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CINCO CHARLAS DE ANTROPOLOGÍA
-CUERPO, CULTURA, LENGUAJE, MUERTE Y
ESPERANZA-
Juan Masiá Clavel, SJ
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1. CUERPO
La separación de cuerpo y espíritu, con un dualismo
exagerado, ha influido mucho durante siglos en el
pensamiento occidental. Pero la filosofía del siglo XX, sobre
todo en las corrientes fenomenológicas y hermenéuticas, ha
redescubierto el cuerpo humano, palabra clave de la
antropología e hilo conductor para repensarla. El cuerpo no es
una simple parte, ni una añadidura yuxtapuesta a un presunto
sujeto espiritual, sino constitutivo de su subjetividad. No sólo
tenemos cuerpo: somos cuerpo. Además de decir , con el lema
orteguiano, "yo soy yo y mi circunstancia", podemos y
debemos afirmar: "yo soy yo desde mi cuerpo".
El estudio del cuerpo humano ha de conjugar la
contribución de las ciencias, investigadoras del "cuerpo que
tenemos", con la de la filosofîa, reflexión sobre el "cuerpo que
somos". Tal estudio interdisciplinar conlleva una tensión
peculiar entre lo que podemos llamar nuestros orígenes
biológicos y nuestras originalidades humanas. En efecto, la
originalidad del cuerpo humano brota de unos orígenes
corporales, tanto en la aparición de la especie humana dentro
del marco de la evolución biológica, como en la configuración
del cuerpo humano individual a lo largo del proceso de la
embriogénesis. Es cierto que el lenguaje, la técnica, la libertad
o el amor son originalidades humanas, pero no es posible
referirse a ellas prescindiendo de sus orígenes corporales y
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biológicos. No podemos hablar sobre la actividad mental y
personal prescindiendo del sistema nervioso. Por más que
insistamos en los rasgos espirituales de una sonrisa
comprensiva y cariñosa, nada quedará de ella si prescindimos
del rostro, músculos, gestos o mirada, en que se encarna. En
el ser humano, aun lo más espiritual es corporal. ¿Qué queda
de mi cuerpo, si deja de ser el cuerpo de una persona? Un
cadáver o unos restos; un cuerpo muerto ya no es un cuerpo.
Pero, por otra parte, hemos de reconocer que el simple
estudio de esos orígenes no responde a todos los enigmas que
plantean las originalidades humanas. La filosofía del cuerpo
humano no es posible sin las ciencias, pero tampoco se
elabora exclusivamente a partir de ellas.
El cuerpo humano puede ser considerado como objeto y
como sujeto, observado desde fuera o percibido
vivencialmente desde dentro. Pero notemos que, al decir
desde dentro no se está aludiendo simplemente a mirar en la
propia interioridad con ejercicios de introspección, sino a la
experiencia de que habla la filosofía fenomenológica: vivir en
el mundo y en el tiempo, junto con las otras personas,
actividad que se realiza a través del propio cuerpo como
expresión personal.
Por contraste con una tradición muy dominada por
planteamientos centrados en las relaciones anímico-
corporales, tanto en su perspectiva unitaria aristotélica como
en la dal dualismo cartesiano, los enfoques actuales sobre el
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cuerpo tienden a acentuar más el marco simbólico y cultural.
Ha quedado atrás la preocupación excesiva por los debates
sobre cuerpo y alma, para dejar paso a la importancia del
papel social del cuerpo, sus dimensiones expresivas o
comunicativas y su modo de integrarse en el conjunto de los
fenómenos simbólicos y en la red de signos constitutiva de las
culturas.
Además, la mutua interacción de ciencias humanas y
ciencias biológicas ha llevado a repensar tanto los aspectos
somáticos de la cultura como los condicionamientos y las
repercusiones culturales de la captación y representación del
cuerpo humano. Efectivamente, en nuestra manera de ver el
mundo tendemos a proyectar antropomórficamente la imagen
del cuerpo, así como también proyectamos rasgos
cosmológicos en nuestra captación de las personas. Pero toda
esta ampliación de perspectivas en el modo de considerar el
cuerpo humano hace justamente más necesaria que nunca una
visión de conjunto sobre él.
Visión de conjunto sobre el cuerpo humano.
Un primer enfoque para el estudio del cuerpo humano lo
proporcionaría la consideración del cuerpo como objeto de
narraciones desde la más remota antigüedad. Por ejemplo,
hallamos historias sobre el cuerpo humano en las mitologías
de diversas culturas. En esas narraciones arcaicas
descubrimos puntos de vista anteriores a las etapas científicas
y críticas de la humanidad. Bajo formas que hoy día nos
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parecen ingenuas, se contienen en el mundo de los mitos
antiguos gérmenes ricos de filosofía.
