Table Of ContentCentro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Ediciones La Memoria
Director: Víctor Casaus
Coordinadora: María Santucho
Editor Jefe: Emilio Hernández Valdés
Jefe de diseño: Héctor Villaverde
Edición: Emilio Hernández Valdés
Diseño de cubierta: Héctor Villaverde
Emplane: Carlos F. Melián López
Corrección: Miriam García Piñeiro
Composición: Haydée Gutiérrez Grova
© Sobre la presente edición:
Ediciones La Memoria
Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2004
ISBN: 959-7135-31-0 Obra completa
ISBN: 959-7135-33-7 Volumen 2
Ediciones La Memoria
Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Calle de la Muralla No.63, La Habana Vieja,
Ciudad de La Habana, Cuba
E-mail: [email protected]
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www.centropablo.org
1 9 3 6
C A R T A S D E P A B L O
Enero
2 a Raúl Roa
2 a Gonzalo Mazas Garbayo
4 a Ruth de la Torriente Brau
6 a Gonzalo Mazas Garbayo
13 a Conchita Fernández
13 a Aureliano Sánchez Arango
13 a Luis A. Sanjenís
15 a Raúl Roa
18 a Raúl Roa
19 a Antonio Gattorno
24 a Pedro Capdevila
24 a Kiko Figarola
New York, 2, 1, 936.
Sr. Dr. Raúl Roa,
816 South Rome,
Tampa, Fla.
Querido Raúl:
Ahora contesto a tus últimas cartas las que, por cierto, a cada rato se aparecen sin el debido
franqueo. Como ves, empiezo este cabrón año con el encabronamiento reglamentario. Pero bien,
pasemos a otros asuntos.
Ayer celebramos reunión y acordamos pedirles a Uds. que, con la debida anticipación,
acordaran celebrar allí la fecha de Martí. Han de hacer —porque aquél es el lugar más indicado
para ello— algo que merezca la pena. Pueden, a semejanza de lo que hicimos aquí el 30 de
septiembre, convocar con tiempo a una velada o mitin de frente único y es seguro que, si hacen
la debida propaganda, obtendrán un gran triunfo. Nosotros pensamos hacer algo aquí, aunque
las dificultades se multiplican. En un principio acordamos celebrar el baile que nos sacará a
flote, según pensamos, para el 18 de este mes, pero ya no es posible, por falta de local, darlo
antes del primero de febrero. Ello hace que se nos junten la velada y el baile y por ello
admitimos ya la posibilidad de no poder hacer nada importante. Metan Uds. pues, el hombro;
róbense la arrancada.
En el periódico hemos fracasado. El problema económico del club está sin resolver y, hasta
tanto no lo saquemos a flote, nada podremos hacer por el periódico. Tanto los muchachos como
yo lo hemos sentido de veras. Hubiéramos querido sacar el periódico el día 10. Ya esto, sin
duda, no puede ser. Ahora, si por fin resolvemos el problema de las orquestas, que se están
yendo por las nubes, y acordamos en definitiva la celebración del baile, entonces creo que para
el propio día de Martí puede ser que salga el tercer número. Ello quiere decir que tendré que
botar el material que había hecho y el que había pensado. A propósito del periódico debo
decirte, de una vez y para siempre, que de ninguna manera publicaré trabajos de mayor
extensión que la fijada ya. Uds. se olvidan de este dato que es el único en definitiva: el periódico
sólo contiene ocho galeras escasas de linotipo. Por si este dato no bastara, tienes que añadir que
la larga periodicidad de su publicación nos lleva a tener que comentar y a hacernos eco de
infinidad de asuntos, por todo lo cual, si no seguimos una línea inflexible en cuanto a la
extensión de los trabajos, nos quedaremos siempre con sólo tres o cuatro asuntos a tratar. Este
trabajo de Gustavo me parece magnífico, como a ti, y yo daré del mismo un reducido en el
periódico. Pienso, sin embargo, que es necesario publicarlo íntegro, y para ello sería
imprescindible que inventáramos algunos fondos extraordinarios a fin de pararlo aparte, en una
hoja suelta, por ejemplo. Esto pensamos hacer el diez de enero y ayer acordamos la publicación
de un breve manifiesto. Nosotros tenemos que ir pensando, aun cuando esta vez hayamos
fracasado en nuestro empeño de sacar el periódico, en la necesidad de otros elementos de
publicación, tales como este trabajo de Gustavo y otros que hagamos tú o yo. Yo estoy hace días
rumiando una vieja idea. La del «Álbum del Terror en Cuba» que pensé hacer en la Habana
hace tiempo. Podríamos, aprovechando la realidad del momento, reproducir en postales las
víctimas de este régimen y, por detrás, con la cabeza de «Frente Único», poner el texto relativo.
