Table Of ContentLA FRAGILIDAD DE LA CULTURA
HISTORIA Y MEDIO AMBIENTE
Augusto Angel Maya
ÍNDICE
ÍNDICE_______________________________________________________ 2
INTRODUCCIÓN_________________________________________________ 3
1. EL LEJANO PALEOLITICO_____________________________________ 6
2. DEL HOMO SAPIENS AL NEOLITICO_____________________________ 8
3. EL CERCANO NEOLITICO_____________________________________ 12
4. LOS IMPERIOS AGRARIOS____________________________________ 19
5. GRECIA Y LOS ESTADOS COMERCIALES_________________________ 27
6. ROMA Y LOS IMPERIOS COMERCIALES__________________________ 32
7. EL MEDIOEVO o el descanso del saqueo_____________________ 35
8. LA ÉPOCA DE LOS RENACIMIENTOS____________________________ 44
9. LOS LIMITES AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO EUROPEO__________ 54
10. LA EXPANSIÓN INEVITABLE DE EUROPA______________________ 57
11. LA RECUPERACION DE EUROPA Y EL SURGIMIENTO DEL CAPITALISMO
INDUSTRIAL_________________________________________________ 62
12. EL DOMINIO COLONIAL_____________________________________ 74
13. EL MEDIO AMBIENTE EN EL RÉGIMEN SOCIALISTA DE PRODUCCIÓN 81
14. OTRAS EXPERIENCIA SOCIALISTAS___________________________ 88
C O N C L U S I O N_________________________________________ 93
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA___________________________________ 97
1. BIBLIOGRAFIA GENERAL__________________________________________ 97
2. EL PROBLEMA AMBIENTAL: UNA CONSTANTE HISTORICA________________ 99
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INTRODUCCIÓN
La incorporación de la dimensión ambiental en los métodos
históricos de análisis es todavía incipiente. El estudio de la
historia se deja interrogar escasamente por las coyunturas del
presente y en ocasiones se sumerge en el pasado como refugio
idílico contra las condiciones actuales de existencia. Puede
decirse, en general, que las grandes corrientes historiográficas
han surgido como movimientos románticos de retorno o como
idealizaciones míticas del pasado ancestral, para proponerlo como
paradigma a las condiciones del presente. Tito Livio lo expresaba
con esta sincera confesión que sirve de prólogo al libro de Las
Décadas: "Por mi parte, un provecho obtendré de este trabajo: el
de abstraerme del espectáculo de los males que por tanto tiempo
ha presenciado nuestro tiempo, ocupando por entero mi atención en
el estudio de la historia antigua.". Por su parte, la
historiografía moderna surge durante el período del romanticismo,
impulsada por el rechazo al racionalismo político de la
revolución francesa y la añoranza de una edad media idealizada.
El idealismo interpreta la historia como un proceso regido
por una voluntad superior y extrahistórica, el moralismo
individualista, como una hazaña de la voluntad individual, no
sometida a las leyes de la organización social y el biologismo
como una continuidad sin rupturas del proceso evolutivo. La
manera como cada época mira el pasado depende de sus
condicionamientos ideológicos. La edad media es vista por el
período de la ilustración como una época de retraso y
oscurantismo, en cambio el romanticismo ve en ella el período
ideal de la cohesión humana. Para Fontenelle y los
enciclopedistas, el mito no era más que una mentira fabricada
conscientemente por la casta sacerdotal. Para la antropología
moderna es más bien un elemento cohesionador del sistema social.
Los griegos prefirieron mirar el pasado cercano para enaltecer
las ventajas de la libertad griega. La historiografía romana, por
su parte, se remonta al pasado para olvidar la corrupción del
presente.
A cada una de las visiones ideológicas de la historia
corresponde un método de construirla. Los griegos no temen
inventar los discursos de sus héroes. Los judíos convierten el
relato histórico en una épica religiosa. El renacimiento se
complace en la anécdota que resalta a los grandes personajes.
Durante el siglo pasado, la historia pretende hacerse científica,
elaborando con fría objetividad sus materiales. En el presente
siglo la importancia de los hechos económicos ha penetrado al
campo de la interpretación histórica.
