Table Of ContentJohn Dominic Crossan
El nacimiento del
CRISTIANISMO
Qué sucedió en los años
inmediatamente posteriores
a la ejecución de Jesús
Editorial SAL TERRAE
Santander
Título del original inglés:
The Birth ofChristianity.
I)iscovering what happened in the years
immediately after the execution of Jesús
© 1998 by Dominic Crossan
All rights reserved
Published by arrangement with
Harper San Francisco, a división of
Harper Collins Publishers Inc.
New York
Traducción:
María del Carmen Blanco Moreno
Ramón Alfonso Diez Aragón
© 2002 by Editorial Sal Terrae
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Con las debidas licencias
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-1454-7
Depósito Legal: BI-1091-02
Fotocomposición:
Sal Terrae - Santander
Impresión y ciuu.uleniación:
Cirafo, S.A. Bilbao
En memoria
de mi hermano menor,
Daniel Joseph Crossan, Jr.
Í N D I CE
Prólogo a la edición española, por Andrés Torres Queiruga IX
Prefacio: Los años perdidos XV
Prólogo: El contenido de su visión XIX
Primera Parte: Continuación y reconstrucción
Capítulo 1 Voces de los primeros testigos externos 3
Capítulo 2 Reconstruir el cristianismo más primitivo 19
Segunda Parte: Memoria y oralidad
Capítulo 3 La mística de la tradición oral 49
Capítulo 4 ¿Recuerda la memoria? 59
Capítulo 5 Un relato de dos profesores 69
Capítulo 6 ¿Abismo o interfaz? 85
Tercera Parte: Evangelios y fuentes
Capítulo 7 Admitir las presuposiciones evangélicas 95
Capítulo 8 Relacionar los contenidos evangélicos 103
Capítulo 9 Comparar los manuscritos evangélicos 121
Cuarta Parte: Metodología y antropología
Capítulo 10 El problema de la metodología 139
Capítulo 11 Antropología intercultural 151
Quinta Parte: Historia y arqueología
Capítulo 12 I lisrori.i judeo-romana 177
Capítulo 13 Aii|iu-ología galilea 209
Sexta Parte: Reino y escatología
Capítulo 14 Una comparación entre dos evangelios primitivos 239
Capítulo 15 Escatología apocalíptica y escatología ascética 257
Capítulo 16 Escatología ética 273
Séptima Parte: Sanadores e itinerantes
Prólogo: El significado de la sanación 293
Capítulo 17 Negar la escatología apocalíptica 305
Capítulo 18 Afirmar la escatología ética 317
Epílogo: La posición social de Jesús 345
Octava Parte: Maestros y sedentarios
Capítulo 19 Criticar a los sedentarios 355
Capítulo 20 Controlar a los itinerantes 363
Capítulo 21 Interpretar los mandamientos 383
Capítulo 22 Una tradición dividida 407
Novena Parte: Comida y comunidad
Capítulo 23 La Tradición de la comida común 423
Capítulo 24 Comunidades de resistencia 445
Décima Parte: Relato y tradición
Capitulo 25 El otro relato de la pasión-resurrección 481
Capítulo 26 Exégesis, elegía y biografía 527
Epílogo: El carácter de tu Dios 575
Apéndices 587
Bibliografía 607
índice analítico 633
índice onomástico 643
índice de textos 647
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
A poco que se fije, el lector se percatará fácilmente de un sorprendente motivo
en la portada del libro que tiene en las manos: una fotografía del cruceiro de Hío,
en la provincia de Pontevedra. No se trata de un añadido del editor español. El
cruceiro aparece ya en la edición original inglesa (Harper, Nueva York 1998).
Obra genial de un «canteiro» de treinta años, José Cervino, que sembró su obra
a lo largo de la geografía gallega, trabajando muchas veces, según cuentan, sim
plemente por la comida y el albergue. Cuentan también de este artista popular
que en los últimos años de su vida, casi ciego, seguía esculpiendo a tientas sus
cruces y sus crucificados. Toda una metáfora para la cristología
Sospecho que John Dominic Crossan no sabía nada de esto cuando escogió
esta preciosa imagen. Y si al comienzo de esta presentación aludo a ello, es por
que me parece que constituye un buen símbolo de la sorprendente originalidad
del autor. Quien se disponga a entrar en sus páginas debe estar preparado para
la originalidad y la sorpresa. Sorpresa que empieza ya por el estilo, ágil, vivo,
actual y elegante, como no es corriente encontrar en obras de este género.
Sorpresa, sobre todo, por el contenido, que a la vuelta de cualquier esquina pre
senta un tema nuevo, ofrece un dato inesperado o abre una perspectiva inédita
sobre un problema que creíamos bien conocido o definitivamente resuelto.
