Table Of ContentPETER WASHINGTON
EL MANDRIL
DE MADAME
BLAVATSKY
HISTORIA DE LA TEOSFÍA
Y DEL GURÚ OCCIDENTAL
Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
En el nombre del Mandril,
HUXLEY, Mono y Esencia
No deseo ser un santo;
Preferiría ser un payaso…
NIETZSCHE, Ecce Homo
El arzobispo. Los fraudes engañan.
un acontecimiento que crea fe
no engaña; no es por tanto
un fraude, sino un milagro…
SHAW, Santa Juana
Su esencia vítrea —como la de un mono coléri-
co— representa tan fantasiosas comedias a los ojos
del cielo, que haría llorar a los ángeles.
SHAKESPEARE, Medida por medida
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Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
ÍNDICE
Agradecimientos ...................................................................................... 4
Notas ........................................................................................................ 5
Introducción: El color turquesa ................................................................ 6
1. La fuente y la clave ........................................................................ 10
2. Maloney y Jack .............................................................................. 31
3. Noticias de ninguna parte .............................................................. 52
4. Problemas ...................................................................................... 72
5. Sucesión apostólica ........................................................................ 90
6. Segunda generación ..................................................................... 109
7. Muchachos y dioses ..................................................................... 129
8. Ahrimán y Lucifer ....................................................................... 147
9. Juegos de guerra .......................................................................... 164
10. Viajes ........................................................................................... 185
11. Aventuras ..................................................................................... 205
12. Clases de vida .............................................................................. 225
13. Calamidades ................................................................................. 245
14. El fin del sendero ......................................................................... 261
15. Vidas privadas ............................................................................. 276
16. Pecadores ..................................................................................... 288
17. Los gurús en la guerra ................................................................. 301
18. Terminaciones ............................................................................. 325
19. Regreso ........................................................................................ 344
20. Del sistema a la fuente ................................................................. 358
21. Climaterio .................................................................................... 370
Conclusión: El mandril triunfante ........................................................ 383
Bibliografía .......................................................................................... 391
Indice de nombres ................................................................................ 402
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Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
AGRADECIMIENTOS
He contraído deudas de gratitud con muchas personas mientras escribía este li-
bro. Algunas me han pedido permanecer en el anonimato. Entre las que no, estoy
agradecido a la difunta Elizabeth Bennet, Charles Clasen, el difunto Michael
Franklin, Seymour Ginsburg, sir Lees y la honorable lady Mayali, Bili Thomson y
Lesley Wilson.
Mis gracias en particular a James Moore, que sin reparos ha compartido con-
migo su profundo conocimiento de Gurdjieff y la Obra, y a Andrew Rawlinson,
que generosamente me enseñó los borradores de sus trabajos aún no publicados
sobre los maestros espirituales. Entre otras muchas cosas, le debo la expresión
«gurú occidental».
También he recibido ayuda e información de la Sociedad Aetherius, la Socie-
dad Antroposófica, la Iglesia Universal y Triunfante, la Fundación Internacional
Emisario, la Llama Eterna, la Gran Hermandad Blanca, el Centro Krishnamurti de
Brockwood Park y la Sociedad Teosófica.
La señorita Lilian Storey, bibliotecaria de la Sociedad Teosófica, ha sido parti-
cularmente amable, igual que el personal de la Biblioteca de Londres, del Museo
Británico y de la Oficina Pública de Registros. También estoy agradecido al Insti-
tuto Warburg, la Biblioteca Williams de la Universidad de Londres y la Biblioteca
de la Universidad de Middlesex.
Mi correctora, Vicki Harris, cuya capacidad y encanto hicieron que el largo
texto fuera menos oneroso, sólo es responsable de sus aciertos. El soberbio índice
ha sido preparado por el decano en esta materia, Douglas Matthews, de la Biblio-
teca de Londres. Dan Franklin, que encargó este libro, trabajó pacientemente en
sus varias versiones y me alentó en cada etapa de la obra, figura en la dedicatoria
del libro.