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El retardo del método histórico para dejarse interrogar por
la problemática ambiental es común igualmente a la mayor parte de
las ciencias sociales o de las disciplinas humanísticas. La mayor
parte de ellas permanecen ancladas a la antigua racionalidad
preambiental, que considera la sociedad como una entelequia sin
raíces en el entorno. Este retardo se explica igualmente por el
reduccionismo ecologista que predomina todavía en la conciencia
ambiental. La perspectiva que se abre con la dimensión ambiental
pretende superar tanto el sobrenaturalismo filosófico que concibe
al hombre como un conquistador advenedizo como la interpretación
biologista que lo percibe como una especie más del reino animal.
La perspectiva ambiental empieza a plantear una nueva manera
de interpretar el pasado. Una modalidad que todavía no ha llegado
sino en forma muy restringida a las escuelas de historiadores. El
hecho de que la perspectiva ambiental reclame su propia manera de
percibir el proceso histórico, no se debe al influjo de una moda
cultural pasajera, sino a la convicción de que las formas de
organización social están íntimamente vinculadas a la
transformación tecnológica de los ecosistemas. A su vez a la
comprensión de que las racionalidades sociales, económicas o
políticas influyen en el mejoramiento o deterioro de los llamados
"sistemas naturales".
El método histórico ha progresado, sin duda, en sistemas
complejos de análisis recogiendo el avance de las ciencias
sociales y "naturales". Ha ido internalizando externalidades que
en un principio no eran percibidas como referentes o causas de
las transformaciones históricas. La historia antigua se basó
fundamentalmente en el recuento del acontecer político, manejado
por los caudillos o por una escasa clase dirigente. La historia
se escribía desde la cúspide y abarcaba el panorama que podía ser
percibido desde allí. No había conciencia de la vinculación entre
la acumulación de excedentes y la organización política.
Durante el siglo pasado, a medida que se consolidan los
procesos de organización económica y los movimientos sociales,
impulsados por el desarrollo industrial, el método histórico
empieza a incorporar las perspectivas del capital y del trabajo
como protagonistas de la actividad humana. Hasta la revolución
francesa, tal como lo expresa el panfleto del abate Sieyes, no se
percibía con claridad la relación entre formaciones políticas y
organizaciones económicas y, por lo tanto, la historia, centrada
en lo político, pasaba por encima de los fenómenos económicos.
Sabellicus pudo escribir la historia de Venecia sin hacer mención
del comercio de la sal, que fue la fuente de su poderío. Por
otra parte, el estudio de las tecnologías y de la manera como se
involucran en los procesos de cambio histórico se inicia sobre
todo desde el momento en que los descubrimientos arqueológicos
ponen al descubierto esos testimonios mudos de la historia, que
son las herramientas del trabajo material. Era indispensable
aceptarlos junto a los documentos escritos como referentes
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importantes del proceso histórico.
Todas estas transformaciones del análisis histórico,
inducidas por los mismos acontecimientos, pueden lograrse, sin
embargo, al interior de la vieja racionalidad, que desliga el
acontecer social de sus ambientes "naturales". Dentro de esa
perspectiva, la historia del hombre acontece en la plataforma de
un escenario sin raíces en el medio "natural". La sociedad parece
organizarse por mecanismos que nada tienen que ver con las leyes
que regulan el proceso mismo de la vida. Esta impresión, sin
embargo, es solo una trampa cultural. A medida que los sistemas
sociales se desligan de los ambientes "naturales", los procesos
ideológicos se alejan a su vez del contacto con los "paraísos
perdidos" de la "naturaleza". Tanto la filosofía, como el
pensamiento religioso siguen ese camino de abstracción que aísla
al hombre de las fuerzas inmediatas que lo generan.
Este ensayo tiene por objeto acercarse a un método ambiental
de interpretación de la historia, no por la fruición de
sumergirse en un pasado idílico que oculte las contradicciones
del presente, sino para comprender mejor la crisis actual. El
problema ambiental está, por lo general, mal planteado en la
arena del debate teórico y de la acción práctica. No es un
problema que ataña solamente a los ecosistemas naturales o que se
pueda solucionar simplemente con medidas tecnológicas. Requiere
la formación de una nueva sociedad.
La resiliencia cultural frente al medio es frágil. Puede
desmoronarse, porque el hombre no encuentra los medios
tecnológicos o las formas organizativas y los instrumentos
teóricos para superar la crisis. Lo que diferencia el peligro
actual de los anteriores es que este se ha hecho planetario y se
extiende a la totalidad del sistema vivo. Como en el pasado, la
exigencia consiste en encontrar los instrumentos culturales
adecuados para la supervivencia de la vida. Ello no está
garantizado. La crisis ambiental consiste en que no
necesariamente está asegurado el éxito. La incertidumbre es la
raíz de la creatividad cultural.
