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CHERISE SINCLAIR
4° de la Serie Masters of the Shadowlands
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CHERISE SINCLAIR
4° de la Serie Masters of the Shadowlands
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LLeeaannOOnnMMee((22001100))
AAARRRGGGUUUMMMEEENNNTTTOOO:::
Andreaquiere someterse, pero no con cualquiera que se crea un Dom. Tiene que ser más duro
y capaz que la panda de matones del barrio donde se crió. Ya había renunciado a la búsqueda de
un verdadero Dom, cuando su amigo la lleva como aprendiz a un exclusivo club de BDSM, con los
grandes maestros de Shadowlands. Andrea está emocionada... y aterrorizada.
Obligado a aceptar a una desconocida sumisa en su programa de entrenamiento
cuidadosamente desarrollado, el maestro Cullen está furioso. No sólo por ser una joven recién
llegada al mundo del BDSM, si no porque ella no es adecuada para su papel... blindada en cuero,
como una Domme, es más probable que taladre a un Dom, a que se arrodille ante él. El maestro
Cullen decide echarla, la quiere fuera. Pero después de intimidarla sin piedad, castigarla y
abrazarla finalmente, él ve a la mujer escondida dentro de esa misteriosa armadura emocional, y
su completa entrega captura su corazón.
Aunque el Maestro Cullen era famoso por su estilo de vida sin restricciones, Andrea cree que
podría estar interesado en ella, hasta que descubre que no es sólo un camarero... es también
policía. Tal vez él ignore su pasado desliz con la ley, pero cuando otra interna la acusa de robar
dinero, Andrea está segura de haber perdido al maestro que quería con todo su corazón.
SSSOOOBBBRRREEELLLAAAAAAUUUTTTOOORRRAAA:::
Cherise Sinclairnos cuenta sobre sí misma:
Muy bien, vayamos al grano. Acerca de mí, odio totalmente hablar de mí
misma, pero para que conste, vivo en el norte de California con mi
maravilloso esposo, dos adolescentes que pueden volver a ser humanos
algún día, y un número variable de gatos. Un hombre dominante, dos
adolescentes, los gatos, y yo... ¿pueden adivinar quién está en la parte
inferior de la jerarquía?
Acerca de mis libros, escribo novelas eróticas con hombres dominantes que equilibran el deseo
de controlar con su necesidad de apreciar y proteger. Estoy encantada de decir que el Maestro de
la Montaña y la serie de los Maestros de las Tierras Sombrías han recibido numerosas excelentes
críticas y premios de lectura recomendada.
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4° de la Serie Masters of the Shadowlands
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Ningún taburete vacío en la barra a la vista. Refrenando un gemido, Andrea Eriksson desvió su
peso alotro pie y moviósus dedos entumecidos.Quiéndemonios fuera que hubiera inventadolas
botas de taconesde agujadeberíaarderenelinfierno.
No obstante, algunas personas probablemente pensarían que el club de BDSM de Tampa era
un infierno. Un hilito de sudor bajó por su espalda debajo de la chaqueta de motorista. Era
definitivamente lo suficientemente caliente para ir alinfierno.
Debería haberse quedado en casa, tomando un largo baño de espuma con música, poner algo
de Enya, y disfrutar de su acogedor apartamento. Su refugio, lejos de los barrios bajos, y alquilado
con supropiodinero.
Pero no. Quiso estar aquí en este club de BDSM ubicado en el centro de la ciudad. O algo así.
Desafortunadamente, ya había recorrido el lugar dos veces, buscando posibles Doms. Sólo dos
tenían esa mirada de absoluta seguridad de los auténticos Doms, y ambos ya tenían sumisas con
ellos.
Sorbiendo su Coca-Cola Diet, contempló la escena cercana donde un hombre canoso vestido
de traje estaba parado delante de una delgada mujer restringida en la cruz de San Andrés. Él
golpeaba ligeramente una vara en contra de su pierna, simplemente demorándose y esperando
mientras su sub se estremecíadeexpectación. Los ojos delasub nuncaabandonabanal Dom.
Un pequeño temblor atravesó a Andrea. Él controlaba la escena, por sí mismo, y a su sub
completamente.