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Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
NOTAS
Abreviaturas
BL Cartas de H. P. Blavatsky a A.P. Sinnett
CITS Velas en el Sol
ISOTM En busca de lo milagroso
KTYOA Krishnamurti: Los años del despertar
MWRM Encuentros con hombres notables
ODL Hojas de un viejo diario
OLWMG Nuestra vida con el señor Gurdjieff
TBY Ser joven
TLADOK Vida y muerte de Krishnamurti
TPH Theosophical Publishing House
TPS Theosophical Publishing Society
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INTRODUCCIÓN
EL COLOR TURQUESA
El 27 de marzo de 1991, el político y presentador de televisión David Icke dio
una conferencia de prensa para presentar su nuevo libro, The Truth Vibrations1. El
señor Icke (cuyo nombre rima con «like») estaba acompañado por su esposa, su
hija y una colega. Los cuatro iban vestidos con un chándal de idéntico color azul
turquesa. Preguntado por la razón de ir vestidos así, Icke dijo que el amor y la
sabiduría resuenan en «la misma frecuencia que el color turquesa». Y a continua-
ción dijo que había sido elegido por Dios para desempeñar un papel vital en el
Plan Divino.
Esta conferencia de prensa fue un regalo para los periódicos sensacionalistas,
especialmente para el Sun, que, al día siguiente, preguntaba a sus lectores, ¿ES
QUE DAVID ICKE NO SE ENCUENTRA BIEN? y ¿Cree que David Icke se ha
vuelto loco? —una pregunta a la cual contestó afirmativamente el setenta y cinco
por ciento de los que respondieron—. Siguieron varias entrevistas y charlas, en las
cuales se llegó a sugerir al señor Icke que sufría una crisis nerviosa. Su insistencia
en que gozaba de una buenísima salud sólo sirvió para confirmar lo que la gente
sospechaba de su estado mental.
No fue sólo la fama de Icke lo que provocó los titulares en las primeras pági-
nas de los periódicos. Su carrera de jugador de fútbol profesional, como portero
del Coventry City, se vio truncada por la artritis a la temprana edad de veintiún
años; luego inició una segunda carrera como comentarista deportivo y presentador
de televisión, alcanzando una cierta notoriedad en su cometido. Su interés por los
temas ecológicos le hizo ingresar en el Partido Verde, del que pronto llegó a ser
uno de los principales portavoces. Como bien conocido periodista, Icke fue su-
mamente valioso para lo que entonces era un grupúsculo que luchaba por hacerse
oír en la vida política, y representó un papel destacado en su liderazgo colectivo.
El medio ambiente lo condujo a su vez a interesarse por todas las cosas espiri-
tuales, y The Truth Vibrations es un producto típico de la síntesis contemporánea
1 D. Icke, The Truth Vibrations, Aquarian Press, 1991.
Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
de la ecología y la religión alternativa. Escrito bajo la influencia de las médiums
Betty Shine y Judy Hall, se ocupa de todos los tópicos, desde la Transferencia a la
Reencarnación, para presentar un programa Verde. Icke pretende que la crisis
ecológica mundial es fundamentalmente una crisis espiritual del hombre. Añade
que la mayor amenaza para el planeta es la «mente polucionada» y que las cosas
no cambiarán físicamente hasta que no hayan cambiado mental y espiritualmente.
Aunque esto al hombre de a pie le parece más bien una chifladura, estas ideas son
hoy moneda corriente en muchos círculos intelectuales respetables y quizá no han
merecido muchos comentarios por dos complicadas razones.
Primera, la pretensión de Icke de que Dios lo había elegido como «padre
cósmico», miembro del selecto grupo nombrado a lo largo de los siglos para vigi-
lar el futuro del planeta. Miembros de este grupo fueron el profeta Samuel,
Merlín, Cristóbal Colón, el Señor del Séptimo Rayo y el Sumo Sacerdote de la
Atlántida. Por otro lado, Icke dijo que, para llevar a cabo su tarea, había sido infu-
so por Dios con algo que él llamaba «espíritu de Cristo». Malévola e inevitable-
mente, la prensa sensacionalista interpretó esto como que Icke pretendía ser un
nuevo Jesús, provocando comentarios de su madre que aparecieron en titulares
como MI HIJO ES ICKE Y NO EL SEÑOR, DICE MAMÁ2.
