Table Of ContentC
rónicas
DELA
B
andolera
Los bandidos colombianos más famosos 
del siglo XX
"Sa^grenegra-.  Ch:spa¿ ". “Tarzár”. "Desquite”. "Eiraín Goozáaez’. 
CostuSo". " JaT G .raido . "Los Tiznados”.
Pedro Cía ver Tellez
PEDRO CLAVER TELLEZ
CRONICAS  DE LA VIDA 
BANDOLERA
(Historia de los bandidos colombianos 
más famosos del siglo XX)
PLANETA
Colección
DOCUMENTO
Consejo Editorial:  Germán Arciniegas - Presidente
Germán Vargas Cantillo, Germán Santamaría 
Germán Castro Caycedo, Camilo Calderón Sch.
Dirección de Colección: Mireya Fonseca Leal.
© Pedro Claver TéUez, 1987 
© Planeta Colombiana Editorial S.A., 1987 
Calle 22 No. 6-27 Piso 3o., - Bogotá, Colombia
Primera edición: Octubre de 1987
Diseño de Portada: PLANETA
Preparación litográfica: Servigraphic Ltda.
ISBN 958-614-245-6
Impreso en Colombia 
Printed. in Colombia
Para Angélika y mis hijos 
Aimary, Kira y Marvan
"Todavía en nuestros días todo el mundo seguramente teme 
encontrarse con unos bandidos;pero en cuanto son víctimas 
de castigos, todo el mundo les compadece.  Y es porque el 
pueblo, tan fino, tan burlón, que ríe con todos los escritos 
publicados sin la censura de sus señores, hace su lectura 
habitual de los pequeños poemas que cuentan con pasión la 
vida de los bandidos más famosos. Lo que hay de heroico en 
esas historias maravilla la fibra artística que vive siempre 
en las clases bajas, y, por otra parte, están tan cansados de 
las alabanzas oficiales dadas a ciertas personas, que todo lo 
que no es oficial en este aspecto va derecho a su corazón".
LA ABADESA DE CASTRO (Tomado del libro 
-  "Crónicas italianas” de Stendhal).
Contenido
Introducción  .................................................................................  11
Por los tiempos de Virgilio Salinas  .......................................  13
Cinco mil y más azotes  ..............................................-..............  25
El jinete de la noche  ...................................................................  67
Los bandidos también saben am ar.....................................  85
El mito de “sietecolores”  ........................................................  101
La batalla de las avispas  ......................................................  103
El hermano Juanito  ......................................      121
La última tarde  .........................................................................  131
Una trampa para “Chispas”  ..............................................    139
“Desquite” no hay sino uno  ......................................................  147
Un narcotraficante condecorado
con la Cruz de Boyacá  ..............................................................  197
Itinerario de la “Muerte tiznada”  ............................................  209
La guerra de las esmeraldas  ....................................................  231
Introducción
A  diferencia de otros libros Sobre el fenómeno de la violencia 
colombiana,  éste,  escrito  durante  quince años por el periodista 
PEDRO CLA VER TELLEZ, se alimeniacónlas vivencias directas, los 
recuerdos personales y sobre todo, con las emociones que en 1950 
saltaron en pedazos cuando con su familia tuvo que abandonar el 
pueblo natal y buscar refugio en otros lugares de un país destrozado 
después del asesinato de Jorge Eliécér Gaitán.
También a diferencia de otras obras de un género periodístico- 
literario que ha conocido un escandaloso “boom" en los últimos 
años,  ésta,  logra con un lenguaje simple y accesible,  ausente de 
retórica y formalismos, darle huesos y carne y nervios y sangre y 
sentimientos y logros y frustraciones a personajes que durante todos 
estos años fueronsólo fantasmas  citados  en  libros, periódicos, 
revistas y documentales, fantasmas que aquí son capaces de matar y 
dejarse morir por el cuerpo tibio de una mujer, fantasmas que rozan 
él heroísmo cuando solitariamente se enfrentan a un enemigo más 
numeroso y mejor armado, fantasmas que no conocen las dife
rencias partidistas pero obedecen órdenes dé Directorios lejanos, 
fantasmas que rezan antes de disparar y hundirlos cuchillos, fantas
mas para quienes por encima de todo, aun de la misma madre, valen 
más el afecto y las palmadas de los amigos.
12 Pedro Claver Téllez
Los fantasmas rescatados por la paciencia, la memoria, los senti
mientos y la destreza del autor: José del Carmen Tejeiro, capaz de 
los mayores desplantes y dueño de un profundo sentido del humor, 
exigiendo recibos por los azotes que propinaba; Antonio Jesús 
Ariza,  invencible en el agua, en la tierra y en el aire; Clemente 
Roncando, organizador de varios grupos de autodefensa y quien 
murió a comienzos de 1963 en una cruz, cabeza abajo, provocando 
una romería que no ha cesado desde entonces; Jaír Giraldo, fanático 
de Rojas Pinilla, loco por la mesera de un bar, Lilia Berna!, por quien 
habría de ser masacrado por la tropa; Efraín González, quien a 
pesar de la fama de asesino que cargaba, era capaz de adjudicarse 
sólo un muerto, hábil para escapar al más cerrado de los asedios 
militares.  González, fetichista e idólatra con los objetos religiosos 
obligaba a sus víctimas a un extraño ritual de besos a sus escapula
rios, es tal vez el personaje más pintoresco y atractivo de este libro, 
capaz de vestir un hábito de monje y encarar las patrullas que lo 
perseguían.