Ella deseaba ser esa sub, ser la que renunciara al control, la que confiara en alguien lo
suficiente como para hacer eso.
―¿Te gusta la escena?
Andrea se sobresaltó, y la bebida se derramó sobre su mano. Sacudiendo los dedos, dio un
pasoatrásdelDom que la habíaestado observandomás temprano.
―Uh. Hola. ¿Quémepreguntaste?
―¿Te gusta ser zurrada?
Zurrada. Restringida. Una gran mano abofeteando a su trasero desnudo. Una pesada
anticipación subió por su cuerpo, seguida por cautela. Durante el mes pasado, ninguna de las
escenas que había hecho con Doms había resultado. Por favor deja en paz a este tipo para que
encuentre algomejor.
Algunos años menor que ella, tal vez a principio de los veinte, el Dom estaba vestido con
pantalones de látexy una camiseta negra. Se veía seguro, pero no le transmitía ninguna sensación
de la clase deabsoluta autoridadque exigiría su sumisión.
¿Eraen realidad demasiado pedirunadominanciainstantánea?
―Bueno… ―respondió con evasivas. Si dijera que sí, y él intentara mangonearla sin tener
éxito, entonces ella terminaría completamente mortificada y desafiándolo. Sabía demasiado bien
cuánbochornoso esopodría ser.
―Hablemos un poco.―Laagarródelantebrazo.
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Ellale alejó rápidamentelamano y respingóantesuexpresiónde disgusto.
―Lo siento, ―le dijo―. Demasiado karate cuando era más pequeña. ―¿Por qué no podía
lograr sobreponerse a estas reacciones? Ella quería someterse, quería que alguien simplemente
asumiera el control. El pensamiento la puso necesitada y caliente, pero este tipo de lugar… lleno
de tipos intentando ligar… le traía demasiados recuerdos y arrasaba con todas sus defensas. Papá
la había entrenado demasiado bien. Que note agarren. Que no te arrinconen.La mejor defensa es
un buen ataque.
―No hay problema.Estuve con muchassumisas nerviosas.―Su pechose hinchó.
Oh, Dios. ¿Un pocopagado de sí mismo?
Ignorando la manera en que el Dom intentaba sostenerle la mirada, ella miró alrededor del
club. El contingente gótico de Tampa estaba perfectamente representado con maquillajes en
excesoybizarrospelos de punta.
Las perforaciones y los tatuajes decoraban los lugares más increíbles eíntimos. Ay.Más alláde
la parte trasera, lagente estabaapiñadaalrededor de una escena deazotes.
―Me gustaría ponerte en un banco de azotes,―dijoél―.Creo quepodrías correrte allí.―Ella
se volvió a él, esperando, queriendo, tener una sensación de ansiedad interna, algo atípico que le
dieranganasde decir simplementesí,y nada ocurrió. Él noeraelindicadopara ella.
―Gracias, pero no.
¿Cómo alguienpodría encontraralguna vez a una buena pareja en un lugar como éste?
Le dirigióal Dom una atenta sonrisay salió del club. Antonio debería aparecerpronto; ella bien
podríaencontrarloafuera.
Envolviendo su chaqueta de cuero más cerca para contrarrestar la depresión que reptaba a
través de ella, caminó con pesadez hacia su furgoneta en el estacionamiento. Una piedra se cruzó
en su camino, y la pateó lejos con sus estúpidas e incómodas botas. Esto sencillamente no era
justo. Las otras mujeres no tenían tantos problemas para encontrar a un Dom. Y había observado
a algunos Doms que ella había rechazado, y habían encontrado a otras sumisas fácilmente. Quizás
el problema sea mío.
El aire húmedo de marzo rozó en contra de su cara, trayendo un fuerte aroma a mar con los
vapores usuales de la hora punta de Tampa. Paseándose, observó a dos mujeres entrando en el
club. Una pareja tomándose de las manos salió. Y finalmente, elCamaro rojo de Antonio zumbó en
el estacionamiento y sedirigióa un espacio vacío. Antonio salió deinmediato.
―Ey. ¿Por qué no estásadentro?
Un trozo de basura le llamó la atención.Recogióel papel, lo arrugó cruelmente, y lo tiródentro
deun cercano cubo de basura.
