Table Of ContentEl arte de vivir
La Fundación Krishnamurti Latinoamericana (F.K.L) tiene la satisfac
ción de ofrecer al lector de habla hispana la presente obra de Krishna
murti. La F.K.L. fundada por Krishnamurti cuenta con delegaciones en
América Latina, donde desarrollan labores de información y difusión.
Título original: Live Ahead
Traducción: Armando Clavier
© 1963 by Krishnamurti Foundation of America
Post Office Box 1560, Ojai, CA. 93024, U.S.A.
Todos los derechos de la versión en castellano cedidos a la Fundación
Krishnamurti Latinoamericana, Apartado 5.351, 08080 Barcelona, España
Centro de información y difusión Krishnamurti,
Viamonte 749 piso 15 "8"
1053 Buenos Aires República Argentina
© 1994 by Editorial Troquel S.A.
Pichincha 969
Buenos Aires, República Argentina
Primera edición: septiembre de 1994
Primera reimpresión: agosto de 1996
Segunda edición: mayo de 1998
ISBN 950-16-0264-8
Diseño de tapa: Manuel Ressia
Impreso en la Argentina
Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11. 723
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la autorización previa y por escrito del editor o el propietario del copyright.
El arte de vivir
jiddu Krishnamurti
[STA C 1 O N [ S
Introducción
Me parece que una clase completamente distinta de
moralidad y de conducta, y una acción que surja de la
comprensión de todo el proceso del vivir, se han vuelto
una necesidad urgente en nuestro mundo de crisis y de
problemas en constante aumento. Tratamos de abordar
estos problemas mediante métodos políticos y de
organización, mediante reajustes económicos y diversas
reformas; pero ninguna de estas cosas resolverá jamás las
complejas dificultades de la existencia humana, aun
cuando puedan ofrecer un alivio transitorio. Todas las
reformas, por extensas y aparentemente duraderas que
sean, son en sí mismas causa de ulterior confusión y
nueva necesidad de reformas. Sin comprender todo el
complejo ser del hombre, las meras reformas producirán
solo la confusa exigencia de más reformas. Las reformas
no terminan nunca y, a lo largo de estas mismas líneas,
no existe una solución fundamental.
Las revoluciones políticas, económicas o sociales
tampoco son la respuesta, porque han producido tiranías
espantosas o la mera transferencia de poder y autoridad
a manos de un grupo diferente. Tales revoluciones jamás
son la salida para nuestra confusión y para el conflicto
en que vivimos.
Pero hay una revolución que es por completo
diferente y tiene que ocurrir si hemos de emerger de la
inacabable serie de ansiedades, conflictos y frustraciones
8 en que estamos atrapados. Esta revolución tiene que
comenzar no con teorías e ideaciones que, a la larga,
demuestran ser inútiles, sino con una transformación
radical en la mente misma. Una transformación
semejante sólo puede tener lugar mediante una
educación correcta y el total desarrollo del ser humano.
Es una revolución que ha de ocurrir en la totalidad de la
mente, y no sólo en el pensamiento. El pensamiento,
después de todo, es sólo un resultado y no la fuente, el
origen. Tiene que haber una transformación radical en
el origen mismo y no una mera modificación del
resultado. Al presente, nos entretenemos con los
resultados, con los síntomas. No producimos un cambio
vital desarraigando los viejos métodos de pensamiento,
liberando a la mente de las tradiciones y los hábitos. Es
en este cambio vital en el que estamos interesados, el
cual sólo puede originarse en una correcta educación.
La función de la mente es investigar y aprender. Por
aprender no entiendo el mero cultivo de la memoria o la
acumulación de conocimientos sino la capacidad de
pensar clara y sensatamente sin ilusión, partiendo de
hechos y no de creencias e ideales. No existe el aprender,
si el pensamiento se origina en conclusiones previas.
Adquirir meramente información o conocimiento no es
aprender. Aprender implica amar la comprensión y amar
hacer una cosa por sí misma. El aprender sólo es posible
cuando no hay coacción de ninguna clase. Y la coacción
adopta muchas formas, ¿no es así? Hay coacción a través
de la influencia, a través del apego o la amenaza,
mediante la estimulación persuasiva o las sutiles formas
de recompensa.
La mayoría de la gente piensa que el aprendizaje es
favorecido por la comparación, mientras que en realidad
es lo contrario. La comparación genera frustración y
fomenta meramente la envidia, la cual es llamada
competencia. Como otras formas de persuasión, la
comparación impide el aprender y engendra el temor.
También la ambición engendra temor. La ambición, ya
sea personal o identificada con lo colectivo, es siempre
antisocial. La así llamada ambición noble es
fundamentalmente destructiva en la relación.
Es necesario alentar el desarrollo de una buena 9
mente, una mente capaz de habérselas con múltiples
problemas de la vida como una totalidad y que no trate
de escapar de ellos volviéndose de ese modo
contradictoria en sí misma, frustrada, amarga o cínica. Y
es esencial que la mente se percate de sus propios
condicionamientos, de sus propios motivos y de sus
búsquedas.
Puesto que el desarrollo de una buena mente
constituye uno de nuestros intereses fundamentales, es
muy importante el modo como uno enseña. Tiene que
haber un cultivo de la totalidad de la mente y no sólo la
transmisión de informaciones. En el proceso de impartir
conocimiento, el educador ha de invitar a la discusión y
alentará a los estudiantes para que investiguen y piensen
de una manera independiente.