Luego vinieron los problemas con su partido. Desafortunadamente, las revela-
ciones de Icke coincidieron con una época convulsa en el seno de los Verdes, que
habían visto cómo su porcentaje de votos disminuía drásticamente después de un
breve período de éxitos a mediados de la década de 1980. Consecuencia de esto
fue que el ya fraccionado liderazgo colectivo se dividiera aún más por las violen-
tas disputas de los miembros del consejo de dirección que trataban de echar la
culpa del fracaso a los demás colegas. No fue un espectáculo edificante tratándose
del partido de la paz y del amor. Los Verdes, considerados desde hacía tiempo por
la mayoría del público británico como la cara aceptable de la «Izquierda Ilumina-
da», empezaron a verse ahora no sólo como quijotes, sino como anormales y des-
agradables. Cuando David Icke engrosó la lista de falsos mesías, cuya «venida»
resultaba equivocada, pareció que con él arrastraba al olvido a su partido.
Una pregunta que desconcertó a muchos observadores de esta tragicomedia
fue: ¿De dónde había sacado el pobre Icke sus extraordinarios mitos: el color tur-
quesa, el Señor del Séptimo Rayo, los padres cósmicos y todo lo demás? Él y sus
2 Sun, 29 de marzo de 1991.
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Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
médiums lo atribuyeron a la inspiración, pero la realidad es que son moneda co-
rriente en la filosofía de la Nueva Era, que, a su vez, se basa en una amplia varie-
dad de fábulas y teorías tradicionales.
Entre todas sus fantásticas sutilezas y complicaciones, la mitología de Icke po-
see dos elementos vitales, ambos decisivos en su libro y constantes en el pensa-
miento de la Nueva Era. El primero es la idea de una Hermandad Oculta, un co-
lectivo espiritual que ha existido a lo largo de la historia para vigilar el destino del
planeta. Sus miembros son seres desencarnados que, de vez en cuando, se encar-
nan en forma humana. Luego está la idea de que los Hermanos, ocasionalmente,
se revelan a individuos elegidos como maestros espirituales para que actúen en
nombre de ellos. Si lo hacen bien, estos maestros pueden al cabo del tiempo for-
mar parte de la Hermandad, después de muertos, como Maestros Ascendidos.
El cristianismo ha enseñado siempre que hay ciertos individuos semidivinos o,
por lo menos, inspirados por Dios: los profetas, Jesús, Juan Bautista y los apósto-
les trascendieron la humanidad ordinaria. Pero el cristianismo es una religión mo-
noteísta, y la noción de un grupo dirigente nunca ha sido muy popular entre las
iglesias dominantes que, además, temen el socavamiento de la propia autoridad,
entendida como conducto de la única sabiduría divina y establecida de una vez y
para siempre en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento.
Por esta razón, los maestros espirituales independientes como David Icke —
hombres y mujeres con acceso personal a lo Absoluto— han sido desaprobados e
incluso cruelmente perseguidos por las autoridades, incluso cuando han actuado
dentro de la tradición cristiana, como William Penn y John Wesley3. Fue sólo a
finales del siglo XIX, con el deterioro gradual de las instituciones religiosas tradi-
cionales y la invasión simultánea de las religiones orientales politeístas, cuando se
produjo en Occidente una proliferación de tales hermandades y maestros. En el
siglo transcurrido, los maestros espirituales independientes y las mitologías alter-
nativas han florecido a costa de las iglesias establecidas.
A pesar de este cambio de actitud, hoy, las personas como David Icke —
hombres y mujeres a quienes llamo gurúes occidentales— son tomadas por lo ge-
neral como figuras ridículas e incluso escandalosas. Ellos y sus seguidores argu-
mentan a menudo que semejante escándalo confirma la autenticidad de su magis-
El plural de médium debiera ser media, pero temo que el lector no me entienda si lo escribo
correctamente. Perdóneseme esta pequeña licencia. (N. del T.)