―No encontré anadieque…―queme hiciera bajar la cabeza—,…conquién quisierajugar.
―Quisquillosa, quisquillosa. ―La miró ceñudamente. La luz de una farola parpadeaba
indecisamente, resaltando su cara como una luz intermitente―. Pobre chiquita*1. ¿Por qué no te
inclinas por una perversión más fácil,tal vez tríos o sexo en público?
1Deaquí en adelante, el * indica que la expresión está expresada en español en el original.
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―Maldición si lo sé. ―El aire de la noche era frío, y Andrea se abrazó―. ¿Por qué todos
ustedes no son dominantes así yo no tendría que vérmelas negras para conocer a alguien? Y tú
podríasserheterosexualtambién.Heterosexualsería bueno.
Ella se apoyó al lado de él en el coche, su brazo rozándolo afablemente. Era su mejor amigo
desde que ella podría recordar. A loscincoañoshabían idoalas cruzadas con varas como espadas,
y un estropeado triciclo sacado de la basura como caballo. A los quince, cuando él se fue, ella
había usado como paño de lágrimas a cualquier persona que sintiera pena. Después de que él
terminólauniversidad, había regresadoaquí de Miami, convirtiéndose en un miembro extraoficial
de su enorme familia.
―Soy quién soy. ―Él sonrió y le tironeó uno de sus rizos―. Pero todavía sigue haciéndoseme
difícilcreer queeres sumisa.Nunca haspermitido quenadie te diera órdenes. ¿Estássegura?
―Me temo que sí. ―Después de leer una novela romántica que hablaba del BDSM, había
convencido a un novio de intentarlo―.La sumisiónes diferentedentro de…―su caraquemaba—,
dentrodel… sexo.Ir a la cama con muchos tiposes tan excitante como hacer el amor con…bueno,
conun hermano o algo así.Puro bla, bla, ya sabes. ¿Recuerdascuandote distecuenta de que eras
homosexual? Dijiste, “Es por eso que nada funcionó para mí antes. Necesito esto”. Bien, eso es lo
que me sucedió a mí con el BDSM. Cuando alguien me dice que haga algo y puedo obedecer, me
pongo toda cachonda pordentro.
Él bufó.
―Y siellosnopueden conseguir que obedezcas, probablemente los desarmas, Rambolita.
―Yo sólo…―sólo quiero conocer al hombre correcto, uno que puedaprovocarmeese profundo
estremecimiento por dentro. ¿Cómo puedo enamorarme alguna vez de alguien que no me haga
sentir eso?― Yo… bueno, no importa, ¿verdad? He probado de todo… clubes y grupos, y no he
encontrado anadie. Nipor asomo.
―Oh, no te des por vencida todavía. ―Antonio encendió un cigarrillo y miró el extremo
encendido durante un segundo―. En esa lista de clubes que hiciste, eliminaste a uno. El club
privadoque estáen las afuerasde la ciudad.
―Shadowlands, ¿dónde la cuota de socio requeriría el sueldo de un año entero y a mi niño
primogénito? No puedo hacer eso.―La momentáneaesperanzamurió.
―Quizás yo pueda.
―Tierra a Antonio… Poseo un negocio de limpieza, no una compañía que figure en Fortune
5002.
―No estoy senil. ―Él inhaló de su cigarrillo antes de explicar―. Un amigo de allí me debe un
favor.
―¿De verdad? ―Un club privado. Gente más experimentada, más protección. Miró a Antonio
atentamente.
Élle devolvió la mirada,levantando lascejas.
Dios, ella odiabanecesitarqueotros tuvieranque ayudarla, incluso Antonio.
―¿Él pasaría por alto una cuota de socio?
2 Fortune 500: clasificación de la revista Fortune de las 500 principales empresas estadounidenses según un índice de 12
variables.
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Antoniotiró el cigarrillo sobre el terreno y lo pisó.
―No exactamente. El tipo está a cargo de los aprendices, y ellos no pagan cuotas. Intentaré
hacer que te tome como una. ―La miró con el ceño fruncido―. Pero ser una aprendiz podría ser
un infierno más intenso que lo que quieres. ―Eso significaba que ella realmente estaría bajo
órdenes y notendríacapacidadpara escoger y elegir.