Sería una serie numerada que todo el mundo guardaría; a la que sería más fácil sacarle el costo
que al periódico. Ya hablaremos más adelante de este asunto. Pero es preciso, ante todo,
recaudar fondos. Tú, entre los profesores de la Universidad, y Gustavo entre los médicos,
podrían levantar cuotas mensuales que nos aliviarían grandemente los problemas. De los que yo
les he pedido, ya Portell me dió $5.00. Espero a otro en estos días.
Antes de que lo olvide tengo que pedirte el favor de que me averigues si tú o Gustavo se
llevaron para allá mi ejemplar de «Huasipungo». No quiero perderlo por lo que te pido que me
contestes si está o no allá, y, en todo caso, si está remítemelo. No te olvides.
Otro asunto. De la Habana me enviaron un recorte de la revista donde publicaste la carta a
Mañach. Por si no lo tienes, te lo envío. Por cierto, que ahora estoy leyendo el «Martí» de
Mañach y ayer me encontré con un episodio en el que, con toda insidia y malevolencia pinta a
tu abuelo como un rajado, oponente de Martí. ¿No has leído el libro? Hasta ahora me parece
excesivamente frío y anecdótico. Ciertamente, no es Mañach el indicado para interpretar a
semejante hombre.
Con respecto a las actas, te incluyo la aprobada ayer. Dime cuáles son las que te faltan de la
colección y puede ser que algún día te saque copia de ellas.
Para mandártelo también —pero con expresa condición devolutiva, ya que no tengo copia de
ese trabajo, ni tiempo de sacarla ahora— buscaré ahorita un trabajo que escribí una madrugada
en «Ahora», por encargo de unos compañeros de México, y el que ni terminé ni envié por falta
de cabal dirección. En él hay recuerdos de nuestras relaciones. Tengo cartas también y muy
interesantes, pero están en Cuba. Ahora bien, yo creo que tú tienes el deber, en tu prólogo, de
desplegar la inteligencia necesaria para salvar a Rubén de la publicación de sus versos. Pienso
que, aunque sea ocasionalmente, ello puede desfavorecer a su condición de leader. Fue sin duda
un intenso poeta, pero su vida patética estuvo infinitamente por encima de sus versos
aristocráticos. Tuvo la desgracia de brillar en un momento casi fugaz, de transición poética en
Cuba y, si perdura, es porque tuvo talento, profunda emoción lírica y, sobre todo, vida, vida de
«poeta en activo», como, si no recuerdo mal, dije en el prólogo del ya casi centenario «Batey».
En definitiva, Rubén es de los seres privilegiados que tienen leyenda, que pertenecen a ella. Y tú
sabes que yo pienso que sólo son legendarios los individuos capaces de engendrar leyendas,
capaces de merecerlas. Rubén, como poeta, era algo legendario para las masas. Por mucho
tiempo yo lo hubiera dejado todo así. A las masas que admiran a Rubén no les serán gratos sus
versos. Él no escribió para ellas más que otros versos que nadie se ha ocupado de recoger,
canciones anónimas de la revolución que sí convienen a la leyenda de Rubén. No pienso que la
historia deba desvirtuarse por ningún modo, pero creo que hay que dejar madurar las figuras en
la conciencia popular. Tú, sin embargo, sabrás en tu prólogo-biografía difuminar las bruscas
líneas de transición que hay en la vida de Rubén, todas las cuales tuvieron, no obstante, la tónica
común de un sentido de la generosidad y el sacrificio —atributos del poeta puro e intenso— que
muy pocos han tenido en Cuba con tal persistencia.
