre lo particular
desarrolló Mariátegui10. La conclusión del libro da a entender que el
8 Ver su estudio sobre la articulación entre capitalismo y no capitalismo en el eje regional Lima‐Lomas‐
Puquio‐Andahuaylas, que cubre el periodo 1880‐1980. En la introducción de este trabajo, el autor
señala: “En mí a propósito … quedaban pendientes dos problemas fundamentales: superar los límites
estrechos de una aproximación exclusivamente económica, enriqueciéndola con un acercamiento
político y cultural ideológico del desarrollo capitalista del Perú. Y además, incorporar la perspectiva
histórica en el análisis”. Montoya, 1980: 12)
9 Un aspecto de la crítica al modelo de los “modos de producción consiste en señalar que este modelo
tiende a tratar las relaciones de producción al margen de los procesos de reproducción (en particular la
reproducción de la fuerza de trabajo).
10 Para Mariátegui, la feudalidad –cuya vigencia no se contradice con el predominio del capitalismo‐ es
una herencia colonial, asociada a la opresión del a población indígena, que tiene su base en el
latifundismo, es decir el problema de la tierra. La servidumbre es parte consustancial del latifundismo.
La sobrevivencia de la feudalidad en la sierra se expresa principalmente en el gamonalismo; en la costa
se traduce en la languidez y pobreza urbana. La comunidad campesina constituye una forma distinta de
resistencia campesina; subsisten hábitos de trabajo, cooperación y solidaridad propicios a un proyecto
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capitalismo se consolida y se desarrolla haciendo desaparecer las relaciones
no-capitalistas; ello resulta más o menos cierto en el caso de las relaciones
serviles y de aparcería, pero no en lo que se refiere a la pequeña producción
campesina y a los trabajadores independientes, que constituyen el grueso de la
fuerza laboral no incorporada en las relaciones “estrictamente capitalistas”.
Existe allí una carencia de explicación proveniente del mismo modelo utilizado.
ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN
Y DE LA PEA EN LA AGRICULTURA EN 1961
SEGÚN RODRIGO MONTOYA
Tipo de relaciones Nº % de la PEA % de la PEA
de producción (en miles) Agrícola Total
Estrictamente capitalistas
(Obreros) 267 30.0 14.9
(Empleados y patronos) 21 1.4. 0.7
Total 488 31.4 15.6
Serviles* 55 3.5 1.8
Aparcería y yanaconaje** 80 5.1. 2.5
Pequeña producción
(Comuneros) 400 25.7 12.8
(Independientes) 249 16.1 8.0
Total 649 41.8 20.8
Trabajadores independientes 263 16.9 8.4
Otros 21 1.3 0.7
Total PEA agrícola 1,556 100.0 49.8
Total PEA 3,125 100.0
Elaboración: Montoya, 1970, cuadro Nº1 (base Censo 1961).
*El modo de producción servil está basado en la relación entre un terrateniente que ejerce la
propiedad jurídica del a tierra y un campesino “colono” o “arrendire” que ejerce la propiedad
real de un lote, sin ser dueño de ella, a cambio de un conjunto de “obligaciones” hacia el
terrateniente (fundamentalmente una renta en trabajo).
**El modo de producción de Aparcería está basado en la relación entre un hacendado y un
campesino con tierra insuficiente o sin tierra, en la que el primero entrega al segundo una
parcela a cambio de una renta en producto o dinero. Una forma de aparcería lo constituye en
socialista. La combinación entre feudalidad y capitalismo es analizado por Mariátegui en los siguientes
términos:
“…En el Perú actual coexisten elementos de tres economías diferentes. Bajo el régimen de
economía feudal nacido de la conquista subsisten en la sierra algunos residuos vivos todavía de la
economía comunista indígena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una economía burguesa que por
lo menos en su desarrollo mental, da la impresión de una economía retardada”. (“Esquema de la
evolución económica”, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, 1928:24)
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particular el “yanaconaje”, que tuvo vigencia hasta principios de los años 60 en los valles
algodoneros de la costa.
2. LA INTERPRETACIÓN APRISTA.
El enfoque de la CEPAL y la teoría de dependencia no sólo se presta a
una reinterpretación de tipo marxista, sino también guarda relación con el
análisis del problema nacional propio de la tradición aprista en el Perú.