Se le secó laboca, pero su barbillase levantó.
―Hazlo.
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En medio de la barra, Cullen levantó la vista ante el sonido de la puerta principal del club
abriéndose.Justo a tiempo. Dos puntos para ella, pensóde mala gana.
La irritación quemó en sus intestinos cuando Antonio llamó para cobrarse su favor de esta
manera. Es cierto, el reportero le había provisto suficiente información para acorralar elpirómano
que Cullen había estadoinvestigando, y había puesto al bastardo tras las rejas, pero no le gustaba
quesu trabajo como InvestigadordeIncendiosProvocadostocaraa Shadowlands.
Ni que alguien jodiera su programa de entrenamiento. Normalmente él y Z escogían a las
aprendices entre las integrantes que hacía mucho tiempo que estaban en el club, sumisas que
querían sumergirse más profundamente dentro del estilo de vida, así como también conocer a
Doms sin compromisos. Las novatas noeran escogidas.
Z nosehabíamostradocomplacido.Un eufemismo. Él había estadojodidamente cabreado.
Eso dejaba a Cullen con el culo al aire ahora. Así que esta amiga de Antonio era mejor que
fuera la mejor aprendiz que él haya visto alguna vez -y se adapte bien dentro de Shadowlands- o
sería mejor que se echara atrás rápidamente. Sé lo que yo escogería. De hecho, él simplemente
podría ayudarla un poco. Con un pequeño trabajo de su parte, ella podría decidir que el club no
era para ella.
La mujer entró en el salón principal del club y se detuvo, probablemente para permitirles a sus
ojos acostumbrarse a la tenue luz, similar a la de las velas, emitida por los apliques de hierro.
Luego de un segundo, caminó hacia adelante. Alta y musculosa. Le recordó a una sub masoquista
con la que se había enfiestado; el recuerdo no era uno agradable. Apoyó un brazo sobre la
superficie de la barra y la observó acercarse. Ceñidos pantalones de látex… que quedaban muy
hermosossobre esas largas piernas.Cabello castañoclaroque seencrespaba furiosamente encima
de su cabeza en un estilo no-te-metas-conmigo. Maquillaje sutil. Sólo un pequeño crucifijo como
único accesorio. Las botas de tacones de aguja altas hasta las pantorrillas gritaban “Domme”, al
igual quela chaqueta demotoristademangas largas.Posturaarrogante,barbilla levantada.
¿Qué mierda de clase de sub Antonio lo había inducido a tomar? Sólo a primera vista, sintió
ganas de sacarla a patadas.
―Hola. ―Su voz suave y baja con un dejo de acento español fue agradable para sus oídos―.
Soy Andrea Eriksson.
Examinándola, no dijo una palabra, simplemente la miró fijamente a la cara. La mayoría de las
subs bajarían la vista, pero no ésta. En lugar de eso sus labios se apretaron ligeramente, y su
barbillase elevó otro poquito.
―Puedes llamarme Maestro Cullen o Señor. Estoy a cargo de los aprendices en Shadowlands.
―Señaló un taburete delabarra―. Siéntate.
Una vacilación. ¿Una sub a la que no le gustaba obedecer órdenes? Ella se deslizó encima del
taburete yapoyólos antebrazos en el mostrador. Otra postura agresiva.
¿Domme o sub? Bastante fácil de averiguar. Tomándose su tiempo, abandonó la barra para
pararse delante de ella… para cernirse sobre ella. El destello en sus ojos le dijo que deseaba
levantarseparaponerlosen un nivel másequitativo.
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Colocóun dedodebajodesu barbilla y leinclinóel rostro haciaarriba.
Sus músculosseapretaron,eintentó apartarse.
―Quédatequieta.
Ante su dura orden, ella se congeló, y entonces él lo vio… sus ojos se dilataron y un rubor le
tiñó lasmejillas.
El placer lo invadió. Nada atraía más a un Dom que esa instintiva rendición de un cuerpo
debajodesus manos.
―Así que hay una sumisa sepultada allí dentro después de todo, ―murmuró―. La agarró del
pelo y la sujetó en el lugar mientras pasaba un dedo por un marcado pómulo, a través de un
aterciopelado labio, y bajando a su vulnerable garganta… y sintió el convincente estremecimiento
quelarecorrió.
