Table Of ContentHISTORIA DE LA DESTRUCCIÓN
DE TROYA DE DARES FRIGIO
INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE
M.a FELISA DEL BARRIO VEGA
Y
VICENTE CRISTÓBAL LÓPEZ
EDITORIAL GREDOS
BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 295
Asesores para la sección latina: José Javier Iso y José Luis Morai.ejo.
Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido
revisada por Antonio Ruiz. de Elvira,
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2001.
www.editorialgredos.com
Las introducciones, traducciones y notas de este volumen han sido
realizadas por M,a Felisa del Barrio Vega (La Ilíada Latina) y Vicen
te Cristóbal López (Diario de la Gueira de Troya de Dictis Cretense e
Historia de la destrucción de Troya de Dares Frigio).
Depósito Legal: M. 50228-2001.
ISBN 84-249-2313-8.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A.
Esteban Tetradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 2001.
Encuademación Ramos.
DIARIO DE LA GUERRA DE TROYA
DE DICTIS CRETENSE
HISTORIA DE LA DESTRUCCIÓN
DE TROYA DE DARES FRIGIO
INTRODUCCIÓN
1. Dictis y Dares. Una problemática común
Díctis y Dares pasan por ser los autores de unas desapa
recidas crónicas (escrita en griego la de Dictis; en frigio o
en griego la de Dares), sobre la guerra de Troya, que fueron
halladas en época romana y traducidas posteriormente al la
tín. Ambas obras pretenden ser testimonios coetáneos, au
ténticos y fidedignos, de la propia guerra de Troya, anterio
res, por tanto, a Homero, y escritos nada más y nada menos
que por hombres que participaron en la contienda: un solda
do del bando griego, cretense, que combatía a las órdenes de
Idomeneo (Dictis), y un frigio que sufrió el asedio dentro de
las murallas de Troya (Dares). Uno y otro texto, en conse
cuencia, adoptan perspectivas distintas —y complementa
rias— frente a los hechos: el relato de Dictis es filogriego y
escrito desde el campo griego; el de Dares, filotroyano y es
crito dentro del recinto de la ciudad sitiada. Lo que conserva
mos son los textos latinos de unos originales griegos—cuya
existencia se ha comprobado en el caso de Dictís, siendo
sólo presunto en el caso de Dares—, originales que, desde
luego, no se remontan a tanta antigüedad como pretenden
hacemos creer sus autores.
118 DICTIS Y DARES
En todo esto no hay, como salta a la vista, sino un tejido
de invenciones basadas en la mitología con fines, sin duda,
retóricos y publicitarios. Y en estas pretensiones tales rela
tos (nos referimos a los origínales previos a las versiones
latinas) no son únicos en la literatura griega: ahí están tam
bién los Troica de Hegesianacte de Troya (fines del siglo m
a. C.) y la obra homónima de Dionisio Escitobraquíon (fines
del siglo ii a. C.), que, como las narraciones de Dictis y Da-
res, versan sobre el tema de la guerra de Troya, e igual
mente ■—a juzgar por los fragmentos y referencias que nos
han llegado— con mezcla, por una parte, de mitografía apo
yada en fuentes antiguas y, por otra, de invenciones delibe
radas, interpretaciones evemeristas y tergiversación de datos
tradicionales. Una contradictoria juntura, en definitiva, de
ficción, mitografía y veleidades historiográficas.
La polémica con Homero, evidente en ambos (y explí
cita en la epístola inicial del relato de Dares: «a ver si consi
deran como más auténtico lo que confió al recuerdo el frigio
Dares, que vivió en aquella misma época y fue soldado
cuando los griegos combatían contra los troyanos, o piensan
que se debe prestar crédito a Homero, que nació muchos
años después de haberse llevado a cabo dicha guerra»), es
un elemento que se explica en relación con la llamada «se
gunda sofística»1, fenómeno cultural del siglo ii d. C. en
cuyo ambiente, sin duda, se fraguaron los originales griegos
de los que estas obras son traducciones. Pues, en efecto, es
nota peculiar de la segunda sofística (como también de los
sofistas de la Atenas clásica: recuérdese la Defensa de He
lena o la Defensa de Palamedes de Gorgias, o las versiones
antihoméricas de los mitos seguidas por Eurípides en algu-
1 Véase ahora G. Anderson, The Second Sophistic. A Cultural Phe
nomenon in the Roman Empire, Londres-Nueva York, 1993.