2.1. El anti-imperialismo del joven Haya.
En su libro fundamental “El antiimperialismo y el APRA”, escrito en
1928, Haya de la Torre reformuló la teoría leninista de imperialismo de acuerdo
al siguiente razonamiento:
“En Europa, el imperialismo es ‘la última etapa del capitalismo’
–vale decir, la culminación de una sucesión de etapas capitalistas-, que
se caracteriza por la emigración o exportación de capitales y la
conquista de mercados y de zonas productoras de materias primas hacia
países de economía incipiente. Pero en Indoamérica lo que es en
Europa ‘la última etapa del imperialismo resulta la primera. Para
nuestros pueblos el capital inmigrado o importado, plantea la etapa
inicial de su edad capitalista moderna” (Haya de la Torre 1936).
Siguiendo una línea de interpretación que podemos llamar
estructural-histórica, el joven político analizó las consecuencias de la
penetración imperialista sobre la evolución de la estructura económica y de las
clases sociales, priorizando el problema nacional.
“Sin abandonar el principio clasista como punto de partida de
la lucha contra el imperialismo, consideramos cuestión fundamental la
comprensión exacta de las diversas etapas históricas de la lucha de
clases y del momento que ella vive en nuestros pueblos. No
desconocemos, pues, los antagonismos de clase dentro del conjunto
social indoamericano, pero planteamos en primer término la tesis del
peligro mayor, que es elemental a toda estrategia defensiva. El peligro
mayor para nuestros pueblos es el imperialismo. (…) la penetración del
imperialismo (…) plantea una violenta yuxtaposición de sistemas
económicos. El imperialismo no consulta en qué estado de evolución, en
qué grado de desarrollo se halla un pueblo para dar a su penetración
una medida científica de cooperación y de impulso sin violencias. El
imperialismo invade, inyecta nuestros pobres organismos, sin temor de
paralizarlos en grandes sectores”. (Haya de la Torre 1936).
Haya de la Torre subrayó el carácter progresista del capitalismo en
tanto representa un modo de producción y organización económica superior a
todos los anteriores. Planteó como objetivo el desarrollo de un capitalismo
nacional y de una sociedad moderna, capaz de superar a la sociedad atrasada
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semi-colonial. A este objetivo coadyuva la propia expansión imperialista. En
efecto, Haya consideraba que el imperialismo, junto con su lado negativo tenía
un lado positivo; traía capital, tecnología y progreso. Cabía entonces la tarea
histórica de juntar las fuerzas nacionales capaces de potenciar este lado
positivo. En esta perspectiva, había que definirse el papel político de las clases
sociales.
Teniendo en cuenta el carácter incipiente del capitalismo, Haya de la
Torre remarcó las limitaciones de la burguesía nacional:
“No hemos tenido tiempo para crear una burguesía nacional
autónoma y poderosa, suficientemente fuerte para desplazar a las clases
latifundistas, prolongación del feudalismo colonial español” (Haya de la Torre
1936).
Del mismo modo, insistió en la debilidad del proletariado; no veía en
él una fuerza social capaz de proveer la resistencia antiimperialista y el
desarrollo nacional; tampoco encontraba por lo tanto a los trabajadores de la
ciudad y del campo como contingentes sociales de apoyo en un frente
nacional, pero no como su eje articulador.
En cambio, para Haya de la Torre, los sectores sociales decisivos en
la lucha nacional eran las “clases medias”. Entendía por ellas a los pequeños y
medianos propietarios agrícolas, comerciantes e industriales, a los
profesionales y empleados del Estado y a los “trabajadores intelectuales” en
general; desde la independencia, fueron ellas las que intentaron afirmar sus
intereses económicos y su influencia política nacional, en permanente
confrontación con el poder oligárquico y el imperialismo. Constituían por lo
tanto, las bases de una futura burguesía nacional, es decir eran el verdadero
actor progresista de la presente etapa histórica. Las demás clases dominadas
debían apoyarla.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) (constituido
por Haya de la Torre como Frente en 1924, en México; y transformado en
Partido en el Perú en 1931) fue concebido como la expresión política de las
clases involucradas en la lucha nacional, una coalición de “trabajadores
manuales e intelectuales” unidos alrededor de la perspectiva histórica de las
clases medias. Su meta fue la de conquistar el Estado y transformarlo en
“Estado Defensa” o “Estado anti-imperialista”, controlado por las fuerzas
nacionales sobre la base de una “democracia funcional”, donde cada clase esté
representada de acuerdo a su rol en la producción. Tal Estado debía asumir el
desarrollo del capitalismo en el país, lo cual implicaba “desfeudalizar” el campo
y asegurar el desarrollo industrial, con la cooperación del capital extranjero.