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1. EL LEJANO PALEOLITICO
La historia desde la perspectiva ambiental empieza
claramente con la aparición del Homo Sapiens, hace unos cincuenta
mil años. Antes de él, no encontramos en un terreno anfibio entre
evolución biológica e histórica, entre nicho ecosistémico y
cultura. El largo período que se extiende desde el
Australopithecus hasta el Neanderthal está signado por algunos
avances en el desarrollo de la instrumentalidad y posiblemente de
los signos de comunicación. Ciertamente se encuentran ya
instrumentos técnicos de adaptación al ambiente desde el
principio del Pleistoceno, antes de la primera edad glacial.
Instrumentos rudimentarios, como los raspadores, pero que nos
indican que sin ellos no era posible ya la supervivencia.
Posiblemente el hombre de Pekín hace ya medio millón de años
había logrado el manejo artificial del fuego, utilizado al
parecer como instrumento de defensa. No es mucho más lo que
sabemos de estas lejanas culturas que se extienden por un largo
período, quizás de millones de años y de las cuales solo se
poseen unos cuantos esqueletos, además de unos pocos restos de
instrumentos primitivos.
Prácticamente nada se sabe sobre la organización social de
estas tribus de cazadores. Desde el comienzo del Pleistoceno han
aprendido a construir instrumentos rudimentarios y utilizaban las
pieles para protegerse de la intemperie. Ello significa que el
ambiente natural ya no les era propicio. No lo podían considerar
como su propia casa. Empiezan a ser arrojados del paraíso
ecosistémico. Probablemente los primeros homínidos se formaron en
el paso de la recolección en el espacio boscoso a la predación en
las sabanas abiertas. Esta fue la conquista prehistórica de un
nuevo espacio. La agilidad exigida por la nueva actividad impulsó
la adaptación de las extremidades inferiores para recorrer largas
distancias. Exigió igualmente una mayor cooperación social para
transportar los instrumentos y hacer frente a los ataques, ya que
se carecía de los órganos especializados de las especies
predadoras, como las fauces o las garras.
La primera predación es, sin embargo, una forma de
recolección: la recolección de animales pequeños o de los
cadáveres abandonados por las especies predadoras. El
Australopithecus todavía no es un cazador. No ha desarrollado
aún los instrumentos necesarios para lograrlo. La diversificación
de la dieta alimenticia que empieza a combinar los vegetales con
la recolección de animales, le da a la nueva especie una mayor
autonomía frente al medio. En esta forma el Australopithecus pudo
ocupar la mayor parte de las regiones tropicales y subtropicales,
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íntimamente vinculado todavía al ecosistema, compitiendo con
instrumentos primitivos por los recursos comunes a las demás
especies, pero diversificando las posibilidades de subsistencia y
creando así una relativa e incipiente autonomía frente al medio.
El paso de la predación a la caza trajo consigo conquistas
mas significativas. La caza es de por si una empresa coordinada,
cuando se realiza con instrumentos y no con órganos
especializados. Exige además instrumentos más precisos y
complicados que la predación. Ello es tanto mas cierto, cuanto
mayor sea la dimensión de la presa y su peligrosidad. La caza en
los homínidos no podía ser una hazaña individual sino una empresa
colectiva que requería formas precisas de organización y de
comunicación entre los integrantes del grupo. Una vez alcanzada
la habilidad y elaborados los instrumentos, la caza permitió a la
nueva especie abandonar los plácidos espacios del trópico e
internarse en las estepas de la tierra templada.
Las nuevas especies perseverarán en el ejercicio de la caza
durante cientos de miles de años, concentrando cada vez más la
actividad en fauna diferenciada de acuerdo con el espacio
geográfico ocupado: ciervos en China, toros y caballos en España,
Mamuts en Rusia y en Europa Central, renos en Francia. A medida
que se especializa en la caza, el hombre desarrolla sus
habilidades técnicas y sociales, dando lugar a las distintas
"culturas" de la prehistoria y extendiéndose por las diferentes
zonas de vida, empezando a ejercer una presión insólita sobre los
ecosistemas. La caza se va haciendo cada vez mas selectiva y el
número de víctimas crece significativamente, Los restos de los
cien mil caballos encontrados en Solutré (Dordogne) o los mil
mamuts de Predmost, representan ya una especie de ecocidio.