Creo que más nada tengo que escribirte por hoy. Muchos recuerdos para Gustavo, Agustina
y los muchachos y a la vieja Ada, de la vieja Carlota y míos consejos urgentes de que vaya a
parir a Cuba.
New York, 2, 1, 936.
Querido Gonzalo:1
Te hago ahora unas simples líneas para adjuntarte una crónica cuya publicación me puede
representar un trabajito para el verano. El año pasado «Carteles» me pagó una parecida y no la
publicó, con lo que me fastidió en grande. Ve a «Bohemia», pues, a la que de todas maneras
siempre prefiero.
Revísala tú y si algo está mal repásalo, porque la he hecho a vuela máquina. Quiero que
salga hoy mismo por el aéreo y no tengo tiempo de revisarla.
Espero que dentro de cuatro o cinco días te escribiré enviándote dos crónicas que sí me
interesan y me gustan, a ver si me las publicas.
Recuerdos a todos y hasta la próxima que sí espero que será pronto.2
1 Gonzalo Mazas Garbayo.
2 Véase la respuesta de Mazas (18 de febrero de 1936), p. 320.
New York, 4 de enero de 1936.
Querida Ruth:3
Hace unos días me trajo Mayito el pavo que tan escrupulosamente pintaste para mí. En realidad,
a mí no se parece mucho que digamos, pero no se puede negar que tiene un aire de familia…
Por el moco a quien más recuerda es a ti precisamente; por la pechuga a Güiqui; por la cola a
Zoe y por la voz a Lía…4 Por lo tanto, bien te mereces el elogio ya que de todas has sabido
poner un poco. Deja ver ahora, cuando llegue el disco de Lía, resulta que ha tenido tan
magnífico éxito también. A lo mejor, con auxilio de María, le sale en el disco la voz de Adelina
Patti o de la Malibrán. Los muñequitos rumberos, para Teté, están muy graciosos. Si Uds. se
ponen a pintar desde ahora postales de esas, como quien no quiere perder los ratos perdidos,
pues cuando llegue el año que viene tendrían unos cuantos centenares y es seguro que aquí
tendrían magnífico éxito. Ahora que Zoe puede ser que venga para acá, sin duda hará las
relaciones necesarias y entonces podrían «revolverse». Aquí toda esta guanajada yankee no
deja, por ningún motivo, de mandar centenares de postales de Navidad. De esa manera
pretenden, con tal fineza, cubrir sus brutalidades de todo un año. Y puesto que las cosas
tropicales les gustan tanto, ya que no las tienen sino a través de sus empresas, pues que las
paguen.
3 Ruth de la Torriente Brau, hermana de Pablo.
4 Graciela, Zoe y Lía, hermanas de Pablo.
A Mayito lo vemos de vez en cuando. Viene él más aquí que vamos nosotros allá. Todo es
por culpa de las actividades que tenemos. Hace poco nos trajo un magnífico té y hace dos o tres
días, algún café. Ahora estoy pendiente de que le lleguen unos turrones que ha encargado, para
tomar mi parte, porque este año no he visto turrones por ninguna parte.
Ya Mayito les habrá contado lo que me pasó con Henry. Quedé citado para verlo a las seis,
pero resultó que me llamaron a trabajar ese día y los siguientes, y como no podía de ninguna
manera perder el chance ya que me hacía falta extrema, tuve que dejar la entrevista. Traté de
localizarlo por teléfono y me fue imposible, porque no estaba en el Hotel a las horas en que yo
podía llamar. Desde entonces ando sin ningún trabajo lo que, como supondrás, me tiene de muy
mal humor. Y ni de broma aparece un trabajo.