La autoridad, "el que sabe", no tiene cabida en el
aprender. El educador y el estudiante están ambos
aprendiendo, a través de la especial relación mutua que
han establecido, pero esto no quiere decir que el
educador descuide el sentido de orden en el pensar. Ese
orden no es producido por la disciplina en la forma de
enunciaciones afirmativas del conocimiento, sino que
surge naturalmente cuando el educador comprende que
en el cultivo de la inteligencia tiene que haber un
sentido de libertad. Esto no significa libertad para hacer
lo que a uno le plazca o para pensar con espíritu de
mera contradicción. Es la libertad en la que al estudiante
se le ayuda a darse cuenta de sus propios impulsos y
motivos, los que se revelan a través de su cotidiano
pensar y actuar.
Una mente disciplinada nunca es libre, ni puede ser
libre jamás una mente que ha reprimido el deseo. Es
sólo mediante la comprensión de todo el proceso del
deseo como la mente puede alcanzar la libertad. La
disciplina limita siempre a la mente a un movimiento
dentro de la estructura de un sistema particular de
pensamiento o de creencia, ¿no es así? Y una mente
semejante jamás está libre para ser inteligente. La
disciplina genera sumisión a la autoridad. Provee la
capacidad para desempeñarse dentro del patrón de una
JO sociedad que requiere habilidad funcional, pero no
despierta la inteligencia, la cual posee su capacidad
propia. La mente que no ha cultivado otra cosa que la
capacidad por medio de la memoria es como la moderna
computadora electrónica, la cual, si bien funciona con
habilidad y exactitud asombrosas, sigue siendo
solamente una máquina. La autoridad puede persuadir a
la mente para que piense en una dirección en particular.
Pero ser guiada para pensar a lo largo de ciertas líneas o
en los términos de una conclusión previa, no es pensar
en absoluto; es funcionar meramente como una
máquina humana, lo cual engendra descontento
irreflexivo que acarrea frustración y otras desdichas.
Estamos interesados en el desarrollo total de cada ser
humano, en ayudarlo a realizar su más alta y plena
capacidad propia -no alguna capacidad ficticia que el
educador tiene en vista como un concepto o un ideal-.
Cualquier espíritu de comparación impide el
florecimiento pleno del individuo, ya sea que se trate de
un científico o de un jardinero. La más plena capacidad
de un jardinero es igual a la más plena capacidad de un
científico, cuando no hay comparación; pero cuando la
comparación interviene, surgen el menosprecio y las
relaciones envidiosas que crean conflicto entre hombre y
hombre. Como sucede con el dolor, el amor no es
comparativo; no puede ser comparado con lo más
grande o lo más pequeño. El dolor es dolor, como el
amor es amor, ya sea que exista en el rico o en el pobre.
El más pleno desarrollo de todos los individuos crea
una sociedad de iguales. La actual lucha para producir
igualdad en el nivel económico o en algún nivel
espiritual, no tiene ningún sentido. Las reformas sociales
que apuntan a establecer la igualdad engendran otras
formas de actividad antisocial; pero con la educación
correcta no es necesario buscar la igualdad mediante
reformas sociales o de otra especie, porque la envidia
-con su comparación de capacidades- cesa.
Debemos diferenciar aquí entre función y nivel
social. El nivel social, con todo su prestigio emocional y
jerárquico, surge sólo a través de la comparación de
funciones, al considerarlas como función superior e
inferior. Cuando cada individuo está floreciendo a su 11
más plena capacidad, no hay comparación de funciones;
sólo existe la expresión de la capacidad como maestro o
primer ministro o jardinero, y entonces el nivel social
pierde su aguijón de envidia.
La capacidad funcional o técnica se reconoce, hoy en
día, cuando poseemos un título a continuación de
nuestro nombre; pero si estamos verdaderamente
interesados en el desarrollo total del ser humano,
nuestro enfoque es por completo diferente. Un
individuo que posee la capacidad necesaria puede
graduarse académicamente y agregar letras a su nombre,
o puede no hacerlo, como le plazca. Pero conocerá por
sí mismo sus propias aptitudes profundas, que no serán
formuladas por un título y cuya expresión no habrá de
producir esa confianza egocéntrica que habitualmente
engendra la capacidad técnica. Una confianza semejante
es comparativa y, por lo tanto, antisocial. La
comparación puede existir para propósitos utilitarios,
pero no es la tarea del educador comparar las
capacidades de sus estudiantes y producir evaluaciones
más altas o más bajas.
Puesto que estamos interesados en el desarrollo total
del individuo, al estudiante no debe dejársele que al
principio elija sus propias materias, porque su elección
probablemente esté basada en prejuicios y estados de
ánimo pasajeros o en encontrar lo que resulta más fácil
de hacer; o puede que elija de acuerdo con los
requerimientos inmediatos de una necesidad particular.
Pero si se le ayuda a descubrir por sí mismo y a cultivar
sus capacidades innatas, entonces elegirá naturalmente
no las materias más fáciles, sino aquellas por las que
puede expresar sus capacidades hasta su más pleno y alto
nivel. Si al estudiante se le ayuda, desde el principio
mismo, a mirar la vida como una totalidad, con todos
sus problemas psicológicos, intelectuales y emocionales,
no se sentirá atemorizado por ella.
La inteligencia es la capacidad de abordar la vida
como una totalidad, y el hecho de otorgar calificaciones
al estudiante no asegura la inteligencia. Por el contrario,
degrada a la dignidad humana. Esta evaluación