Conviene entrar, pues, en la lectura con curiosidad despierta y actitud abier
ta, dispuestos a dejarse interrogar y aun, más de una vez, a ser desafiados en datos
muy seguros o convicciones muy íntimas. No será necesario aceptar todo para
salir renovado y enriquecido.
El autor, un irlandés emigrado a Norteamérica a los 17 años, entonces reli
gioso servita en su período de formación, cursó estudios bíblicos en el Instituto
Bíblico de Roma y en la Escuela Bíblica de Jerusalén. Profesor después, de 1969
a 1995, en la DePaul University, y actualmente jubilado, puede ser considerado
hoy uno de los exegetas más originales y, todo hay que decirlo, más osados en la
interpretación del Nuevo Testamento. Perteneció desde el principio al Jesús
Seminar, una asociación de escrituristas muy preocupados en la investigación crí
tica acerca del «Jesús histórico», con radicalidad decididamente fuerte y de origi
nalidad conscientemente ejercida respecto de la investigación europea. Dentro de
él, Crossan constituye una figura señera y su obra lo ha ido convirtiendo cada vez
más en cabeza de un nutrido grupo de seguidores.
Por fortuna, su presencia no es nueva entre nosotros. En castellano han apa
recido ya dos libros, sin duda los más significativos entre los anteriores a éste. El
primero, muy amplio, se titula ííí JIMÍS de leí historia: Vida de un campesino medite
rráneo judío (Crítica, Barcelona 1994 y 2000; original inglés, 1991). Fruto de lar-
gos años de estudio y precedido de una abundante producción, supuso su salto
a la publicidad y, como el mismo título sugiere, busca una contextualización rea
lista de Jesús en la religión, la cultura y la política de su tiempo.
El segundo, Jesús, biografía revolucionaria (Grijalbo-Mondadori, Barcelona
1996; original inglés, 1994), de mucha menor extensión, quiere ser una presen
tación del anterior más asequible al gran público, aunque sin reducirse a ser mera
repetición, pues «todos y cada uno de sus capítulos contienen algún elemento
que no estaba en el libro precedente». De hecho, constituye una excelente sínte
sis para quien se quiera adentrar tanto en las ideas como en el estilo del autor.
Sin traducir queda una producción muy nutrida, que abarca temas que van
desde la interpretación de las parábolas hasta la filosofía de la historia.
Recientemente ha publicado una autobiografía (A Long Way from Tipperary. A
Memoir, San Francisco 2000), que resulta esclarecedora en muchos aspectos.
El nacimiento del cristianismo (original inglés, 1998) es por ahora el último de
la serie abierta por los dos reseñados. También aquí el título indica bien su pro
pósito. De suyo, aborda un tema frecuentemente visitado por los estudiosos,
pero que él precisa de manera muy concreta, circunscribiéndose a las «décadas
oscuras» que siguen a la muerte de Jesús y que, en cierto modo, forman un díp
tico con las décadas igualmente oscuras que precedieron a su aparición pública.
Metafóricamente, lo expresa diciendo, por un lado, que no se ocupa de la «con
cepción» del cristianismo, es decir, del período en que Jesús, en interacción viva
con sus discípulos y su entorno, elabora y hace presente su nueva visión del
Reinado de Dios; y, por otro, tampoco estudia su «crecimiento», cuando, inde
pendizado del judaismo, el movimiento cristiano se organiza en religión autó
noma, con su gobierno, sus ritos y sus escritos.
De manera más concreta, delimita el «nacimiento» como el período que
•i barca las décadas de los 30 y los 40, ese tramo intenso y dramático en que los
discípulos, muerto el Maestro, tratan no sólo de asimilar su vida, sino también
de comprender su muerte, adentrándose así en el misterio de su persona.
Ciráficamente lo expresa así: «¿Qué formas de cristianismo estaban presentes
antes de Pablo, sin Pablo e incluso si Pablo no hubiese existido?».
La referencia expresa a Pablo no es casual, y el autor llama la atención sobre
ello. Como es bien sabido, la relación Pablo-Jesús, sobre todo a partir de la his
toriografía liberal posterior a Hegel y después de las terribles diatribas de
Nictzsche, ha sido objeto de numerosos estudios. Crossan lo sabe, pero él quie-
ic cambiar o, tal vez mejor, precisar el enfoque. Si se parte del cristianismo tal
como ha resultado de esa relación, la importancia de Pablo queda superdimen-
sionada, y la figura de Jesús resulta excesivamente marcada por la óptica impues
ta desde el corpus pauhnum. Por eso cree preferible el camino contrarío: «Quien
empiece con Pablo, interpretará a Jesús de una manera incorrecta; quien empie
ce con Jesús, uncí pt t-t .ii .'i .i Pablo de una manera diferente».
