Table Of Content5
6
0
0
4
2
5
0
1
1
6
5
0
1
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS
Dr. JUAN ROGER
IDEAS POLITICAS
DE LOS
CATOLICOS FRANCESES
DEPARTAMENTO INTERNACIONAL
DE CULTURAS MODERNAS
1 9 5 1
ES P R O P I E D A D
Reservados todos los derechos
Copyrith by Consejo Superior
de Investigaciones Científicas·
SELECCIONES GRÁFICAS.—AV. ISLAS FILIPINAS, 23.—TEL. 33 73 18.—MADRID
*
r
γ
I N T R O D U C C I O N
En este ensayo tenemos el propósito de presentar una historia de
los diversos conceptos políticos que han encauzado la actitud de los
católicos franceses en el transcurso de los siglos xix y xx. A nuestro
parecer, no existe un solo libro español reciente que trate esta cuestión
en su conjunto, tan importante sin embargo en muchos puntos de
vista. El presente trabajo quiere, pues, llenar esta laguna.
El estudio de la evolución de las ideas políticas de los católicos
franceses es muy interesante; esta evolución explica la actual situa
ción de la Iglesia en Francia, la mentalidad actual de sus miembros,
las reacciones de éstos ante los problemas modernos, los juicios que
puedan emitir sobre los católicos de otras naciones, las actitudes que
toman frente a los maestros del momento presente. En ella se lleva a
cabo también esta ley singular de las «constantes» históricas, de la
que los modernos historiadores, Toynbee, por ejemplo, intentan li
berarse; tampoco podríamos nosotros desenmascarar las causas cuya
investigación histórica es tan difícil—como lo ha demostrado Oswald
Spengler—, pero, del conjunto de los hechos, intentaremos al menos
aclarar un poco las presentes actitudes históricas.
Limitados por la materia, ya de por sí tan amplia, nos guarda
remos bien de duplicarla con un estudio histórico propiamente dicho
de la Francia contemporánea, que suponemos conocida de nuestros
lectores. No lo abordaremos sino allí donde los católicos han
demostrado interés. o han participado en ella, y también donde
esta política general haya tenido repercusiones entre las ideas reli
giosas francesas. Resumiremos, no obstante, en pocos renglones, los
grandes rasgos de cada época estudiada, a fin de traer a la mente
6 J U A N R O G E R
de los lectores ciertos acontecimientos que hubiesen podido ser ol
vidados.
Tampoco tenemos intención de ocuparnos aquí de la vida inte
rior de la Iglesia de Francia, de sus Comunidades, obras pías, orga
nización. Nuestro estudio se limitará estrictamente a las diversas
actividades y posiciones políticas de los sectores católicos franceses
desde 1800 a 1950; responde esencialmente a esta pregunta: frente
a las diversas y variables actitudes del César, ¿cuál ha sido y es to
davía la posición de los católicos franceses en cuanto miembros de
la Iglesia de Cristo?
Este trabajo demostrará que cometieron numerosos errores, cosa
humana e inevitable; veremos sobre todo que las profundas corrien
tes que han inspirado desde hace tiempo el catolicismo francés se
repiten, de una manera casi permanente y con una exactitud extraor
dinaria, en todos los instantes de su atormentada historia: Galica-
nismo y Jansenismo, Liberalismo e Integrismo son actitudes del es
píritu que se adivinan siempre vivas detrás de las diversas contro
versias del último siglo y del tiempo presente. Autores católicos
franceses contemporáneos han atacado recientemente con violencia
la actitud de sus antecesores (1); hay aquí, a nuestro modo de ver, un
partidismo político evidente, debido sobre todo a un complejo de
rencor personal y de inferioridad política, por ser estos autores, en
su mayoría, de los católicos llamados «de izquierdas». Es cierto, y
lo comprobaremos ulteriormente, que, a pesar de los consejos de pru
dencia y cordura de los Soberanos Pontífices, los católicos de Fran
cia manifestaran, con frecuencia, extremada incomprensión frente a1
(1) Me refiero particularmente a la reciente obra de Henri Guillemin : His
toria de los católicos franceses en el siglo XIX (París, 1947), que ha levantado en
Francia gran polvareda. Su autor pertenece a la tendencia actual del M. R. P.,
que quiere lavar al catolicismo francés del pecado de haber estado «a la de
recha» y de no haber practicado la famosa política de la «mano tendida» desde
hace un siglo. J. Lecler, en «Les Etudes», de febrero de 1948 (pág. 154), ha de
finido muy bien el método de este autor: ((Consiste en elegir unos cuantos
blandos fáciles, Montalembert, Falloux, Veuillot, el equipo del Correspondant,
y acribillarlos a tiros. Pequeños fragmentos de frases puestos entre comillas y
acumulados casi a capricho producen el resultado apetecido. Es exactamente el
método del panfleto, no el método de la historia, a pesar de sus apariencias
eruditas. Se ha alabado a veces el «valor» de M. Guillemin. El autor habría sido
más valeroso todavía si, denunciando los errores de los católicos franceses en
el siglo pasado, se hubiera abstenido con relación a ellos de toda acritud pa
sional».
