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Nota para el lector
Esta publicación contiene las ideas y opiniones de sus autores. Su intención es proveer
material auxiliar e informativo acerca de los temas tratados en la publicación. Esta obra
se comercializa bajo el entendido de que los autores y la editorial no se comprometen a
prestar servicios médicos, de salud ni cualquier otro tipo de servicio profesional en este
libro. El lector debe consultar a un profesional de la salud o médico competente antes de
poner en práctica cualquier sugerencia de este libro o sacar conclusiones de él. Los
autores y la editorial se desligan expresamente de toda responsabilidad por cualquier
obligación, pérdida o riesgo personal o de cualquier otro tipo en el que se incurra como
consecuencia directa o indirecta del uso o aplicación de cualquiera de los contenidos de
este libro.
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Para Christina Galland, amada esposa y madre, cuya pasión por curar
y ayudar a otros nos inspira a diario
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Introducción
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La nueva enfermedad misteriosa
El teléfono sonó a mitad de la noche. Me estiré para alcanzarlo y tomé el auricular.
—¿Bueno? —pregunté en voz baja.
La señal de teléfono no registraba mucho ruido; luego empezó a sonar estática.
Parecía una llamada de larga distancia.
—¿Doctor Galland? Lamento molestarlo a esta hora. Soy Vivian. Estamos en
Dinamarca, en el festival internacional de cine de Copenhague —Vivian es una cineasta
independiente que ha sido mi paciente desde hace varios años.
Prendí la luz.
—Vivian, ¿cómo estás?
—Nada bien. Llevo un día aquí y ya tengo una jaqueca terrible. Tengo los músculos
adoloridos, me pica la garganta y me dan muchas ganas de toser. Ya me tomé una
aspirina, pero hizo que me doliera más la garganta y no ayudó en nada a la jaqueca.
Su voz era débil. Era medianoche en Nueva York y las seis de la mañana en
Copenhague. Su película se presentaba en 12 horas y ella no sabía qué hacer.
Mientras platicaba con Vivian, me llamaron la atención varios aspectos de su
historia. Algunos años atrás había tratado con éxito sus migrañas. Sabía que era alérgica
al polen, pero nunca había sido una alergia severa. Aun así, el dolor de garganta y la
ausencia de fiebre indicaban que estaba sufriendo una reacción alérgica en lugar de una
infección viral.
Abril es temporada de polen de abedul en Dinamarca, así como en gran parte del
norte de Europa y de América. El ingrediente activo de la aspirina, el ácido
acetilsalicílico, se derivaba originalmente de corteza de árbol, y las principales fuentes
de las que se obtenía eran el abedul y el sauce. Hay investigaciones que relacionan la
alergia al polen de abedul con sensibilidad a los salicilatos.1
Le dije a Vivian que dejara de tomar aspirina y le pregunté qué había comido desde
su llegada a Copenhague. Debido a sus horarios tan caóticos, había estado consumiendo
una mezcla de frutos secos y fruta a lo largo del día. Ése fue el factor decisivo: muchos
alimentos agravan las reacciones alérgicas al polen de abedul. Las manzanas, los
duraznos, las cerezas y la mayoría de las nueces están en esa lista.
Tuve la fuerte sospecha de que el polen de abedul era lo que estaba causando los
misteriosos y repentinos síntomas de Vivian, así que le recomendé dos cosas: primero,
que evitara las nueces y la fruta, además de las zanahorias crudas y el apio, alimentos
que también se relacionan con la alergia al polen de abedul, y que procurara salir lo
menos posible. Tendría que prescindir de turistear hasta su siguiente visita. En segundo
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lugar, le recomendé bañarse con agua caliente y lavarse bien el cabello para eliminar
cualquier rastro de polen que tuviera encima. Después, debía darse una ducha breve con
agua lo más fría posible. Le hice estas recomendaciones basándome en mi propia
experiencia. Años atrás, cuando desarrollé fiebre del heno por culpa del polen de
ambrosía, estaba acampando con mi familia en Mohawk Trail, Massachusetts. Tenía una
congestión terrible. Sólo encontré alivio cuando me metí a nadar en las aguas heladas del
río Deerfield. Mi cabeza se despejó de inmediato. Una noche desperté con una
congestión tan terrible que mi esposa me dijo que me “echara un clavado al río”. Lo
hice, y funcionó mejor que cualquier medicina que había tomado.