Ya tenemos por aquí nieve y frío. Teté y yo nos hemos retratado en lomitas blancas. Díganle
a la madre de Teté que se las enseñe. Es bonito y no hay tanto frío como dicen. Yo hasta hace
muy pocos días no me he puesto abrigo, porque me molesta más el abrigo que el frío. Hasta
bufanda y guantes tengo, todo regalado, como es natural. Según los avisos este invierno será
terrible, de manera que nadie podrá contarme nada. Hace más de un mes que casi todos los días
hemos estado muchos grados bajo el cero centígrado y, en algunos lugares, ya ha bajado del
cero Fahrenheit.
A cada rato me entran ganas de irme para España, porque este inglés no acaba de entrarme,
pero el estar cerca de Cuba me es siempre un ancla. Además, la necesidad de trabajar aquí en
nuestros asuntos. Ahora en Venezuela tal vez haya una oportunidad. Y si sigo sin trabajo, me
iré, aunque sea a ampanga.
Aquí te incluyo una carta para Gonzalo, a quien le debo carta hace medio siglo.
Cuando escribas manda noticias de todos, desde papá hasta los espíritus que tan sabias
disertaciones tienen siempre con mamá.
Recuerdos a todos, míos y de Teté, y reciban la bendición… del Father Divine, que es un
negro espiritista y ladrón que tiene dormido con sus cuentos a medio New York.
New York, 6, 1, 936.
Querido Gonzalo:5
Te escribo nada menos que un día de Reyes. No te puedes quejar. Yo tampoco. Hoy
precisamente conseguí un trabajo bastante suave de «mochila» (bos-boy)* nada menos que en el
Harvard Club. Gano un peso diario y el almuerzo, y aunque hay que subir y bajar escaleras
constantemente durante casi cuatro horas, la realidad es que es muy aceptable para New York el
trabajito. Además, hacía más de dos meses que no tenía trabajo ninguno y ello me tenía con una
espantosa neurastenia que la disimulaba a fuerza de trabajo del otro. Por eso he estado dos días
más para hacerte esta carta, después de hecha la de Ruth.
5 Gonzalo Mazas Garbayo.
* Bus-boy. (N. de E.H.L.)
Pero bien, ya que te debo carta hace casi un año pronto, lo menos que puedo tener hoy es
buen humor. En prueba de ello y de amistad te deseo que nunca tengas que venir por aquí sino
en pose de tourismo. Entonces sí debe ser magnífico asomarse a la vidriera de New York. Como
ciudad, debe ser la mejor del mundo, supongo yo. Pero, como para mí no hay ciudad como la de
la naturaleza, pues como aquí no hay ni el cielo, ni el mar de la Habana, ni esa transparencia
emocionante de allá, me gustaría mucho más siempre el arco del Malecón que la belleza un
poco tristona de Riverside. Y aquí hay nieve, que es bella, inverosímilmente blanca, pero no hay
lluvia. La nieve da ganas de salir a la calle a caminar contra el frío y el viento. Pero el frío es
cosa cruel. Da hambre y nunca abriga nada lo bastante. Yo lo resisto bastante bien, y hasta tengo
mi pose de habitante de los Polos, porque, como me gusta, lo resisto y hasta lo provoco; pero a
la gente que lleva años aquí y ha perdido ya los estímulos de la aventura, los dobla por las calles
y los hace sufrir.
Con la carta que tú me enviaste fui a ver a los doctores en cuestión, doctores panamericanos,
porque no me acuerdo ya cómo se llamaban. Fueron amables conmigo, pero de ahí no pasó el
asunto. Te lo comunico, aunque con tantos meses de retraso, para que sepas que no les debes
ningún favor.
Cuando estaba trabajando en «El Toreador», una noche les serví a Ante y a Rodríguez y éste
era amigo tuyo y conocía «Batey», todo lo cual según parece fue suficiente para que me diera
una luenga propina. Ves, pues, que todavía «Batey» nos nimba de prestigio.
Y ahora te tengo que dejar hasta más tarde, o hasta mañana, porque voy al Club que
acabamos de fundar, a tener una reunión para ver cómo impulsamos un baile que nos permita
pagar las deudas en que hemos incurrido para abrirlo. Hasta luego, pues.
