Table Of ContentTítulo del libro :” Diálogos con la Memoria”
Autoras: Grupo de Adultos Mayores.
MARISA SILVA Y GABRIELA MATOZZA.
-Psicólogas Universidad Nacional de Rosario.
-Posgrado en Psicogerontología Universidad Maimónides.
-Autoras y coordinadoras de numerosos proyectos de prevención para Adultos Mayores.
-Docentes a cargo de diversas capacitaciones relativas a la temática de la vejez y del
proceso de envejecimiento.
-Docentes de la formación de Cuidadores Domiciliarios (Programa del Ministerio de
Desarrollo Social de La Nación).
-Ponentes en diversos congresos sobre Vejez.
-Coordinadoras del Programa Socio- Preventivo de PAMI “Colonia de Verano 2010”. San
Carlos de Bariloche.
-Docentes del Programa Socio- Preventivo de PAMI “L a Universidad para Adultos
Mayores Integrados” (U.P.A.M.I) en los cursos de Estimulación de la memoria: “Re-
cuerdos” y “Aprendiendo a envejecer saludablemente” (Nivel I y II).
[email protected], [email protected]
DIÁLOGOS CON LA MEMORIA
Autoras: D’ Elia Laura, Gómez Yrma, Hernández María del Carmen, Herrmann
Carlota, Meliñancos Ceferina, Paredes María L., Plaza Lucero, Riechert Anita,
Sánchez Laura, Tirao Alicia, Torres Elda, Troncoso Rosa.
Coordinadoras y compiladoras: Psicólogas Gabriela Matozza y Marisa Silva
Diseño de tapa: “Camino en otoño en el Cerro Otto” Técnica Batik
Anita Riechert, artista plástica.
DEDICATORIAS:
D’ Elia Laura: A mi marido.
Gómez Yrma: A mis orígenes y a mi escuelita del campo.
Hernández María del Carmen: A Alberto, el compañero de toda mi vida.
Herrmann Carlota: A mis hijos.
Meliñancos Ceferina: A mi hijo y a mis nietos Pablo y Anita.
Paredes María L.: A mi marido, mis hijos y mis nietos.
Plaza Lucero: A mis hijos y aun ángel que no está en este mundo: mi esposo.
Riechert Anita: A mis hijos y a mis nietos.
Sánchez Laura: A mis hijos y a mi nieta Azul.
Tirao Alicia: A mi marido, a mis hijos y a mis nietos.
Torres Elda: A mis hijas y a mi nietito Felipe.
Troncoso Rosa: A mi familia y amigos
Porque recordar es pasar por el corazón.
Porque la memoria es la garante de nuestra identidad.
Porque la memoria social se nutre de las memorias subjetivas.
Porque la vejez es una etapa que merece ser disfrutada y valorada.
Por todo ello, este libro adquiere su mayor sentido.
Marisa y Gaby
PRÓLOGO
A lo largo de tres años, un grupo de mujeres adultas mayores se dieron cita todos
los viernes en la cocina del Centro de Jubilados y Pensionados “Bariloche”.
Algo allí se estaba “cocinando” sin partir de recetas previas, simplemente
dejándose guiar por el deseo de mantener activa su memoria y de dar cuenta
que para crear y producir no hay límite de edad.
Todo se inició cuando aceptaron nuestra invitación a participar del taller de
“Estimulación de la Memoria a través de la Reconstrucción Autobiográfica”.
A partir de un dispositivo grupal, la propuesta convocó a un trabajo de
rememoración que permitió elaborar una continuidad entre pasado, presente
y futuro en la vida de cada participante.
La narración oral y escrita fueron las herramientas que permitieron que las
distintas historias de vida, base de la identidad individual y social, se fueran
reconstruyendo.
Así comenzó a gestarse este libro. En sus páginas se encuentran sólo algunas de
las tantas producciones que a lo largo de estos años se realizaron.
No fue un taller literario, sino un espacio donde las alegrías, las tristezas, los
recuerdos que estaban presentes y otros que estaban olvidados, fueron la materia
prima con que, artesanalmente, se trabajó en cada encuentro.
Tampoco fue una terapia grupal, pero dado que recordar permite elaborar y el
ponerle palabras a los sentimientos constituye una acción saludable, este taller
produjo efectos terapéuticos que fueron evidenciándose a lo largo del proceso
realizado.
Se trató pues, de un recurso de prevención psicogerontológica, tendiente a
favorecer la construcción de envejecimientos saludables y fortalecer los factores
resilientes.
A este grupo que se permitió soñar que era posible publicar este libro, lo hemos
llamado cariñosamente “Las Inolvidables”, jugando con un doble sentido. Porque
se trata de personas que han intentado “no olvidar”, y porque han dejado huellas
en los que tuvieron la oportunidad de escuchar y leer sus relatos.
