Table Of ContentComer y correr
JULIO BASULTO Y
JUANJO CÁCERES
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Te has convertido en corredor/a... cuando haces un viaje de 150 km para correr una carrera de 10.
MIQUEL PUCURULL
corredor popular
Prólogo
No habían pasado ni dos décimas de segundo desde mi «sí» a Juanjo a
través de Twitter, cuando caí en la cuenta de que me había metido en un
buen lío. «Cómo podía haber aceptado la propuesta de Juanjo Cáceres y
Julio Basulto para prologar su libro sobre la alimentación de los
corredores», me pregunté en mi fuero interno.
No tengo ni idea de alimentación y mucho menos de alimentación
deportiva. Sé solo las cosas básicas que he podido leer en publicaciones
especializadas y ni tan siquiera sé si esas lecturas las he digerido bien. Total
que, desde el mismo momento del sí, le he estado dando vueltas a la cabeza
sobre cómo afrontar el envite. Y una vez más se ha confirmado que en mi
caso es absolutamente cierto eso de «És quan corro que hi veig clar, foll
d’una dolça metzina».
Ha sido corriendo en mis entrenos diarios cuando he puesto orden a las
ideas que quería compartir con los lectores de este libro. Esta es mi especial
manera de pensar, de estructurar ideas. En estos momentos me es muy útil
en mi actividad como diputado en el Congreso. Ir a correr antes de
adentrarme en los debates me ayuda a concentrarme y a controlar mejor los
impulsos. También es mi manera de escribir mis artículos, de preparar las
clases o los juicios cuando me dedicaba a ello. Es la mejor manera que
tengo de dejar libre la mente, de concentrarme, de escaparme de los
pensamientos circulares, de encontrar ideas, de desprenderme de otras que
me gustaban antes de correr y que no me convencen al terminar. Tengo
algunos amigos que me dicen que ellos lo hacen nadando; en mi caso el
estado «nirvana» lo consigo corriendo.
De la misma manera que no es lo mismo «vivir para trabajar» que
«trabajar para vivir». En mi caso no vivo para correr, sino que corro para
vivir. Lo he hecho con diferentes intensidades a lo largo de mi vida, en
función de los momentos vitales. Soy un aficionado tardío, no de juventud.
Siempre he hecho algo de deporte, especialmente de montaña desde los
ocho años. Pero no fue hasta conocer a Tona, mi mujer y compañera, que le
cogí gusto a la cosa del correr. Ahora es distinto, puedo entrenar solo;
incluso en algunos momentos lo prefiero, por aquello de los ritmos. Pero
cuando empiezas, hacerlo con otra persona te ayuda a mantener la disciplina
de los entrenos. Y sobre todo te ayuda a dedicar tus horas de ocio a entrenar
y a correr, sin generar ningún conflicto de convivencia. Es lo que tienen los
ocios compartidos.
A punto de llegar a los sesenta, mi dependencia física y emocional del
deporte diario no es un mito, es una realidad. Como le oí decir a Miquel
Pucurull, un veterano corredor popular, cuando estoy dos días sin correr, mi
cuerpo lo nota; cuando estoy más días, lo nota todo mi entorno.
Tampoco es lo mismo entrenar para competir, que inscribirte en las
carreras para tener que entrenar. En mi caso, entreno todos los días —con
los preceptivos descansos— porque me siento mucho mejor. Participo en
carreras, porque así tengo un aliciente más para correr cada día. Y me gusta
mejorar mis tiempos, no para competir con nadie, sino para alimentar una
falsa teoría: la de que el tiempo no pasa y la edad no importa. Un
autoengaño como cualquier otro que se desmonta en muchas circunstancias,
pero especialmente cuando en las carreras de montaña llegan las bajadas.
Y como corro para vivir y no al contrario, también como para vivir y no
para correr. Ya sé que en el contexto de este libro decir esto puede parecer
un sacrilegio, por eso intentaré explicarme mejor. Creo que como de manera
bastante sana, pero no como disciplina de corredor, sino porque comer sano
me gusta más. Y, por supuesto, porque correr con exceso de peso es un
calvario y hacerlo con un déficit energético o de entrenamiento es una
imprudencia.