INTRODUCCIÓN 119
nas de sus piezas, señaladamente su Helena, su Protesilao y
su Palamedes) esa voluntad de contradecir aí ancestral edu
cador de Grecia, manifestada sobre todo en la recreación
antiírástica de sus argumentos: así, por ejemplo, el Troico
de Dión Crisóstomo, así el Heroico de Filóstrato2.
Ambas han sido obras bastante dejadas de lado por la
investigación filológica. La prueba de tal afirmación es que
sólo poseemos, para cada una de ellas, una edición que po
damos calificar de moderna, de una cierta fiabilidad y que
no sea transcripción de un único manuscrito: la de Eisenhut
para Dictis (Leipzig, 1958) y la de Meister, aún más anti
gua, para Dares (Leipzig, 1873). No conozco de estas dos
obras otra traducción a lenguas modernas que no sea la in
glesa de R. M. Frazer (Bloomington-Londres, 1966), la ale
mana de A. Beschomer (Tubinga, 1992), para Dares, la ita
liana , ya muy antigua, para ambos, de Compagnoni (Milán,
1819) y la francesa, muy reciente (París, 1998), de G. Fry3.
Desde luego, ninguna española. En cuanto a los no muchos
trabajos de investigación que han suscitado, éstos han aten
dido sobre todo a las relaciones de ambas con sus respecti
vos originales griegos —hipotético en el caso de Dares, co
mo decíamos— y a su repercusión en la literatura europea
medieval. No tanto, sin embargo, a su dimensión literaria
intrínseca. Y ni siquiera los manuales de historia de la lite
ratura latina se muestran más generosos en este sentido.
¿Por qué esto es así? Sin duda los escasos valores literario-
formales de ambas obras han sido motivo de la atención,
2 Cf. G. Anderson, op. cit., págs. 174-175. Hay un libro monográfico
sobre la cuestión: J. F. Kíndstrand, Homer in der Zweiten Sophistik,
Uppsala, 1973.
3 Esta última ha llegado a mis manos cuando ya tenía concluida mi
versión, de modo que, lamentablemente, no he podido tenerla en cuenta.
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también escasa, que se les ha prestado en la moderna inves
tigación.
Y sin embargo habían brillado para ellos soles más lu
minosos en otro tiempo: fueron clásicos en la Edad Media y
gozaron de una autoridad y un prestigio singulares como
testigos fidedignos de los hechos que narraban. Muy por en
cima de los poetas, muy por encima de Homero y de Virgi
lio. Aquellos eran tiempos en los que interesaba más la ver
dad que la belleza, más la materia que la forma y más la
historia que la poesía. La ingenuidad medieval creyó las
afirmaciones de Dictis y Dares sobre su autenticidad y au
topsia, y tuvo por historia y verdad lo que en realidad no era
sino un híbrido de mitología y ficción, pura superchería4,
juego retórico, falacia y engaño tanto o más que el testimo
nio de los poetas, siempre sospechoso desde Platón.
Y su interés literario hoy en día radica, en verdad, muy
especialmente, en esa extensa y profunda recepción que tu
vieron, en su calidad de fuentes para obras muy importantes
del Medievo; en ser los transmisores principales durante
muchos siglos de la materia troyana —que inunda la litera
tura medieval—; en revelarse como los sucedáneos de Ho
mero. No son estrictamente joyas literarias —es verdad-
pero son textos importantísimos por su fortuna posterior.
4 Como superchería, en efecto, define Rurz de Elvira estas obras:
véase «Mito y novella», Cuadernos de Filología Clásica 5 (1973), 15-52,
donde superchería se define —en oposición a los conceptos de historia,
ficción y mitología— como «ficción o invención personal deliberada que
[...] pretende pasar por realidad» (pág. 19), y añade: «hay importantes
relatos en los que no consta si el autor de una invención pretende que
pase por tal [...] o, por el contrario, pretende que pase por historia [...]:
esto es lo que ocurre con Ptolomeo Queno, Dictis, Dares, Fiióstrato,
Malalas: no sabemos qué es lo que se proponían al introducir datos es
candalosamente nuevos en las tradiciones míticas» (págs. 19-20).