———————————————
Bien, ya estamos a once nada menos y como han pasado cinco días desde que te empecé esta
carta, procede que te prometa ahora terminarla de cualquier modo, «al correr de la pluma»,
como decían los poetas de tu tiempo… Esta larga demora te indicará cómo estoy de ocupado.
Porque te advierto que en todos estos días no he escrito una sola línea a nadie.
El «trabajito» en cuestión, hasta tanto entro en trainning —¡Oh recuerdos de nuestros
gloriosos tiempos de atletas!… ¡Oh, épocas inolvidables de cuando yo barrenaba sin mayor
esfuerzo la posición que inútilmente, ante mi arrollador empuje, intentaba guardar debidamente
cierto center que yo conozco!… (Ahorita vamos a tener que leer nuestro famoso cuento final de
«Batey»!…) Bueno, pues el asunto es que he tenido ya dos trabajos en el mismo Harvard Club,
uno, de bus boy y otro de ayudante del ayudante del lavaplatos, o algo de categoría parecida. Y
la realidad es que hasta ahora me han dejado ambos los riñones flotantes y las piernas
endurecidas y venosas de tanto sube y baja escaleras con la misma prisa que lo haría un
bombero en día de exhibición.
No te puedes hacer una idea de lo derrengado —por emplear una palabra de tus mejores
poesías— que se queda uno después de estas maravillosas experiencias neoyorkinas.
Bien, como yo sé que tú eres un estupendo agente literario —dígalo si no el éxito de Batey,
del cual fuiste tú máximo responsable— te voy a hacer el encargo de que lleves un par de
crónicas mías a Miguel Ángel.6 Él publicó ya dos mías, pero las últimas dos, que se remontan ya
a tiempos casi inmemoriales, no aparecieron. Por ello, a lo mejor se han perdido —pienso yo
generosamente— y quiero que éstas, de temas más justificables, no obtendrán reparos que las
impidan «ver la luz pública». Todavía no están hechas, pero como me hace mucha falta
agenciarme esos diez pesos, te las enviaré enseguida. No dejes de cumplir con este encargo. Y
por si no lo había hecho ya, te felicito por Crismas* y por Año Nuevo y por Reyes. Si, en tus
múltiples conexiones, tienes alguna que sirva para comprar una crónica, aunque sea una vez al
año —siempre que la vayan a publicar y no quieran tener la «generosidad» de regalar y proteger
y sostener— utilízala para ver si le saco algún dinero a la capacidad mía de ver las cosas y
contar lo que veo. Porque, por lo visto, estoy condenado a ser un eterno amateur de las letras.
Sabrás —porque te lo comunico ahora— que de nuevo he fracasado en mi intento de publicar
mi libro sobre Presidio que vale mucho más que nuestro «Batey», por lo menos en el aspecto
humano. Estuvo el libro como seis meses por México, en donde les gustó mucho a varios
escritores mexicanos, pero la editorial Botas no se atrevió a publicarlo. Ahora, hace unos días,
lo mandé a España a ver si hay alguna oportunidad de que se publique allí. Espero,
naturalmente, que me lo devuelvan, aunque con los elogios de rigor.
6 Miguel Ángel Quevedo.
* Christmas: navidades (N. de E.H.L.)
Y ahora te dejo, porque hay terribles amenazas de que tenga que interrumpir de nuevo esta
carta hasta sabe dios cuándo y prefiero terminarla aquí.
Otro día, no te des tanta lija, porque me conoces lo suficiente como para saber que tengo que
estar tremendamente ocupado —yo siempre tengo necesidad de hacer algo intensamente— y te
pones muy picúo y muy quisquilloso si por no escribirte yo dejas tú de hacerlo.
Espero que pronto te escribiré de nuevo para mandarte las crónicas.
Muchos recuerdos para los viejos y para Dora y Miguel Ángel y un abrazo para todo este
1936 que me parece que en todo él no veré ni el sol de allá ni los amigos de allá.7
Pablo
7 Véase nota 2.
New York, 13, 1, 936.