El antropólogo alemán Landmann puso de relieve las
concepciones pre-filosóficas presentes en mitos y formas
arcaicas de poesía o religión, ejemplificadas en una conocida
narración antigua:
"los dioses, decían los incas, intentaron tres veces crear a los humanos.
La primera vez los hicieron de barro; sin embargo, los seres humanos de
barro era tan tontos y torpes que los dioses, indignados, los destruyeron
enseguida y fabricaron otros seres, esta vez de madera. También este
intento fracasó, pues los humanos de madera eran tan toscos y tan frágiles
que hubo que destruirlos. Pero algunos de estos hombres de madera se
libraron de la destrucción huyendo a los bosques; allí constituyeron el
pueblo de los monos. La tercera vez los dioses fabricaron a los humanos
con una masa. Los seres así producidos eran listos, pero taimados. Mas
como los dioses estaban ya cansados de repetir las pruebas, resolvieron
permitirles vivir a pesar de su imperfección; solamente le oscurecieron el
cerebro, a fin de que, a pesar de su talento, se inclinasen al error y no
pudiesen averiguar los últimos secretos de este mundo"
Si leemos o escuchamos semejantes narraciones con la
actitud propia de una mentalidad científica actual, será
inevitable una sonrisa ante la aparente ingenuidad del mundo
mítico. Pero, ¿no podría el pensador actual intentar el
esfuerzo de acoger tales narraciones desde una postura como
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la que Ricoeur ha llamado la "segunda ingenuidad"? De ese
modo, en vez de tomar el mito a la letra como explicación del
mundo, se hace posible descubrir dentro de él su capacidad
para simbolizar y sugerir perspectivas e intuiciones fecundas
acerca del ser humano, del universo y del sentido último de
todo. Es éste un estilo de lectura que, tras haber pasado por la
desmitificación científica, lleva a cabo una segunda
desmitificación, una "crítica de la crítica", y se capacita así
para redescubrir la fuerza de los símbolos en el interior de los
mitos. Es entonces cuando, como dice el filósofo francés, los
símbolos "dan que pensar". Por ejemplo, a propósito del
citado mito de los incas, podemos repensar tres temas de hoy,
que equivalen a aquellas tres interrogantes de los primitivos
puestas en clave científico-filosófica actual: a) la aparición
evolutiva de la especie humana, b) la individualización del
embrión y c) la emergencia de la mente humana a partir del
cerebro.
Un segundo enfoque sobre el cuerpo humano aparece con
el comienzo de las ciencias. Las perspectivas dominantes en
este caso son la observación, el análisis y la manipulación. El
cuerpo humano pasa ahora a ser objeto de observación
científica y de control técnico. Ya a nivel del sentido común,
el cuerpo era objeto de observación; para una observación
más exacta, a nivel teórico, se aplican recursos técnicos y
métodos científicos. En la vida diaria utilizamos el sentido
común para observar el cuerpo humano: el niño no confunde
el caballo de verdad con el de juguete. Sin embargo, el paso
desde la mitificación a la observación no se ha dado por igual
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en todas las épocas o culturas. Los habitantes de una tribu en
estado primitivo, pero con televisión recién introducida, no
comprendían que apareciese de nuevo en pantalla el mismo
actor "asesinado" en el telefilme de la semana anterior. El
niño pequeño que quiere “un caballo de carne” y no de
juguete, sin hacer teorías científicas, está distinguiendo en la
práctica de su vida cotidiana un objeto artificial de un
organismo vivo. Cuando, unos años después, ese niño estudie
física y química, descubrirá que tanto el caballo de cartón
como el de verdad coinciden en unos elementos últimos:
conjunto de moléculas, analizable y matematizable, como
diría Laín. Ha sobrevenido, tras la crítica de los mitos por la
vida cotidiana, la desmitificación de la cotidianidad por obra
de la ciencia. Crece el grado de diferenciación de la
conciencia humana, que ahora pasa del sentido común al
sentido teórico, haciéndose así capaz de corregir y matizar las
conclusiones del sentido común.
Un tercer enfoque nos coloca en la perspectiva filosófica,
propia de las corrientes fenomenológicas. Suele denominarse
este punto de vista con expresiones como "el cuerpo vivido",
"el cuerpo que somos" o "la vivencia de estar con el cuerpo en
el mundo, en el tiempo y con los otros". Así como el sentido
teórico servía de complemento y corrección al sentido común,
el sentido filosófico los matiza a ambos, cuestionando sus
presupuestos: también el sentido común y la ciencia necesitan
ser desmitificados, mediante el contraste con la experiencia
vivida. Por debajo del mundo que veo o sobre el que elaboro
teorías, está la corriente de la vida que discurre en el tiempo,
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