Muy agradable. Movió los dedos bajando la cremallera de su chaqueta de motorista. ¿Ahora
quépodríaestarescondiendodebajo?
Ella no se movió. Los grandes ojos castaño-dorado contenían inquietud, y sus manos se
apretaron con fuerza de los papeles que sujetaba. Ella lo estaba intentando. Se requería coraje
paraenfrentar a un club extraño yaun Domdesconocidoal mismo tiempo.
Sintió una punzada de compasión, así que ahorauna parte de él quería sacar su culo a patadas
porla puerta, y la otra partequeríaabrazarlay reconfortarla.Maldita sea. Pero ninguna de lasdos
conseguiríalo que quería.
Con un suspiro, lesoltóelpelo y dio un paso atrás.
―Dame tus papeles. ―Cuando extendió los papeles, sus ligeramente bronceadas mejillas se
ruborizaron antela forma en que los había arrugado.
Él los alisó y comenzó con la ficha médica… libre de enfermedades, saludable, control de
natalidad. Ningún problema allí. Dio vuelta a la siguiente página. Había completado y firmado el
formulario básico de las reglas para los miembros de Shadowlands. También las reglas para los
aprendices. El año pasado, una novata había firmado los papeles sin leer, cuando había
quebrantado una regla, el castigo resultante lahabía conmocionadoridículamente.
―¿Los leíste?
Asintió con la cabeza.
―En este club,una sumisa respondecon,“Sí, Señor o Señora”.
―Sí, Señor.
Mejor. Asintió con la cabeza en aprobación. A pesar de que ella no exhibiera ninguna avidez
para complacer como una sub estándar, las diminutas líneas al lado de sus ojos se atenuaron
ligeramente. Su buena opinión leimportaba, aunque se rehusara ademostrarlo. ¿Y por qué no?
La estudió durante un momento. Postura rígida, barbilla levantada, manos apretadas juntas.
Pero la había sentido derretirse bajo su toque. ¿No era ella un intrigante acertijo? A pesar de
sentirsemolesto, no podía dejar de pensar que sería justo el tipo de desafío que a él le gustaría.
Cuando le extendió la lista con los puntos del acuerdo, ella se puso rígida, y sus mejillas se
sonrojaron con evidente vergüenza. La diversión hormigueó a través de él, levantándole el ánimo.
Podría disfrutar de hacer que superara esa timidez. Tal vez asignándole un Dom diferente para
cadapuntodonde hubieraindicado interés: sexo oral,azotes,cepo, consoladores…
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Cuandose encontró con sus ojos grandes, ella tragó. La perceptivapequeña sub había captado
las nefastasintencionesdelDom.
Le sostuvo la mirada durante un minuto. ¿Cómo se verían esos ojos cuando estuvieran
brillantes por la pasión e inconscientes por la necesidad? Infierno, no tendría que sentir interés
por doblegarla, amarrarla en el cepo y… recorrió con la mirada la parte del sexo anal del
formulario. Ninguna experiencia anterior, pero había tildado el casillero “Dispuesta a intentar al
menos una vez”. Sí, él disfrutaría enseñándoleel disfrute del juego anal.
Si ella se quedara. Los votos no estabandecididos por eso todavía.
Sólo Doms. Así que no era bisexual. Eso decepcionaría a Olivia. A continuación recorrió con un
dedo bajando a las preguntas referidas al dolor. Aparentemente la chica no era una masoquista
como Deborah.
no quieresserflagelada,perforada, cortada nigolpeada.―Ella se tensó con
sóloescucharlas palabras y negó con la cabeza.
―Note oí.
Se aclaró la voz.
―No, Señor.
―No te sientes segura sobre los azotes, los latigazos suaves y las palas. ―Esas largas piernas
parecían diseñadas para un látigo. ¿Lloraría o gemiría? Si la tuviera bajo su mando, no le daría la
oportunidad de esconder sus respuestas. La miró atentamente―. Conseguirás poner a prueba
algo de esodurantetupermanenciacon nosotros.
Sus labiostemblaron.
―Sí, Señor.―Su vozsalió comoun susurro.