Para nosotras, como coordinadoras de este proyecto, ha sido una experiencia muy
valiosa ya que nos ha permitido un crecimiento personal y profesional, reafirmando
a la vez nuestra elección de trabajar con adultos mayores.
Gabriela Matozza y Marisa Silva
Coordinadoras del Taller. Psicólogas Especialistas en Psicogerontología
LAURA D'ELIA
Me llamo Laura Esther D'Elía (Pacha).
Nací en Capital Federal el 21 de noviembre de 1936. Pasé mi niñez familiarmente,
en Villa Devoto, donde hice parte de mi escuela primaria que terminé en el
curso de aplicación de la Escuela Normal Mixta de San Martín; a la vez
continué la secundaria hasta que me recibí de Maestra Normal Nacional.
Comencé a ejercer recién casada en la Escuela Hogar N° 3 de El Bolsón, lugar
donde construimos nuestra familia (1957).
Por razones familiares y laborales nos trasladamos y nuestra vida, juntamente con
nuestros hijos, transcurrió entre El Bolsón, Bariloche y Viedma, destinos que, por
pertenecer a la Provincia de Río Negro, nos dieron identidad.
Por orgullo docente no dejo de mencionar mi paso como fundadora e
integrante de la Junta Nacional de Alfabetización (1983-1989).
En el presente, ya jubilada y rodeada de esposo, hijos, nietos y “cinco kilos de
bisnieto” vivo una linda vejez sin temor al devenir.
MI PRIMER AMOR HASTA HOY
Lo conocí cuando comencé a cursar la Escuela Normal. Los primeros años
éramos amigos, hermanos. Él me cuidaba, me daba consejos, en fin, me protegía.
Pero un día, alrededor de mis quince años, nos miramos profundamente a los
ojos y nos dimos cuenta que estábamos enamorados. Enamoramiento que siguió
con altibajos, porque mis padres no lo querían. Pienso que era porque su papá
se había fallecido y entonces no tenía posibilidades de seguir la Universidad.
Hasta que nos recibimos de maestros en el año 1953, mi padre me exigió que no
lo viera más. Como yo le tenía miedo le hice caso y seguí mi vida sin él.
Años después, iba yo caminando por la calle Corrientes en la Capital Federal,
frente al cine Gran Rex y me encontré con mi primer amor. Otra vez surgió esa
mirada profunda.
Luego de varias salidas decidimos enfrentar la situación y hablamos con mi
padre quien en un ataque de rabia nos dijo: "si es así, cásense pero se van a
vivir lo más lejos posible".
Así fue que nos casamos el 8 de febrero de 1957 y luego nos fuimos a El Bolsón,
con nuestro título de maestros.
Hoy puedo decir que la vida me sonrió porque estoy con mi primer amor desde
hace 52 años, compartiendo todas las emociones: felicidad, alegría y a veces
tristezas...
MI MAESTRO, MI PADRE
En el año 1957 cuando viajamos a El Bolsón después de un largo recorrido desde
Buenos Aires, viajamos en tren hasta El Maitén y luego en una especie de
camión – colectivo llegamos a la Escuela Hogar.
Nos recibió un señor, el Director, un personaje de unos 40 años, medio petiso, con
mucha cabellera y ojos muy profundos.
Nos mostró el pequeño departamento donde viviríamos. Más tarde nos acercó
una estufa a velas de kerosén porque hacía mucho frío.
De ahí en más aprendimos de él a ser docentes y padres, porque esa escuela
funcionaba como un verdadero “hogar”, como una gran familia donde los alumnos
mayores también actuaban de padres de los más chiquitos a quienes los
llamaban cariñosamente “bólidos”.
Hacíamos reuniones permanentes y él resolvía todos los problemas hablando con
su tonada correntina, tan dulce y clara.
Siento mucho placer al recordar las conversaciones que teníamos.
Ya jubilado, compartimos con él y su familia varios cumpleaños, festejos que se
caracterizaban por una gran concurrencia de amigos.
Me doy cuenta que movilizó mi vocación docente.
Me comprometí tanto con mis alumnos, que es el día de hoy que cuando me
encuentro con alguno de ellos, me conmuevo rememorando viejos tiempos.
El Director dejó huellas imborrables en mi corazón porque, además de maestra, fui
su amiga y nos seguimos viendo con frecuencia hasta que falleció en el año 2004,
en el mes de julio, el día 3.
Por eso lo traigo aquí como ejemplo de gran maestro y padre, por su solidaridad,
su comprensión y su compañerismo.