No sé si lo que voy a decir es muy científico, pero de la misma manera
que corro, escuchando mi corazón y en general mi cuerpo, también como
auscultando mi organismo. Con prudencia, siempre; con más disciplina
cuando se acerca un maratón o una «ultra». Lo que sí he conseguido es que
mi placer por correr sea compatible con mi placer por comer. Es decir, que
entrenar y correr no supongan para mí un sacrificio extraordinario, de
manera que en algún momento mi cuerpo o mi mente los vivan como dos
actividades incompatibles.
Como siempre, las cosas se pueden decir en menos espacio. En este caso
se podría resumir en «Corro y como para vivir». Aunque también se podría
expresar de otra forma: «Sin comer sano no podría correr, sin correr me
sería más difícil vivir».
Espero que os aproveche la lectura de este libro. Los autores saben bien
de qué hablan. Combinan la experiencia del corredor con conocimientos
científicos, y esta es una buena fórmula para asesorar a quienes os
incorporáis a esta práctica deportiva y a aquellos que, teniendo experiencia,
no le habíais prestado demasiada atención a la alimentación. Buen provecho
y buena digestión...
JOAN COSCUBIELA CONESA
Diputado del Congreso y corredor popular
Presentación
Dicen que los corredores, cuando duermen, sueñan que corren, sin avanzar.
Porque avanzar es, ciertamente, el objetivo que persigue con insistencia
cualquier corredor o corredora, tanto profesional como aficionado.
Avanzar, por ejemplo, sobre una pista, sobre asfalto, sobre tierra, césped
o sobre cualquier otra superficie adaptable o especialmente diseñada para la
práctica del atletismo, con el fin de recorrer la distancia que separa la línea
de salida de la de llegada (real o imaginaria).
Avanzar, también, a otros atletas, ya sea porque se compite con ellos o
con uno mismo. Es entonces cuando intentamos mejorar la velocidad a la
que corremos y durante un instante levantamos la vista para observar el
número de corredores a los que vamos dejando atrás.
Para todos aquellos que compartimos la afición por la práctica de la
carrera a pie, todo se reduce a avanzar. Pero no solo avanzamos cuando
competimos, también avanzamos en nuestras metas generales como
corredores.
Todo empieza con esas primeras zancadas, en que las distancias
recorridas son muy cortas y cuando, por momentos, el esfuerzo exigido para
avanzar unos pocos centenares de metros parece inasumible. Pero el ser
humano goza de una gran capacidad adaptativa y en particular de unas
buenas condiciones de resistencia a la carrera, de manera que el cuerpo va
respondiendo progresivamente mejor al esfuerzo físico y esos objetivos
iniciales se alcanzan cada vez con mayor facilidad. Es así como, al cabo de
poco tiempo, los atletas vamos en busca de objetivos más ambiciosos, que
en general pasan por alcanzar una mayor intensidad y una mayor duración
del ejercicio físico.
Ello, tratándose de corredores populares, se traduce en un interés por
recorrer, en menos tiempo, mayores distancias: desde esos exigentes
primeros metros, a los 5 y a los 10 km, después la media maratón,
posteriormente distancias de 30 km, hasta llegar a un hito que pocos
corredores con cierta experiencia rehusamos intentar: correr el maratón.
Pero aún hay más: para los más resistentes y ambiciosos, la última frontera
es la ultradistancia, donde las pruebas pueden alcanzar los 100 km o incluso
más. Y a todo esto se le añade la posibilidad de incrementar la dificultad y
ampliar nuestros retos, adentrándonos en el mundo de las carreras de
montaña o incorporándonos a disciplinas en las que intervienen pruebas
deportivas de diferente naturaleza, como el triatlón.
Todo este proceso de superación culmina cuando ya hemos alcanzado el
límite de nuestros intereses y capacidades en cuanto a velocidad y distancia,
pero no por ello dejamos de avanzar. Al atleta con muchos kilómetros a sus
espaldas, salvo lesiones o enfermedad, le cuesta renunciar a seguir
corriendo, y cada metro de más recorrido contribuye, sin duda, a seguir
alargando su vida deportiva y a gozar de plenas condiciones físicas en un
cuerpo cada vez más maduro. De ahí que la edad no sea un verdadero
impedimento para seguir corriendo y avanzando, ni siquiera para correr por
primera vez.