No se trata de un recurso artificioso o de una originalidad arbitraria. El
intento se inscribe como un nuevo paso en un movimiento necesario. Una vez
que el cambio cultural ha obligado a repensar la figura de Jesús tal como se nos
ha entregado desde su configuración en la cultura premoderna, con su lectura
literalista de la Biblia y su recurso a los conceptos de la filosofía griega, era pre
ciso «repetir» el camino para llegar de nuevo a la experiencia originaria. Como
lo había subrayado Edward Schillebeeckx, el pensamiento cristiano necesitaba
rehacer el itineranum mentís de las primeras generaciones cristianas, reconstruir
de manera comprensible y vivenciable para nuestro tiempo el proceso por el que,
bajo el impacto del Nazareno, ellas llegaron en el suyo a la elaboración concep
tual y vivencial de su misterio.
Es lo que llevan años haciendo las «cristologías desde abajo». Dentro de ellas
la Third Quest, la «tercera investigación» sobre el Jesús histórico, ha supuesto una
novedosa intensificación (el lector debe saber que hay un cierto consenso sobre
esta denominación, aunque no sea precisamente en el sentido en que, dentro del
texto, Crossan se distancia de ella en su polémica con el sentido que le da N.Th.
Wright). Lo que hace este libro es definir con más precisión un paso decisivo,
acercando la platina de la observación de modo que ésta se concentre en un
tramo muy concreto que podía quedar excesivamente diluido y difuminado en el
estudio de conjunto. No se trata de un tramo cortado a pico, asépticamente deli
mitado frente a las fuerzas que aparecen configurando de manera expresa el esta
dio ulterior. La presencia de Pablo, convertido probablemente hacia el año 35,
fue desde el comienzo demasiado original e intensa como para no haber influi
do de algún modo en todos los estratos de la tradición. Pero también es cierto
que no cabe ignorar la existencia, sobre todo dentro de Palestina (en Jerusalén y
en Galilea, insistirá), de un dinamismo autónomo que, tanto en la vivencia como
en la interpretación, no sigue las pautas paulinas y que incluso, en ocasiones
importantes y en temas cruciales, aparece en contraste con ellas.
Cualquiera puede observar la gran dificultad, pero también la enorme fasci
nación, de tal empresa. No existen documentos de esos «años perdidos del cris
tianismo más primitivo», pues los primeros, los del mismo Pablo, datan de los
años 50. Sobran, en cambio, prejuicios inveterados y construcciones no contras
tadas, heredados de épocas en que la crítica histórica apenas existía. De suerte
que no resulta fácil orientarse en la oscuridad de ese océano verdaderamente
kantiano.
Pero a Crossan no le falta audacia, y, desde luego, no ha ahorrado el estudio
ni escatimado el esfuerzo. Por eso, podrán discutirse en algún punto sus méto
dos; pero nadie deberá negar el rigor con que los aplica. No todos se sentirán
i onvcncidos por sus conclusiones y, seguramente, no faltarán lectores o lectoras
que más de una vez experimenten cierto vértigo ante sus hipótesis. Pero cumple
uvonoccr que a menudo abre perspectivas nuevas y siempre da que pensar. Es
como si, de cuando en cuando, su obra abriese de repente ventanas en las que
nadie había reparado: convincente o no, lo que aparece es siempre interesante y
sugestivo. Resulta innegable que su obra hace correr aire fresco por un paisaje
tantísimas veces visitado y revisitado, por el que parecería imposible que volvie
sen a asomar verdaderas novedades.
Además, Crossan llega al lector. Influye, de entrada, su estilo, directo, ele
gante, lleno de sensibles semblantes literarios y a menudo salpicado por un rela
jante humor irlandés. Influye, más a fondo, su situación: buen conocedor de la
exégesis europea, se siente -Atlántico por medio- libre frente a ella; de manera
que puede aprovechar sus logros sin sentirse atado por los límites y los lastres de
su tradición académica. Finalmente, él mismo da dos razones fundamentales:
aporta un nuevo método y un nuevo material.
El nuevo método -no exclusivamente suyo, pues en conjunto es característi
co de la Third Quest- consiste en «una combinación interdisciplinar de antropo
logía, historia, arqueología y literatura». De hecho, sobre todo gracias a una
novedosa y aguda combinación de los datos históricos y sociológicos, impresio
nan las perspectivas que así se abren para una comprensión realista de la vida, la
doctrina y el destino de Jesús de Nazaret.