Sra. Doña Concepción Fernández de Gil,
Habana, Cuba.
Distinguida y espiritual amiga:
Tomo la maquinita para escribirle unas líneas, por cuanto hace tiempo que no tengo nuevas ni
viejas de los que por esa dichosa y electorera ciudad residen. Espero, sin embargo, que su
corpulento y siempre rozagante y colmilludo esposo habrá alcanzado cuando menos, una
senaduría o algo así, ya que sus méritos lo capacitan para eso y mucho más.
De nuestro común amigo el Dr. Federico Laredo y Capdevila8 no tengo sino vagas noticias.
Ha mucho tiempo me envió la suma de un dólar para que le agenciara unas cuantas toneladas de
picadura Blue Bird, pero, dadas mis escasas nociones sobre el arte de picar y, por ende, sobre la
picadura, hasta hoy no he hallado la tal marca del «Pájaro Azul». No obstante, como se rumora
que el muy canoro maestro Lecuona intenta posar su vuelo sobre un rascacielo neoyorkino,
consultaré a él sobre el problema este de la picadura del Pájaro Azul. Sin embargo, anticípemele
al Dr. Federico Laredo —si es que ya está bien de regreso de su gira campesina— que si quiere
que le mande cualquier otra marca buena, listo estoy a cumplir con las disposiciones de su
encargo.
8 Pedro Capdevila.
Del mismo modo, incidiendo sobre dicho mutuo compañero, quiero expresarle mi decisión
de tener en breve noticias suyas, pues en breve, deo volente,* le enviaré, de la misma manera
que lo hice en anterior ocasión, detalles de interés para nuestro inolvidable Consejero de Estado.
De los dulces de guayaba o algo por el estilo, cuya remisión se me anunció, con el
correspondiente regusto previo para mi ya experto paladar, aún no he tenido noticias. Debe
haber ocurrido con ello algo parecido a lo que sucedió con cierto libraco que al cabo fue a dar a
sus gentiles manos. Por cierto que aprovecho la ocasión para enviarle los mejores recuerdos del
portador, que quedó gratamente impresionado por los ágiles contornos de su figura, no obstante
de ser Ud. ya, una matrona, digna consorte de mi distinguido amigo el Dr. Gil.
No dejéis de mandarme de cuando en vez, periódicos y revistas, y de recordarle a vuestro
padre Adán,9 que se nos debe remitir la Bimestre y, de ser posible, algún que otro libraco. Ya he
recibido varios, que agradezco y que son muy útiles.
A Don Jesús de la Fuente, el habilísimo piloto del Yacht Club; al eruditísimo chismonista
Don Miguel de Unamuno; al Don Jesús del Gran Poder;10 a Don Federico Laredo, los mejores
recuerdos. Ítem más. Para mi ilustre amigo, vuestro amante y rendido esposo, el Dr. Gil, el más
crujiente de mis abrazos. Y para vos, bellísima estampa estilizada del más bello pescado rubio
del Caribe, un ramo de orquídeas silvestres de Guatemala, victorias regias del Brasil y curujeyes
del Realengo.
La distinguida consorte mía, la Sra. Doña Carlota Rojas, está casi tan espiritual como vos y
os manda sus recuerdos. Para vos y para todos. Y, caso de hacer falta, mandará un poema.11
* Deo volente: Si Dios quiere, en latín. (N. de E.H.L.)
9 Fernando Ortiz.
10 Jesús Expósito.
11 Véase la respuesta de Conchita Fernández (20 de enero de 1936), en la p. 310.
New York, 13,1,936.
Dr. Aureliano Sánchez Arango,
Tres Guerras 33,
México, D.F.