Este es el itinerario que la mayoría de las personas seguimos durante
nuestra vida como corredores populares, y recorrerlo, como decimos, exige
una adaptación, para la cual recurrimos a ciertas actividades fundamentales,
que son todas aquellas que se relacionan con el entrenamiento. Entrenar es
el medio por el cual se alcanzan esos objetivos de distancia y velocidad a
los que nos hemos referido, sin que exista —y esto es importante recordarlo
— ninguna otra actividad sustitutiva que permita igualmente progresar en
ese sentido. Así pues, para llegar cada vez más lejos y correr cada vez más
rápido, lo fundamental es entrenar e ir adaptando el entrenamiento a la
dificultad de los retos que nos vamos planteando.
Ahora bien, existe todo un conjunto de factores que tener en cuenta para
que nuestro cuerpo responda de la mejor manera posible tanto al esfuerzo
del entrenamiento como al de la competición. Uno de ellos es dormir y
descansar (aunque sea soñando que corremos pero sin avanzar), para
recuperarnos de los esfuerzos anteriores y preparar los siguientes. También,
sin duda, es fundamental preservar un buen estado de salud, lo que implica,
entre otras cosas, prevenir lesiones o recuperarse adecuadamente cuando
estas se producen. Y aun hay otro factor muy importante para disfrutar de
una vida deportiva saludable, que es el motivo que nos ha traído hasta aquí:
la alimentación.
Como bien sabes, la alimentación es un factor de primer orden en la
preservación de la salud, pero la forma de alimentarnos también influye
significativamente en la respuesta que nuestro organismo ofrece al esfuerzo
que le exigimos o en la forma en que este se recupera después del ejercicio.
Y queremos hablarte de todo ello, pero ¿con qué fin? ¿Para ofrecerte unas
cuantas claves que te permitan mejorar tus marcas? Nos alegraremos si en
alguna medida te ayudamos a ello, pero no es esa nuestra pretensión, ni nos
parece un objetivo demasiado importante.
Nuestra aspiración respecto a este libro o a cualquier actividad que
realizamos relacionada con la nutrición es contribuir a que se lleven a cabo
elecciones alimentarias saludables, y en la cuestión que nos ocupa, ello
implica fundamentalmente dos cosas. Por un lado, que tu alimentación
cotidiana esté compuesta por los mismos alimentos saludables que
recomendaríamos a cualquier otra persona, haga o no deporte. Por otro, que
en función del tipo de distancias e intensidad con la que corras, seas
consciente de qué necesidades específicas surgen como consecuencia de
entrenar y competir periódicamente, y transmitirte un conjunto de criterios
útiles para que desarrolles tu actividad deportiva de manera saludable.
Para lograr nuestro propósito, además, no vamos a proponerte regímenes
alimentarios estrictos o menús cerrados, porque estamos convencidos de
que, para alimentarse durante toda la vida mediante una dieta saludable, lo
fundamental es que dispongas de los criterios necesarios para seguir una
alimentación sana y que, a partir de los mismos, hagas las elecciones que
creas conveniente. Teniendo eso claro, luego ya será labor tuya decidir qué
alimentos te convienen a cada momento y cuáles se adaptan mejor a tus
preferencias. Y esto es válido tanto si se practica deporte como si no: la
única diferencia es que el que practica deporte o, en el caso que nos ocupa,
la persona que corre, es conveniente que también tenga en cuenta además
otros criterios. A esa tarea están dedicados el primer y el segundo capítulo
de este libro.
Debes saber también que cuanto mayores sean los esfuerzos que realices
como corredor, más numerosos serán esos criterios a tener en cuenta desde
el punto de vista de la alimentación. Por ello, hemos organizado los
capítulos siguientes relacionando recomendaciones alimentarias con tipos
de competiciones. Así, en el tercer capítulo nos centramos en
consideraciones que deben tenerse en cuenta o que pueden resultar
inquietantes desde el momento en que te enfrentas a distancias de 5 y 10