3 Fundador de Pennsylvania y acendrado defensor de las libertades civiles y religiosas, Wi-
lliam Penn (1644-1718) fue también un cuáquero que sufrió por su fe. Junto a su hermano Charles
y otros, John Wesley (1703-1791) empezó el movimiento metodista en la década de 1730.
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Peter Washington, El Mandril de Madame Blavatsky
terio, símbolo de la sacralidad, invisible para la miope sabiduría convencional.
Afirman también que el bien y el mal, la virtud y el vicio, la salud y la enferme-
dad, no son simples opuestos como la mayoría de la gente cree. Y para subrayar
este punto, nos recuerdan que todo el edificio de la moral y la religión occidenta-
les que sirve de sostén a las actitudes convencionales, se basa de un modo u otro
en el magisterio de dos notables rebeldes, Jesús y Sócrates. Ésta es una paradoja
que a los ciudadanos de la ley eterna quizá les cueste explicar.
No es intención mía hacer tales juicios en este libro: si fuera preciso hacerlos,
lo dejo en manos de los lectores. En lugar de eso, en las páginas que siguen he
tratado de contar la historia de los dos motivos interrelacionados de David Ickes,
la Hermandad Oculta o Secreta y el Gurú Occidental, desde finales del siglo XIX
hasta nuestros días. No hay nada nuevo acerca de estas ideas, pero ocupan un lu-
gar peculiar en la vida contemporánea, y ese lugar es digno de ser investigado, al
menos porque estas ideas nos plantean una de las necesidades humanas más pro-
fundamente sentidas, si no la que más: la necesidad de explicar.
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UNO
LA FUENTE Y LA CLAVE
El siglo XIX fue el gran momento de los maestros espirituales independientes,
aunque la mayoría de ellos siguieran siendo cristianos, al menos nominalmente.
En efecto, fue la restauración de la fe verdadera la razón esgrimida habitualmente
en primer lugar para apartarse de las iglesias establecidas. Pero el hábito del auto-
ritarismo había calado hondo, y los rebeldes invariablemente incurrieron en la
paradoja de imponer a sus seguidores una obediencia y conformidad estrictas.
De esta paradoja es un bello ejemplo la carrera del reverendo H. J. Prince1. En
1841, el señor Prince, que era coadjutor del párroco de Charlinch, Somerset, inició
un resurgimiento religioso dentro de la Iglesia Anglicana. Prince, un clérigo
evangélico tan comprometido con el principio de la divina providencia que con-
sultaba con Dios si debía coger el paraguas cuando salía de paseo, era también un
gran orador y estaba dotado de carisma personal y capacidad de mando. Tras ga-
nar fácilmente ascendencia sobre el señor Starkey, el párroco, que se convirtió en
su devoto discípulo, el nuevo cura emprendió su misión predicando con tal pasión
los domingos, que la habitualmente estólida congregación rural de granjeros, la-
bradores y familiares se vio arrastrada a un frenesí de éxtasis religioso como sólo
se daba en aquellos tiempos en las sectas protestantes extremistas.
Los sermones de Prince dejaban a los hombres temblando, a las mujeres gri-
tando e incluso provocaban ataques en los niños pequeños. Pronto se hizo famosa
la iglesia de Charlinch y atrajo la atención de su superior, el obispo de Bath y
Wells, que no se sintió complacido con la conducta de aquel cura. Las actividades
de Prince subvertían claramente el orden establecido en general y la jerarquía cle-
rical en particular. La sumisión del rector a su propio coadjutor sentaba un mal
precedente para el mantenimiento de la autoridad dentro de la Iglesia, y la infla-
1 El inicio de la carrera de Prince está recogido en su libro de 1842, The Charlinch Revival.
Véase también A. Huxley, The Olive Tree, Chatto & Windus, 1936, y J. Montgomery, Abodes of
Love, Putnam & Co., 1962.
Description:da», empezaron a verse ahora no sólo como quijotes, sino como anormales y des- agradables. Cuando David . Se le reveló entonces al Bien Amado que aquel niño era hijo de Satán, enviado para .. largo curso de detallados experimentos anatómicos para demostrar su teoría, pero todo esto se vio