Querido Yeyo:
Acabo de recibir tu carta, de no sé qué fecha, porque se la acaba de llevar Teté para leerla. Sólo
un trabajo desproporcionado me ha impedido contestar hasta ahora a tu anterior del 9 de
diciembre. Hemos tenido que hacer frente a una serie de pequeños pero continuos problemas al
inaugurar el Club, y ya, cuando éste ha entrado en marcha, pues hemos tenido que hacer frente a
las deudas incurridas —porque todos los peritos se fueron para el carajo con sus presupuestos y
tuvimos que gastar como doscientos pesos extras— para colmo de fatalidades, hace poco más
de una semana que tuve al fin la siniestra suerte de encontrar trabajo. Ahora soy un bousboy* en
el Harvard Club y tengo que bajar y subir millones de platos y trillones de escalones. Ya estoy
entrando en el «ahuevao» y he engrasado un poco mis gloriosos y oxidados y veteranos
músculos, pero los primeros días regresaba en el subway con la cara de un difunto por
equivocación que regresa a su hogar.
Tu eficiencia en el despacho del libro, aparte de que te la agradezco de veras, porque de ser
por José Antonio12 todavía estaría esperando su contestación, me ha dejado sorprendido. O una
de dos; o has «tomado una enérgica resolución», o estás cagando como dios manda. Me inclino
a creer que sea esto último. Y, mientras cagues bien, te aseguro el dinamismo y la actividad y el
buen humor y hasta la paciencia que tenemos que acopiar en gigantescas cantidades para poder
resistir todo esto.
* Bus boy. (N. de E.H.L.)
12 José Antonio Fernández de Castro.
De tu lío con Thompson y Botas nada sé. Ni le he dicho yo nada a Thompson —que yo
recuerde— ni nada sé de Botas. Es más, yo ni siquiera uso botas, como tú sabes, sino zapatos
«de corte bajo». Eso es todo. Además, si me jodía yo, nada de particular tiene que se joda
Thompson. Y hasta que se joda Botas en su día también.
De Raúl tuve hoy una breve carta desde Miami. Se lleva Kourí a Ada para Cuba y le hace
creer al verraco de Raúl que se la vuelve a traer antes de que para. Yo los he amenazado con la
excomunión si paren aquí.
Las elecciones —que han sido un triunfo más para Batista, a pesar de que ha podido ser un
poco más hábil y repartir mejor el jamón entre las panteras de Argel— espero yo que sean el
definitivo toque de alarma en los oídos peligrosamente sordos de los dirigentes de la
«revolución». Si no hay un frente único, sincero y estrecho —no una mera suerte de pactos
recelosos, llenos de egoísmos y trabas; sin ninguna base real ideológica; sin ningún real y
premeditado programa constructivo de la revolución, nos iremos todos para el carajo. Admito
que, inclusive, podrán producirse algunos triunfos militares. Hasta hoy, por lo que sé —nada sé
en concreto de lo militar preparado o en preparación— pero sé un poco de historia de Cuba,
todo esto me parece la labor preparatoria de la Guerra Chiquita. Y, sobre todo —y éste es
nuestro cabal y básico punto de vista—, no creo que la revolución triunfe porque triunfe el
hecho militar, que sin duda es importantísimo. Creo que estamos obligados a llevar algo
concreto en la cabeza. Por ese programa mínimo es que venimos luchando en vano. Pero tengo
la creencia firme que subsistiremos hasta tanto ello no se logre. Pienso que los demás pensarán
como yo: que no tenemos ambición política para más que para influir en el pensamiento
revolucionario. No creo que podamos constituir nunca un partido de masas, y mi verdadero
interés está en lograr que, como organización de emigrados, podamos cumplir con nuestro papel
tan bien o mejor que el desempeñado por cualquier organización similar de ahora o de antes. En
este sentido hemos trabajado intensamente. Hasta hoy los resultados de nuestros esfuerzos, en lo
que toca a la organización misma, son magníficos; en lo que respecta a los resultados en la
intención política, son nulos, puesto que nada hemos logrado. La realidad, empero, nos ayudará
—lo mismo que a todos los que dentro de las otras organizaciones piensan más o menos como
nosotros y estiman necesario el frente único—. Insisto en que si no se saca un provecho casi
instantáneo de la lección de estas elecciones, vamos al derriscadero. Ellas quieren decir que ya
hay una reserva civil «natural», aparte de la «reserva militar»; quiere decir que una parte enorme
del país se prepara a vivir otra vez de la maquinaria gubernamental; otra parte, guardará sus
esperanzas durante un año y al otro habrá propaganda electoral; quiere decir, también, que en lo
exterior, ya habrá un gobierno «constituido legalmente». No quiero continuar este análisis, que
para ti es obvio, pero estaba como monologando y así se queda. En definitiva, me parece cosa
clara que la revolución debía evitar la toma de posesión. Y mi pesimismo viene del hecho de
que el tiempo me angustia en todos los órdenes. ¿Estará preparado el aspecto militar, entre el
final de la zafra y mayo? Y, sobre todo ¿se habrá llegado a acuerdos sinceros, básicos, y al
desarrollo, siquiera esquemático, de un programa de reconstrucción y de revolución?