INTRODUCCIÓN 7
los graves problemas sociales que nacieron con la gran industria,
a lo largo del pasado siglo. Es cierto que muchos de ellos pensaron
^demasiado, al principio, en la caridad antes de preocuparse senci
llamente de la justicia; también es verdad, como veremos en seguida,
que gran número de ellos se comprometieron demasiado con diversas
políticas, que estaban muy lejos de someterse a la ley de Dios y que
sólo utilizaban a la Iglesia como instrumento político. Con todo,
sería enormemente injusto condenar en masa a los católicos france
ses del siglo pasado; hicieron lo que pudieron, con la visión propia
de su tiempo, dominada todavía por las terribles pruebas que aca
baban de atravesar Los autores contemporáneos de que hablábamos
antes se guardan bien, en general, de mencionar la actividad subterránea
y poderosa de las sociedades internacionales que han buscado y si
guen buscando por todos los medios la destrucción de la Iglesia; en
cambio, no pasan por alto ningún detalle adverso a la otra parte,
perdonando gustosos a la masonería y a los marxistas para atacar
despiadamente a sus propios hermanos en la fe.
Con toda la prudencia indispensable, con toda la caridad nece
saria y, sobre todo, con la clara visión de las diversas perspectivas
históricas, evitaremos estos excesos y estudiaremos las diversas
peripecias del catolicismo francés, no para acusar injusta e inútil
mente a nuestros hermanos en la fe, sino para sacar de aquí
prudentes y eficaces lecciones, siguiendo en esto la recomendación
de León XIII, citando un precepto de Cicerón: Ne quid falsi dicere
iaudeat; deinde, ne quid veri non audeat (Breve Saepe numero con-
siderantesj del 18 de agosto de 1883, sobre los estudios históricos).
C A P I T U L O P R I M E R O
La Iglesia de Francia en vísperas de la R evolución de 1789
La historia contemporánea de Francia está marcada, de una ma
nera profunda y permanente, por la Revolución de 1789, la Gran
Revolución, como la llama el historiador Kropotkine. Esta fecha es
de capital importancia en la vida francesa como lo es también en la
de Europa ; es imposible despreciarla o dejarla en silencio ; es el eje
ideológico alrededor del cual se orienta toda la cultura francesa. Su
influencia ha sido profunda y permanente en todos los aspectos de la
vida de Francia, que tan hondamente ha transformado. Nos es pre
ciso, pues, estudiar, al menos rápidamente, las condiciones de la
vida francesa religiosa e intelectual anterior a esta fecha, a fin de
observar su evolución y su modificación. Pues no olvidaremos, en?
contra de ciertos historiadores franceses del pasado siglo, que esta
Revolución no se explica sino a causa de las condiciones del antiguo
régimen ; que no nació espontáneamente—como Minerva al salir com
pletamente armada del cerebro de Júpiter—y, sobre todo, que si el
movimiento revolucionario de 1789 ha transformado profundamente
la vida cultural francesa, no ha conseguido borrar la herencia de si
glos enteros de historia y tradición. Las constantes culturales fran
cesas son permanentes; transformadas de momento por los choques
de la tormenta ideológica, han vuelto a aparecer en seguida, tan gran
de era su potencia. El pueblo que guillotinó a Luis XVI, al querer
de esta forma suprimir en su persona «la tiranía de la autoridad»,,
será el mismo que después aclamará a Napoleón, a Luis XVIII y a*
Luis Felipe. Pero aun habrá algo más, y este algo es lo que habrá