Este debía adecuarse a las necesidades nacionales y ser controlado dentro de
los marcos de un “capitalismo de Estado”, combinado con un “vasto sistema
cooperativo”. Tal fue la matriz fundamental del proyecto nacional diseñado por
el joven Haya en el “Anti-imperialismo y el APRA”, y concentrado en el
Programa Mínimo del Partido Aprista en 1931, que ha significado una
importancia fuente de inspiración para las corrientes reformistas y nacionalistas
del presente siglo en el Perú y en América Latina.
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En lo que se refiere específicamente al proletariado, Haya de la
Torre partía de dos constataciones principales para sustentar su rol restringido
en el proceso político nacional: primero, la “juventud” de la clase obrera11, es
decir, el carácter incipiente de su desarrollo al igual que el capitalismo
nacional; en segundo lugar, su situación relativamente privilegiada y en
consecuencia, su inclinación a defender ventajas inmediatas y no los intereses
nacionales. La siguiente cita reúne los principales argumentos:
“Es necesario, pues, anotar que la clase que primero sufre
con el empuje del imperialismo capitalista en nuestros países no es la
incipiente clase obrera, ni la clase campesina pobre o indígena. El
obrero de la pequeña industria y el artesano independiente, al ser
captado por una nueva forma de producción con grandes capitales,
reciben un salario seguro y más alto, devienen temporalmente
mejorados, se incorporan con cierta ventaja a la categoría de
proletariado industrial. Venden su trabajo en condiciones más
provechosas. Así ocurre también con el campesinado pobre, con el peón
y con el siervo indígena. Al proletarizarse dentro de una gran empresa
manufacturera, minera o agrícola, disfrutan casi siempre de un bienestar
temporal. Cambian su miserable salario de centavos o de especies por
uno más elevado que paga el amo extranjero más poderoso y rico que el
amo nacional (…) El proletariado industrial que va formando es, pues,
una clase nueva, joven, débil, fascinada por ventajas inmediatas, cuya
conciencia colectiva sólo aparece al confrontar más tarde el rigor
implacable de la explotación dentro del nuevo sistema”. (1928:32).
No obstante la insistencia sobre las limitaciones del proletariado
como clase, Haya de la Torre considera que este tiene un rol en la lucha contra
el imperialismo y el feudalismo, encontramos reiteradas afirmaciones en este
sentido en el “anti-imperialismo y el APRA”:
“La lucha contra el imperialismo está ligada al a lucha contra el
feudalismo, vale decir; a la previa emancipación económica y cultural del
campesino. En esta lucha, el obrero interviene, contribuye, toma las armas
para alcanzar posiciones de predominio, imponiendo sus derechos de
organización, de educación, de reunión, de huelga, de participación
progresiva en el usufructo de las industrias estatizadas. Usa en su
beneficio todas las conquistas políticas dentro de la democracia funcional y
deviene por intermedio del Partido en el poder, una de las clases directoras
del Estado Anti-imperialista. La contribución decidida del proletariado a la
extinción del feudalismo y a la lucha contra el imperialismo y por la
liberación nacional, le abre una nueva etapa de desarrollo y de afirmación y
de progreso clasista (…) La influencia de la clase obrera será tanto mayor
cuanto más efectiva sea su importancia como clase definida y consciente.
En los países más industrialmente desarrollados, la cooperación obrera al
movimiento anti-imperialista de defensa nacional ha de ser, naturalmente,
cualitativamente mayor que en lo países de industrialismo muy incipiente”
(Haya de la Torre 1936).
11 Haya de la Torre escribe por ejemplo: “Nosotros no somos un pueblo industrial; consiguientemente,
la clase proletaria de la naciente industria es joven (…) Un niño vive, un niño siente dolor, un niño
protesta por el dolor; sin embargo no está capacitado para dirigirse a sí mismo”. (Política Aprista)
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