Y en  esta galería de fantasmas que siguen pesando sobre la 
historia reciente de los colombianos, aparece también Teófilo Ro
jas, Chispas, carteándose con reinas de belleza, muriendo por se
guirle el rastro a una muchacha, con los bolsillos llenos de estampi- 
tas y fotos del Che; “Desquite ”, José Angel Aranguren, autor de 
terribles masacres; “Sangrenegra ” y su concepto de la lealtad entre 
los bandoleros. También aparece el más importante cazabandidos 
en los anales de la vida bandolera del país, Evelio Buitrago Solazar, 
ganador de la Cruz de Boyacá y autor de un siniestro, libro de 
memorias.
también con los protagonistas de la llamada ”guerra sucia” y la 
masacre esmeraldífera), en medio de estos recuerdos dolorosos y 
sangrienteos,  el libro de PEDRO CLAVER TELLEZ seguramente 
reabrirá cicatrices. Para el lector común y corriente, quien todos los 
días abre los periódicos con tensa preocupación, pasar junto a estos 
nombres,  estos asesinatos,  estos momentos angustiosos,  es una 
forma tangible de entender algunas de las. raíces del estado de 
violencia actual que sacude a Colombia. Téllez no convierte a los 
bandoleros en héroes, ni magnifica sus fechorías y con su relato, 
nutrido de recuerdos y experiencias personales, ayuda a comprender 
el alcance de lo que está ocurriendo.
En 1975, después de veinticinco años, de ausencia, retorné a 
Jesús María,  mi pueblo natal, sólo para ver al poeta Virgilio 
Salinas. Yo era muy niño cuando partió de allí mi familia, en 
1950,  con  destino  a  Puente Nacional  y luego a Bogotá para 
engrosar la larga lista de los exiliados por la Violencia que se 
desató en esos años tenebrosos, a raíz del asesinato de Jorge 
Eliécer Gaitán. La verdad es que no quería husmear por el pueblo 
que tan ingratos recuerdos me traía a la memoria, de modo que 
apenas me bajé dé la flota queme llevó desde Puente Nacional, me 
dirigí con premura a la casa del poeta, un viejo amigo de mi padre. 
No fue  difícil encontrar Ja casa.  Estaba en las afueras, en el 
extremo de una vieja callejuela que desemboca en; el camino real. 
Me acerqué con temor a que me gruñera un perro negro, lanudo 
que, como un cancerbero, guardaba la puerta: Lo espanté con 
una piedra y golpeé con fuerza, pero el perro me hostigó largo 
rato  antes  de  que  una  mujer abriera.  La mujer tendría unos 
cuarenta años, vestía una larga saya campesina, un delantal sucio 
y un sombrero carmelito. Pregunté por Virgilio Salinas.
—Mi papá está tullido, no se puede mover.  ;  ■
—¿Le quiere dar ésta carta? Dígale que la lea de inmediato. Es 
urgente su respuesta.  : .
16 Pedro Claver Téllez
La mujer recibió la carta de mala gana, me dio la espalda y, sin 
decir nada, cerró la puerta de nuevo. El perro volvió a hosti
garme, pero  al cabo de unos minutos de ladridos inútiles, se 
familiarizó conmigo. La puerta se abrió de nuevo.
—Siga —dijo la mujer.
Mientras caminaba a lo largo del zaguán oí, al fondo, una voz 
gangosa, seguida de un acceso de tos. En el patio de la amplia 
casona solariega, la mujer me pidió la maleta y la colocó en un 
extremo del corredor.
Virgilio Salinas estaba en el centro del patio, bajo un durazno, 
sentado en una silla de ruedas. Tenía las piernas cubiertas con una 
ruana y el sombrero gris encima de ésta. Se mesaba los escasos 
cabellos entrecanos. Tendría unos ochenta años. Era flaco, cani
jo, de ojos claros, lagañosos y la piel llena de pecas, de manchas 
rojizas. Me alargó las dos manos y una sonrisa. Carraspeó.
—¿Con que usted es hijo de Gonzalito? ¿Cómo está el viejo?
—Achacoso y enfermo. Acaba de cumplir ochenta y cinco 
años. Pero aún se mantiene en pie.
—Yo, como usted ve, estoy tullido de la cintura para abajo, 
pero gracias a Dios aún puedo leer, comer bien. Duermo poco 
pero no me falla la memoria, bendito sea Dios.
Virgilio Salinas me miró a los ojos con vehemencia.
—¿De  manera  que desea saber sobre  bandidos? Éso dice 
Gonzalito en la carta.
—Sí, quiero escribir un libro, un panorama de la vida bando
lera, visto desde muchos ángulos.
Virgilio Salinas bajó la mirada y, segundos después, aún más 
vehemente la fijó en mí con malicia.
—Me recuerda usted a un periodista, un escritor, José Anto
nio Osorio Lizarazo. Vino hace unos treinta y cinco años en busca 
de noticias sobre Antonio Jesús Ariza y José del Carmen Tejeiro. 
¿Ha leído sus libros?
—Sí, mi padre guarda un viejo libro de él, precisamente el que 
narra las vidas de José del Carmen Tejeiro y Antonio Jesús Ariza,