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DIARIO
de
Greg
LA LEY DE RODRICK
Jeff Kinney
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A JULIE, WILL Y GRANT
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SEPTIEMBRE
Lunes
Deduzco que Mamá tiene que estar muy contenta conti-
go misma por haber conseguido que escribiera en el dia-
rio que me compro el año pasado tan contenta, que me ha
comprado otro.
¿Recuerdan? Dije que si algún cretino me veía llevando
un libro con la palabra «diario» en la tapa iba a pensar lo
que no es. Bueno, pues eso es exactamente lo que me ha
pasado hoy.
(MI HERMANO RODRICK)
Ahora que Rodrick sabe que tengo otro diario, será mejor
que lo guarde bajo llave. Hace unas semanas, se apodero
de mi ANTERIOR diario y el resultado fue catastrófico.
Pero no pienso hablar sobre ESE asunto…
El verano pasado ya fue bastante horroroso para mí, in-
cluso sin los problemas de Rodrick.
No fuimos a ninguna parte de vacaciones, ni tampoco hi-
cimos nada especial. Fue culpa de Papá, que hizo apuntar-
me otra vez al equipo de natación y quería asegurarse de
que este año participara en todas las competiciones.
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A Papá se le ha metido en la cabeza que estoy destinado
a ser un gran nadador o algo así, y por eso me obliga a
apuntarme anotación todos los veranos.
Hace un par de años, la primera vez que participe en una
competición, Papá me explico que cuando el juez dispara-
se con la pistola, esa era la señal para tirarme al agua y
empezar a nadar.
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Pero lo que NO me dijo es que la pistola del juez solo
disparaba cartuchos sin balas.
Así que yo estaba mucho mas preocupado adonde iba a
dar la bala que por llegar al otro lado de la piscina.
Pero incluso después de que Papá me explicaba el con-
cepto de «disparo de salida» yo seguía siendo el peor
nadador del equipo.
En la fiesta de final del verano, me dieron el premio al
«Mayor Progreso». Y es que había una diferencia de diez
minutos entre los tiempos de mi primera carrera y la
ultima.
Supongo que Papá todavía esta esperando que desarrolle
todo mi potencial.
En muchos aspectos, estar en el equipo de natación es
todavía peor que estar en la escuela intermedia.
Para empezar, había que estar en la piscina a las 7:30 de
la mañana y el agua siempre estaba HELADA.
Además únicamente nos dejaban dos calles de la piscina
para nadar, de manera que siempre tenía a alguien detrás
de mí intentando adelantarme.
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La de que solo pudiéramos utilizar dos calles de pisci-
na era que teníamos los entrenamientos de natación a
la misma hora de las clses de «Aquagym», pero no hubo
manera.
Este ha sido el primer verano que el entrenador nos ha
permitido a los chicos llevar ropa de baño normal, con
perneras, en lugar de ese minúsculo y ridículo bañador de
competición. Pero mi madre decidió que el traje de baño
heredado de Rodrick me podía valer perfectamente.
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Después de los entrenamientos, Rodrick pasaba a re-
cogerme con la furgoneta de su grupo de heavy metal.
Mamá tenia la idea absurda de que si Rodrick y yo pa-
sábamos juntos un «rato apacible», al volver casa todos
los días, entonces nos pelearíamos menos. Pero eso solo
sirvió para empeorar las cosas entre nosotros.
Rodrick siempre pasaba a recogerme media hora tarde.
Y no me dejaba ir con él en la parte delantera, porque
decía que con el cloro se podía estropear la tapicería del
asiento, y eso que la furgoneta tiene más de quince años.
La furgoneta de Rodrick no tiene asientos traseros y
me tocaba ir apretujado con los instrumentos del grupo.
Cada vez que la furgoneta frenaba, yo rezaba para que
los tambores de la batería de Rodrick no me cayera en-
cima.
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Termine volviendo a casa a pie todos los días en lugar de
volver con Rodrick. Llegue ala conclusión de que era pre-
ferible caminar dos o tres kilómetros que arriesgarme a
una factura de cráneo por viajar en la parte trasera de
la furgoneta.
Hacia la mitad del verano decidí que ya estaba arto de
tanta natación, así que me invente un truco para escapar-
me de los entrenamientos.
Era cosa de hacer unos largos y luego pedir permiso al
entrenador para ir al cuarto del baño. Una vez allí, solo
tenía que aguantar escondido hasta que el entrenamiento
había terminado.
La única pega de mi plan era que los cuartos de baño no
estaban climatizados como la piscina, así que allí hacia
todavía más frio.
Tuve que envolverme todo el cuerpo con papel higiénico
para no sufrir una hipotermia.
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Así fue como pase una buena parte de las vacaciones de
verano. Y por eso estoy deseando que mañana empiecen
las clases en el colegio.
Martes
Al volver hoy al colegio, todos a mí alrededor se compor-
taban de manera extraña y me regían. Al principio no caí
en la cuenta de lo que ocurría.
Entonces lo recordé. Todavía arrastraba la «Maldición
del Queso» desde el curso PASADO. Contraje la «Mal-
dición» la última semana de clase y lo había olvidado
COMPLETAMENTE durante las vacaciones.
El problema de la «Maldición del Queso» es que va conti-
go hasta que se la puedas pasar a otro. Pero nadéis se me
va acercar a menos de diez metros, así que voy a tener
que aguantar con la «Maldición» durante todo el curso.
Menos mal que tenemos en clase un chico nuevo llamado
Jeremy Piadle y eso me ha solucionado el problema.
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A primera hora teníamos clase de algebra y el profesor
me siento al lado de Alex Aruda, que es uno de los más
inteligentes de la clase.
Alex siempre termina muy rápido los exámenes y coloca
su hoja en el suelo, junto a su silla, de manera que resul-
ta SUPERFACIL copiarle. Es bueno saber que si me veo
en apuros podre contar con Alex para que me ayude.
El profesor suele preguntar más a los chicos que están al
principio de la lista, por que sus apellidos empiezan con
las primeras letras del abecedario. Por eso acaban sien-
do los más sabelotodos de curso.
Hay quien piensa que esto no es cierto, pero si alguien se
molesta en venir al colegio, se lo puedo demostrar.
Sólo se me ocurre UNA excepción a la regla del orden al-
fabético: Peter O’Hara. Peter siempre ha sido el primero
de la clase, desde primaria.
Por esa razón varios de nosotros empezamos a meternos
con el, haciendo un chiste con la manera que sonaban sus
iniciales: P.O.
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Ahora Peter NUNCA levanta la mano en clase y se com-
porta como un alumno de lo más normalito.
No es que estuviera muy orgulloso del episodio de las
iníciales de Peter, pero es que sienta mal que no te reco-
nozcan tus méritos.
En cualquier caso, he conseguido un buen sitio para sen-
tarme en casi todas las clases, excepto en historia. El
profesor es el señor Huff y parece que hace algunos
años también tuvo como alumno a mi hermano Rodrick.