Este largo período, sin embargo, no pasa de ser una etapa de
la evolución biológica, traslapada con algunos elementos
culturales todavía primitivos. La evolución hacia la
instrumentalidad todavía no se ha consolidado. Los musterienses,
por ejemplo, que son casi coetáneos del homo sapiens, no habían
desarrollado todavía las características biológicas necesarias
para el manejo adecuado de la plataforma instrumental.
Arrastraban los pies, mantenían gacha la cabeza y posiblemente
habían adquirido ya un lenguaje articulado pero tartamudeante, si
se juzga por la disposición de sus músculos.
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2. DEL HOMO SAPIENS AL NEOLITICO
La evolución histórica sin embargo, sólo se consolida con la
aparición del Homo Sapiens, hace algo más de cincuenta mil años.
Es un momento crucial, muy poco atendido por la periodización
histórica. Desde el momento en que gracias a la actividad de la
caza, se consolidan los rasgos orgánicos de la nueva especie, la
evolución cultural se acelera. El hombre pronto logra encontrar
condiciones para sedentarizarse junto a los ríos (culturas
aurignaciense y magdaleniense) y la población aumenta
considerablemente en relación con los períodos anteriores. Los
esqueletos encontrados solamente en Francia durante este período
exceden con mucho todos los restos del período anterior, siendo
así que representa menos de una décima parte del mismo.
El hombre continúa, sin duda, la actividad de la caza que
venía practicando desde tiempo inmemorial, pero el progreso
anterior no es comparable con el adelanto técnico logrado por el
Homo Sapiens en unos cuantos milenios, preparando así el dominio
sobre los ecosistemas por medio de la agricultura y la
domesticación de los animales. El Homo Sapiens aparece poco antes
de que concluya la última glaciación. Una transformación tan
radical como la que traen las nuevas condiciones climáticas no va
a afectar ya la subsistencia de la especie. Un clima más benigno
trae consigo un cambio radical de la vegetación en muchas de las
zonas de vida en las que se había asentado el hombre. Desaparecen
las grandes estepas y los bosques desalojan a los mamuts y a los
bisontes que habían hecho parte fundamental de la dieta de los
homínidos durante el período anterior. Sin embargo, el hombre ya
había adquirido la suficiente autonomía tecnológica para no
depender de un ambiente determinado o de una presa regular.
Manejaba el arco y el lanzador de venablos y pronto podría
reemplazar esos instrumentos por una forma mas compleja de
regular el medio: la agricultura.
El perfeccionamiento biológico no significó, sin embargo, un
recurso inmediato contra el medio. Es muy posible que el Homo
Sapiens haya iniciado su gloriosa carrera en el humilde oficio de
carroñero. Pronto, sin embargo, recupera su tradición de cazador
y en el período anterior a la última glaciación lo encontramos en
el ejercicio de la caza, abatiendo los grande hervíboros. El
trabajo no le resultó tan difícil como suele plantearse en los
textos de historia. De acuerdo con las tribus de cazadores que
han permanecido como reliquias históricas de este lejano pasado y
que se han podido estudiar recientemente, como los bosquimanos,
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la faena de la caza no era tan agotadora como podría suponerse.
El hombre cazador no estaba al borde la inanición, ni es
ésta la razón por la que concluyó inventando la agricultura. Era
un hombre que podía disfrutar de una excelente dieta proteínica,
con un trabajo módico de caza de tres a cuatro horas diarias como
promedio, y unas dos horas más que podía emplear en las labores
de cocina y manufactura. Si se compara esta jornada de trabajo
con las sesenta horas semanales aproximadamente que tiene que
invertir un agricultor, se puede deducir que el paso a la
agricultura no significó una ventaja desde la perspectiva del
tiempo libre.
Una nutrida dieta proteínica mantuvo al hombre paleolítico
dentro de un envidiable estado de salud, si se juzga al menos por
su dentadura. Era un hombre erguido, de alta estatura, con un
promedio de 1.77 metros, que sólo se recuperará en los países
industrializados modernos. Su densidad poblacional no podía ser
muy alta, si se querían mantener cotas de caza suficientes para
alimentar a la familia ampliada de la tribu. No podía exceder,
probablemente, una densidad de tres habitantes por kilómetro
cuadrado. Era necesario, por tanto, controlar la natalidad con
medidas drásticas, como el infanticidio, cuya incidencia podía
acercarse al cincuenta por ciento de los nacimientos.
