Table Of Content^ de
t s p a ña
Palencia. Vista parcial del exterior.
Carlos Sarthou Cañetes
Pedro Navascués Palacio
Duodécima edición
i '."i"
ESPASA
Director Editorial: Juan González Alvaro
Director de Grandes Obras: Jorge Montoro Bayón
Editor: Rafael Diez Collar
Diseño y maquetación: Angel Sanz Martín
Dibujos: Sergio Asensio
ES PROPIEDAD
© Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1952-1983
Impresión: Closas Orcoyen, S. L.
Impreso en España
Printed in Spain
Depósito legal: M. 12.595-1998
ISBN 84-239-5270-3
En la ilustración de esta obra han intervenido los siguientes fotógrafos: Archivo Espasa Calpe, R. G. Everts, J. León,
Orcajada, Paisajes Españoles, Pérez Aparisi, Sánchez-Durán, G. Sanz y muy especialmente Oronoz
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recupera-
ción de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el
medio empleado —electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc.—, sin el permiso previo de
los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.
Málaga. Interior de la cabecera.
INTRODUCCIÓN
Hace ahora exactamente treinta años la editorial Espasa-Calpe publicaba un
libro sobre las CATEDRALES DE ESPAÑA, con un texto de Carlos Sarthou. Tenia
entonces aquel libro un indudable interés al reunir en un solo volumen abundante
información gráfica y literaria sobre este tema, lo cual exigía un gran esfuerzo de
síntesis. No obstante, el aspecto más encomiable de aquel trabajo era, a mi juicio, el
de encontrar a un autor español interesado en difundir el conocimiento de nuestras
catedrales, tema al que se habían acercado principalmente los estudiosos extranjeros,
bien en un plano puramente divulgativo, como Pillement y Rahlves, bien con un
interés más serio y científico desde Street en el pasado siglo hasta Hartley, Lambert
y Rosenthal en el nuestro.
Estos nombres, a los que podríamos añadir otros muchos igualmente extranjeros,
han hecho temer siempre que los grandes temas del arte español —y las catedrales es
uno de ellos— se escapen de nuestra bibliografía. Por esto es de agradecer aquel libro
de Sarthou, aunque fuera como él señalaba en su introducción «de mera divulgación
cultural». Otros autores vendrían a equilibrar la balanza con el peso y el rigor del
estudio, desde los ejemplares análisis sobre las catedrales de Valladolid (1947) y
Salamanca (1951), debidos a Fernando Chueca, hasta los más recientes sobre
Oviedo (1981) y Zamora (1982), de Francisco de Caso y Guadalupe Ramos de
Castro, respectivamente, obras igualmente modélicas. Sin embargo, resulta auténti-
camente estremecedor la carencia de información sobre muchas de nuestras catedra-
les, de las que en ocasiones no existe un solo artículo en una revista o periódico local.
Con suerte algunas de ellas cuentan con una guia, siempre útil, y las menos han sido
estudiadas con detenimiento por varios autores, como sucede con la privilegiada
catedral hispalense. Hay, si, estudios sobre tal o cual artista que puede haber
intervenido en la obra de una de nuestras catedrales o haber ejecutado un retablo o
reja para alguna de sus capillas, pero ello no es suficiente porque dibuja tan sólo
aspectos «horizontales» que no se interrelacionan y, a mi juicio, la catedral necesita
un estudio global y de desarrollo vertical que enhebre su propia historia. Historia que
a su vez es la que presta un rostro diferenciado a cada una de ellas, a pesar de contar
con análogos elementos (naves, capilla mayor, coro, sala capitular, sacristías,
capillas menores, etc.).
