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Antropologías del miedo
Vampiros, sacamantecas, locos, enterrados vivos
y otras pesadillas de la razón
EDICIÓN DE
Gerardo Fernández Juárez
José Manuel Pedrosa
CALAMBUR ENSAYO, 1
Con la colaboración de la
y del Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Alcalá
©de los autores
© De la presente edición: CALAMBUR EDITORIAL, S.L., 2008
C/ María Teresa, 17, 1º d. 28028 Madrid. Tel.:91 725 92 49. Fax:91 298 11 94
[email protected] - www.calambureditorial.com
Diseño gráfico: &
isbn: 978-84-8359-049-2. dep. legal: m-50.620-2008
Preimpresión: MCF Textos, s.a. Impresión: Gráficas 85
Impreso en España – Printed in Spain
ÍNDICE
PREFACIO
Gerardo Fernández Juárez y José Manuel Pedrosa,
«Los mil y un registros del humano miedo».................... 9
ESTUDIOS
José Manuel Pedrosa, «Vampiros y sacamantecas:
dieta blanda para comensales tímidos» ........................... 15
Elena del Río Parra, «No tiene pulso: tipologías del miedo
a ser enterrado vivo en la era preindustrial»................ 49
Josep M. Comelles, «La sombra del miedo: locura, violencia
y cultura en la Cataluña moderna»................................. 79
Gerardo Fernández Juárez, «Terrores de agosto: la fascinación
del Anchanchu en el Altiplano aymara de Bolivia».......... 119
Francisco M. Gil García, «Un pueblo sitiado: miedos
y entidades terribles en la construcción del espacio
social de una comunidad surandina»............................... 145
Alvar Jones Sánchez, «Representaciones enraizadas
y vivencias cotidianas: las dos vertientes del miedo
al gitano en Toledo»........................................................ 197
Antonio Reigosa, «Geografías del miedo: lugares
de la Galicia mágica en que habitan los monstruos»..... 221
Luis Díaz Viana, «La fuerza de lo imaginado o el temor
présago: miedo al futuro desde el pasado
en las leyendas actuales»................................................. 243
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Antropologías del miedo
José Joaquim Dias Marques, «Leyendas vivas en Portugal:
El robo de órganos en las tiendas de los chinos»......... 259
Luisa Abad y Daniel García Sáiz, «De Los compraniños a La sonrisa
del payaso: el papel de las leyendas urbanas en la perpetua-
ción de miedos locales y globalizados»..........................297
os mil y un registros
L
del humano miedo
Gerardo Fernández Juárez
Universidad de Castilla-La Mancha
José Manuel Pedrosa
Universidad de Alcalá
Elmiedo es, seguramente, inseparable de la experiencia de lo des-
conocido y, por tanto, de la necesidad de conocer, del ansia de
adquirir cultura. Ligado a lo no conocido que habita dentro de nos-
otros, o a lo no conocido que acecha fuera, tras los rostros y las som-
bras que vemos, que entrevemos o que intentamos escrutar en derre-
dor nuestro, nuestro miedo nos vincula, sin duda, al miedo que en
determinadas circunstancias (de peligro, de acoso) pueden llegar a sen-
tir los animales (puesto que especie animal al fin y al cabo somos);
pero también adquiere, entre los seres humanos, dimensiones y mati-
ces mucho más amplios, intensos y dramáticos que los del simple
miedo animal: porque los miedos humanos echan fuertes raíces en
la memoria, se expanden y ramifican al ritmo exuberante de la voz
que crea y transmite el rumor, se tiñen de los estrafalarios colores del
arte; hasta se mezclan, en ocasiones, con el extraño caudal del amor.
Nuestros miedos viven emboscados, como todo el mundo sabe
(por experiencia propia), en lo más interior y reservado de nues-
tra memoria infantil, según atestiguaron las palabras de Camilo
José Cela en La familia de Pascual Duarte:
¡Era gracioso mirar las sombras de nosotros por la pared, cuando había
unas llamitas! Iban y venían, unas veces lentamente, otras a saltitos
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Antropologías del miedo
como jugando. Me acuerdo que de pequeño, me daba miedo, y aún
ahora, de mayor, me corre un estremecimiento cuando traigo memo-
ria de aquellos miedos1.