La situación sociológica de la Baja Galilea, donde el desarrollo urbano pro
piciado por Herodes Antipas (construcción de Séforis y Tiberíades) y la comer
cialización rural inducida y abusivamente ejercida por Roma provocaron una
enorme miseria y desarraigo en la población campesina, explica, según el autor,
mucho de la vida y la doctrina evangélicas. Estas aparecen íntimamente unidas a
los movimientos de resistencia provocados por la miseria.
El cuadro resultante se muestra, como no podía ser menos, discutible, pero
no puede negarse su múltiple sugestión, capaz de iluminar aspectos hasta ahora
poco o nada atendidos. En un contexto en el que diversos «mesías» y (¿más
tarde?) los zelotas optan por la lucha armada, Jesús rechaza la violencia, aunque
predica un «igualitarismo radical». Con un estilo de vida que -en referencia no
a la concepción vulgar, sino a lo más auténtico de esa filosofía- Crossan caracte
riza, audazmente y con matices progresivos, como el de un «cínico judío de
carácter campesino», rompe los moldes de la cultura mediterránea del honor, de
la jerarquización religiosa judía y del patronazgo explotador romano. Cami
nando de aldea en aldea, predica un Reino ya presente (no apocalíptico, por tan
to), sin intermediarios ni para con Dios ni para con los hombres, abierto sin dis
criminación a todos los que adoptan su género de vida desprendido e itinerante
o que, permaneciendo en sus casas, lo acogen en la media de lo posible. Un Jesús
que, aunque profundamente enraizado en el judaismo, no se identifica sin más
con él (de ahí sus distancias respecto de E.P. Sanders), sino que aparece profun
damente revolucionario e innovador.
Junto al método está la aportación, o distinta valoración, de nuevos materia'
les que constituyen acaso la parte más discutida y discutible de su construcción,
pero que, sin duda, obligan a la reflexión. Crossan concede una enorme impor-
tancia al Evangelio de Tomás, descubierto en Nag Hammadi, en 1945: un texto de
claros acentos gnósticos, pero que, según él, es independiente de los evangelios
canónicos y anterior a ellos. Junto a él pone el conocido documento Q (de Quelle,
«fuente» en alemán, reconstruida a partir de los dichos comunes a Mateo y
Lucas, que no están en Marcos), que llama Evangelio Q. Presta también especial
atención a la Didaje. No rechiza., claro está, los demás escritos, pero, a través de
la aplicación rigurosa de un criterio que, rompiendo con el «imperialismo» de la
literatura canónica, busca los estratos más antiguos y admite sólo aquellos datos
testificados por más de una fuente, ese conjunto le sirve para intentar llegar a la
realidad más original de Jesús.
Tal es el estilo, el aire, de un libro que, a pesar de su complejidad, se lee como
una novela. En una presentación rápida no cabe entrar en detalles; lo que intere
sa es animar a la lectura. Quien lo haga, lector o lectora, creyente o no creyente,
se encontrará de seguro con un fuerte desafío, pero también acaso con un nuevo
modo de presentir el misterio.
Se sorprenderá, por ejemplo, con una visión tremendamente realista de la
pasión, que intenta ir muy atrás de las narraciones actuales, que Crossan consí-
dera «profecía histonzada». En un típico golpe de sugerencia obvia, parte de que
los hagiógrafos carecían de datos concretos que no habían existido ya en la pri
mera comunidad, puesto que los amigos habían huido, y a los enemigos no les
interesaban. Según él, lo que, en un proceso en cierto modo parecido al de los
Evangelios de la Infancia, hicieron los relatos actuales fue buscar en el Antiguo
Testamento -gracias a un auténtico cuerpo de expertos- textos que les permi
tiesen comprender el sentido teológico, profundo y verdadero del destino en apa
riencia trágico de Jesús. Como matriz narrativa inicial, anterior a los evangelios
canónicos, estaría el Evangelio de la Cruz (Cross Gospel), que intenta reconstruir a
partir de su inclusión en el Evangelio de Pedro.
Algo semejante sucedió con el anuncio de la resurrección, donde concede
una singular importancia al «lamento ritual de las mujeres», que, a su juicio,
«transformó la exégesis profética en relato biográfico». A mí me ha interesado
particularmente la luz que, en el capítulo 23, el contexto social arroja sobre el
sentido de la celebración eucarística en las primeras comunidades: textos que
pasaban desapercibidos y tal vez parecían meramente incidentales -«el que no
quiera trabajar, que no coma» (2 Tes 3,10)-, cobran una significación viva y
actualísima.
Para terminar, no me resisto a una consideración. Siempre que alguien pro
pone algo nuevo, rompiendo los esquemas habituales, aparecen aquellos que no
ven más que un desafío para la ti adición o un peligro para la fe. Demasiadas