9
Cuando pensamos que en nuestras catedrales se refugia en alto porcentaje lo más
selecto del arte español, desde sus colosales arquitecturas hasta los más frágiles
esmaltes de los tesoros catedralicios, produce vértigo comprobar la ausencia da
trabajos monográficos que pongan en valor aquellos conjuntos. Mucho nos tememos
que si catedrales como Segovia se encontraran en otro lugar de la vieja Europa, a
estas horas tendríamos un espléndido libro sobre ella. No en vano aún nos valemos,
en 1982, de la planta que de esta catedral castellana levantara el arquitecto inglés
Street poco antes de 1865. Ello es además grave porque si ciertamente la concepción
medieval de la catedral se ha gestado en el corazón de Europa, la fase final se
produciría en nuestro país (Salamanca, Segovia) ofreciendo el extraordinario
colofón de las catedrales renacentistas y aun barrocas que no tienen parangón en el
resto de Europa (Granada, Jaén, Guadix, Cádiz...). Si a esto añadimos la riqueza
histórico-artistica y documental que encierran nuestras catedrales, a pesar de tantas
vicisitudes por las que han pasado y siguen pasando, se puede afirmar que resulta
finalmente un conjunto absolutamente excepcional, cuyo patrimonio a todos nos
corresponde valorar, custodiar y difundir convenientemente. Y ello no sólo con
respecto a las «grandes» catedrales cuyo recuerdo aflora sin esfuerzo en nuestra
memoria y que son objeto de masiva visita (Burgos, León, Toledo...), sino de otras
muchas «menores» que inicialmente no tienen ese poder heredado tan singular de las
catedrales mayores, pero que, en el silencio de su relativo olvido, encierran un interés
no menor al de aquéllas. Pensemos tan sólo en Burgo de Osma o Palencia, para
entender el alcance de estas palabras.
Por estas y otras muchas razones me he animado a colaborar en esta nueva
edición de las CATEDRALES DE ESPAÑA que tiene ya poco que ver con la publicada en
1952. El lector que conozca aquélla y ésta que tiene en las manos podrá comprobar la
diferencia entre una y otra. Diferencia que no sólo afecta al aspecto material de la
obra, ya que su formato ha variado al igual que la rica y selecta ilustración gráfica,
sino muy especialmente al contenido y enfoque del texto que, en gran medida, ha sido
redactado de nuevo. Ello era absolutamente necesario por varias razones. Una muy
principal es que las catedrales, por extraño que parezca, han cambiado mucho en los
últimos treinta años, pero si se tiene en cuenta además que Sarthou describe algunos
templos visitados por él en los años 20 y 30 de nuestro siglo, aquellos cambios se
hacen aún más patentes. Estas mutaciones se refieren tanto a ciertos aspectos del
interior como a la propia arquitectura. Asi la catedral de Valladolid vista por
Sarthou difiere de la que hoy podemos visitar. Sarthou vio y describe el coro de la
catedral de Granada en la nave central, al tiempo que se refiere a la catedral de
Cuenca, cuya fachada comenzaba a levantar Lampérez, y fotografía la de Astorga
con una de las torres sin acabar.
Pero hay algo más importante que también el tiempo transcurrido ha hecho
cambiar, y es la objetiva valoración de todas las etapas de la historia del arte. En
este punto, Carlos Sarthou, como los hombres de su generación, detiene la historia del
arte en el Renacimiento infravalorando todo cuanto después llegara, y muy especial-
mente si era «churrigueresco», término éste que él utiliza con sentido despectivo como
hicieran los hombres de la Academia de los siglos XVIII y XIX. A esto debemos
añadir que las fuentes utilizadas fundamentalmente por Sarthou en su día eran el
«Diccionario» de Madoz y en general la colección del pasado siglo «España-Sus
Monumentos y Artes». Naturalmente también en este plano hubo que alterar el
enfoque incluyendo la bibliografía esencial de que hoy disponemos y lo que ella ha
aportado en sus líneas generales.
10
El lector podrá comprobar, por otra parte, que en esta nueva edición se han
conservado, salvo algún caso excepcional, los mismos edificios a los que se referia
Sarthou en su libro, sin que ello signifique que se incluyan todas las Catedrales y
Colegiatas de España, ya que ulteriores divisiones eclesiásticas darían lugar a nuevas
diócesis, como las de Logroño o San Sebastián, que no aparecen aquí reflejadas.
Hay finalmente un aspecto que no quiero omitir y que ha hecho necesario
redactar de nuevo, en su mayoría, el texto, y es que aquel libro de Sarthou se escribió
en el especial clima político-religioso de la posguerra, lo cual inevitablemente se
traduce en juicios y apreciaciones que hoy no podemos asumir. Por todo ello, el
presente libro se ofrece al lector como una obra nueva, en el deseo de contribuir
igualmente al conocimiento de nuestras catedrales.
PEDRO NAVASCUÉS PALACIO
Madrid, 1982.
11