Pero nuestros miedos, a fuerza de dar vueltas y revueltas por
los entresijos más insospechados de la memoria y de la voz, pue-
den adquirir otros tonos, impregnados de ironía, coloreados de esti-
lo, atravesados de arte (según reflejó con ácido humor José de
Cadalso, en sus Cartas Marruecas):
Tengo, como vuestra merced sabe, don Joaquín, un tratado en víspe-
ras de concluirle contra el archicrítico maestro Feijoo, con que pruebo
contra el sistema de su reverendísima ilustrísima que son muy comu-
nes, y por legítima consecuencia no tan raros, los casos de duendes, bru-
jas, vampiros, brucolacos, y trasgos y fantasmas, todo ello auténtico por
disposición de personas fidedignas como amas de niños, abuelas, vie-
jos de lugar y otros de igual autoridad2.
Las pasiones del miedo se mezclan a veces (quién sabe si
muchas veces) con las pasiones del amor. Después de que lo expu-
siese Freud en prosa doctrinal, el gran escritor y cineasta chileno
Miguel Littin ha sido uno de los que de forma más poética lo han
puesto de relieve:
El país deshonrado y amenazado, viviendo en el miedo y en el terror
permanente, en el pavor de los niños que cuando se corre la voz por
los caminos de que viene el Torito se esconden en los desvanes, deba-
jo de las camas, los maridos cierran las puertas y las mujeres tiemblan
de emoción encerradas en los rincones umbrosos, donde rumian deseos
insatisfechos, se tocan entre las piernas y se buscan el sexo cerrando los
ojos, pensando en el arma del bandolero deseado3.
1 Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte(Barcelona: Destino, reed. 2000), p. 29.
2José Cadalso, Cartas marruecas. Noches lúgubres, ed. J. Arce (Madrid: Cátedra,
1996) pp. 242-243.
3 Miguel Littin, El bandido de los ojos transparentes(Barcelona: Seix Barral, 1999),
p. 210.
Los mil y un registros del humano miedo 11
El humano miedo se diferencia, en fin, del miedo animal en
que, a veces, busca analizarse a sí mismo, descender a lo más hondo
de sus criptas oscuras, explorar su atormentada memoria, tentar
hasta dónde llegan sus fronteras:
Al educarme, mi padre se había esforzado para que no me atemoriza-
ran los hombres sobrenaturales. No recuerdo haber temblado ante rela-
tos de supersticiones o temido la aparición de espíritus. La oscuridad
no me afectaba la imaginación, y los cementerios no eran para mí otra
cosa que el lugar donde yacían los cuerpos desprovistos de vida, que
tras poseer fuerza y belleza ahora eran pasto de los gusanos. Ahora me
veía obligado a investigar el curso y el proceso de esta descomposición
y a pasar días y noches en osarios y panteones4.
En estas cuatro citas de ilustrísimos literatos que resumen
algunas de las dimensiones esenciales del miedo, en clave de fic-
ción pero también en clave de experiencia vivida y sentida por tan-
tos de nosotros (la de la confusa infancia, el arte ambiguo, el
incomprensible amor, la humana ciencia), se cifran los horizon-
tes y las perspectivas que hemos querido nosotros explorar desde
el momento en que nos propusimos sentar los cimientos de este
libro. Aunque, forzoso es decirlo, nuestra condición de científi-
cos curiosos y testarudos adonde más nos ha acercado, al menos
en esta ocasión, es al ansia (que tan bien reflejó Mary Shelley en
su Frankenstein) de explorar mejor nuestros propios miedos y de
conocer mejor los miedos de los demás.
El objetivo central de este libro ha sido, desde luego, el de acer-
carnos al fenómeno del miedo desde orillas distintas, pertrechados
de métodos tan variados como colaboradores ha habido en este
libro, con el afán de componer una especie de geografía tentativa
del horror o de reconstruir uno de los potenciales rompecabezas
4Mary W. Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, ed. I. Burdiel (Madrid:
Cátedra,1996), p. 163.