No dejaré de extrañarlo y seguiré queriéndolo.
HOMENAJE A MI PRIMER HIJO
Porque nuestro hijo mayor fue el resultado de una gran ilusión, una magnífica
expectativa de construir un futuro.
Así encontramos el fruto de nuestro amor luego de haber pasado un largo prólogo
de penurias.
Habíamos vivido una dura contradicción, una encrucijada de sentimientos felices,
alegres y también trágicos. Porque tuvimos que enfrentamos cara a cara con la
incomprensión de mis mayores quienes nos empujaron a una independencia
temprana, lejos y solos, encontrando nuestro destino en la Escuela Hogar de El
Bolsón.
En ella nos rodeamos de otros niños no tan nuestros pero buenos hermanos y
maestros de nuestro pequeño hijo.
De ese modo y por esas circunstancias, Rolo transitó el privilegio de ser hijo de
maestros, alumno y hermano de todos.
Así creció, mimado por todos, pero en cierta forma también reprimido y
responsable de dar su propio buen ejemplo.
Sin dudas, fue un comienzo difícil…
EL TALLER DE MEMORIA
Este taller significó algo muy importante para mí.
Lo sentí como un lugar de pertenencia y me dio la oportunidad de hacer algo por
mí y para mí junto a quiénes, a través de sus propias experiencias y vivencias,
enriquecieron las mías.
Creo que el grupo fue conducido de forma excelente por las coordinadoras,
Psicólogas Gabriela Matozza y Marisa Silva. A ellas y a todo el grupo ¡gracias,
muchas gracias!
YRMA GOMEZ
Nací en la provincia de Santiago del Estero, el 24 de junio de 1935.
Mi niñez y parte de mi adolescencia las he vivido muy feliz en los montes de
Tako Atun, a orillas del Río Salado.
Allí, en medio de costumbres y creencias de mi tierra, la lengua quichua ha
sido la expresión más fiel de comunicación con esa cultura.
Radicada en Bariloche desde 1953, he formado una hermosa familia con 7
hijos, 22 nietos y 5 bisnietos.
ALEGRÍAS DE OTOÑO
Por cada año que llega brindo feliz aunque esto signifique sumar más años a los
que ya tengo; porque sé que no hay otra alternativa más que envejecer. Hasta
aquí vengo vestida de altibajos, con menos fuerza física pero con mucha más
fuerza interior. Desde este punto me analizo y me digo: no, no es tan terrible ser
vieja. Depende también si contabilizo cuán arrugada estoy, cuánto se me han
caído las carnes, o si cada mañana me levanto de mal humor, entonces sí, estoy
vieja.
Me he caído muchas veces y tantas me he levantado haciendo un gran equilibrio
diciéndome: “Aquí estoy. Quiero seguir”.
Aprendí que no debo quedarme ni estancarme en mí misma. Fue entonces que,
entre las alegrías del otoño, encontré las cosas que hacía tiempo había soñado.
Mi vejez ahora es mi escuela. Me instruye. Me va fotocopiando quimeras para los
años que vendrán.
A pesar de algunos dolores que llevo conmigo, estoy de pie maravillada de
esperanzas. Y como no todo es efímero en la vida, aún puedo plasmar mis
deseos, mis recuerdos, y sé decir lo que siento.
Andando he encontrado profesionales con información de cómo hacerle pata a la
vejez y sentir lo hermoso que es la vida a cualquier edad.
Formo parte de un grupo de "mujeres viejas" trabajando con pasión, disfrutando
cada día, dándole alegría a mi soledad.
Entonces me pregunto: ¿Dónde está la vejez? y me contesto: se quedó en un
rincón protestando por el polvo que entra, o difamando a los jóvenes, o hablando
de que el tiempo de antes fue mejor, o está sin saber qué hacer con las polillas.
Pensar que años atrás yo tenía esas estúpidas manías. Hoy, la gran manía que
tengo es disfrutar lo que tengo. Compartir mi energía, reír, porque con la
herramienta de amor que me ha dado la vejez, le he puesto un cerrojo a las
heridas.
¡Estoy feliz con los años que tengo y por el otoño que todavía canta!
CUANDO ENVEJEZCA EL SOL
Te veo venir
distraído y distante
tus pasos de niño dicen
que vas pateando los rastros
que fueron de otros...
¿Sabes?
Ayer yo he andado
el mismo camino
me he mirado en charcos y estrellas
y soplando panaderos
he llegado hasta el sol.
Es una suerte haber jugado
Description:“tonto” que nos hacía descostillar de risa, no sólo a nosotras sino también a mi tía. y a mi abuela paterna cuando se sumaban al mismo.