El final de la última glaciación hace trece mil años, trajo
consigo una súbita transformación de las zonas de vida. Con la
invasión de los bosques sobre las llanuras desaparecieron la
mayor parte de los grandes mamíferos como el mamut lanudo, el
rinoceronte lanudo, el Alce gigante, pero sobrevivieron el
caballo, el ganado vacuno, los elefantes y rinocerontes, etc. No
sería de extrañar, sin embargo, que el hombre, que ya para ese
entonces había perfeccionado su base instrumental, haya influido,
igualmente en la desaparición de las grandes especies que le
servían de dieta, sobre todo si se tiene en cuenta que utilizaba
el fuego como instrumento de caza para acorralar a las grandes
manadas.
De todos modos, parece existir una relación entre
agotamiento de la fauna y perfeccionamiento técnico. El
rendimiento de cada uno de los instrumentos de caza que va
desarrollando el hombre paleolítico, empieza a disminuir a medida
que la fauna se agota. En esta forma la lanza tiene que ser
reemplazada con los dardos y estos con las flechas, instrumentos
cada vez más potentes, que inciden con mayor eficacia en el
agotamiento de las cotas de caza.
Es muy posible igualmente que el agotamiento de la fauna
haya incidido también en las formas de organización social
exigiendo el paso de la patrilocalidad a la matrilocalidad. Esta
última modalidad permitía a los hombres lanzarse a extensas
jornadas de caza, que no habrían sido posibles dentro de las
formas anteriores de organización. Con ello la mujer pasó a
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ocupar un puesto importante en la sociedad de cazadores, sin
monopolizar, sin embargo, el poder político, que permaneció
siempre en manos del hombre. La confianza se desplazó hacia la
hermana, desde el momento en que la esposa podía significar un
enclave interno de tribus rivales o con las que se conservaba un
equilibrio precario. La matrilocalidad se convirtió así, como
dice Harris, en un método práctico de superar la capacidad
patrilocal de grupos aldeanos, para formar alianzas militares
multialdeanas.
Efectivamente, con la organización matrilocal aparece
necesariamente la guerra. Cada una de las tribus tiene que
extender sus cotas de caza e interferir, por lo tanto, con las
ajenas. El comercio exterior se hace cada vez más indispensable a
medida que se agotan los recursos internos y ello significa al
mismo tiempo alianza y guerra. Desde muy temprano el hombre acude
a las armas, no sólo como instrumento de cacería, sino como
necesidad de subsistencia contra sus congéneres.
Con el perfeccionamiento técnico se acrecienta igualmente el
poder de abstracción. El hombre se convierte cada vez más en un
constructor de símbolos. Empieza a dominar el espacio pictórico y
no sólo el espacio natural. Lo imagina y lo reproduce. La caza
deja de ser solamente una actividad externa de subsistencia para
convertirse en juego simbólico. El espacio exterior se amplía en
el espacio interior del símbolo imaginativo y abstracto. Lo
curioso es que el hombre no se inicia en el espacio pictórico con
esbozos abstractos, sino con un realismo que denota un
conocimiento y un manejo preciso del espacio exterior, sobretodo
del espacio de la caza. La abstracción en los trazos es una
conquista posterior, no una decadencia. Es ya casi un lenguaje
escrito que representa un mayor nivel de abstracción.
Mientras las hermosas pinturas de las cuevas magdalenienses
aludían a una actividad inmediata casi identificable, las figuras
encontradas en la España oriental, mas tardías, son símbolos
relacionadores de innumerables actividades. El instrumento
simbólico se afianza y perfecciona al mismo tiempo que el
instrumento físico. El desarrollo del espacio interno va parejo
con el dominio del espacio exterior. No es posible disociar la
ocupación del espacio de las formas simbólicas con las que el
hombre lo representa. Sin la capacidad para imaginarlo y
describirlo, quizás no le hubiese sido posible al hombre manejar
el espacio externo y sin la penetración en éste a través de la
actividad productiva, no hubiese sido posible la conquista del
espacio simbólico. El instrumento es una teoría condensada y el
símbolo es un camino hacia la práctica instrumental.
En este breve bosquejo de las primeras relaciones del hombre
con el medio, se ha podido apreciar la interrelación existente
entre los diferentes elementos que componen la plataforma
instrumental de adaptación y de ésta con la transformación del
medio ecosistémico. La cultura como totalidad se construye a
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