INTRODUCCIÓN 121
Digámoslo de otra manera: son clásicos, pero de valores ca
si únicamente extrínsecos.
Alguna atención merece, no obstante, su estatuto litera
rio, y en esto precisamente se muestran hermanadas las dos
obras; y ello, sin duda, porque ambos originales griegos
eran coetáneos: probablemente, como luego precisaremos a
propósito del de Dictis, del siglo π de nuestra era. Por lo que
se refiere a su género literario, son textos híbridos que parti
cipan de la épica, de la historiografía y de la novela. Tienen
de épica el argumento. Tienen de historiografía las preten
siones de autenticidad, la ausencia de elementos sobrenatu
rales —para lo cual se recurre con cierta frecuencia a inter
pretaciones evemeristas de los mitos—, el constante apoyo
del testimonio visual del propio autor o de oídas a partir de
otros testigos presenciales, el estilo narrativo siguiendo
el orden de los sucesos —salvo el flash back de Ulises en el
último libro de Dictis, heredero indubitable del discurso del
héroe en la Odisea y elemento épico, por tanto, bien reco
nocible—, el seguimiento incluso de dichos sucesos día por
día —y no en vano por eso la obra de Dictis se ampara bajo
el título de Ephemeris, lo que los latinos llamaban Com-
mentarius, un subgénero historiográfíco—, la precisión ex
traordinaria de ciertos datos, tales como las cifras de los
muertos en combate. Tienen de novela, como bien descubre
García Gual5, no sólo la prosa—que es también la forma de
expresión historiográfica— y no sólo el abandono de los
personajes divinos y sobrenaturales, sino sobre todo la im
portancia que se concede al tema amoroso y a las figuras
femeninas, y el hecho de que —con respecto a la épica— se
rebaje la aureola heroica de los protagonistas.
5 Los orígenes de la novela, Madrid, 1972, págs. 133 ss.
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Y dicho esto como caracterización conjunta y prelimi
nar, atendamos ya a la individual de cada una de las dos
obras.
2. La obra de Dictis-Septimio
La Ephemeris belli Troiani —o Diario de la guerra de
Troya— de Dictis está dividida en seis libros y es obra de
extensión considerablemente mayor que la de Dares. Cuen
ta, en resumen, lo siguiente: rapto de Helena por Paris y ori
gen de las hostilidades (libro I), viaje de los griegos a Troya,
con incursiones en las ciudades y tierras aledañas, llegada y
embajadas enviadas a Príamo y los suyos, peste sobre el ejér
cito, conflicto entre Aquiles y Agamenón y resolución del
mismo (libro II, mucho más largo que los otros), amor de
Aquiles por Políxena, muerte de Patroclo y Héctor, y res
cate por Príamo del cadáver de éste (libro III), llegada y
muerte de Pentesilea, muerte de Memnón, muerte a traición
de Aquiles, que es sorprendido en el templo de Apolo cuan
do acudía a una entrevista para ñjar su boda con Políxena,
muerte de París (libro IV), caída de Troya por la traición de
Anténor y Eneas y mediante la estratagema del caballo (li
bro V), regreso de los griegos a su patria y, en especial, re
greso de Ulises, que muere accidentalmente en ítaca a ma
nos de su hijo Telégono (libro VI).
Dícese en los prolegómenos de la narración que el ma
nuscrito autógrafo de Dictis fue hallado en tiempos de Ne
rón y que, escrito en griego aunque en alfabeto fenicio, fue
transcrito al alfabeto griego y presentado inmediatamente al
emperador, y, más tarde —no se nos precisa en qué época-—,
traducido a la lengua de Roma por un tal Lucio Septímio,
dedicándoselo a otro tal Quinto Aradio Rufino. Este texto
latino es el que ha llegado a nosotros.