He sabido que estás trabajando con éxito allá y con crédito por parte de todos. Me parece
natural y me alegro. Sanjenís, que regresó de México, ha prometido venir por New York y
entonces nos contará detalles de la vida que hacen por allá.
Teté está bastante desmejorada. Ha ido bajando paulatinamente de peso y la última vez sólo
pesaba 102 libras. Ha tenido una infección en un cordal, pero, aparte de esto hace algún tiempo
que viene padeciendo de atonía general, y no come casi nada, duerme poco.
¿No crees que si hay una amnistía general debe aprovecharse en todo lo posible? Porque yo
estoy viendo que mucha gente la está esperando ya. Se nota cansancio en mucha gente. La
realidad es que, además, hay desencanto de los dirigentes, y, si se deja hacer el desparramo sin
orden ni concierto, son muchos los que se van a sentir más «decepcionados» de la cuenta. Por
eso yo pienso que a todo el que se vaya habrá que darle trabajos concretos de organización,
agitación, etc.
¿Qué era lo que me decías del secuestro de Castaño? Sentí mucho la muerte de Casimiro,
acaso el mejor de su grupo y pasé varios días alarmado por motivo de Montes de Oca, que al fin
no resultó ser quien yo creía.
Recuerdos de Teté y míos para Estrella, y para Pendás y Guillot. A Carlos —que continúa
con su neurosis mánguica, lo veré hoy y le recordaré que te escriba.
El número que salió fue el 859 y la rifa no fue un «atraco» de nosotros, sino una semibrava del
Dr. Odio, panista, panero o panense. Perdimos en ella el dinero de los tickets, pero nos sacamos
los cacharros y ahora no sabemos qué hacer con ellos. Tanto, que todavía no los hemos
recogido.
New York, 13 de enero de 1936.
Sr. Luis A. Sanjenís,
4740 N, 12th St.
Philadelphia, Penna.
Querido compañero:
Tengo que contestar a su carta del 30 de diciembre, con un apuro excesivo, ya que el reloj me
está vigilando los minutos que me quedan para irme al trabajo. De todas maneras quiero
hacerles hoy mismo unas líneas felicitándolos a todos por el magnífico esfuerzo que realizaron
en el party, que tan estupendos resultados rindió. Para que se percaten de lo útil y oportuno que
ha sido este esfuerzo que han realizado los «ahorcados» de Filadelfia, debo comunicarles que
gracias a los cuarenta pesos que me entregó Martínez de parte de la Delegación allá, nuestro
periódico podrá salir ahora, para la fecha de Martí. Nos tenía abrumados el no poder resolver el
problema económico y tratamos de llenar el hueco con nuestro manifiesto del diez de enero, que
espero les habrá llegado ya. Felicita, pues, a todos los compañeros que prestaron su concurso a
la fiesta. A mí también deben felicitarme, pues los resultados me han dado la razón y ha
quedado demostrado que en Fila también se puede hacer algo por la revolución. En cualquier
parte, siempre, se puede hacer un esfuerzo por la revolución.
De los términos de tu carta, como me anuncias tu próximo viaje a ésta, y como ando tan
apurado de minutos, prefiero esperar para que conversemos ampliamente sobre ellos. Por
conducto de Raúl poseemos un profuso arsenal de chismes.