Él sofocó una sonrisa. ¿Teniendo cada vez más problemas para permanecer desafectada,
pequeñasub?
―Estás cómoda con el bondage, según parece. Y no has descartado el sexo, ¿correcto? ―Sus
mejillasse encendieron, y su espaldase enderezó.
―Correcto,―dijo en una voztan afiladaquepodríahaberlocortado por la mitad.
Agresiva. Interesante. Pero inaceptable.Le dirigióunaseveramirada.
Ella bajóla vistainstantáneamente.
―Sí, Señor. Es correcto. ―Una sub con una actitud que se correspondía con su tamaño.
Maldición,era adorable.
Sacó un juego de puños de entrenamiento de debajo de la barra.Manteniendo uno en alto, se
lomostró.
―Dame tu muñeca. ―Sus ojos subieron de golpe y se ampliaron al ver los puños de cuero
dorado en su mano. Hasta apretó los blancos dientes sobre su labio inferior demostrando cómo
luchaban sus miedos en contra de sus deseos. Le temblaban los dedos cuando colocó la muñeca
enla palma de su mano abierta.
El primerprovisorioregalo de confianza.
―Buena chica,―ledijo suavemente.
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Sonrióal sentir lasensaciónmacizade su brazo. ¿Cuánto tiempo había pasadodesde que había
tenido a una mujer por la que no tuviera que preocuparse en lastimarla con su tamaño? Del firme
músculosobresalíaundelicadopulsoque martillaba rápido.
Muybonito.
Ciñó el primer puño. Cuando sus ojos de color whisky se encontraron con los suyos, la
inesperada expresión de vulnerabilidad acarreó sus protectores instintos de Dom a un primer
plano. ¿Toda esta duraposturaescondíaaunapequeña gelatina poradentro?
La oleada de satisfacción al ponerle los puños lo asombró, y se esforzó en regresar a los
negocios.
―Los puños dorados indican que eres una aprendiz, ―le dijo―. Pondremos listones coloridos
en tus puños para que todos conozcan tus límites. El rojo mostraría que disfrutas del dolor severo
como unaduraazotaina. El amarilloespara un dolor intermedio.
Todavía sujetándole la muñeca con una mano, tiró fuertemente de su pelo, complaciéndose
porsusobresalto.
―Como has leído en las reglas del club, cualquier sumisa, aprendiz o no, que meta la pata
puede ser zurrada o azotada. La cinta amarilla simplemente indica que podemos ser más
creativos.
Ella dijo,
―Oh, estupendo,―por debajodesu aliento, y él apenas logró refrenar larisa.
―El color azul es para el bondage. El verde para el sexo. Una aprendiz que lleve puesta una
cinta verde podría ser entregada a cualquier Dom de aquí, tanto como recompensa… o como
castigo. ―El diminuto pulso debajo de su pulgar se incrementó, su labio inferior tembló, y su
respiraciónse detuvo. Definitivamenteleintrigabala idea.
Como a él. ¿Qué expresión mostraría cuando le encadenara los brazos sobre la cabeza con sus
piernas abiertas y la restringiera, dejándola desnuda para su vista y su toque? ¿Su cuerpo se
estremecería? ¿Sus ojos se dilatarían? ¿Sucoño se pondríacaliente yresbaladizo?
Sus ojos estaban muy amplios y vulnerables ahora mientras le inmovilizaba la mirada con la
suya.
―Pero por ahora, no llevarás ninguna cinta, ―le dijo suavemente y observó a sus músculos
relajarse―. Esta noche servirás bebidas a los miembros del club para acostumbrarte a cómo
funcionan las cosas enShadowlands.¿Entendido, Andrea?
Ella asintió con lacabeza, entoncesagregó un apresurado,
―Sí, Señor.
―Muy bien. Si en cualquier momento deseasirte, sólo avísame. ¿Te gustaría una bebida antes
de empezar?
Mientras sus nervios protestaban como si hubiera caído dentro de una guerra entre pandillas,
Andreasorbíasu7&73.
37&7: bebida alcohólica que consiste en una mezcla de whisky con 7Up.
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Description:un verdadero Dom, cuando su amigo la lleva como aprendiz a un exclusivo club de BDSM, con los grandes maestros de Shadowlands. Andrea está