Desde entonces, a menudo recomiendo duchas frías como paso inicial para las
personas que, como yo, padecen fiebre del heno. Es una solución práctica y sencilla para
obtener alivio inmediato sin medicamentos. También le funcionó a Vivian. Cuando
regresó a Nueva York después del festival, me habló para decirme que se había sentido
mucho mejor tras seguir mis recomendaciones.
La epidemia de alergias
Te duelen los ojos y tienes escurrimiento nasal. Después, se te tapa la nariz y se
congestiona. Tu piel está tan irritada por la dermatitis atópica que sólo quieres rascarla
con fuerza. Padeces asma, así que siempre tienes un inhalador al alcance de la mano.
Eres alérgico a las nueces. O al trigo. O a la leche.
Los casos de asma van en aumento, la rinitis alérgica está fuera de control, la
dermatitis atópica se está propagando y las alergias alimenticias siguen incrementando;
esto significa que la epidemia de alergias es peor de lo que imaginamos. Hace apenas 50
años una de cada 30 personas sufría de alergias. Hoy en día es una de cada tres. Mil
millones de personas en el mundo padecen asma, fiebre del heno, dermatitis atópica,
rinitis alérgica, sinusitis y alergias alimenticias.
Pero ésa es sólo la punta del iceberg. Hay otra epidemia de alergias ocultas que
puede estar enfermándote.
¿Sufres alguno de los siguientes problemas?
• Aumento de peso
• Fatiga
• Depresión
• Ansiedad
• Dolor muscular
• Dolor articular
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• Dolores de cabeza
• Insomnio
• Dolores estomacales
• Hinchazón
• Estreñimiento o diarrea
• Niebla mental o dificultad para pensar
Es posible que la culpable sea una alergia.
Pocas personas saben que las alergias pueden desempeñar un papel crítico en estos y
muchos otros trastornos. Si subes de peso sin explicación, nadie sospecha de una alergia.
Sin embargo, en mi experiencia clínica, ayudando a miles de pacientes a curar síntomas
inexplicables, he descubierto que a menudo las alergias están detrás de estos males
comunes.
Puede ser difícil imaginar que una alergia alimentaria oculta pueda provocar que sea
casi imposible perder peso, o de que el moho puede causar fatiga debilitante e
incapacidad para trabajar. De hecho, algunas investigaciones demuestran que las alergias
suelen desencadenar síntomas aparentemente inconexos. Las alergias contribuyen al
desarrollo de migrañas, depresión, cambios de humor, dolor muscular y articular, y
síndrome de intestino irritable. En este libro te revelaré los fundamentos científicos que
explican lo que seguramente ya intuyes: que algo en la química de tu cuerpo está
bloqueándote el camino hacia una vida sana. Y te voy a enseñar una forma natural de
descubrir la raíz de tus alergias y recuperar tu salud.
Pero primero veamos cómo llegamos hasta aquí.
La tormenta perfecta
Los orígenes de la epidemia de alergias son ambientales y nutricionales. Hay tres niveles
en los que el medio ambiente repercute en las alergias: al aire libre, en espacios cerrados
y al interior (en el mundo dentro de tu cuerpo). La toxicidad en cada una de estas áreas
es un golpe de gracia. En primer lugar, lastima las superficies del cuerpo —la piel, el
recubrimiento del tracto respiratorio o del tracto gastrointestinal—, y después promueve
una reacción alérgica a sustancias que de otra forma tolerarías. Lo que comes y tu estado
nutricional afecta la respuesta de tu cuerpo en cada uno de estos niveles.
Hoy en día, ir al supermercado es como atravesar un campo minado. Empujas el
carrito y recorres cada pasillo, examinando los estantes en busca de las frases libre de
gluten o libre de lactosa. Tu amada pizza o pasta favorita no son opciones si eres
alérgico al trigo. Parece que los alimentos que conformaban nuestra dieta básica ahora se
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